Yit¨®mir, la ciudad ucrania que intenta recuperar la normalidad bajo las bombas
La localidad reactiva los servicios p¨²blicos, la actividad industrial y la vida social pese a los ataques a¨¦reos rusos
En el n¨²mero 72 de la calle de Pushkin de Yit¨®mir viv¨ªan 94 familias. Eso era antes del pasado 4 de marzo, cuando un misil ruso cay¨® a 50 metros del edificio, sobre la Escuela n¨²mero 25 de esta ciudad del norte de Ucrania. El colegio qued¨® arrasado y los bloques de viviendas de la calle de Pushkin, da?ados. Hoy contin¨²an residiendo en el edificio unos 20 inquilinos, asegura la familia Horovetz. La mayor¨ªa abandon¨® el lugar.
Los Horovetz son los ¨²nicos que la ma?ana del pasado martes buscaron cobijo en los s¨®tanos del bloque cuando sonaron las alarmas de un posible ataque a¨¦reo. ¡°Hace tan solo una semana, el refugio estaba lleno con los pocos que continuamos aqu¨ª, pero la mayor¨ªa ha vuelto al trabajo, es lo que pidi¨® el alcalde¡±, comentaba Mikhailov, el padre.
Yit¨®mir (unos 266.000 habitantes) se ubica a 130 kil¨®metros al oeste del frente de Kiev, la capital de Ucrania. Un 40% de su poblaci¨®n huy¨® de la ciudad hacia las regiones m¨¢s seguras del oeste del pa¨ªs o hacia el extranjero. Al norte de la provincia de Yit¨®mir se han producido algunos de los enfrentamientos armados m¨¢s intensos de la guerra contra el invasor ruso.
La urbe ha sufrido ataques devastadores en su casco urbano, como el que el pasado 2 de marzo dej¨® sin hogar a Alexandr Korniichuck. Si alguien no cree en los milagros, afirma Korniichuk, deber¨ªa visitar el lugar en el que se situaba la casa de dos plantas que hered¨® de sus padres. ?l y su esposa se encontraban en el edificio, ahora en ruinas. Su hijo de 12 a?os se hab¨ªa trasladado poco antes a vivir con sus abuelos en el campo. Los rescataron bajo los escombros, una pared maestra les salv¨®. En lo que era el patio de la comunidad de vecinos est¨¢ su coche volcado y destrozado. Su mujer tiene problemas auditivos por el estallido y ¨¦l estuvo tres semanas sin trabajar. Volvi¨® a su empleo como t¨¦cnico de la empresa de telefon¨ªa m¨®vil Lifecell hace unos pocos d¨ªas: ¡°Yo volv¨ª a nacer el 2 de marzo, ahora lo que necesito es ingresar dinero, y mi pa¨ªs necesita conexiones telef¨®nicas¡±.
Serhii Sukhomlin, el alcalde de Yit¨®mir, es un militar retirado que se prodiga en mensajes patri¨®ticos en sus redes sociales. Sobre la mesa tiene un fusil y en el respaldo de su silla, el chaleco antibalas. Su misi¨®n hoy es que sus conciudadanos vuelvan al tajo. En el mismo mensaje ha insistido el presidente de Ucrania, Volod¨ªmir Zelenski: la actividad econ¨®mica debe funcionar donde sea posible.
En Yit¨®mir volvi¨® a ponerse en funcionamiento la semana pasada la red de transporte p¨²blico de autob¨²s y troleb¨²s. Cada pocas horas se interrumpe el servicio por las alarmas de ataques a¨¦reos, pero la ciudadan¨ªa lo acepta estoicamente. Sukhomlin y su equipo se instalan en un pasillo de la primera planta del Ayuntamiento cuando suenan las sirenas. ¡°La gente se est¨¢ adaptando, f¨ªjese que ahora muchos ni bajan a los refugios¡±, explica V¨ªktor Kliminskii, secretario del pleno municipal.
Kliminskii se mueve por la ciudad con un uniforme de camuflaje y un fusil Kal¨¢shnikov colgado del hombro. Pone como ejemplo el mercado municipal, que progresivamente va recuperando sus puestos. ¡°Aqu¨ª tambi¨¦n se ganan batallas¡±, dice, y confirma que poco a poco hay m¨¢s vecinos que regresan a la ciudad. Sukhomlin avanza que quieren iniciar cuanto antes la construcci¨®n de viviendas para quienes han perdido sus hogares y, sobre todo, para los miles de familias de desplazados del este del pa¨ªs que se establecer¨¢n en la zona. ¡°Muchos de ellos no volver¨¢n a sus provincias, que son las que sufrir¨¢n m¨¢s tiempo las consecuencias de la guerra¡±, dice el alcalde.
La m¨²sica de una banda de rock truena en el templo evang¨¦lico El Mandamiento de Jesucristo. Las letras que cantan son letan¨ªas patri¨®ticas en las que piden a Dios que les ayude a vencer al mal. La iglesia evang¨¦lica tiene una presencia significativa en las provincias alrededor de Kiev y en Yit¨®mir cuenta con un millar de feligreses. Solo quedan 400, resume Kostia Dekhtiazenko, ayudante del pastor, pero sus oficios han pasado de ser semanales a diarios por la necesidad de la poblaci¨®n de reencontrarse. Dekhtiazenko cree que la gente tiene menos miedo: ¡°Ahora, cuando cae un misil, enseguida volvemos a la actividad; hace un mes, nos qued¨¢bamos bloqueados¡±.
DJ Maughfling es un empresario brit¨¢nico que podr¨ªa estar en su casa en Eslovaquia, donde reside su mujer, o en el Reino Unido, su pa¨ªs, pero prefiere continuar en Yit¨®mir. En las afueras de la ciudad tiene la planta de producci¨®n de su empresa, Supersprox, una compa?¨ªa de pi?ones y platos para motocicletas. El d¨ªa que empezaron las hostilidades de Rusia, el 24 de febrero, Maughfling se encontraba en Eslovaquia. A la ma?ana siguiente, parti¨® de regreso a Yit¨®mir. ¡°Esta es una peque?a compa?¨ªa familiar, nos conocemos todos, sabemos de nuestras vidas¡±.
Supersprox es una de las pocas f¨¢bricas de la regi¨®n que no detuvo la producci¨®n. Su directora financiera, Viktoria Polishcuk, enumera cinco empresas de capital extranjero que han reiniciado la actividad siguiendo su ejemplo. ¡°No pod¨ªamos parar porque este no es un pa¨ªs rico, no es como en la Uni¨®n Europea, que con la pandemia del coronavirus reparti¨® millones en ayudas¡±, recuerda Maughfling. ¡°Aqu¨ª, si no cobran la n¨®mina, no tienen nada, y si el Estado no ingresa impuestos, tampoco podr¨¢ afrontar el conflicto¡±. Este empresario brit¨¢nico admite que la situaci¨®n le produce respeto, y no es para menos: la vecina f¨¢brica de Izovat, un gigante del sector de aislantes t¨¦rmicos, fue parcialmente destruida por un misil ruso. ¡°Tenemos que controlar el miedo. Los que trabajan aqu¨ª saben que la situaci¨®n es peligrosa, pero creen que es mejor estar ocupados que en casa todo el d¨ªa mirando noticias, volvi¨¦ndote loco¡±.
De los 74 empleados que ten¨ªa Supersprox, ahora hay 40 activos; los que faltan est¨¢n alistados, ejercen de voluntarios o abandonaron la ciudad. La producci¨®n solo ha ca¨ªdo un 30%, afirma la direcci¨®n, porque se han sumado a la l¨ªnea de producci¨®n el resto de departamentos, desde los dise?adores a los t¨¦cnicos de l¨¢ser. Les quedan pocos meses de existencias de aluminio y acero. Su principal proveedor de acero se encuentra en Mariupol, la ciudad m¨¢s castigada por la agresi¨®n rusa. Tienen, adem¨¢s, tres contenedores de aluminio bloqueados en el puerto de Odesa, en Turqu¨ªa y en China. No saben c¨®mo pueden hacerlos llegar a Yit¨®mir, concede Polishchuk, pero saben que lo conseguir¨¢n. ¡°La pandemia nos inculc¨® la mentalidad de tirar hacia adelante¡±, asegura ella. ¡°Tambi¨¦n nos dec¨ªan que no encontrar¨ªamos camiones para transportar nuestros productos hacia Polonia, y ya hemos realizado dos env¨ªos¡±, a?ade Maughfling.
El Ayuntamiento confirma que las compa?¨ªas que siguen operando, algunas con hasta 3.000 empleados, deben seguir estrictas medidas de seguridad: los empleados no pueden tener activado el geolocalizador del m¨®vil porque si el enemigo detecta una concentraci¨®n elevada de personas en un punto concreto, puede identificarlo como un objetivo. Tambi¨¦n se han reforzado los elementos de blindaje de instalaciones que no pueden dejar de estar vigiladas por el personal, como una f¨¢brica de papel que hay en la demarcaci¨®n.
Los controles militares de carretera o de b¨²squeda de saboteadores son un obst¨¢culo tambi¨¦n para el transporte de mercanc¨ªas. Los que se salvan son los agricultores: los tractores van de un lado a otro en direcci¨®n a los campos, sorteando los controles con un saludo, como si fueran viejos conocidos, sin detener su ruta para sembrar un paisaje llano y cosido con interminables plantaciones de cereales.
Las brigadas de limpieza que ponen la ciudad a punto cada ma?ana tambi¨¦n detienen la actividad durante los reiterados avisos de posible ataque a¨¦reo y luego la reemprenden. Hay equipos de voluntarios que desbrozan y limpian las orillas del r¨ªo Teteriv, el pulm¨®n verde de la ciudad. ¡°La gente necesita sentirse ¨²til, y cuando coinciden con m¨¢s personas como ellos, se convierte en una suerte de terapia¡±, asegura Sukhomlin. El alcalde subraya que la ciudadan¨ªa ha asumido que acaban de empezar ¡°una etapa que durar¨¢ mucho tiempo¡±, la de convivir con la guerra.
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