11-S: p¨¦simo balance y negras perspectivas
Estados Unidos ha despilfarrado ingentes recursos humanos y econ¨®micos sin eliminar la amenaza terrorista y, mucho menos, sin democratizar el mundo isl¨¢mico
Son muy pocos los ¨¦xitos cosechados y las lecciones aprendidas desde el 11-S en t¨¦rminos de lucha contra la amenaza terrorista. De hecho, lo ¨²nico que Estados Unidos puede anotar en su haber es que, efectivamente, no ha vuelto a sufrir en su territorio un atentado similar a aquellos. Dado que ese era el objetivo original de la ¡°guerra contra el terror¡±, que comenz¨® con la invasi¨®n de Afganist¨¢n en octubre de 2001, cabr¨ªa con...
Son muy pocos los ¨¦xitos cosechados y las lecciones aprendidas desde el 11-S en t¨¦rminos de lucha contra la amenaza terrorista. De hecho, lo ¨²nico que Estados Unidos puede anotar en su haber es que, efectivamente, no ha vuelto a sufrir en su territorio un atentado similar a aquellos. Dado que ese era el objetivo original de la ¡°guerra contra el terror¡±, que comenz¨® con la invasi¨®n de Afganist¨¢n en octubre de 2001, cabr¨ªa concluir que todo lo dem¨¢s ¡ªa anotar en el apartado del debe¡ª ser¨ªan apenas efectos colaterales perfectamente asumibles.
Pero dif¨ªcilmente se puede sostener ese juicio ¡ªaunque incluya la eliminaci¨®n de Osama bin Laden y Abubaker al Bagdadi¡ª cuando son tantos los errores acumulados y no pocos los efectos perversos de la desventura militarista que inici¨® George W. Bush. Ah¨ª queda, para empezar, el desprecio estadounidense a una OTAN que, por primera vez en su historia, activ¨® el art¨ªculo V del tratado y se encontr¨® con que Washington prefiri¨® montar una ¡°coalici¨®n de voluntades¡± claramente unilateralista a pesar de las apariencias. Desde entonces se ha ido ensanchando la fractura interna de una Alianza cada vez m¨¢s desnortada, junto a la que afecta a la Uni¨®n Europea y a EE UU; precisamente cuando m¨¢s necesaria es la cooperaci¨®n trasatl¨¢ntica para hacer frente a problemas tan serios como la crisis clim¨¢tica o la emergencia de China.
Por el camino ha quedado ¡ª?irreparablemente?¡ª da?ada la credibilidad de Washington como garante ¨²ltimo de sus aliados. ?Qu¨¦ confianza pueden tener hoy Taiw¨¢n, Ucrania o los pa¨ªses b¨¢lticos frente a las amenazas que perciben de China o Rusia, cuando EE UU ha dejado abandonados a los afganos bajo la presi¨®n de un simple grupo irregular? Por muy racional que sea su intenci¨®n de salirse de un escenario en el que no est¨¢n en juego sus intereses vitales para concentrar su esfuerzo en hacer frente a Pek¨ªn y Mosc¨², es inevitable pensar que su condici¨®n de hegem¨®n mundial queda a¨²n m¨¢s erosionada de lo que ya lo estaba antes de la deplorable retirada de Kabul.
La ¡°guerra contra el terror¡± ha empantanado a EE UU en una tarea incierta, dejando margen de maniobra sobrado a China y Rusia, y ha habido que esperar a la primera Estrategia Nacional de Seguridad firmada por Donald Trump en 2017 para reconocer que ese era un marco inadecuado y que, en su lugar, el nuevo vendr¨ªa definido por la competencia entre potencias globales. El problema es que ahora llega a esa competencia en peores condiciones que antes y, entretanto, ha despilfarrado ingentes recursos humanos y econ¨®micos sin lograr eliminar la amenaza terrorista y, mucho menos, sin democratizar el mundo isl¨¢mico. Mientras, sus infraestructuras y servicios se han deteriorado significativamente, precisamente cuando le resultaban m¨¢s necesarios para responder a la Gran Recesi¨®n, que ha dejado a muchos atr¨¢s y ha aumentado muy peligrosamente la polarizaci¨®n social. Los planes de ayuda que est¨¢ tratando de sacar adelante Joe Biden buscan, precisamente, modernizar a Estados Unidos y frenar el trumpismo con vistas a las elecciones legislativas del pr¨®ximo a?o y a las presidenciales de 2024.
Tampoco parece que lo ocurrido haya servido para entender que no hay soluci¨®n militar contra el terrorismo y que la lucha contra esa amenaza demanda un esfuerzo sostenido de largo plazo que, por definici¨®n, debe ser multilateral y multidimensional para atender precisamente a las causas estructurales ¡ªsociales, pol¨ªticas y econ¨®micas¡ª de las que el yihadismo se alimenta. Igualmente, nada indica que se haya aprendido la lecci¨®n de que jugar con fuego ¡ªcreando o potenciando a los muyahidines, a los Sadam Husein, a los talibanes y a tantos otros como instrumentos circunstanciales subordinados a visiones cortoplacistas¡ª acaba provocando m¨¢s problemas de los que aparentemente resuelve. Y lo mismo cabe decir sobre la imposibilidad de crear democracias y Estados de derecho manu militari, sobre todo si se acaba apostando por individuos y grupos que solo buscan aprovechar en su propio beneficio el apoyo recibido.
Mientras tanto, la amenaza del terrorismo yihadista no solo sigue presente, sino que se ha ampliado a nuevos escenarios, desde el Sahel africano a Mozambique o al subcontinente indio. Con las redes creadas por Al Qaeda y Daesh a la cabeza tambi¨¦n han evolucionado sus modalidades de actuaci¨®n, haciendo a¨²n m¨¢s problem¨¢tico evitar sus golpes.
Sin olvidar su modus operandi tradicional, en estos ¨²ltimos a?os ha cobrado m¨¢s importancia la denominada ¡°resistencia sin liderazgo¡±, un terrorismo de bajo coste que, sin necesidad de complejos preparativos ni ejecutores muy cualificados, pueden golpear a cualquiera en cualquier momento, garantizando el eco medi¨¢tico y el mantenimiento del clima de terror que tan necesario les resulta para sus objetivos. Un yihadismo que, inevitablemente, sale globalmente reforzado tras el desastre afgano que, a buen seguro, ya se encargaran sus eficaces redes de propaganda de presentar como una nueva victoria contra los infieles.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH)
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