La crisis perpetua de Argentina
Desde hace un siglo, cuando era uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo, ha experimentado una inflaci¨®n anual media del 105% y ha tenido que cambiar cinco veces de moneda. Hoy es el principal deudor del Fondo Monetario y sufre una de las contracciones m¨¢s graves de Am¨¦rica por la pandemia. ?D¨®nde anida la maldici¨®n de la econom¨ªa argentina?
La actividad econ¨®mica en Argentina se derrumb¨® durante el a?o fat¨ªdico de 2020. Los datos oficiales marcan una contracci¨®n del 10%, la m¨¢s grave del continente junto con la de Per¨² si se deja al margen la cat¨¢strofe venezolana. En 2002, cuando Argentina colaps¨®, la ca¨ªda fue s¨®lo un poco superior: 10,9%. La inflaci¨®n es muy elevada (38,5% en los ¨²ltimos doce meses y repuntando), la moneda no deja de devaluarse, las reservas del Banco Central no llegan a 3.000 millones de d¨®lares y cuatro de cada diez argentinos viven en la pobreza. El cuadro macroecon¨®mico resulta muy alarmante.
Argentina, sin embargo, est¨¢ habituada a la quiebra y la recuperaci¨®n. Y al declive relativo. Desde 1921, hace exactamente un siglo, cuando era uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo (su Producto Interior Bruto ¡ªPIB¡ª per c¨¢pita equival¨ªa entonces al de Francia o Alemania), ha experimentado una inflaci¨®n media del 105% anual y se ha visto obligada a cambiar cinco veces de moneda: peso moneda nacional hasta 1969, peso ley hasta 1983, peso argentino hasta 1985, austral hasta 1991 y el actual peso. Desde 1980 ha suspendido cinco veces los pagos de su deuda externa (nadie en el mundo iguala esa marca de impagos) y es, ahora mismo, el principal deudor del Fondo Monetario Internacional, con 44.000 millones de d¨®lares a devolver.
En diciembre de 2019, cuando el peronista Alberto Fern¨¢ndez asumi¨® la presidencia, las cosas estaban mal. Argentina hab¨ªa reca¨ªdo en la suspensi¨®n de pagos y llevaba tres a?os en recesi¨®n. Entonces, a las pocas semanas, lleg¨® la pandemia. El ministro de Econom¨ªa, Mart¨ªn Guzm¨¢n, tuvo que batallar en dos frentes. Por un lado, renegoci¨® en largas sesiones telem¨¢ticas la deuda con los acreedores privados y consigui¨® un aplazamiento de los pagos y una sensible rebaja de los intereses. Eso supuso un respiro. Ahora intenta que el FMI acceda tambi¨¦n a dilatar la devoluci¨®n de su cr¨¦dito.
El otro frente parec¨ªa a¨²n m¨¢s complejo: ?c¨®mo subsidiar a empresas y ciudadanos afectados por el par¨®n del coronavirus? Sin acceso a los mercados de cr¨¦dito, Mart¨ªn Guzm¨¢n tuvo que recurrir a la pura fabricaci¨®n de dinero. El Banco Central emiti¨® durante 2020 m¨¢s de 1,2 billones de pesos (fueron contratadas imprentas en Brasil y Espa?a porque las dos f¨¢bricas argentinas de moneda ya trabajaban las 24 horas), con el riesgo de que la inflaci¨®n se agravara. Como parece estar sucediendo. En enero pasado, los precios subieron un 4%.
El pa¨ªs, pese a todo, sigue funcionando. Un buen ejemplo de continuidad frente a todas las dificultades pasadas y presentes lo ofrece Galfione y C¨ªa, una empresa de hilaturas fundada por Hugo Galfione en 1947 bajo la presidencia de Juan Domingo Per¨®n. El nieto de Hugo, Luciano Galfione, es hoy el director. La familia Galfione ha superado circunstancias casi impensables, como la hiperinflaci¨®n o la fase de trueque posterior a 2001. Luciano Galfione paga mensualmente 150 n¨®minas, dirige tres factor¨ªas a pleno rendimiento y vive gracias al mercado interno.
La del mercado interno es una de las claves de la dificultad argentina para mantener un crecimiento sostenido, y explica en parte la formidable presi¨®n inflacionista: su econom¨ªa est¨¢ poco conectada con el comercio internacional. Una comparaci¨®n con Chile, un pa¨ªs con 19 millones de habitantes frente a los 44 de Argentina, basta para reflejar el fen¨®meno. Chile exporta por un importe cercano a los 70.000 millones de d¨®lares y sus importaciones rondan los 59.000 millones; Argentina exporta por poco m¨¢s de 60.000 millones de d¨®lares, b¨¢sicamente granos y carne, e importa por una cantidad semejante. El empresario Galfione se permite bromear: ¡°Mir¨¢ lo rico que ser¨¢ el pa¨ªs, que resiste a los argentinos¡±. En 1984, cuando Argentina sal¨ªa de su dictadura m¨¢s t¨¦trica, el premio Nobel de Econom¨ªa Paul Samuelson (1915-2009) expres¨® sin bromear una idea parecida: ¡°Argentina es el cl¨¢sico ejemplo de una econom¨ªa cuyo estancamiento relativo no parece ser consecuencia del clima, las divisiones raciales, la pobreza malthusiana o el atraso tecnol¨®gico. Es su sociedad, no su econom¨ªa, la que parece estar enferma¡±.
El gobierno peronista de Alberto Fern¨¢ndez atribuye al Gobierno anterior, del liberal Mauricio Macri (2015-2019), la responsabilidad de la actual crisis. Ciertamente, durante 2018 el peso perdi¨® el 40% de su valor y el enorme pr¨¦stamo recibido del FMI se evapor¨® en coberturas desesperadas del d¨¦ficit fiscal y en operaciones especulativas (gran parte de los 44.000 millones de d¨®lares recibidos acabaron en el extranjero o en cajas de seguridad); cuando en las primarias de agosto de 2019 se constat¨® que el peronismo iba a regresar al poder, los mercados burs¨¢tiles se hundieron, el peso se devalu¨® otro 38% y hubo que restablecer los controles cambiarios, el llamado ¡°cepo¡±, para evitar el colapso. Pero Macri hab¨ªa heredado a su vez graves problemas de su antecesora, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, hoy vicepresidenta.
¡°Es una suma de crisis¡±, dice Diego S¨¢nchez-Ancochea, profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica para el Desarrollo en la Universidad de Oxford. ¡°Argentina nunca termina de salir de sus crisis: aument¨® su deuda en los ochenta, en los noventa trat¨® de resolver el problema por la v¨ªa de las privatizaciones, luego lleg¨® la crisis de 2001 y 2002 por la v¨ªa del tipo de cambio. Se crean espacios de tranquilidad, pero no se resuelven nunca los problemas estructurales. Las crisis regresan porque nunca se fueron¡±.
Una crisis end¨¦mica es la del peso. Las d¨¦cadas de alta inflaci¨®n y de erosi¨®n de la moneda, unidas al trauma del ¡°corralito¡± de 2001-2002 (los argentinos no pudieron acceder a sus dep¨®sitos bancarios durante casi un a?o, y cuando pudieron hacerlo encontraron que sus ahorros en d¨®lares se hab¨ªan transformado en pesos devaluados), han hecho de Argentina un pa¨ªs bimonetario. Los precios del mercado inmobiliario, por ejemplo, se fijan en d¨®lares.
¡°El d¨®lar no es una variable m¨¢s, sino un term¨®metro que refleja c¨®mo van la econom¨ªa y la pol¨ªtica, adem¨¢s de un instrumento de ahorro¡±, se?ala Marina Luzzi, coautora junto a Ariel Wilkis del libro El d¨®lar, historia de una moneda argentina. Argentina nunca consigue generar tantos d¨®lares como necesita, por lo que, seg¨²n Luzzi, los controles cambiarios (los particulares no pueden comprar m¨¢s de 200 d¨®lares por mes) son una necesidad. La desaparici¨®n del turismo ha agravado la falta de billetes verdes. El problema es tan grave que se ha prohibido la importaci¨®n de autom¨®viles de alta gama y de destilados caros.
Argentina no logra superar la contradicci¨®n hist¨®rica entre las necesidades de su agricultura, la gran generadora de d¨®lares, altamente competitiva en el mercado internacional y por tanto partidaria del libre comercio, y su industria, que al menos desde el primer mandato de Per¨®n (1946-1955) funciona bajo una l¨®gica proteccionista y casi aut¨¢rquica resumida en una frase que los peronistas siguen repitiendo: ¡°Vivir con lo nuestro¡±.
La ¡°maldici¨®n de las materias primas¡±
Douglas Southgate, profesor de la Ohio State University especializado en estudios latinoamericanos, lo explica as¨ª: ¡°Argentina sufre una forma ¨²nica de maldici¨®n de las materias primas originada en el sector agr¨ªcola. Su agricultura, que goza de una fuerte ventaja comparativa, emplea pocos trabajadores y las mejores tierras rurales se concentran en relativamente pocas manos. En consecuencia, el sector es un objetivo predilecto de los impuestos dise?ados por pol¨ªticos cuyos electores est¨¢n empleados en otros sectores econ¨®micos. La tributaci¨®n de la agricultura argentina resulta en un bajo desempe?o cr¨®nico de la econom¨ªa nacional, incluidas crisis frecuentes y severas¡±.
En realidad, de forma directa o indirecta, el campo argentino emplea a m¨¢s de dos millones de personas, el 14% de la poblaci¨®n activa, y apenas aporta el 10% al Producto Interior Bruto. Su aut¨¦ntica fuerza, y el origen de sus conflictos con el peronismo por los impuestos y las retenciones en origen, est¨¢ en su competitividad: de cada 10 d¨®lares que ingresan en el pa¨ªs por exportaciones, siete corresponden a la agricultura. Sin la industria agroexportadora apenas entrar¨ªan divisas.
El empresario Galfione tiene su propia visi¨®n sobre el asunto. ¡°Mi abuelo Hugo, el fundador de la empresa, ten¨ªa campos en Santa Fe, en Recreo, la zona m¨¢s cara y con mayores rendimientos, el polo sojero de Argentina. El tipo en 1947 va y dice que el futuro es la industria, vende todos sus campos en Santa Fe y se viene a Buenos Aires a poner una f¨¢brica de medias. Si veo hoy a mi abuelo le pego cinco tiros. Pero hablando en serio, no estaba mal orientado, porque no existe pa¨ªs desarrollado que no sea potencia industrial¡±.
El problema radica en que Argentina nunca lleg¨® a ser potencia industrial. Apost¨® a fondo por la pol¨ªtica de sustituci¨®n de importaciones y desde mediados del siglo XX empez¨® a producir art¨ªculos de todo tipo para no tener que comprarlos fuera. Esa era la f¨®rmula que la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de Naciones Unidas, recomendaba al conjunto del continente para desarrollar la econom¨ªa y equilibrar las balanzas comerciales y de cuenta corriente. La industria argentina fue fomentada y protegida hasta que la dictadura de 1976 rompi¨® con esa pol¨ªtica. ¡°La l¨®gica industrial muere con los milicos¡±, dice Luciano Galfione.
En 1976, cuando el mundo padec¨ªa la crisis de los choques petroleros, el PIB de Argentina ascend¨ªa a 51.000 millones de d¨®lares. El de Corea del Sur, a 30.000 millones. Hoy, la econom¨ªa argentina ¡°pesa¡± algo m¨¢s de 80.000 millones de d¨®lares. La surcoreana (que hace medio siglo aceler¨® su industrializaci¨®n gracias a unas condiciones laborales casi esclavistas y a la manipulaci¨®n de los tipos de cambio) pesa 1,4 billones de d¨®lares y es un fen¨®meno exportador.
?Qu¨¦ ha pasado en Argentina? Eso tambi¨¦n lo explica el empresario Galfione, que en 2016 intent¨® lanzar un proyecto de nanotecnolog¨ªa para fabricar hilados con una estructura cristalina especial, capaces de repeler calor, insectos o bacterias. Necesitaba ayudas p¨²blicas y la administraci¨®n de Macri no se las concedi¨®. ¡°Yo no tengo ninguna m¨¢quina que no sea igual o mejor que las que tienen en cualquier otro lugar del mundo, y tengo una productividad a nivel mundial. Pero me matan los costes. China o India venden por debajo del coste de las materias primas. Yo soy m¨¢s barato respecto a Italia o Espa?a, pero ellos ya confeccionan en Oriente¡±.
Se a?aden otros problemas relacionados con el precio de la energ¨ªa y los transportes: ¡°El coste log¨ªstico es enorme. Sale m¨¢s barato enviar un contenedor a China que traer un cami¨®n desde Catamarca¡±. El resultado es un tejido industrial denso pero, en general, incapaz de medirse con la industria de otros pa¨ªses. Sin competencia externa porque apenas se importa (los aranceles son altos), sus productos tienden a la mediocridad. La alta capacidad tecnol¨®gica en sectores muy concretos (manipulaci¨®n gen¨¦tica, energ¨ªa nuclear, farmacia) no resulta suficiente para elevar el nivel medio y, adem¨¢s, la fuga de talento al exterior es continua.
¡°Hay algo fundamental, la falta de consistencia en las pol¨ªticas macroecon¨®micas¡±, se?ala N¨¦stor Casta?eda, profesor del University College londinense y miembro del Institute of the Americas. ¡°La estructura productiva es muy desequilibrada y necesita fuentes externas de financiaci¨®n. Todo depende de las divisas que vienen de fuera. Cada vez que se contrae el comercio global o se produce un descenso en la entrada de inversiones extranjeras, surge un problema de reservas. No hay forma de solucionarlo. Por un lado, Argentina incumple los pagos y eso limita su acceso a los mercados de capitales; por otro, falta coordinaci¨®n entre las pol¨ªticas cambiaria, fiscal y monetaria. Se crece 10 a?os y luego se cae y se vuelve al punto de partida¡±.
Suele considerarse que los a?os ochenta fueron la ¡°d¨¦cada perdida¡± para la econom¨ªa argentina. Termin¨® la dictadura y con Ra¨²l Alfons¨ªn lleg¨® la democracia, pero tambi¨¦n la hiperinflaci¨®n. En 1989, los precios subieron m¨¢s del 3.000%. En la f¨¢brica de hilaturas, el padre de Luciano Galfione no hac¨ªa los balances en pesos, sino en kilos, porque era imposible saber el valor del producto. Pero, considerando la evoluci¨®n macroecon¨®mica y pese al dinero f¨¢cil de los noventa, cuando, con el presidente Carlos Menem, un peso equival¨ªa a un d¨®lar, y pese a los a?os dorados de N¨¦stor Kirchner (2003-2007), en los que gracias al brutal saneamiento forzado por el colapso de 2001-2002 y al alza de los precios de la soja se logr¨® crecer mucho con poca inflaci¨®n, Argentina lleva muchas d¨¦cadas perdidas.
El economista Mart¨ªn Rapetti estima que, en t¨¦rminos reales, el producto bruto por habitante en Argentina es hoy casi el mismo que en 1974. Con el agravante de que la desigualdad entre ricos y pobres es mucho mayor. Casi medio siglo perdido. Ripetti, entrevistado por el diario Clar¨ªn, hace un pron¨®stico sombr¨ªo: contando con que la econom¨ªa argentina crezca un 6% en 2021 y luego siga creciendo a un ritmo ininterrumpido del 4,5% anual, algo bastante improbable, no se recuperar¨¢ el nivel de vida de 2011 hasta 2027.
Con la colaboraci¨®n de Mar Centenera, Federico Rivas Molina e Ignacio Fariza
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