El retrato de la desigualdad detr¨¢s de la foto de la favela y el barrio rico de Brasil
Una de las im¨¢genes m¨¢s reproducidas para ilustrar la brecha entre ricos y pobres cumple 18 a?os. EL PA?S habla con su autor y repasa los datos por los que escenas como esta se mantienen vigentes
Dieciocho a?os han pasado desde que el fotoperiodista brasile?o Tuca Vieira, de 47 a?os, se subi¨® con su c¨¢mara a un helic¨®ptero con la misi¨®n de fotografiar S?o Paulo desde el aire para un gran reportaje. Durante aquel vuelo tom¨® una fotograf¨ªa que es icono mundial de la desigualdad, uno de los retratos m¨¢s famosos del abismo entre los ricos y los pobres en el mundo. Las piscinas en los balcones acaracolados del rascacielos y las pulcras canchas de tenis contrastan brutalmente con las chabolas de una favela en una composici¨®n que parece fruto del photoshop. Pero no, representa la brecha entre quien lo tiene todo (y sigue acumulando) y los despose¨ªdos. Tan vigente en el Brasil de 2004 como en el actual.
Reproducida por cientos de publicaciones y webs, ha recorrido al mundo. Justo en estos d¨ªas, en que 100 millonarios han aprovechado el foro de Davos para anunciar que quieren pagar m¨¢s impuestos, se cumplen 18 a?os desde que la foto de la desigualdad fue primera p¨¢gina de Folha de S. Paulo. La desigualdad tambi¨¦n se asoma a los titulares porque la riqueza de los diez hombres m¨¢s pudientes del mundo se ha duplicado durante la pandemia, seg¨²n Oxfam.
Pero, volvamos a la imagen. ¡°Est¨¢bamos haciendo un reportaje para el 450 aniversario de S?o Paulo, que iba a ir en un cuadernillo¡±, contaba el fot¨®grafo Vieira al tel¨¦fono este martes. Entre las estampas de los momentos m¨¢s gloriosos de la ciudad, quiso hacerla como contrapunto porque ¡°es una dosis de realidad¡±. Gust¨® tanto a la jefatura, que fue a primera y a p¨¢ginas interiores. Parte del m¨¦rito de la imagen que marc¨® su carrera fue de una compa?era, Marlene Bergamo. Ella le sugiri¨® que en el sobrevuelo echara un vistazo al linde entre la favela de Parais¨®polis y la torre Penthouse en el barrio de Morumb¨ª, un punto de la metr¨®poli que ¨¦l no conoc¨ªa.
La fotograf¨ªa tiene dos lecturas, la brasile?a y la extranjera, recalca el autor. En casa tuvo repercusi¨®n, claro, pero ¡°solo alcanz¨® esa dimensi¨®n que tiene hoy al salir al exterior¡±. Cobr¨® una nueva vida hasta convertirse en un fen¨®meno, en un icono global, cuando fue publicada en Europa. El a?o pasado, Vieira repiti¨® la foto desde la misma perspectiva. Poco ha cambiado. La divisoria aparece m¨¢s n¨ªtida. El cambio m¨¢s visible son los ¨¢rboles que tapan la vista de la favela. Es la misma realidad, una que se suele contar con cifras.
En Brasil existe una verdadera obsesi¨®n por cuantificarlo todo. Por eso es constante el torrente de cifras que retratan la desigualdad socioecon¨®mica en sus infinitas vertientes. En la avalancha de n¨²meros recientes, sobresalen dos como pu?etazos a la boca del est¨®mago.
Uno referente a S?o Paulo: los vecinos del peor barrio viven 23 a?os menos que los del mejor. La realidad de Marruecos y de Dinamarca en la misma ciudad, la m¨¢s rica de Am¨¦rica Latina. Los vecinos de Cidade Tiradentes mueren de media a los 58,3 a?os; los de Alto de Pinheiros, a los 80,9 a?os, seg¨²n el mapa de la desigualdad 2021 elaborado por la ONG Rede Nossa S?o Paulo. Las separan un abismo socioecon¨®mico y 50 kil¨®metros, una distancia que se puede recorrer en transporte p¨²blico. Eso s¨ª, son 2,5 horas y cuatro transbordos. Trayectos cotidianos para miles de ni?eras o porteros.
El segundo dato, sobre Brasil. Los hombres blancos del 1% m¨¢s rico tienen m¨¢s renta que todas las mujeres negras y mestizas. Son unos 700.000 hombres que acaparan el 15% de la renta mientras ellas (el mayor grupo demogr¨¢fico de Brasil) suman el 14,3%, seg¨²n un reciente estudio de la Universidad de S?o Paulo.
El pa¨ªs vendr¨ªa a ser un Belindia, el t¨¦rmino ideado en los setenta por el economista Edmar Lisboa Bacha. Un ente fruto de la combinaci¨®n de B¨¦lgica e India. Un pa¨ªs con las leyes e impuestos de un Estado peque?o y rico, y la realidad social de un gigante pobre. Brasil es mucho m¨¢s rico que hace medio siglo, pero esa riqueza sigue en manos de una minor¨ªa.
Desde que hace una d¨¦cada Rede Nossa S?o Paulo hizo el primer mapa de la desigualdad, poco ha variado. El coordinador general de la ONG, Jorge Abrah?, explica que ¡°hay peque?as mejor¨ªas y retrocesos, pero en general est¨¢ estancada¡±. Racalca que ¡°lo realmente llamativo es que Brasil logra generar riqueza, pero no consigue repartirla¡±.
La brecha sociecon¨®mica disminuy¨® algo durante los primeros a?os de este siglo con los Gobiernos del Partido de los Trabajadores de Luiz In¨¢cio ¡®Lula¡¯ da Silva, pero Brasil sigue firme entre los pa¨ªses m¨¢s injustos del mundo. Tambi¨¦n en esos a?os el reparto de riqueza fue desproporcional. El problema radica en las estructuras de poder, en qui¨¦nes hacen las leyes¡ ¡°Es parte estructural de c¨®mo est¨¢ organizado Brasil. Los gobiernos, incluso los bien intencionados, no pueden meterse con esas estructuras que perpet¨²an la desigualdad¡±, seg¨²n Abrah?.
Sostiene el especialista que Sao Paulo es un reflejo de Brasil. Con sus matices, como siempre en un pa¨ªs tan diverso y vasto. Duplica el tama?o de la Uni¨®n Europea con una poblaci¨®n de 210 millones de personas descendientes de esclavos, inmigrantes blancos e ind¨ªgenas.
Los contrastes evidentes a quien circula por S?o Paulo (una urbe de 12 millones de habitantes) est¨¢n cuantificados en el mapa de la desigualdad. Entre el mar de datos medidos con el desigual¨®metro, algunos son realmente estremecedores. En los embarazos adolescentes, la diferencia entre el mejor barrio y el peor es de 60 veces; el abandono escolar de 70; la espera para una consulta m¨¦dica b¨¢sica de 12 veces, y la mortalidad por covid, el doble. En un tercio de distritos ¡ªbarriadas de la periferia¡ª no hay un solo tren, metro o tranv¨ªa en un kil¨®metro a la redonda, solo llega el autob¨²s.
El fot¨®grafo destaca que su obra ¡°tiene un poder simb¨®lico, que dice mucho respecto a nuestra memoria colectiva, m¨¢s all¨¢ del poder documental¡±. Porque la realidad es que la torre Penthouse cay¨® en decadencia, es considerada hortera. Y Parais¨®polis, que creci¨® hasta tocar los pies del rascacielos, es con sus muchas carencias una de las favelas brasile?as m¨¢s ricas y din¨¢micas.
Cualquiera en Brasil sabe que los ricos de verdad ¡ªel 1%¡ª no viven en edificios como el Penthouse. Se refugian en sus burbujas, urbanizaciones de lujosos chal¨¦s, c¨¦sped y callecitas poco transitadas cercadas por muros y controles de seguridad. Ah¨ª vive el Brasil que, como no ha podido viajar al extranjero, ha dado una temporada extraordinaria al sector del lujo local. La venta de Porsches est¨¢ en niveles r¨¦cord y la lista de espera para comprar un helic¨®ptero es de 20 meses.
Pero cualquiera que pise la calle percibe c¨®mo han aumentado los sintecho en S?o Paulo con la pandemia. Familias con ni?os se han sumado a las decenas de miles de desheredados o drogodependientes. Seg¨²n el ¨²ltimo recuento oficial, anterior al coronavirus, eran 24.000 personas, m¨¢s que la poblaci¨®n de algunos distritos. Algunas ONG estiman que ahora son el triple, 66.000. Para Vieira, esa es la imagen a la que nadie deber¨ªa acostumbrarse.
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