Santos y Betancourt, ¡®Una conversaci¨®n pendiente¡¯
EL PAIS adelanta un extracto del libro en el que el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt hablan, junto a Juan Carlos Torres, sobre el proceso de paz y sus implicaciones, las caracter¨ªsticas que lo hicieron exitoso y c¨®mo lo vivi¨® ella en su calidad de v¨ªctima de las Farc
Juan Carlos Torres (JCT): Juan Manuel Santos fue elegido presidente por una mayor¨ªa de colombianos que admir¨® su desempe?o como ministro de Defensa y que ve¨ªa en ¨¦l una garant¨ªa de la continuidad de la seguridad democr¨¢tica, la principal bandera de ?lvaro Uribe. Sin embargo, sin descuidar ese tema, asombr¨® al pa¨ªs al decidirse a buscar una paz dialogada con las Farc, anuncio que hizo oficial el 4 de septiembre de 2012. ?C¨®mo vivi¨®, Ingrid Betancourt, esa decisi¨®n del presidente Santos de intentar un nuevo proceso de paz con quienes fueron sus torturadores por tantos a?os?
Ingrid Betancourt (IB): La paz ha sido siempre, e incluso en la selva lo consideraba as¨ª, la principal tarea que tenemos que realizar los colombianos. Tambi¨¦n como candidata presidencial, la paz y la lucha contra la corrupci¨®n fueron mis prioridades. Me di cuenta de que el ¨²nico que podr¨ªa volver a poner el tema de la paz sobre la mesa, luego del descalabro del Cagu¨¢n, ten¨ªa que ser alguien que hubiera demostrado que no le temblaba el pulso para enfrentar a las Farc, como sucedi¨® con Juan Manuel. Desde el punto de vista hist¨®rico, se abr¨ªa la oportunidad m¨¢s importante para nuestra generaci¨®n. Por supuesto, yo no confiaba en las Farc. Hab¨ªa convivido con ellos lo suficiente para darme cuenta de que hab¨ªan echado por la borda su proyecto pol¨ªtico y de que se hab¨ªan transformado en una m¨¢quina de guerra y narcotr¨¢fico. Por eso llegu¨¦ a temer que cay¨¦ramos otra vez en su estrategia de hacernos perder tiempo para ellos fortalecerse.
Pero tambi¨¦n fui observando que Juan Manuel hab¨ªa tomado nota de los errores del pasado, y hab¨ªa impuesto unas reglas de juego que, a mi juicio, eran sabias y prudentes. Dijo, por ejemplo, que las negociaciones no ser¨ªan ad infinitum, sino que estaban sujetas a unos l¨ªmites de tiempo. Aunque varias veces le toc¨® ampliar los plazos, siempre se sent¨ªa que hab¨ªa un reloj corriendo y que no se iba a permitir que la guerrilla dilatara los acuerdos indefinidamente. La otra regla de que nada estaba acordado hasta que todo estuviera acordado fue central, porque permiti¨® ir avanzando en los diferentes temas sin perder la posibilidad de seguir ejerciendo presi¨®n militar y sin despejar ninguna parte del pa¨ªs. Es m¨¢s, para no distraer las negociaciones con la presencia permanente de los medios y de quienes suelen buscar protagonismo en esos escenarios, los di¨¢logos se adelantaron en Cuba, que fue otra decisi¨®n que me pareci¨® acertada.
Creo que las Farc comenzaron el proceso con mucha arrogancia, con desconfianza tambi¨¦n, como para ver qu¨¦ pasaba, y seguramente sin la intenci¨®n de que culminara. Pero poco a poco la din¨¢mica que le imprimi¨® el Gobierno las llev¨® a plantearse que s¨ª pod¨ªa funcionar y que podr¨ªan pasar de ser una guerrilla armada, secuestradora, narcotraficante y terrorista a un partido pol¨ªtico con propuestas y capacidad para influir en la vida nacional.
En las Farc yo siempre not¨¦ que hab¨ªa dos tendencias entre sus comandantes: los que, a pesar de todo, todav¨ªa acariciaban un ideal pol¨ªtico, una inclinaci¨®n para buscar cambios en la sociedad, y los que eran simplemente narcotraficantes, mientras pretend¨ªan luchar por el pueblo. Esa fractura se consum¨® definitivamente y es lo que hemos visto con las disidencias de la segunda Marquetalia. Mientras los unos insisten, pese a todas las dificultades, en hacer pol¨ªtica y proponer ideas, los otros se devolvieron a la selva a recuperar su negocio del narcotr¨¢fico.
Gracias al proceso que lider¨® Juan Manuel, se pudo separar la paja del trigo, fraccionando a las Farc, y sacando de la guerra a la mayor¨ªa de sus integrantes. Esto constituye el mayor logro que nuestra generaci¨®n le deja a la historia.
Juan Manuel Santos (JMS): Sobre las condiciones que menciona Ingrid, yo agregar¨ªa una que, para m¨ª, fue la m¨¢s importante para que se generara la confianza necesaria entre las partes para poder avanzar en un proceso de paz. Esa condici¨®n es que el proceso no inici¨® de manera p¨²blica, sino con una fase secreta de aproximaciones en la que se acord¨® una agenda concreta de negociaci¨®n, que no inclu¨ªa todos los aspectos de la vida nacional, sino ¨²nicamente los que ten¨ªan que ver directamente con el conflicto. Esa fue una diferencia marcada con el proceso del Cagu¨¢n, donde el Gobierno acept¨® negociar con base en una agenda ampl¨ªsima que inclu¨ªa aspectos como la econom¨ªa, las Fuerzas Militares, la rama judicial, el Congreso y las relaciones internacionales. Lo que pas¨®, en el fondo, es que no hubo una real construcci¨®n de la agenda entre las dos partes, sino que los negociadores del Gobierno se adhirieron al listado de puntos del programa que hab¨ªan aprobado las Farc en su octava conferencia.
Cuando lanzamos oficialmente el proceso en septiembre de 2012, ya hab¨ªamos acordado esa agenda acotada y sensata que nos permit¨ªa so?ar con tener un acuerdo en un tiempo razonable. Y con un elemento adicional: que por primera vez en la historia las Farc hab¨ªan aceptado que en la agenda se incluyera un punto que es la raz¨®n de ser de todo proceso de di¨¢logo con una organizaci¨®n subversiva: su desarme y desmovilizaci¨®n para poder convertirse en un partido pol¨ªtico.
Concuerdo con Ingrid en que las decisiones de usar la regla ¡ªque aprendimos juntos en las negociaciones multilaterales de comercio¡ª de que ¡°nada est¨¢ acordado hasta que todo est¨¦ acordado¡±, y de dialogar en medio del conflicto, sin sucumbir a la tentaci¨®n de un cese al fuego prematuro, probaron ser acertadas.
Y anoto una ¨²ltima cosa: si pudimos sentarnos a conversar desde una posici¨®n de fortaleza y no de fragilidad, fue porque en los a?os anteriores, con ¨¦xitos como la operaci¨®n F¨¦nix y la operaci¨®n Jaque, hab¨ªamos logrado consolidar una correlaci¨®n de fuerzas militares en favor del Estado. Esa es una condici¨®n esencial para cualquier proceso de paz que quiera ser exitoso, porque ninguna guerrilla que crea que tiene opci¨®n de ganar el poder por las armas se va a sentar a pactar su disoluci¨®n.
JCT: El 26 de septiembre de 2016, en Cartagena, ante la comunidad internacional, con la presencia de las cabezas de los principales organismos multilaterales del mundo y de varios jefes de Estado, se firm¨® el primer acuerdo para la terminaci¨®n del conflicto con las Farc. ?C¨®mo vivi¨® Ingrid Betancourt, secuestrada tantos a?os por ese grupo guerrillero, ese momento?
IB: Yo no estaba en Colombia, pero segu¨ª la ceremonia paso a paso, pues la transmitieron por internet. Viendo ese escenario hermoso, con todas las personas vestidas de blanco y ese fondo majestuoso que es la ciudad de Cartagena, tuve muchas emociones encontradas. La primera era una de quedar maravillada, de sentir alegr¨ªa y gratitud, porque est¨¢bamos viviendo un momento que por d¨¦cadas hab¨ªamos so?ado los colombianos: por fin se acababa la guerra.
La segunda emoci¨®n fue de desaz¨®n. Porque tambi¨¦n tuve la sensaci¨®n de que los comandantes de las Farc que estaban en la tarima estaban desfasados con la Colombia a la cual esa ceremonia le estaba abriendo las puertas. Pensaba en la Colombia de los excluidos, de las no personas, de los olvidados del sistema, la Colombia que esperaba su liberaci¨®n y que estaba emergiendo con su propia conciencia. La paz ¡ªcon el silenciamiento de los fusiles¡ª le estaba dando ahora espacio para ser o¨ªda.
Sin embargo, parec¨ªa que los comandantes de las Farc la desconoc¨ªan y solo se representaban a s¨ª mismos. Y no la conoc¨ªan porque las Farc se hab¨ªan pasado al lado de los poderosos, de los opresores y de los victimarios, persiguiendo precisamente a esas mismas poblaciones excluidas. Por eso, con m¨¢s raz¨®n, quise que le fuera bien al proceso de paz, para que pudi¨¦ramos responderle a esa Colombia silenciosa y sin armas que se estaba asomando para mirar.
JMS: Siempre he contado que, si algo me dio a m¨ª un aliciente para perseverar en el proceso de paz, fue la voz de las v¨ªctimas de la violencia. Yo cre¨ªa que las v¨ªctimas se iban a oponer a una paz que implicaba ciertos beneficios para quienes hab¨ªan sido sus victimarios. Pero lo que encontr¨¦ ¡ªen la mayor¨ªa, no en todas¡ª fue un gran apoyo y la voluntad generosa de contribuir para que otros colombianos no sufrieran lo que ellas hab¨ªan sufrido. Yo quisiera saber usted, Ingrid, como v¨ªctima, ?c¨®mo vivi¨®, o mejor, c¨®mo sinti¨® la firma de un acuerdo de paz con quienes fueron sus victimarios?
IB: Fue una satisfacci¨®n agridulce. Estaba feliz por Colombia, porque no se construye nada sobre el odio ¡ªcomo dec¨ªa Simone Veil¡ª y porque necesit¨¢bamos salir de la violencia para dedicarnos a levantar un pa¨ªs socialmente justo. Pero s¨ª sent¨ªa una tensi¨®n interna al ver a mis antiguos captores en esa tarima en Cartagena, ovacionados como h¨¦roes. Al mismo tiempo, entend¨ªa que lo que hab¨ªan hecho ¡ªrendir las armas para sembrar ideas¡ª era valeroso.
JMS: Pero mi pregunta, Ingrid, va m¨¢s a la parte de los sentimientos, de las contradicciones morales y filos¨®ficas que todos tenemos en muchos momentos de la vida. Hay v¨ªctimas que no logran superar el odio hacia sus verdugos y hay otras que son capaces de perdonar o al menos de privilegiar la paz sobre el deseo de venganza o compensaci¨®n. Entonces, mi duda es sobre c¨®mo fue ese proceso interno para que la necesidad de la paz se impusiera en su coraz¨®n por encima del odio o del rencor.
IB: Creo que, en el fondo, es un camino que todos recorremos. Todos estamos confrontados al odio. Pero, reconociendo con humildad que nos es imposible amar a ese otro que fue nuestro verdugo, podemos escoger sin embargo transitar hacia el perd¨®n.
En una primera instancia, la decisi¨®n no es altruista, no es por alguna raz¨®n elevada espiritualmente, sino porque el odio es un hueco sin fondo que se lo traga a uno. Y uno necesita salirse de ah¨ª, liberarse de ese odio, que es como una adicci¨®n que carcome a quien la sufre. En cierto momento, para simplemente vivir, uno tiene que tomar la decisi¨®n de salir a tomar aire y subir a la superficie, a la luz.
En mi caso, al principio fue una decisi¨®n intelectual si se quiere, porque me asust¨¦ cuando vi que me volv¨ªa como ¡°ellos¡±. Esa decisi¨®n de perdonar, como ant¨ªdoto al riesgo de deshumanizaci¨®n, fue una decisi¨®n, no un sentimiento. Las emociones llegan despu¨¦s. De hecho, todos los d¨ªas tengo que volverme a centrar en mi decisi¨®n de perd¨®n, porque todos los d¨ªas se filtran a la memoria diferentes recuerdos que me jalan hacia atr¨¢s. As¨ª que es un proceso largo que requiere constancia. Creo por eso, en definitiva, que el perd¨®n es una disciplina del alma. (¡)
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