La Francia vac¨ªa ante las elecciones: ¡°Todos los j¨®venes se van de Ch?teaudun¡±
Los mayores de esta localidad francesa cuyos votos suelen coincidir con los del conjunto del pa¨ªs a?oran ¨¦pocas pasadas
Va un notario por la calle cargado con una escalera muy larga. Y no es un chiste. El periodista no sabe a¨²n que se trata de un notario jubilado, pero aborda al caballero de la escalera. Luego ambos conversan en una iglesia con un pasado inquietante. As¨ª comienza una jornada nost¨¢lgica que gira en torno a lo que fue Ch?teaudun, la ciudad que vota (m¨¢s o menos) como el conjunto de Francia, a lo que pudo haber sido y a lo que es ahora. ¡°Todos, todos los j¨®venes se van de Ch?teaudun¡±, se queja el notario.
Resolvamos de entrada la cuesti¨®n de la escalera. El notario, Pierre-Andr¨¦ Lhomme, lleva la escalera a la iglesia de la Madeleine, la m¨¢s antigua y grande de la ciudad, para que se pueda adecentar la parte superior del p¨®rtico antes de Semana Santa.
La Madeleine es una iglesia impresionante pero su historial de desgracias no aconseja encaramarse a sus muros. Naci¨® como capilla merovingia en el siglo VI. Sucesivas ampliaciones demostraron que se alzaba sobre un terreno inestable. Se derrumb¨® dos veces durante el siglo XIII. El coro y el deambulatorio se hundieron en 1522. Un pilar cay¨® en 1692 sobre los asistentes a una misa. En 1742 se perdi¨® el campanario. La decoraci¨®n interior fue destruida durante la revoluci¨®n de 1789. Y en 1940 un bombardeo alem¨¢n (agravado por el hecho de que alguien hab¨ªa aparcado junto a la puerta un cami¨®n de combustible) arras¨® de nuevo el templo.
El notario, cat¨®lico, y el periodista se sientan frente al altar. ¡°Nac¨ª en ?tampes, a medio camino entre Par¨ªs y Ch?teaudun, en 1948. Mis padres eran agricultores. Llegu¨¦ a esta ciudad en 1983, con mi diploma de notario. Aqu¨ª me qued¨¦ y aqu¨ª nacieron mis cuatro hijos. Una se cas¨® con un notario, otra es enfermera, otra es abogada y el cuarto se hizo monje. Todos se fueron. Por desgracia, Ch?teaudun dej¨® hace tiempo de ofrecer oportunidades. Todos, todos los j¨®venes se van¡±.
Los argumentos que desgrana el notario valdr¨ªan para cualquier ciudad de la Espa?a vac¨ªa o vaciada. El tren de alta velocidad que pasa a 20 kil¨®metros de distancia pero no se detiene, la v¨ªa f¨¦rrea a Par¨ªs que sigue sin estar electrificada, la progresiva desaparici¨®n de la industria local, el cierre de comercios por la competencia de un pu?ado de grandes superficies instaladas a varios kil¨®metros, la juventud que se va¡
Cuando el joven notario Lhomme lleg¨® a Ch?teaudun, la poblaci¨®n era de 18.000 habitantes. La ciudad crec¨ªa y se daba por supuesto ¡ªporque era lo que calculaban las autoridades de Par¨ªs¡ª que en pocos a?os se llegar¨ªa a los 25.000, pero hoy son apenas 13.000. La industria de armamento y los cuarteles militares formaban el eje econ¨®mico de la ciudad. ¡°Fue un gran error desmantelar todo eso, el pa¨ªs debe ser capaz de defenderse y ahora, con la amenaza de Rusia, lo comprobamos¡±, explica. ¡°Nos sent¨ªamos instalados en la estabilidad perpetua, en la paz y el progreso eternos, y tomamos muchas decisiones equivocadas¡±, a?ade.
Los recuerdos
Puestos a rebuscar en el pasado, la residencia de ancianos L¨¦o Lagrange (casi contigua al cementerio, pero muy limpia y ordenada) almacena un mont¨®n de recuerdos. Madame Lauy, que apenas lleva dos meses en la residencia, lleg¨® a Ch?teaudun en 1956, ¡°cuando hab¨ªa mercado todos los d¨ªas, y no solo los jueves como ahora¡±. Madame Bezaet ¡ª¡±ya siete a?os como clienta de esta casa¡±¡ª se queja de que antes hab¨ªa seis zapater¨ªas, de las que queda solamente una. ¡°?Y la ropa? ?Ya no puedo comprarme ropa! Hay que ir a esos comercios grandes que est¨¢n lejos, en la carretera, y ?c¨®mo llego yo hasta all¨ª?¡±, exclama Madame Hadder.
El grupo de ancianas inicia una conversaci¨®n sobre lo animada que era la vida y el ambientazo de los s¨¢bados por la noche en las diversas salas de baile. ¡°Todo se estrope¨® a partir de 1968¡å, zanja Madame Bezaet, ¡°desde 1968 esto no levanta cabeza¡±.
Se niegan rotundamente a hablar de pol¨ªtica; una, porque no le interesa; las otras dos, ¡°porque acabar¨ªamos enfadadas¡±. Ha sido mencionar las elecciones presidenciales y hacerse el silencio, aunque acto seguido se explayan sobre las elecciones del d¨ªa siguiente, en que se elegir¨¢ al ¡°consejo rector¡± de la residencia (con puestos para varios internos), y discuten sus preferencias. Ni hablan de pol¨ªtica ni quieren fotos. ¡°Haber venido antes, joven. Hace 40 a?os, por ejemplo¡±.
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