El ataque bielorruso marca el camino de los conflictos del siglo XXI
La inmigraci¨®n, la ciberdelincuencia o la manipulaci¨®n de la informaci¨®n sirven como armas en las pugnas que se mueven en una ambigua zona gris entre paz y guerra
La crisis desatada por el env¨ªo de migrantes a la frontera polaca orquestado por el r¨¦gimen bielorruso es un nuevo ejemplo de un modelo de conflictividad entre pa¨ªses que busca alcanzar objetivos por medios que no son pac¨ªficos pero tampoco cruzan el umbral de la violencia. Es conocida como la zona gris de la conflictividad, un ¨¢rea de competici¨®n agresiva que se sit¨²a entre paz y guerra; existe desde siempre pero, por razones geopol¨ªticas y tecnol¨®gicas, est¨¢ adquiriendo en el siglo XXI nuevas modalidades, nueva intensidad, nueva peligrosidad.
En esta zona gris, los actores ¡ªestatales, o no¡ª buscan por lo general evitar la detecci¨®n de la acci¨®n o, en su defecto, la capacidad de atribuir la responsabilidad a un autor y la probabilidad de una represalia inasumible. Se utiliza una paleta de herramientas muy amplia, que va desde el uso de migrantes a la manipulaci¨®n de la informaci¨®n, desde actos de ciberagresi¨®n a la utilizaci¨®n como arma de recursos estrat¨¦gicos ¡ªbien sean naturales o tecnol¨®gicos¡ª. El campo de batalla son las sociedades. Y, de forma cada vez m¨¢s central, las mentes.
¡°Es importante distinguir lo nuevo de lo viejo¡±, comenta en conversaci¨®n telef¨®nica Hanna Smith, directora de investigaci¨®n y an¨¢lisis del Centro Europeo de Excelencia contra Amenazas H¨ªbridas, con sede en Helsinki. ¡°Intentos de influencia e interferencia en las sociedades de los adversarios han ocurrido siempre. Pero en el mundo actual hay ciertos cambios en el entorno de la seguridad que han permitido llevarlas a cabo de nuevas maneras¡±.
Smith apunta algunos de los rasgos diferenciales. ¡°En primer lugar, hay nuevos instrumentos ofrecidos por la tecnolog¨ªa. Despu¨¦s, este nuevo entorno tecnol¨®gico y medi¨¢tico facilita convertir una fortaleza de la democracia, la libertad de expresi¨®n, en una debilidad. Y luego hay el contexto geopol¨ªtico, en el que las guerras abiertas entre Estados son cada vez menos probables, pero a la vez hay una inestabilidad que fomenta una fuerte competici¨®n, un desaf¨ªo a aquellos en la posici¨®n tradicionalmente dominante, es decir las democracias occidentales¡±.
Este c¨®ctel de nuevas armas digitales y de abierto cuestionamiento por parte de China y Rusia del orden liderado por Estados Unidos (pero con la conciencia de una inferioridad que aconseja t¨¢cticas asim¨¦tricas m¨¢s que choques frontales) propicia mucha actividad en la zona gris. El objetivo, por lo general, es avanzar intereses nacionales debilitando a los adversarios. La t¨¢ctica suele ser sembrar discordia en sus sociedades, desconfianza hacia las instituciones o el sistema en su conjunto, dividir aliados, promover liderazgos da?inos, influenciar la manera de pensar de la opini¨®n p¨²blica. A continuaci¨®n, una sint¨¦tica recopilaci¨®n de algunos de estos campos de batalla grises del siglo XXI, de los que Europa del Este est¨¢ siendo un laboratorio especialmente avanzado.
Inmigraci¨®n. L¨ªderes de la UE no han dudado en calificar la operaci¨®n bielorrusa de ¡°ataque h¨ªbrido¡±. La acci¨®n de Minsk es una variante evolucionada del uso de inmigrantes para crear problemas al adversario. La t¨¢ctica se ha usado en el pasado, pero en este caso hay una sofisticaci¨®n que consiste en la b¨²squeda activa de personas en pa¨ªses lejanos para los que Bielorrusia no es una v¨ªa natural de tr¨¢nsito. Algo parecido hizo Marruecos en mayo propiciando la llegada a Ceuta de miles de migrantes en pocas horas, pero en ese este caso la log¨ªstica no contemplaba acarrear personas desde pa¨ªses lejanos. La l¨®gica de fondo, sin embargo, es similar. Utilizar una cuesti¨®n, como la migratoria, que es una herida abierta en las sociedades occidentales, que fomenta polarizaci¨®n, que pone en evidencia contradicciones entre valores e intereses, que da alas a partidos extremos. A este objetivo de debilitamiento se suma la expectativa de cosechar posibles rendimientos concretos. Erdogan ha repetidamente jugado esta baza en un marco de negociaci¨®n con la UE para lograr contrapartidas para retener y atender a millones de refugiados sirios en Turqu¨ªa. La UE ha aceptado desembolsar 6.000 millones.
Franz-Stefan Gady, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos de Londres especializado en los conflictos del futuro, considera que la operaci¨®n bielorrusa ha ¡°fracasado¡± en sus objetivos. ¡°Polonia y la UE han cerrado filas y hay una renovada determinaci¨®n para contrarrestar las actividades subversivas de Bielorrusia y Rusia. Tampoco se ha producido un debilitamiento de la cohesi¨®n dentro de la OTAN¡±.
Informaci¨®n. Es un campo de batalla principal de la zona gris del siglo XXI. Las actividades de propaganda, agitaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y difusi¨®n de bulos no son nuevas. Lo que s¨ª es nuevo es el entorno en el que ahora pueden llevarse a cabo estas t¨¢cticas y los medios. ¡°El mundo est¨¢ m¨¢s interconectado que nunca. En la esfera de la informaci¨®n hay posibilidades infinitas, y en un entorno tan grande es m¨¢s f¨¢cil confundir los receptores de los mensajes¡±, dice Smith. ¡°En el pasado las cosas estaban m¨¢s claras, era m¨¢s inteligible de donde y con qu¨¦ intenci¨®n un mensaje. Ahora la atribuci¨®n es m¨¢s dif¨ªcil que nunca¡±. Adem¨¢s, la tecnolog¨ªa permite una capacidad de difusi¨®n ¡ªen t¨¦rminos de velocidad, amplitud y precisi¨®n¡ª impensable anta?o. Gady subraya el papel de la inteligencia artificial porque su ¡°potencial de amplificar la polarizaci¨®n puede tener un impacto directo negativo sobre la seguridad nacional¡±.
Educaci¨®n. Pero el pulso por el control de las mentes tiene caminos menos obvios. ¡°Todo el mundo concentra la mirada en los sectores ciber y de la informaci¨®n. Es l¨®gico porque estos dos sectores identifican un cambio de patr¨®n claro con respecto al pasado¡±, se?ala Smith. ¡°Pero toda esta actividad de interferencia ha entrado en nuestro espacio interno de manera muy profunda. Por ejemplo, la educaci¨®n es un objetivo. Ya no solo en los t¨¦rminos tradicionales de utilizarlo como de creaci¨®n de contactos, de espionaje, sino en intentos de influir en los curriculums de estudio y por tanto la formaci¨®n intelectual¡±.
Sabotaje. El ciber es a la vez herramienta y teatro de batalla. Instrumentos de ciberagresi¨®n buscan penetrar activos en el ciber espacio. Hay tres grandes categor¨ªas: espionaje, chantaje, sabotaje. El primero es una variante de una actividad tradicional, que puede dar munici¨®n, por ejemplo, para despu¨¦s influenciar las mentes de una sociedad haciendo aflorar ciertos documentos. Los otros dos son m¨¢s novedosos. El chantaje, por supuesto, se sit¨²a a menudo en un simple nivel de criminalidad que no tiene que ver con el pulso entre Estados. Pero la dificultad de atribuci¨®n de las autor¨ªas deja m¨¢rgenes de duda. Hay una mir¨ªada de casos ocurridos en los ¨²ltimos a?os. Quiz¨¢ el m¨¢s impactante es el ataque a un oleoducto estadounidense en mayo, que caus¨® una importante disrupci¨®n, y encarna una peque?a advertencia acerca del brutal potencial de actos de sabotaje dirigidos contra infraestructuras cr¨ªticas como redes el¨¦ctricas o centrales nucleares, por no hablar de eventuales accesos a la cadenas de mando control militar.
Recursos estrat¨¦gicos. Otro sector que es obviamente campo de batalla desde la noche de los tiempos y en el que este siglo ha aportado evoluciones muy impactantes. A la vista de todos est¨¢ el uso por parte de Rusia de las exportaciones de gas como elemento de presi¨®n sobre Europa o el que hace EE UU de ciertas tecnolog¨ªas frente a China, impidiendo el acceso a sus empresas. Pero este siglo est¨¢ viendo un refinamiento del uso por parte de Washington del d¨®lar, gran divisa de referencia en reservas y sistemas de pago, como herramienta de presi¨®n. Un arma extraordinariamente da?ina que puede ser utilizada en distintas intensidades. EE UU ha ido recurriendo a ella con pa¨ªses como Ir¨¢n o Corea del Norte, pero todav¨ªa no a gran escala frente a grandes econom¨ªas.
Esta breve recapitulaci¨®n apunta tan solo a un pu?ado de las que algunos expertos definen como ¡°armas de perturbaci¨®n masiva¡± en un espacio que vuela las dicotom¨ªas cl¨¢sicas del pensamiento occidental: guerra o paz, legal o ilegal, militar o civil, p¨²blico o privado. Las sociedades son el objetivo, el campo de batalla central. En un terreno en gran medida descubierto por la legislaci¨®n internacional, las sociedades democr¨¢ticas, pues, tienen la compleja tarea de desarrollar mecanismos de defensa que no agrieten sus valores fundacionales. Europa est¨¢ en ello. La cuesti¨®n es parte importante de la Br¨²jula Estrat¨¦gica que elabora Bruselas para el futuro. ¡°Hay creciente conciencia entre pa¨ªses europeos acerca de las amenazas h¨ªbridas y un impulso a proporcionar a los ciudadanos claves para afrontar la guerra de la informaci¨®n, como ya ocurre en pa¨ªses como Letonia o Estonia¡±, se?ala Gady. Por otra parte, observa el analista, ciertas operaciones solo tienen capacidad de amplificar brechas existentes, y una v¨ªa de defensa es procurar no ofrecer grietas para que puedan ser explotadas. Las democracias afilan sus defensas en los campos de batalla de la zona gris. La tarea no es f¨¢cil, y sus enemigos conf¨ªan en que no logren cuadrar el c¨ªrculo entre seguridad y principios.
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