La victoria condicionada de Gabriel Boric
El izquierdista a?adi¨® 2,7 millones votos para ganar, cumpliendo el pron¨®stico de las encuestas, suficiente para un triunfo holgado frente a Kast basado en un masivo pr¨¦stamo de apoyos no alineados
El reto m¨¢s dif¨ªcil de las encuestas en Chile ante la elecci¨®n m¨¢s polarizada en la historia democr¨¢tica reciente del pa¨ªs era acertar qui¨¦n iba a ir a las urnas y qui¨¦n se iba a quedar en casa. Finalmente, se acerc¨® a votar un 54%, un aumento notable desde el 47,3% de la primera vuelta: pr¨¢cticamente un mill¨®n extra de votos. En esta diferencia se esconde el dato m¨¢s importante para entender tanto la victoria de Gabriel Boric frente a Jos¨¦ Antonio Kast, como la principal condici¨®n que determinar¨¢ su mandato: la impuesta por la necesidad de contar con esa ciudadan¨ªa no alineada que le dio la victoria a uno de los dos extremos en liza.
La calificaci¨®n de ¡°extremos¡± es aqu¨ª relativa, sin presuponer equivalencia alguna entre ellos: es un hecho que pasaron a la segunda vuelta los dos candidatos que estaban en una posici¨®n comparativamente menos centrada, dentro del espectro de alternativas viables para los chilenos. Historiadores, polit¨®logos, comentaristas varios se han detenido durante toda esta campa?a en valoraciones sustantivas de las ideolog¨ªas que representaban Boric y Kast, proponiendo que uno u otro estaba m¨¢s lejos del centro, m¨¢s escorado hacia su propio lado, representando as¨ª una amenaza m¨¢s probable de radicalizaci¨®n o giro autoritario.
Los candidatos han hecho lo propio con ellos mismos (auto-defini¨¦ndose como moderados) y su rival (empuj¨¢ndolo hacia la esquina ideol¨®gica contraria). Todo ello parece haber reforzado la sensaci¨®n de elecci¨®n decisiva: en este caso, la polarizaci¨®n ha desembocado en motivaci¨®n. Mucha m¨¢s gente ha terminado por salir el 19 de diciembre de aquella que lo hizo el 21 de noviembre. Podr¨ªa haber sucedido lo contrario: se ha visto en otros lugares que al reducirse las opciones a las menos comedidas mucha gente prefiere quedarse sin ejercer su derecho. De ah¨ª la duda crucial para las encuestadoras: ?ser¨¢n m¨¢s los preocupados e interpelados, o los desencantados y perdidos? Apostaron a lo primero, y parece que acertaron: la diferencia media concedida a Boric era de algo m¨¢s de ocho puntos, existiendo consenso absoluto por su victoria. Ha obtenido m¨¢s de once. Tres puntos de diferencia que solo pueden calificarse como ¨¦xito rotundo, habida cuenta del ambiente incierto, a ratos hostil incluso, a las que se enfrentaban las empresas encuestadoras.
As¨ª, el veredicto al debate sustantivo de si los extremos eran o no equivalentes, y qui¨¦n de ellos estaba m¨¢s lejos del votante mediano chileno, no lo ha dado ninguna columna, declaraci¨®n, debate o tuit, sino esos mismos votantes, en l¨ªnea con lo pronosticado en los sondeos: era Kast quien estaba m¨¢s distanciado de la masa no alineada. Para un n¨²mero mayor de ciudadanos (un 10%: la diferencia final entre candidaturas) el riesgo por la derecha de radicalidad y autoritarismo era mayor que por la izquierda. El 55% ha dado la raz¨®n a los que pon¨ªan la calificaci¨®n de ¡°ultra¡± o ¡°extremo¡± con mayor frecuencia, o de forma exclusiva, a uno de los dos candidatos. Pero el veredicto no s¨®lo no es un cheque en blanco, sino que es probablemente lo m¨¢s distinto a uno que podamos imaginar. Boric ha tenido que a?adir 2,7 millones a una base de partida de apenas 1,8 millones. La nueva izquierda necesitar¨¢ a la mayor¨ªa para reeditar su victoria en cuatro a?os. No sabemos (y no lo sabremos sin encuestas a tal efecto) cu¨¢l es el origen de sus nuevos apoyos.
Pero parece razonable suponer que la mayor¨ªa de los que optaron por Eduardo Art¨¦s, Enr¨ªquez-Ominami e incluso Yasna Provoste se fueron hacia Boric: hasta 1,4 millones, y eso asumiendo el poco probable escenario en el que el trasvase fue total. Desde esa base de izquierda de unos 3 millones, el resto hasta los 4,5 millones de sufragios que obtuvo el vencedor tuvo que venir necesariamente tanto de nuevos electores como de algunos de los que escogieron opciones fuera de la izquierda en la primera vuelta: Sebasti¨¢n Sichel, liberal-conservador heredero de Pi?era, o el auto-exiliado y dif¨ªcil de clasificar Franco Parisi.
La variedad de or¨ªgenes presumibles del impresionante aumento de Boric convierten su holgada victoria en algo m¨¢s bien fr¨¢gil y caleidosc¨®pico: un sinf¨ªn de pr¨¦stamos de or¨ªgenes muy distintos. Habr¨¢ entre los prestamistas centristas m¨¢s asustados por terrores invocados a trav¨¦s de la ret¨®rica nacionalista de Kast que por la incertidumbre de un activista apoyado por el comunismo militante (algo, por dem¨¢s, esperable en un pa¨ªs cuya dictadura m¨¢s reciente vino por la derecha). Pero tambi¨¦n una cantidad considerable de chilenos estar¨¢n sencillamente m¨¢s atra¨ªdos por el cambio que por el orden, siguiendo la dicotom¨ªa atada a la elecci¨®n desde un inicio por el acad¨¦mico y analista Kenneth Bunker.
Entre miedo y esperanza, como casi siempre sucede en votaciones y especialmente en las m¨¢s polarizadas, se habr¨¢ decidido este reparto final. Con ambas condiciones deber¨¢ cumplir Boric, transitando una pasarela m¨¢s delgada de lo que sugiere una simple comparaci¨®n de su distancia frente al rival. En el camino se le atravesar¨¢n otros obst¨¢culos: la falta de mayor¨ªa clara en el legislativo, un proceso constituyente a medio cocinar, y un ambiente social doblemente caldeado por las protestas sociales y los brotes xen¨®fobos. Por no mencionar las incertidumbres econ¨®micas o pand¨¦micas. Porque tal vez en 2025 a quien encabece la nueva candidatura de izquierda le espere un rival mejor situado.
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