El modelo talib¨¢n de Kandahar: una sociedad regida por la ¡®sharia¡¯ y sin mujeres en las calles
La capital espiritual de Afganist¨¢n, que acoge al l¨ªder del movimiento fundamentalista, refuerza su poder en la sombra un a?o despu¨¦s de hacerse con el poder
No es f¨¢cil ver a un hombre afgano llorar. Taj Mohammad, de 53 a?os, no se molesta en frotarse la l¨¢grima que desciende por su mejilla izquierda. Se cumple este s¨¢bado el primer aniversario de la muerte de su hijo Sadiqullah, de 28 a?os. Era uno de los agentes de polic¨ªa que trataba de impedir que los talibanes se hicieran con el control de Kandahar, la segunda ciudad de Afganist¨¢n, de unos 600.000 habitantes. Una refriega en un cruce delante de una mezquita acab¨® con ¨¦l y otros tres compa?eros. La guerrilla fundamentalista hab¨ªa logrado en la noche del 12 de agosto del a?o pasado que las fuerzas locales depusieran las armas. Al d¨ªa siguiente, Kandahar era de los talibanes, aunque eso no impidi¨® muertes como la de esos cuatro agentes, as¨ª como varias decenas de ejecuciones de personas vinculadas al gobierno depuesto. En dos d¨ªas, el 15 de agosto, los barbudos yihadistas tomaban Kabul, la capital.
Kandahar se ha reforzado en este a?o como la capital espiritual del Emirato Isl¨¢mico. En esta provincia fund¨® el movimiento talib¨¢n (talib es estudiante, talib¨¢n, su plural) el mul¨¢ Mohamed Omar en 1994. El heredero de ese cargo, el mul¨¢ Hibatullah Akhundzada, no forma parte del Gobierno, pero mueve los hilos desde Kandahar sin apenas presencia p¨²blica y conformando una especie de gobierno en la sombra. ¡°Las ¨®rdenes se env¨ªan desde Kandahar, pero la capital, la Administraci¨®n y el Gobierno se encuentran principalmente en Kabul¡±, afirma sin ocultar esa dualidad de poderes Maulvi Hayatullah Mubarak, vicegobernador de la provincia, durante una entrevista con EL PA?S.
No es de extra?ar que este sea el modelo en el que se fija el Emirato para imponer sus fundamentos. Ver a una mujer por Kandahar no es f¨¢cil. Tampoco hay rastro de ellas durante la oraci¨®n del viernes en la mezquita ni en un restaurante que puede considerarse de lo m¨¢s avanzado y frecuentado de la ciudad, el NFC. El vicegobernador niega que les est¨¦n quitando ¡°derechos¡± y ¡°privilegios¡±, aunque algunas de ellas se quejan de que, a la sombra de la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) las est¨¢n alejando m¨¢s todav¨ªa de la esfera p¨²blica e impidiendo trabajar.
Una veintena de mujeres aprenden un oficio en un taller textil ubicado en un s¨®tano de una casa de barro a las afueras de Kandahar. La temperatura es asfixiante, todas ellas van completamente cubiertas y las m¨¢quinas con las que cosen no se mueven con m¨¢s energ¨ªa que la de sus manos. El sudor hace que alguna luzca el burka empapado en medio del traqueteo. Muchas son viudas y agradecen el poder formarse y disponer de un salario mensual de 2.000 afganis (unos 20 euros). Al frente de todas ellas est¨¢ Kochai Afghan, de 30 a?os, una empresaria que asegura que tuvo que cerrar su negocio de ropa artesana en el mercado de la ciudad. Otras de las presentes coinciden en que ya no las dejan trabajar de cara al p¨²blico, una afirmaci¨®n que el vicegobernador califica de ¡°falsa¡±.
En el s¨®tano del taller cada testimonio es un drama. Afghan, tan cubierta como las dem¨¢s, reconoce que sus ingresos son los ¨²nicos que entran en su casa, donde deja dos hijos, dos hijas y un marido enganchado al hach¨ªs y al alcohol. Nuria, bajo un desgastado burka verde olivo, perdi¨® hace un a?o a su hijo Abdulsamad, de 18 a?os, cuando el veh¨ªculo en el que viajaba vol¨® sobre una mina. Primero dice que tiene 30 a?os, pero cuando empieza a detallar que todav¨ªa le quedan dos hijos y diez hijas, reconoce que no sabe la edad que tiene, algo m¨¢s que frecuente en Afganist¨¢n.
Los talibanes no disponen, un a?o despu¨¦s de llegar al poder, de un plan para rescatar y salvar al sector privado, pese a que de ¨¦l depende el 80% de la econom¨ªa, lamenta Niamatullah Niamat, de 41 a?os. Su empresa de productos l¨¢cteos, Afghan Maldar Dairy, tiene 50 empleados que, por la crisis de la covid y por la inestabilidad econ¨®mica por el cambio de gobierno, cobran ahora un 30% menos. Sus instalaciones solo reciben 10 horas al d¨ªa de suministro el¨¦ctrico, el resto lo han de suplir con generadores alimentados por un combustible que ha doblado su precio. ¡°El sector privado se muere d¨ªa a d¨ªa, empresa a empresa y si el Gobierno no hace nada¡¡±, deja sin acabar la frase dando a entender que el Emirato no saldr¨¢ adelante sin los empresarios. Las reuniones que ha tenido con algunos responsables, algunos ministros, han servido de poco, se?ala. Reconoce, sin embargo, que es esencial desbloquear las cuentas del banco central de Afganist¨¢n en el extranjero, donde hay depositados 9.000 millones de d¨®lares [unos 8.777 millones de euros].
Cortes de luz
Por las principales calles de Kandahar no hay pedig¨¹e?os, como hay a miles por Kabul, pero s¨ª es f¨¢cil contemplar a empleados vaciar los conductos a derecha e izquierda en los que se acumulan toneladas de barro, deshechos y aguas fecales, pues esta ciudad, al igual que la capital, no dispone de alcantarillado. Adem¨¢s, los cortes de luz siguen siendo frecuentes. Son problemas heredados de las autoridades anteriores que poco tienen que ver con la gesti¨®n actual de los talibanes. Poco importan esas lacras sempiternas para algunos. ¡°Con mi hijo vivo y bajo el anterior Gobierno, todo iba bien¡±, afirma Taj Mohammad, el padre del polic¨ªa que muri¨® hace un a?o, al tiempo que asegura que no sabe ¡°nada¡± del l¨ªder de los talibanes. ¡°El Emir al Muminin (jefe de los creyentes, cargo religioso que ostenta) tiene todos los asuntos gubernamentales bajo su control y supervisi¨®n¡±, zanja el vicegobernador.
Dos de los vicegobernadores que antecedieron a Maulvi Hayatullah Mubarak murieron en atentados terroristas durante la campa?a de ataques de los talibanes contras las autoridades del Gobierno derribado hace un a?o. Uno de esos dos casos fue directamente reivindicado por los que ahora detentan el poder. El actual vicegobernador no pierde la oportunidad de reprocharle al reportero la presencia de tropas espa?olas en Afganist¨¢n. ¡°Estados Unidos, los medios estadounidenses y sus aliados en el mundo mintieron y difundieron propaganda falsa sobre nosotros. Me gustar¨ªa que informara al pueblo de Espa?a con objetividad sobre Afganist¨¢n¡±, se?ala mientras insiste en que han tra¨ªdo la paz.
Pero la realidad es que la violencia sigue enquistada en el pa¨ªs. Kabul es objetivo de ataques en los ¨²ltimos d¨ªas. El jueves, poco despu¨¦s de la entrevista con el vicegobernador de Kandahar, un prominente religioso talib¨¢n, Rahimullah Haqqani, muri¨® cuando un terrorista se inmol¨® en su escuela cor¨¢nica de la capital en un atentado que se apresur¨® a reivindicar el Estado isl¨¢mico (ISIS, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s). Este viernes, tras el rezo en una mezquita de Kandahar, el sheikh Abdulbasir Sahib, de 50 a?os, critica y condena ese ataque, que dice que no fue cometido por musulmanes. Dos docenas de j¨®venes talibanes, algunos de ellos armados, le rodean y besan la mano. Instantes despu¨¦s, se hace el silencio para escuchar sus respuestas al periodista. En un equilibrio imposible de mantener, el religioso y antiguo combatiente trata de explicar, sin lograrlo, por qu¨¦ los ataques suicidas de los talibanes s¨ª est¨¢n justificados y los de su rival, el ISIS, no: ¡°Hay una gran diferencia. Nosotros luch¨¢bamos por el islam y contra el anterior Gobierno y las tropas invasoras. Ellos eran nuestro objetivo¡±.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.