A contracorriente, algunos ucranios vuelven a sus casas bajo dominio ruso
Ciudadanos resignados del pa¨ªs invadido deciden retornar a sus hogares en el sur del territorio, convencidos de que la guerra de Putin va a alargarse
En una agujereada carretera que se dirige al sur de Ucrania, a pocos kil¨®metros del frente de la guerra y a trav¨¦s de los verdes campos de Zaporiyia, una procesi¨®n de coches parece ir a contracorriente. Est¨¢n llenos hasta los topes de bolsas de pl¨¢stico, maletas, mantas. Y de personas apretujadas. Son personas que huyeron de la ofensiva rusa en un punto de la guerra y que vuelven a casa. Regresan a sus ciudades y pueblos, ahora bajo control del Kremlin, mientras muchos hacen el camino inverso, de huida.
En el asiento de atr¨¢s de un viejo Renault gris oscuro, viajan Raisa y su esposo, Anatoli. Con la mirada trist¨ªsima, el octogenario cuenta que ambos trabajaron casi toda su vida en una f¨¢brica del sur de Ucrania. Todo lo que tienen est¨¢ en una localidad cercana a la portuaria Berdiansk, ocupada por las fuerzas de Vlad¨ªmir Putin. Anatoli llora en silencio. Al principio de la invasi¨®n rusa, se marcharon deprisa y corriendo al apartamento de una prima, en el centro del pa¨ªs. Desde entonces, se sienten desubicados. Solo quieren llegar a su casa. A su cocina. A su cama. Esperan que todo est¨¦ tal cual lo dejaron. No saben c¨®mo ser¨¢ la vida bajo mando de las fuerzas del Kremlin, pero est¨¢n cansados. Resignados.
La guerra lanzada por Putin hace ya nueve semanas parece encallada. Mosc¨² est¨¢ consolidando el control de las ¨¢reas ocupadas del sur ¡ªcomo el pueblo de Raisa y Anatoli¡ª y busca integrar los territorios de alguna forma en el sistema ruso. Ha nombrado administradores y autoridades t¨ªtere. Y est¨¢ tratando de implantar all¨ª los planes de estudio rusos, la burocracia y la moneda.
Todo esto ocurre mientras trata de reforzar su ofensiva en la regi¨®n de Donb¨¢s, donde el Kremlin se enfrenta a las tropas ucranias, bien posicionadas, cada vez mejor equipadas y entrenadas. Tras el fracaso de la ofensiva sobre Kiev y con avances m¨¢s lentos y menores de los esperados en esta segunda fase de la batalla para conquistar el este de Ucrania, los analistas temen un encarnizamiento sobre los territorios bajo el fuego. Mosc¨² ha movilizado a m¨¢s soldados, seg¨²n los informes del Ministerio de Defensa del Reino Unido; tropas que se desplazan al frente desde puntos tan dispares como el Lejano Oriente ruso.
Las conversaciones de paz est¨¢n estancadas, con el Kremlin sin apearse de su objetivo de socavar la soberan¨ªa de Ucrania. La guerra ha entrado en un nuevo cap¨ªtulo: el del desgaste. Rusia ha intensificado los ataques a las l¨ªneas de transporte del pa¨ªs atacado, las v¨ªas de suministro y dep¨®sitos de combustibles, lo que ha derivado en la escasez de gasolina y enormes colas en todo el pa¨ªs.
Sin un final de la contienda a la vista, Liudmila ha decidido empacar de nuevo los b¨¢rtulos y volver a Novodanylivka, una peque?a localidad cercana a Melitopol, bajo mando de Mosc¨² desde los primeros d¨ªas de la invasi¨®n, cuando las tropas enviadas por el Kremlin utilizaron como lanzadera militar la pen¨ªnsula ucrania de Crimea ¡ªanexionada ilegalmente en 2014¡ª y avanzaron por el flanco sur. Confiesa que pens¨® que la ofensiva rusa durar¨ªa apenas unos d¨ªas y que despu¨¦s, las tropas de Mosc¨² se retirar¨ªan de la zona. Pero no ha sido as¨ª.
Liudmila est¨¢ preocupada por el dinero, pero sobre todo por su madre, enferma. Dice que no tiene m¨¢s opci¨®n que volver. ¡°En la zona faltan medicinas o son car¨ªsimas. Hace 10 d¨ªas, adem¨¢s, mi madre tuvo un infarto y no hay nadie m¨¢s para atenderla. Cumple esta semana 81 a?os¡±, explica. Espera llegar a tiempo para pasar el aniversario con ella. No sabe cu¨¢nto le llevar¨¢ el viaje, que antes de la guerra habr¨ªa hecho en unas cuatro horas. Para cruzar al territorio controlado por el Kremlin, a bordo de un coche que comparte con otros retornados y conduce un voluntario ¡ªque espera traer de regreso a la regi¨®n de Zaporiyia a personas evacuadas¡ª, tiene que pasar por un buen n¨²mero de puntos de control. Primero, ucranios; y despu¨¦s, rusos.
Liudmila reconoce que tiene miedo. Como Anatoli y Raisa, no quieren dar su apellido. Teme cr¨ªticas por la decisi¨®n de volver. Adem¨¢s, ha escuchado demasiadas cosas sobre la vida en las zonas ocupadas por los soldados rusos, y no quiere represalias. Organizaciones de derechos civiles y la defensora del pueblo de Ucrania informan de arrestos a funcionarios, activistas y periodistas, de secuestros de alcaldes y otros cargos electos de las zonas bajo ocupaci¨®n, que son sustituidos por mandos afines al Kremlin. Hay informes de detenciones aleatorias y torturas.
Cierres de medios y difusi¨®n de canales rusos
En gran parte del sur de la Ucrania ocupada, las autoridades colaboracionistas han cerrado los medios de comunicaci¨®n independientes, han promocionado la difusi¨®n de los canales estatales rusos, la mayor¨ªa transmitiendo desde Crimea, y est¨¢n torpedeando los sistemas de telecomunicaciones. El fin de semana, los mandos rusos cortaron el servicio de telefon¨ªa m¨®vil e internet de gran parte de la regi¨®n meridional ocupada. Se trata de una maniobra, dijo el Gobierno ucranio, para evitar el acceso de ¡°informaci¨®n veraz sobre el transcurso de la guerra¡±.
El Gobierno de Volod¨ªmir Zelenski lleva semanas advirtiendo de que el Kremlin est¨¢ preparando un pseudorrefer¨¦ndum para declarar la ¡°rep¨²blica popular¡± de Jers¨®n, la ¨²nica capital regional que tiene bajo su mando; siguiendo la receta aplicada en Crimea y en las provincias de Donetsk y Lugansk en 2014, que ha servido al Kremlin para alimentar su ret¨®rica sobre la ¡°defensa¡± de esos territorios como justificaci¨®n para la guerra.
Las protestas contra la invasi¨®n se van apagando en las zonas ocupadas, aunque si se rasca en la superficie, la angustia y la ira est¨¢n ¡°en el est¨®mago de muchos¡±, explica Andr¨¦i. Puede jurar en ucranio, ruso, rumano e italiano. ¡°Habilidad¡±, dice con una peque?a sonrisa, que conserva de su ¨¦poca como transportista por toda Europa. Ha salido de la zona ocupada para comprar. ¡°All¨ª todo es como m¨ªnimo el doble de caro y empieza a haber escasez¡±, asegura. La grivna ucrania sigue siendo la moneda de curso legal, explica, pero la ¡°administraci¨®n civil-militar¡± rusa que encabeza su ciudad ya ha anunciado que pronto se empezar¨¢ a utilizar el rublo ruso.
Andr¨¦i ha llenado su coche hasta los topes de productos de todo tipo. Tiene varios encargos de sus vecinos, pero tambi¨¦n quiere vender algunas cosas. Es la primera vez que lo intenta y no sabe si conseguir¨¢ pasar con todo. Dice que por ahora se quedar¨¢ en casa porque no ve claro a qu¨¦ otro lugar ir. Sin embargo, est¨¢ preocupado. Tiene 58 a?os y teme las informaciones que circulan sobre los reclutamientos forzosos de hombres de hasta 65 a?os, como se hizo en las provincias de Donetsk y Lugansk, parte de las cuales Mosc¨² controla a trav¨¦s de los separatistas prorrusos desde hace ocho a?os.
Si eso sucede, har¨¢ a toda prisa el viaje contrario, afirma. El mismo que han hecho los cientos de personas que en precarios veh¨ªculos y autobuses siguen llegando a la Zaporiyia desde el flanco sur. Este domingo, seg¨²n Zelenski y Naciones Unidas, tras semanas de intentos, un centenar de personas ha logrado salir hacia esa ciudad industrial desde la acer¨ªa Azovstal, en la devastada Mariupol, el ¨²ltimo reducto de resistencia ucrania en la localidad portuaria del mar de Azov.
En la carretera llena de baches que conecta Zaporiyia con el sur ocupado, entre los puntos de guardia militares, se encuentran costado a costado ambas procesiones de veh¨ªculos. Los que huyen y los que retornan. Irina sali¨® con tres de sus hijos de la localidad de Energodar cuando las fuerzas rusas tomaron la central nuclear cercana. La mayor, de 14 a?os, se qued¨® con los abuelos. Ahora, va camino de la ciudad tomada por las fuerzas rusas para recogerles. Ha alquilado un apartamento en el centro del pa¨ªs y cree que encontrar¨¢ tambi¨¦n un trabajo. ¡°Todo es temporal¡±, dice convencida, ¡°s¨¦ que tarde o temprano volveremos a casa para quedarnos¡±.
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