La hora de la verdad del superviviente Laschet
El aspirante democristiano llega a las urnas segundo, pero ha sido subestimado otras veces en su carrera
Hay un episodio en la biograf¨ªa de Armin Laschet, el candidato democristiano que aspira a la Canciller¨ªa alemana, que ninguno de sus rivales ha sacado a relucir durante la campa?a. En 2015, cuando daba clases en la Universidad T¨¦cnica de Aquisgr¨¢n, perdi¨® todos los ex¨¢menes de sus alumnos. Dijo que se hab¨ªan traspapelado en el correo. Como soluci¨®n para no obligarles a repetirlo ¡ªo para no tener que corregirlos ¨¦l, no se sabe¡ª, ofreci¨® poner las calificaciones en funci¨®n de notas que hab¨ªa tomado durante los seminarios y lo que recordaba de la prueba. Los aprob¨® a todos, incluso a varios que ni se hab¨ªan presentado. Se form¨® un peque?o esc¨¢ndalo y Laschet abandon¨® la docencia. Es un detalle menor en su carrera, pero dice Moritz K¨¹pper, periodista coautor de su biograf¨ªa, que ayuda a entender al pol¨ªtico renano: ¡°Es t¨ªpico de Laschet y es la manera en la que lidia con los problemas¡±.
Frente a la imagen de pol¨ªtico solvente y formal de su contrincante, el socialdem¨®crata Olaf Scholz, Laschet (60 a?os) es tan afable y natural que puede parecer incluso negligente, explica K¨¹pper. A veces no tiene filtro, y eso le hace parecer descuidado, un gestor en el que no se puede confiar. La rigidez de Scholz, un hombre que habla muy bajito y apenas var¨ªa su expresi¨®n facial, contrasta con las risotadas, las exclamaciones y la gestualidad que caracterizan a Laschet. Su bi¨®grafo asegura que no quiere cambiar, que ha querido preservar su normalidad. Cat¨®lico, casado con su novia de adolescencia, con tres hijos, sigue viviendo en la misma ciudad, a pocas calles de la casa de su padre. El viernes, en el final de campa?a de su partido, habl¨® de su juventud, a primeros de los ochenta: de c¨®mo a su madre no le gust¨® que su hijo se fuera a estudiar ¡°tan lejos¡± de Aquisgr¨¢n, a M¨²nich. Y de que en su casa, donde solo trabajaba su padre, un minero que despu¨¦s se hizo profesor, mantener a cuatro hijos consum¨ªa casi toda la econom¨ªa familiar. El joven Laschet estudi¨® derecho, pero tambi¨¦n periodismo. Por formaci¨®n, deber¨ªa saber c¨®mo funcionan los medios de comunicaci¨®n y c¨®mo un mal paso puede hundir una carrera.
El democristiano es muy consciente de cu¨¢l ha sido su peor error en la campa?a. Se lo contaba al diario Bild este s¨¢bado: ¡°Una cosa est¨²pida seguramente fue la risa, que dur¨® solo unos segundos, pero por la que estoy muy enfadado conmigo mismo¡±. Laschet se rio a carcajadas en el peor momento y el peor sitio posibles. Y con c¨¢maras para captarlo. En unas im¨¢genes que reprodujeron todos los medios y que se hicieron virales en redes, se ve al pol¨ªtico en segundo plano bromeando con otras personas mientras el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, mostraba sus condolencias a las familias de las v¨ªctimas de las tr¨¢gicas inundaciones de julio pasado en el oeste del pa¨ªs. Es una risa de verdad, de ojos achinados y lengua asomando entre los dientes, muy de Laschet. Obviamente el candidato no se estaba riendo de lo que dec¨ªa Steinmeier, pero qui¨¦n va a buscar el contexto cuando se topa con una fotograf¨ªa tan potente. ¡°Esa imagen rompi¨® su campa?a electoral¡±; afirma el polit¨®logo Claus Leggewie al S¨¹ddeutsche Zeitung.
Laschet tampoco hab¨ªa llegado inc¨®lume a la risa. Como presidente de Renania del Norte-Westfalia, el Estado m¨¢s poblado (18 millones de habitantes) y uno de los m¨¢s ricos de Alemania, su gesti¨®n de la pandemia tambi¨¦n estuvo en entredicho. Mientras Angela Merkel ped¨ªa desde Berl¨ªn prudencia y restricciones para poner coto al virus, Laschet fue de los primeros en relajar las medidas para facilitar la recuperaci¨®n de la econom¨ªa. En el sur, el b¨¢varo Markus S?der hizo todo lo contrario y consigui¨® una popularidad que despu¨¦s utilizar¨ªa para enfrentarse a Laschet por la candidatura conjunta de sus dos partidos, la Uni¨®n Cristianodem¨®crata (CDU) y su partido hermano b¨¢varo Uni¨®n Socialcristiana (CSU). En abril Laschet, presidente de la CDU, quer¨ªa ser nombrado candidato conservador. Pero el mucho m¨¢s carism¨¢tico S?der, mejor valorado en las encuestas, plant¨® batalla. Esa pelea entre socios, radiada a los cuatro vientos, se sald¨® con un vencedor que sali¨® de ella con imagen de perdedor. Ni su partido parec¨ªa convencido de que Laschet fuera la mejor opci¨®n. Su liderazgo qued¨® muy tocado.
Pese a todo, Laschet parec¨ªa c¨®modo durante el verano. Superada la burbuja de los Verdes, que en primavera se situaron en cabeza en intenci¨®n de voto, las encuestas volv¨ªan a darle vencedor a ¨¦l. Pero a finales de agosto lleg¨® la sorpresa: Scholz, el gestor gris de tono monocorde que llevaba toda la campa?a intentando parecerse a Merkel, hab¨ªa resucitado a los socialdem¨®cratas. Por primera vez desde 2006, el SPD, a quien muchos auguraban la ca¨ªda en la irrelevancia, ocupaba la primera posici¨®n en los sondeos. Ah¨ª llegaron los nervios. Laschet empez¨® a agitar el fantasma de una coalici¨®n de izquierdas con presencia de los poscomunistas de Die Linke (La Izquierda). Merkel, reacia hasta entonces a hacer campa?a, tuvo que salir al rescate, dejarse ver con su sucesor e incluso pedir el voto para ¨¦l en el Bundestag, algo que dej¨® ojipl¨¢tica a la oposici¨®n, acostumbrada a la exquisita separaci¨®n entre cargo institucional y militancia de la que hace gala la canciller.
Laschet llega a las elecciones apenas un punto por detr¨¢s de Scholz y emitiendo aroma a perdedor. Despu¨¦s de 16 a?os gobernando, su partido podr¨ªa pasar a la oposici¨®n. Los sondeos le dan poco m¨¢s de un 20% a una formaci¨®n que consideraba su suelo el 30%. Pero nadie deber¨ªa darle por muerto. Se le ha subestimado muchas veces, y muchas veces ha dado la campanada. ¡°Est¨¢ acostumbrado a las carreras apretadas¡±, dice su bi¨®grafo. A Laschet le falta algo que s¨ª tiene Scholz: experiencia en el Gobierno federal. La suya es una carrera forjada en la pol¨ªtica regional. En 1994, despu¨¦s de ejercer el periodismo unos a?os como director de una publicaci¨®n cat¨®lica, obtuvo un esca?o en el Parlamento federal. En las siguientes elecciones lo perdi¨®, pero entr¨® a trabajar en el Parlamento Europeo. Nacido en Aquisgr¨¢n, una ciudad fronteriza con B¨¦lgica y Pa¨ªses Bajos, Laschet habla franc¨¦s con fluidez y ha dado muestras de su europe¨ªsmo.
En 2005 volvi¨® a D¨¹sseldorf para ser ministro de Familia e Integraci¨®n de Renania del Norte-Westfalia. De esa ¨¦poca es el apodo que le pusieron sus detractores, muchos dentro de su propio partido: Armin el Turco. A muchos no les gust¨® que se tomara en serio su cartera y aplicara un ambicioso plan de integraci¨®n de los extranjeros. ¡°Debemos hacerlo, estos son los ¨²nicos ni?os que tenemos¡±, dijo. Incluso public¨® un libro en 2009 enumerando las ventajas de la inmigraci¨®n para Alemania. Recientemente pidi¨® disculpas por haber plagiado alg¨²n pasaje, como le ha ocurrido durante la campa?a a la candidata verde, Annalena Baerbock. Laschet fue uno de los mayores defensores de Merkel cuando la canciller decidi¨® no cerrar las fronteras durante la crisis de los refugiados del verano de 2015 y se enfrent¨® a unas cr¨ªticas internas que casi le cuestan el puesto.
A Laschet tambi¨¦n lo subestimaron cuando en 2017 se midi¨® con la socialdem¨®crata Hannelore Kraft en las elecciones de su land, feudo tradicional del SPD. Iba por detr¨¢s en las encuestas y ni en su propio partido daban un duro por ¨¦l. Pero gan¨®. Tampoco era el favorito cuando la CDU tuvo que elegir en enero al sucesor de Merkel en la presidencia del partido. Friedrich Merz, un halc¨®n que promet¨ªa devolver al partido a sus esencias conservadoras, era el m¨¢s popular. Venci¨® Laschet. Cuando S?der quiso disputarle la candidatura a canciller, se plant¨®. Y se sali¨® con la suya. A Laschet, recuerda su bi¨®grafo, nunca hay que darlo por descontado.
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