El voto extranjero se atasca en Nueva York
La revocaci¨®n de la ley que conced¨ªa el derecho de voto a los inmigrantes con papeles, aprobada en diciembre por el Ayuntamiento, indigna a pol¨ªticos y activistas
Orlando Sedano, de origen colombiano, jur¨® como ciudadano estadounidense al tiempo que el Consejo Municipal de Nueva York aprobaba una ley para permitir votar en las elecciones locales a los inmigrantes con papeles, entre 800.000 y un mill¨®n de residentes en la Gran Manzana ¡ªcasi uno de cada nueve electores¡ª, titulares de permisos de trabajo, residencia y beneficiarios de asilo o amparo temporal. Fue una decisi¨®n pionera, hist¨®rica para la comunidad inmigrante en una ciudad forjada por extranjeros llegados de todas partes del mundo. Pero apenas seis meses despu¨¦s, un tribunal de Staten Island, uno de los cinco condados de la ciudad, revocaba esta semana la norma, dando la raz¨®n a un grupo de representantes republicanos que considera que el voto extranjero deval¨²a el propio.
Ese fue el concepto esgrimido por el juez para explicar la revocaci¨®n de la ley, aunque la explicaci¨®n oficial fue que el voto de un no estadounidense viola la Constituci¨®n del Estado, ya que solo es beneficiario de sufragio activo quien pueda ser elegido, y tambi¨¦n que para cambiar el sistema se requerir¨ªa un refer¨¦ndum. La norma, aprobada el 9 de diciembre por amplia mayor¨ªa, se convirti¨® en ley un mes despu¨¦s e iba a entrar en vigor en la pr¨¢ctica el pr¨®ximo mes de enero, permitiendo a los extranjeros elegir no solo al alcalde y los concejales, sino tambi¨¦n a otros cargos locales como el de defensor del pueblo y presidente del condado, adem¨¢s de participar en referendos.
¡°Es tremendamente injusto, se podr¨ªa entender una decisi¨®n as¨ª en tiempos de Donald Trump, pero ahora¡¡±, se indigna Sedano mientras vigila la descarga de un proveedor en su supermercado, en East Harlem. ¡°Esperemos que los promotores de la iniciativa sigan peleando por algo que la comunidad de inmigrantes se merece, porque aporta m¨¢s de lo que recibe de la ciudad, y la ciudad le debe buena parte de su prosperidad y actividad, incluso su funcionamiento. ?Qui¨¦n mantuvo la ciudad viva durante la pandemia? Los inmigrantes, que asumieron muchos riesgos, incluido el de enfermar, para seguir llev¨¢ndonos comida a casa, o limpi¨¢ndonos las calles o los hospitales. Es una comunidad dura, brava y tambi¨¦n esencial, como demostr¨® entonces, y s¨®lo recibe discriminaci¨®n¡±, concluye Sedano. Que unos vecinos que pagan impuestos y cumplen ¡°escrupulosamente¡± con la ley, subraya, ¡°no tengan voz para reclamar mejores escuelas para sus hijos, es indignante¡±.
El varapalo infunde nuevo br¨ªo a la campa?a Nuestra Ciudad, Nuestro Voto, para revertir un fallo que expl¨ªcitamente certifica la categor¨ªa inferior de los extranjeros. ¡°Permitir a los extranjeros votar viola la ley del Estado y deval¨²a la ciudadan¨ªa. Nueva York est¨¢ invitando abiertamente a quienes no son estadounidenses a modelar nuestra democracia como m¨¢s les beneficie, y eso es inaceptable¡±, dec¨ªa esta semana el analista Hans von Spakosvy en la cadena ultraconservadora Fox. Id¨¦ntico argumento, el de la devaluaci¨®n o diluci¨®n del voto bueno, que el esgrimido por el juez responsable del fallo, de origen italiano para m¨¢s se?as, al igual que los principales promotores de la demanda, un grupo de representantes republicanos de Staten Island.
Mark D. Levine, el presidente del condado de Manhattan, no oculta su enojo por la revocaci¨®n de la ley. ¡°El fallo del tribunal es, como m¨ªnimo, decepcionante¡±, declara por correo electr¨®nico. ¡°La ciudad de Nueva York fue construida por inmigrantes, que trabajan y pagan impuestos aqu¨ª y hacen de este un lugar mejor para vivir para todos, independientemente de su estatus de ciudadan¨ªa. Este casi mill¨®n de neoyorquinos merecen participar y tener una voz real en nuestra democracia local¡±.
En el planteamiento de los republicanos que arremetieron contra la norma aparece, nada veladamente, un sesgo xen¨®fobo: el voto de los inmigrantes es de peor calidad y deval¨²a el de los locales. Pero ?y si el inmigrante fuera un expatriado de la UE? ?O un profesional indio o japon¨¦s de acreditada solvencia econ¨®mica, radicado en la Gran Manzana por trabajo o estudios? Parece que los detractores de la ley solo apuntaron a ciertos inmigrantes. El miedo a un voto mayoritariamente conservador fue de hecho el pol¨¦mico argumento esgrimido por una exconcejal dem¨®crata, Laurie Cumbo, que se opuso a la ley por considerar que el sufragio de los latinos, muchos de los cuales votaron por Donald Trump en 2020, podr¨ªa debilitar el de los afroamericanos (Cumbo lo es). La disimulada desconfianza entre comunidades atraviesa horizontalmente la poli¨¦drica identidad de la ciudad, en cuya escena p¨²blica ¡ªpol¨ªtica¡ª los latinos aparecen como los ¨²ltimos invitados.
O pen¨²ltimos, m¨¢s bien. En la calle 116, al norte de Central Park, se re¨²ne cada tarde un grupo de senegaleses a las puertas de un restaurante africano. Todos tienen la green card ¡ªpermiso de residencia permanente¡ª, pero ni siquiera conoc¨ªan la ley que les habr¨ªa permitido votar. ¡°Somos los ¨²ltimos del escalaf¨®n. Estamos por debajo de los latinos, y no tenemos ning¨²n contacto con los afroamericanos del barrio, los locales, pese a que tengamos tambi¨¦n la piel negra. Somos como el agua y el aceite, no nos mezclamos¡±, explica Abdou, uno de los camareros del restaurante. ¡°Esta ciudad est¨¢ hecha por capas, y nosotros ocupamos la ¨²ltima, ?c¨®mo vamos a plantearnos votar sin asomar siquiera la cabeza?¡±.
Una agenda pol¨ªtica al rojo vivo
M¨¢s de una quincena de localidades en EE UU permiten que los no ciudadanos estadounidenses voten, incluidas 11 en Maryland y dos en Vermont. San Francisco, en una iniciativa ratificada por los electores en 2016, comenz¨® a permitir que los no estadounidenses votaran en las elecciones a la junta escolar, lo que tambi¨¦n sucedi¨® en Nueva York hasta que aboli¨® esas juntas en 2002 y le dio el control de las escuelas al alcalde. Pero la aprobaci¨®n de la ley de voto en Nueva York, tradicional feudo dem¨®crata, no solo es significativa por tratarse de la mayor ciudad del pa¨ªs, la misma por la que a finales del XIX y comienzos del XX entraron tantos miles de extranjeros; tambi¨¦n es un contrapunto a las restricciones promulgadas por Estados bajo control republicano, como Alabama, Colorado y Florida, que han blindado su legislaci¨®n para impedir tal posibilidad tras denunciar infundados fraudes electorales por parte de no ciudadanos en las elecciones generales. Incluso los t¨¦rminos empleados en el contencioso (citizens, por estadounidenses, frente a no citizens, no ciudadanos o metecos) revelan dos varas bien distintas de medir.
Por eso la lucha no se limita a introducir una papeleta en una urna, sostienen los activistas. ¡°Lo que est¨¢ en juego es m¨¢s democracia. Cuanta m¨¢s gente vote, m¨¢s fuerte es la democracia, por eso el fallo del juez de Staten Island es, sobre todo, antidemocr¨¢tico¡±, explica Wennie Chin, responsable de compromiso c¨ªvico en la Coalici¨®n Inmigraci¨®n Nueva York (NYIC, en sus siglas inglesas), que agrupa a 200 asociaciones de inmigrantes. Chin elude calificar de racista o xen¨®foba el fallo del juez: ¡°[Es] una decisi¨®n decepcionante pero que esper¨¢bamos. Pero Nueva York es mucho m¨¢s que Staten Island, son cinco condados, no uno solo¡ Para nosotros nada ha cambiado y estamos dispuestos a luchar. El primer paso ser¨¢ recurrir el fallo, y confiamos en hacerlo con ¨¦xito¡±. ¡°Solo por poder denunciar los recortes del departamento de Educaci¨®n, que se sentir¨¢n especialmente en las escuelas a las que llevan a sus hijos, estos inmigrantes deber¨ªan hacer o¨ªr su voz¡±, a?ade Chin.
La letra peque?a de la ley encierra un compendio de claves de la agenda pol¨ªtica, al rojo vivo en v¨ªsperas de las decisivas elecciones de medio mandato: el af¨¢n por limitar el derecho al voto de determinadas comunidades, por parte de los republicanos; el racismo horizontal entre comunidades; el escaso empoderamiento pol¨ªtico de los latinos, que constituyen el 29% de los habitantes de la ciudad, o, en fin, la defensa del feudo pol¨ªtico de cada cual: de la circunscripci¨®n, de unos votantes casi cautivos. El redise?o del mapa electoral de Nueva York es otro factor a?adido, no menor. Tambi¨¦n la pelea a cara de perro de los republicanos en los tribunales contra cualquier avance social. Nueva York, esa Babel hecha de capas, es tambi¨¦n un terreno de juego, y sus vecinos, categor¨ªas estancas: estratos de ciudadanos, residentes y metecos.
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