¡°Los talibanes han empezado a ir casa por casa buscando a las mujeres activistas¡±, denuncia Humira Saqib

¡°Los talibanes han empezado a ir casa por casa buscando a las mujeres activistas¡±, asegura la conocida periodista y defensora de los derechos de la mujer Humira Saqib, que a sus 41 a?os recuerda con nitidez las sevicias a las que los extremistas sometieron a las afganas durante su dictadura (1996-2001). Su denuncia contrasta con los mensajes de tranquilidad que emiten los portavoces talibanes. No se f¨ªa. Como muchas otras mujeres, ha optado por esconderse.

¡°Las activistas estamos atrapadas aqu¨ª, nos escondemos en casas de amigos o familiares y no podemos salir [a la calle] por el riesgo que corremos¡±, resume Saqib en un r¨¢pido intercambio de mensajes.

No es paranoia. A mediados de julio, los islamistas secuestraron a Zahra Jalal, la representante de la provincia de Khost en la Red de Mujeres en Gobernanza Urbana. Otra activista, Maryam Durrani, escap¨® de Kandahar, donde promov¨ªa la educaci¨®n de las ni?as, cuando estaba a punto de caer en manos de los islamistas. Desde principio de mes hab¨ªa recibido varios mensajes que le advert¨ªan de que su vida estaba en peligro.

¡°Los talibanes acosan y amenazan con regularidad a las mujeres en las zonas que controlan¡±, apunta Femena, una red de apoyo a las feministas de Oriente Pr¨®ximo y Asia. La organizaci¨®n ha recogido la firma de 1.200 activistas afganas e iran¨ªes pidiendo protecci¨®n para los civiles, as¨ª como que se reconozca a las afganas como ciudadanas en igualdad de condiciones con los hombres.

Existe un extendido temor entre las mujeres (y los j¨®venes) de que los talibanes van a poner fin a las libertades civiles de las que han disfrutado desde 2001. Los portavoces de la milicia env¨ªan se?ales contradictorias: no ocultan que su objetivo es instaurar un r¨¦gimen gobernado por la ley isl¨¢mica (shar¨ªa), pero mantienen la ambig¨¹edad sobre el acceso a la educaci¨®n o al trabajo de las f¨¦minas.

¡°Dicen que vayamos a trabajar y a estudiar, que llevemos una vida normal, pero en Herat no dejan que las mujeres y las ni?as acudan a las universidades¡±, se?ala Saqib. En efecto varias estudiantes han relatado en los ¨²ltimos d¨ªas como les impidieron acceder al recinto universitario. Tambi¨¦n hay testimonios de empleadas a las que se les ha rechazado en sus puestos de trabajo.

De momento, sin embargo, los barbudos no han cortado internet (cuando gobernaron, prohibieron la televisi¨®n y el cine) y tampoco han impuesto la obligatoriedad de que las mujeres solo puedan salir a la calle ocultas bajo un burka y acompa?adas por un hombre de su familia, como entonces. Muchas, como Saqib, temen que sea cuesti¨®n de d¨ªas.

De hecho, el temor a que cambien las tornas ya est¨¢ induciendo a tomar medidas. Por ahora, algunas prefieren no aventurarse fuera de casa y si lo hacen, adoptan una vestimenta m¨¢s conservadora, evitando los colores llamativos. Otras, como A. I., temen que tendr¨¢n que aparcar su pasi¨®n por la m¨²sica o el deporte. Pero el ambiente empieza a oscurecerse: en algunas cadenas de televisi¨®n han remplazado las populares series indias y turcas por otras isl¨¢micas.

La presidenta de la Comisi¨®n Independiente de Derechos Humanos, Shahrzad Akbar, ha recordado a trav¨¦s de Twitter que ¡°funcionarios, empleados del gobierno, exmilitares, periodistas, mujeres activistas, defensoras de derechos humanos, jueces y fiscales, personas que han trabajado con fuerzas extranjeras, todos tienen miedo porque a pesar de ser civiles, todos han sido objeto de ataques de los talibanes¡±. Por eso ha pedido a la milicia que, ¡°ahora que sus fuerzas han tomado Kabul, se responsabilice de las vidas de los ciudadanos¡±.

Saqib, por su parte, pide al resto de los pa¨ªses que ¡°trabajen para salvar las vidas de las activistas, las defensoras de los derechos humanos y las periodistas¡±. Desde su escondite en alg¨²n lugar de Kabul tambi¨¦n defiende que ¡°no se echen a perder 20 a?os de avances y se d¨¦ a la gente una garant¨ªa internacional de que proteger¨¢ su vida¡±.