El s¨¢dico asesinato de un t¨ªo y un sobrino por robar carne en un supermercado en Brasil
Bruno y Yan, sorprendidos durante un hurto en el centro comercial Atakad?o Atakarejo, de Salvador, fueron entregados a unos traficantes que, tras torturarlos, los mataron
Cuatro bandejas con cinco kilos de carne sentenciaron a muerte a Bruno Barros, de 29 a?os, y a Yan Barros, de 19. Sorprendidos mientras intentaban llevarse los productos en un establecimiento de Atakad?o Atakarejo, en Salvador, Bahia, t¨ªo y sobrino fueron v¨ªctimas de un tribunal del crimen organizado promovido por el propio supermercado. El gerente y los vigilantes de seguridad entregaron a Yan y a Bruno a los traficantes, quienes los torturaron, asesinaron y posteriormente abandonaron sus cuerpos en el maletero de un coche.
El suceso, que ocurri¨® el 26 de abril en la favela Nordeste de Amaralina, revela c¨®mo los supermercados brasile?os pueden ser escenarios de actos de violencia cometidos por sus propios empleados. Casos as¨ª no son extraordinarios, tal y como pas¨® con Jo?o Alberto y Pedro Gonzaga, que murierona a manos de los vigilantes de seguridad de Carrefour y la cadena Extra, respectivamente. Alberto fue golpeado hasta la muerte en noviembre del a?o pasado en Porto Alegre, en el sur de Brasil. Gonzaga, en un mercado de Barra da Tijuca, barrio rico de R¨ªo de Janeiro.
En com¨²n entre los tres cr¨ªmenes, un marcador racial: todas las v¨ªctimas eran negras. En Atakarejo, sin embargo, a la situaci¨®n hay que sumarle un nuevo componente: la asociaci¨®n entre la empresa y el narcotr¨¢fico. Un poder paralelo, en el que parece no haber lugar para la defensa y donde impera la pena de muerte. Una historia que muestra que, como cant¨® Elza Soares en 2001 en el disco Do C¨®ccix Ate o Pesco?o, ¡°la carne m¨¢s barata del mercado es la carne negra.¡±
Familiares y amigos no saben por qu¨¦ Yan y Bruno salieron del barrio Fazenda Coutos, donde resid¨ªan, y fueron a Nordeste de Amaralina el lunes. Pero la primera se?al de que algo no iba bien se produjo alrededor de las 13.30. Bruno envi¨® un audio por WhatsApp a una amiga, a la que considera una hermana, en el que le pide 700 reales (unos 130 d¨®lares) para pagar la carne que hab¨ªa sustra¨ªdo en Atakarejo. Como estaba en un sal¨®n de belleza, no vio el mensaje.
Al no obtener respuesta, Bruno le llama a las 13.46 y logra hablar con su amiga. Cuenta que a ¨¦l y a su sobrino les hab¨ªan sorprendido intentando robar carne y que el gerente y unos vigilantes les hab¨ªan llevado al estacionamiento del supermercado, donde fueron agredidos. Los empleados les exigen que paguen los 700 reales, el precio del producto, para dejarlos marchar. Si no les daban el dinero, les entregar¨ªan a los traficantes de la zona, dominada por el Comando da Paz. A esta banda se la asocia con el Comando Vermelho, de R¨ªo de Janeiro, algo que la Secretar¨ªa de Seguridad P¨²blica de Bah¨ªa niega.
La amiga de Bruno pone en marcha una operaci¨®n con parientes y amigos para recaudar el dinero. Al principio, consigue 250 reales (46 d¨®lares). ¡°Le llam¨¦ y le ped¨ª a uno de los vigilantes que mandara el n¨²mero de cuenta para ingresarle el importe, mientras intent¨¢bamos obtener el dinero que faltaba. Ser¨ªa la garant¨ªa de que pagar¨ªamos. Los empleados no lo aceptaron, quer¨ªan todo a la vez¡±, cuenta.
Bruno se desespera y se pone en contacto con otras personas para pedirles dinero. En un audio enviado a este peri¨®dico, ¨¦l le dice a alguien: ¡°Ella ya tiene 200 reales, mira a ver si consigues ese dinero¡±. ¡°?l dec¨ªa: ¡®El tiempo est¨¢ pasando, me van a entregar, van en serio. Si me entregan, voy a morir¡¯¡±, recuerda la amiga.
Pese al esfuerzo, no les dio tiempo de recaudar la cuant¨ªa. A las 14.02, ella recibe una llamada en la que Bruno le cuenta que los empleados hab¨ªan decido entregarles a los traficantes. Fue la ¨²ltima vez que hablaron. ¡°Me dijo: ¡®Llama a la polic¨ªa para que me detengan, el segurata est¨¢ entreg¨¢ndome a los traficantes en el aparcamiento. Voy a morir¡¯. Llegu¨¦ a llamar al 190 [tel¨¦fono de la polic¨ªa], denunci¨¦ que hab¨ªa varios hombres armados en el supermercado, pero no sirvi¨® de nada.¡±
Testigos presenciales contaron a los familiares que los j¨®venes fueron arrastrados por las calles de Nordeste de Amaralina mientras les pegaban. Entretanto, las fotos de las v¨ªctimas circulaban por grupos de WhatsApp y llegaban a los parientes. La familia, sin noticias, tuvo que ver el sufrimiento p¨²blico de los dos. Las im¨¢genes que circulan en las redes sociales muestran al t¨ªo y al sobrino en tres momentos. El primero, nada m¨¢s haber sido sorprendidos hurtando carne en la cadena de supermercados. Los dos est¨¢n agachados en un ¨¢rea interna del establecimiento, junto a los productos robados y a un hombre, se?alado como vigilante del hipermercado. En un segundo momento, se ve a los dos sentados, ya con los traficantes. Las ¨²ltimas im¨¢genes exhiben los cuerpos, ambos con los rostros deformados por los disparos.
Los cuerpos de los j¨®venes fueron colocados en el maletero de un coche que los traficantes abandonaron en la regi¨®n de Pol¨ºmica, localidad del barrio de Brotas. Elaine Costa Silva, madre de Yan, cuenta que los primeros rumores de que los dos hab¨ªan sido asesinados surgieron en las redes sociales. Fue entonces cuando empez¨® la b¨²squeda para confirmar el tr¨¢gico desenlace. El padre de Yan es hermano de su t¨ªo Bruno. ¡°Primero llamamos al DPT [Departamento de Polic¨ªa T¨¦cnica], pero no hab¨ªan encontrado ning¨²n cuerpo en el Instituto de Medicina Legal. Consegu¨ª el n¨²mero del DHPP [Departamento de Homicidios y Protecci¨®n a la Persona], y me dijeron que no hab¨ªa ninguna noticia en Nordeste de Amaralina, pero que hab¨ªan hallado dos cuerpos en el maletero de un coche en Pol¨ºmica¡±, cuenta. Elaine identific¨® el cuerpo de su hijo gracias a la ropa que llevaba puesta. Y a Bruno por una cicatriz que ten¨ªa en el abdomen. El velatorio de ambos se hizo con los f¨¦retros cerrados, debido al estado de desfiguraci¨®n de sus rostros.
Comida para comprar comida
La amiga de Bruno cree que ¨¦l quer¨ªa vender la carne para comprar comida. El muchacho, desempleado, pasaba por dificultades. Ped¨ªa dinero prestado a sus amigos para pagar las facturas. No pod¨ªa abonar la pensi¨®n alimenticia de su hija de 12 a?os. Si com¨ªa tres veces al d¨ªa, era por su madre, que siempre le mandaba todo lo que cocinaba. La casa en la que viv¨ªa desde que se separ¨® era de Dion¨¦sia Barros da Silva, la abuela de Yan. Para ayudar a su hijo, Dion¨¦sia se mud¨® a un inmueble alquilado.
Los dos antecedentes policiales de Bruno, tambi¨¦n por hurtos de alimentos, reduc¨ªan sus posibilidades de conseguir empleo. Con la pandemia de la covid-19, se le hizo a¨²n m¨¢s dif¨ªcil. Una esperanza de mejorar su situaci¨®n era la renta b¨¢sica de emergencia de 600 reales [110 d¨®lares] del Gobierno Federal, pero el muchacho no consigui¨® la ayuda.
Elaine todav¨ªa no entiende por qu¨¦ Yan particip¨® en el hurto y tampoco sabe decir lo que har¨ªa con la carne, porque nunca tuvo noticias de que su hijo hubiera estado implicado en cualquier clase de delito. Pero la situaci¨®n financiera de la familia tambi¨¦n es dif¨ªcil. Elaine vive en una casa construida en contrachapado y materiales reciclables, en un ¨¢rea de ocupaci¨®n en Fazenda Coutos. Su principal fuente de ingresos proviene de la venta de materiales de limpieza en los sem¨¢foros, pero su trabajo se vio afectado con la pandemia. Sin ninguna ayuda de sus padres, Elaine tuvo que criar a sus cuatro hijos sola.
Yan no trabajaba. Era integrante del Projeto Ax¨¦, ONG internacionalmente reconocida por su trabajo en el ¨¢rea de educaci¨®n y en la defensa de los derechos de ni?os, ni?as y adolescentes, y estaba terminando cuarto de Educaci¨®n Secundaria. Lleg¨® a vender cacahuetes en el transporte p¨²blico para ayudar en casa, pero tuvo que dejarlo a causa de la covid-19. Su madre cuenta que ¨¦l tambi¨¦n pasaba dificultades para conseguir algo que echarse a la boca. ¡°Siempre me mandaba mensajes para saber si hab¨ªa hecho algo de comer, para saber cu¨¢ndo estar¨ªa lista la comida. Yo le mandaba fiambreras. Su abuela tambi¨¦n ayudaba.¡±
El joven viv¨ªa con su t¨ªo y su hermano mayor en la casa de Dion¨¦sia, una vivienda precaria de cinco cuartos y pocos muebles. La tinta de las paredes estaba consumida por la humedad y la falta de mantenimiento. El olor a moho se puede percibir por toda la casa. Elaine entra en una de las habitaciones y ense?a dos bermudas, dispuestas sobre un colch¨®n manchado por la acci¨®n de la humedad y desgastado por el paso del tiempo, donde Bruno dorm¨ªa. Explica que Yan y su hermano mayor se turnaban las prendas.
¡°Atakarejo asesino¡±
El m¨®vil se convirti¨® en el principal medio de contacto entre Yan y Elaine. Ella vuelve a mirar las conversaciones con su hijo en WhatsApp, buscando audios, fotos y v¨ªdeos suyos. ¡°Ahora, para ver su sonrisa, tengo que usar esto¡±, dice, se?alando el tel¨¦fono. Conversa con EL PA?S tras un largo d¨ªa de entrevistas para exigir justicia y denunciar la tragedia personal que vive desde que perdi¨® a su hijo de forma brutal e inexplicable. La madre de Bruno no pudo realizar la entrevista. Se encuentra bajo los efectos de medicamentos tras el brutal asesinato de su hijo, humillada por la exposici¨®n de las im¨¢genes.
El viernes fue un d¨ªa de protestas por la muerte de los j¨®venes. Una de ellas tuvo lugar en Fazenda Coutos, organizada por la propia favela. Entre gritos de ¡°Atakarejo asesino¡±, los manifestantes bloquearon una calle hasta el final de la tarde y reivindicaron que el crimen se solucione cuanto antes. Por la tarde, varios movimientos sociales hicieron un acto en las puertas de Atakarejo de Nordeste de Amaralina, donde empez¨® el calvario de Yan y Bruno.
Elaine se mueve entre el dolor y la rabia. Dice que los empleados del supermercado no les dieron a los muchachos la oportunidad de que pudieran pagar la carne. Ya no puede llorar de tanta indignaci¨®n. ¡°?Que si estuvo mal lo que hicieron? S¨ª. Nadie puede hacer eso. Pero ?para qu¨¦ tener polic¨ªa si mandan matar a la gente? ?Ellos condenan a muerte a las personas? Mi hijo ha perdido la vida, a los 19 a?os, por cuatro bandejas de carne.¡±
Y contin¨²a: ¡°Nunca voy a sacar de mi cabeza las im¨¢genes de la cara de mi hijo en p¨¢nico, de la mano de mi hijo totalmente ensangrentada. Ya no puedo llorar de tanta rabia. Desde el lunes, han acabado con mis d¨ªas de vida. Me han destruido¡±. Elaine se queja tambi¨¦n de que, hasta el momento, no ha recibido ninguna clase de ayuda de Atakarejo, ya sea financiera o psicol¨®gica. Vuelve de nuevo a WhatsApp y ense?a v¨ªdeos de su hijo bromeando en su ¨²ltima fiesta de cumplea?os, el 4 de abril. Recuerda la forma guasona de ser de Yan. ¡°Nunca m¨¢s ver¨¦ eso¡±, lamenta.
En un comunicado, Atakarejo dice no tolerar ¡°ninguna clase de violencia¡± y que tiene el ¡°compromiso con el cumplimiento de los derechos humanos y con la defensa de la vida humana digna¡±. Asimismo, el grupo informa que est¨¢ colaborando con las investigaciones y que le ha entregado a la Polic¨ªa todos los documentos e im¨¢genes de las c¨¢maras de seguridad. No obstante, la nota no dice si los empleados involucrados en el episodio han sido despedidos. ¡°Atakarejo es una empresa seria, s¨®lida y cumple las normas legales y no consiente ning¨²n tipo acci¨®n delictiva. [...] La empresa subraya que repudia vehementemente cualquier clase de violencia y se solidariza con la familia de las v¨ªctimas en este trance tan dif¨ªcil. El grupo espera que se concluyan las investigaciones para el esclarecimiento del caso y el castigo de todos los culpables¡±, dice el fragmento del texto.
Atakarejo pertenece a Teobaldo Costa, empresario que se present¨® a alcalde de la ciudad de Lauro de Freitas, en la Regi¨®n Metropolitana de Salvador, por el partido Dem¨®cratas, en las pasadas elecciones. Declar¨® a la Justicia Electoral 341.286.567 reales [alrededor de 62.750.000 de d¨®lares] en bienes. Teobaldo se dio a conocer tambi¨¦n por convertirse en una especie de imagen publicitaria del supermercado, al salir anunciando ofertas de la cadena en varios anuncios en televisi¨®n.
La Polic¨ªa Civil informa en una nota que varios testigos del crimen ya han declarado y que las investigaciones est¨¢n avanzadas. Asimismo, la Polic¨ªa asegura que est¨¢n realizando las diligencias oportunas y que no pueden dar m¨¢s detalles para no interferir en la marcha de las investigaciones. La Fiscal¨ªa de Bah¨ªa est¨¢ siguiendo las investigaciones y ha interpuesto una denuncia, que ya ha sido trasladada al N¨²cleo del Jurado de la Capital.
El presidente de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa de Bah¨ªa, el diputado regional Jac¨® (Partido de los Trabajadores), quiere que el supermercado le explique a la poblaci¨®n si mantiene alguna relaci¨®n con el narcotr¨¢fico. ¡°Si el gerente los llam¨®, es porque hab¨ªa alg¨²n tipo de autorizaci¨®n por parte de Atakarejo. Ocurri¨® un incidente, y la direcci¨®n de la empresa tom¨® una actitud cobarde. De haber sido el due?o de alg¨²n bar, ya lo habr¨ªan detenido. Es el due?o de una cadena de supermercados el que se niega a comentar el caso. Atakarejo hace como si no existiera. ?Es el narcotr¨¢fico quien se encarga informalmente de la seguridad de Atakarejo?¡±, se pregunta. La comisi¨®n sigue la evoluci¨®n del caso y ha pedido, mediante un oficio, que la Secretar¨ªa de Seguridad P¨²blica de Bah¨ªa asigne a un comisario especial para dirigir las investigaciones. Mientras no se soluciona el crimen, Elaine intenta prepararse para otra batalla que llegar¨¢ junto al intento de superar el duelo: el de la exigencia de Justicia. ¡°Quiero que todos y cada uno de los de Atakarejo paguen¡±.
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