¡°El cielo estaba todo rojo y nos hemos dicho ¡®es demasiado cerca, no es posible¡±
Muchos ucranios huyen a Polonia tras el estruendo de las explosiones, que se sinti¨® a uno y otro lado de la frontera que separa a Ucrania del pa¨ªs vecino
Liubov a¨²n no entiende c¨®mo pudo sentir, desde el b¨²nker de su edificio, la vibraci¨®n provocada por el bombardeo ruso contra una base militar en la localidad ucrania de Yavoriv, a solo 25 kil¨®metros de Polonia, que ha causado este domingo al menos 35 muertos. Entonces estaba a cuatro metros bajo tierra en Solonka, un suburbio meridional de la ciudad de Lviv, en el oeste de Ucrania. Dos horas despu¨¦s, ella y sus tres hijos, de 10, 14 y 19 a?os, ya hab¨ªan hecho las maletas y se hab¨ªan coordinado con una vecina para huir hacia la frontera m¨¢s cercana, la polaca, a menos de dos horas en coche. A las 14.00, hora polaca (una menos que en Ucrania), cruzaban el paso fronterizo de Budomierz-Hruszow para sumarse a los 1,65 millones de refugiados ucranios en Polonia y descansar en una carpa de emergencia con colchones, calefacci¨®n y una bombilla. El estruendo no solo conmocion¨® Lviv; al otro lado de la frontera, en territorio polaco, se sintieron con fuerza las explosiones. ¡°Sent¨ªamos que todo temblaba, que seguramente ser¨ªan bombas. El cielo estaba todo rojo y nos hemos dicho ¡®es demasiado cerca, no es posible¡±, relata la francesa Sreemati, que estaba a cinco kil¨®metros del paso por la parte polaca. El estruendo tambi¨¦n despert¨® a la alemana Mona Gehring en una furgoneta camperizada cerca de Budomierz, en el lado polaco de la linde: ¡°Pude sentir la explosi¨®n. La verdad es que dio mucho miedo¡±.
¡°Al principio no sab¨ªa lo que pasaba. Preguntaba a los dem¨¢s ¡®?lo has sentido?¡¯ Cuando subimos, los colegas nos dijeron que hab¨ªan visto fuego. Dos d¨ªas antes hab¨ªa ido all¨ª a llevar ayuda m¨¦dica uno de nuestros colegas¡±, se?ala Gehring, seguidora ¨Dcomo Sreemati¨D de Mata Amritanandamayi, una gur¨² india conocida por sus abrazos y generalmente llamada Amma (madre), palabra que lleva impresa en el abrigo.
En Ucrania, el ataque despert¨® a Liubov sobre las seis de la ma?ana. ¡°Me asust¨¦ mucho. Me cubr¨ª la cabeza y me puse de cuclillas instintivamente¡±, asegura esta mujer de 38 a?os, que prefiere no dar su apellido por ¡°miedo a Vlad¨ªmir Putin¡±.
La zona en la que residen ha sido una de las m¨¢s tranquilas para un pa¨ªs en guerra y all¨ª se han refugiado desplazados procedentes de Kiev o J¨¢rkov, urbes m¨¢s castigadas por Rusia. El pasado viernes, las fuerzas rusas ya bombardearon por primera vez dos ciudades del oeste, Lutsk e Ivano-Frankivsk. Las dos est¨¢n a entre 100 y 150 kil¨®metros de la casa a la que Liubov quiere ¡°volver y dormir en paz¡±. ¡°No nos fuimos hasta hoy porque esper¨¢bamos que todo fuese bien y Putin entrase en raz¨®n. Amamos Odesa y Kiev [por la resistencia a la ofensiva] pero lo vemos como que est¨¢ all¨¢¡±, asegura. ¡°Detr¨¢s de nosotros, en la cola [del paso fronterizo] hab¨ªa muchos bebes de dos o tres meses. No te imaginas c¨®mo nos est¨¢n presionando para que dejemos nuestra querida Ucrania¡±.
Polonia, el pa¨ªs miembro de la UE y la OTAN que ha recibido m¨¢s del 60% de los 2,7 millones de refugiados, es uno de los abanderados de la l¨ªnea dura contra Rusia. Su presidente, Andrzej Duda, ha advertido de que ¡°cambiar¨ªa la situaci¨®n¡± si Mosc¨² utilizase armas qu¨ªmicas en Ucrania, en una entrevista a la BBC difundida este domingo.
Tres hermanos ¡ªde 27, 15 y 13 a?os¡ª cruzan juntos la frontera con el hijo de la mayor, de seis. Nadiya tiene 27 y vive en Lviv. Sus dos hermanos menores, de 15 y 13 a?os, en casa de sus padres en Novoiavorivsk, una localidad a apenas 15 kil¨®metros de la localidad que alberga la base militar bombardeada. Al primero, Sasha, le despert¨® el estruendo. ¡°O¨ªmos una explosi¨®n y la casa vibr¨®. Vibr¨® mucho. Vivimos en el sexto y a mi vecino del quinto se le rompi¨® una ventana¡±, explica mientras sujeta la maleta. Atr¨¢s quedan sus padres. ¡°Tenemos cuatro gatos y alguien tendr¨¢ que alimentarlos¡±, dice con sorna antes de explicar que, en realidad, simplemente han querido que sus hijos est¨¦n a salvo y unirse luego si la cosa se complica a¨²n m¨¢s. ¡°La explosi¨®n ha sido claramente el punto de inflexi¨®n. Pens¨¢bamos en irnos, pero es que all¨ª [Novoiavorivsk], la situaci¨®n estaba tranquila¡±, a?ade.
Por la misma raz¨®n escapan tambi¨¦n Stas Sagala, su madre y sus dos hermanos. Con una diferencia: ¨¦l es un adolescente que quiere combatir, pero a¨²n le faltan dos a?os para cumplir 18. ¡°Tenemos miedo, es muy peligroso. Yo no quer¨ªa irme, pero mi madre quer¨ªa que estuvi¨¦semos a salvo. Yo quer¨ªa proteger mi pa¨ªs¡±, dice. Justo hab¨ªan regresado a su domicilio tras dos semanas en una casa de campo que les parec¨ªa m¨¢s segura.
Los seguidores de Mata Amritanandamayi instalan cada d¨ªa una carpa en la que ofrecen caf¨¦ o t¨¦ a quienes cruzan y los ayudan con las maletas. Por la noche la recogen y llevan a un hostal unos cinco kil¨®metros m¨¢s al interior de Polonia. All¨ª despert¨® a Sreemati la explosi¨®n: ¡°A las cinco de la ma?ana [una hora m¨¢s en Ucrania] hemos o¨ªdo deflagraciones y mirado por la ventana. Nos costaba creerlo. Sent¨ªamos que temblaba, que seguramente ser¨ªan bombas.. Una vez despierta, ella y sus compa?eros se ducharon y prepararon para instalar la carpa: ¡°Hemos pensado: ¡®Hoy va a hacer falta reconfortar a la gente¡±. Solo m¨¢s tarde se enteraron de que el objetivo era un campamento militar en Ucrania. ¡°En Francia no sabemos qu¨¦ es algo as¨ª. Nunca he o¨ªdo bombas. Sabemos que hay guerra, pero pens¨¢bamos que estaba mucho m¨¢s lejos. ¡±.
El paso de Budomierz es peque?o. Aqu¨ª no hay grandes tiendas de campa?a, ni hileras de coches atascados en el lado ucranio, ni una sucesi¨®n de autobuses y furgonetas descargando refugiados. Tan solo un goteo de personas que cruzan a pie y andan unos centenares de metros, alg¨²n autob¨²s aislado y unos pocos veh¨ªculos, sobre todo de Cruz Roja, Animal Rescue o con matr¨ªcula diplom¨¢tica. Lo usan sobre todo los ucranios con familiares que les esperan del lado polaco. Cada pocos minutos, una nueva familia se acerca lo m¨¢s posible a la verja de seguridad mientras habla emocionada por tel¨¦fono con quienes se disponen a cruzar.
Es el caso de Natalia Svatovka, una ucrania de 42 a?os que sali¨® en la noche del s¨¢bado de Berl¨ªn (nueve horas de trayecto) para asegurarse de que estar¨ªa presente cuando llegasen sus padres, de 60 a?os, y su abuela, de 87. Son de Kiev, pero hace tres d¨ªas se desplazaron a una aldea pr¨®xima a Ivano-Frankivsk pensando que estar¨ªan a salvo. ¡°Ya el primer viaje fue dif¨ªcil para ellos con esa edad, sobre todo para mi abuela, que va en silla de ruedas. No quer¨ªan irse. Es muy dif¨ªcil para ellos dejar atr¨¢s no solo todo lo que han ido comprando poco a poco, como la casa o el coche, sino tambi¨¦n lo que han ido heredando de sus antepasados¡±, explica junto a una polic¨ªa polaca de fronteras que vigila el acceso. La acompa?a un amigo al que pidi¨® el favor pocas horas antes de salir. Vuelven este mismo domingo porque trabajan al d¨ªa siguiente en la capital alemana. Los cinco suben al coche y ponen rumbo a la casa de Svatovka en Berl¨ªn. Sus padres y abuela vivir¨¢n all¨ª ¡°lo que haga falta¡±, aclara.
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