Sem¨¢foros, Jamaica y nostalgia de Merkel
Laschet ha llevado a su partido a los peores resultados de su historia pero es un negociador contrastado. Hay partido
Votar es contar una historia. La de las elecciones alemanas, que en realidad son unas elecciones europeas en toda regla porque nunca Alemania ha tenido tanto poder en la UE, ha sido hasta ahora una historia de nostalgia: el fin de la era Merkel. Pero la nostalgia es mala consejera en pol¨ªtica. Las democracias occidentales llevan a?os dando se?ales de desquiciamiento, generando un clima pol¨ªtico sobrecalentado, de desconfianza e intolerancia, en buena parte porque todas las miradas estaban demasiado enfrascadas en el dichoso retrovisor de la nostalgia. Los alemanes van a echar de menos a Merkel, que les ha dado tres lustros de bonanza y estabilidad. Los europeos del Sur un poco menos: la canciller patrocin¨® las pol¨ªticas de austeridad que agravaron innecesariamente la Gran Recesi¨®n, con un liderazgo egoist¨®n y una visi¨®n de Europa sin brillo, cuajada de penalizaciones, disciplinas y resentimientos envenenados que solo se diluyeron ¡ªy solo en parte¡ª con la gesti¨®n del coronavirus. Todo eso, en fin, es agua pasada.
El relato de la nostalgia por el final del Merkelato ha tapado lo fundamental: si consolida su ventaja y Olaf Scholz domina el dif¨ªcil arte de forjar coaliciones, Alemania y Europa est¨¢n ante un punto de inflexi¨®n pol¨ªtico. Si el centroderecha pierde Berl¨ªn, no gobernar¨¢ en ninguno de los cuatro grandes pa¨ªses de la Uni¨®n. Eso son palabras mayores para la pol¨ªtica econ¨®mica europea, para la pol¨ªtica migratoria, para la pol¨ªtica energ¨¦tica (ojo al invierno que viene: la energ¨ªa tiene potencial disruptivo para ser la nueva covid, dicen los apocal¨ªpticos) y, en fin, para casi todo.
Dos puntos y una suma. Hay dos datos esenciales: los analistas consideran que si el SPD consigue dejar atr¨¢s a la CDU por un amplio margen, el canciller ser¨¢ con toda probabilidad el socialdem¨®crata (veremos si en unos a?os hay que escribir supuesto socialdem¨®crata) Scholz. En Alemania es una ley no escrita que el partido con m¨¢s diputados de la coalici¨®n nomina al canciller. Pero ojo, porque el partido m¨¢s votado puede acabar en la oposici¨®n: en 1969, 1976 y 1980 ganaron los democristianos, pero los socialdem¨®cratas se aliaron con los liberales y ocuparon la canciller¨ªa. Scholz tiene muchas papeletas para salir vencedor, y eso son palabras mayores: la CDU-CSU posee una maquinaria electoral implacable y ha gobernado 50 de los ¨²ltimos 70 a?os. Armin Laschet ha hecho una campa?a pobre y ha llevado a su partido al peor resultado de su historia. Y aun as¨ª es un negociador contrastado. Hay partido.
Posibilidades. La opci¨®n sem¨¢foro (el rojo del SPD, el amarillo de los liberales y Verdes) es la m¨¢s factible, aunque la posibilidad de una coalici¨®n jamaicana (CDU-CSU, Verdes y liberales, cuyos colores coinciden con los de la bandera de la isla caribe?a) sigue sobre la mesa. En ambos casos, si los liberales se quedan con la cartera de Finanzas las noticias para el Sur ser¨ªan menos favorables. A partir de ah¨ª todo se vuelve difuso. Scholz y Verdes prefieren el sem¨¢foro, pero podr¨ªan acabar aliados con Die Linke: el giro a la izquierda, en ese caso, ser¨ªa muy pronunciado, pero esa combinaci¨®n est¨¢ descartada despu¨¦s del batacazo del partido izquierdista. Una gran coalici¨®n con los tres grandes partidos (SPD, CDU y Verdes) es extremadamente dif¨ªcil; un Gobierno en minor¨ªa SPD-Verdes ser¨ªa muy inestable para los est¨¢ndares alemanes. Esa batalla acaba de empezar.
Efecto Scholz. Si Scholz se convierte en el sucesor de Merkel, las implicaciones son sobresalientes para todo el continente. Los conservadores est¨¢n sobrerrepresentados en las instituciones europeas: sin Alemania, no gobernar¨ªan en ninguno de los grandes pa¨ªses (Austria y Polonia ser¨ªan sus dos Ejecutivos m¨¢s poderosos), y Scholz podr¨ªa capitanear un viraje m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica econ¨®mica. Los socialdem¨®cratas alemanes encajan en la nueva ortodoxia que protagonizan Joe Biden en EE UU e instituciones como el FMI: con el SPD al frente ser¨ªa m¨¢s improbable retirar est¨ªmulos antes de tiempo en Europa. En t¨¦rminos geopol¨ªticos nada va a ser f¨¢cil: Biden mira hacia el Pac¨ªfico y la UE deber¨ªa tomarse en serio las voces de alerta que reclaman una mayor autonom¨ªa estrat¨¦gica europea.
Momento Europa. Los pr¨®ximos meses son cruciales para la UE. El BCE debe redefinir su estrategia: eso ser¨¢ clave para Espa?a. Hay que cambiar las reglas fiscales: eso tambi¨¦n ser¨¢ clave para Espa?a. Y habr¨ªa que evitar los errores del pasado y avanzar por el camino que abri¨® el coronavirus, con m¨¢s integraci¨®n econ¨®mica: bingo, una vez m¨¢s eso es clave para Espa?a. Los m¨¢s optimistas dicen que con Scholz todo eso es m¨¢s f¨¢cil, aunque el l¨ªder del SPD se ha mostrado reacio a cambiar el Pacto de Estabilidad. La realidad, adem¨¢s, siempre es un poco m¨¢s esquiva que los marcos te¨®ricos: el ¨²ltimo canciller socialdem¨®crata trabajaba para Rusia (¡°Vlad¨ªmir Putin es un dem¨®crata impecable¡±, maravillosa frase de Gerhard Schr?der), y en los ¨²ltimos 20 a?os la pol¨ªtica exterior alemana se ha basado casi exclusivamente en mimar el gigantesco super¨¢vit comercial, exportar el cors¨¦ del ordoliberalismo en asuntos fiscales y obsesionarse con la deuda cuando el mundo se met¨ªa en el mar de los Sargazos del estancamiento secular. ¡°Los alemanes son un pueblo confuso que confunde a los dem¨¢s¡±, escribi¨® Thomas Mann. Esperemos que en Berl¨ªn haya llegado la hora de la claridad: m¨¢s nos vale que el horizonte se despeje en la cima de esa monta?a m¨¢gica.
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