El basti¨®n chi¨ª de Kabul vive bajo la psicosis por el riesgo de atentados
M¨¢s de 120 personas, seg¨²n la ONU, han muerto estos d¨ªas en ataques terroristas contra la comunidad hazara, tradicional objetivo de los talibanes y del Estado Isl¨¢mico
¡°?No formen grupos en la calle!¡±, advert¨ªa este lunes un talib¨¢n a trav¨¦s de la megafon¨ªa de un veh¨ªculo policial todoterreno seg¨²n avanzaba por una avenida de Kabul. Quieren, de esa forma, que las aglomeraciones no se conviertan en un objetivo f¨¢cil de los terroristas en la capital de Afganist¨¢n. El barrio de Dasht-e-Barchi, con m¨¢s de mill¨®n y medio de vecinos, celebra la fiesta de la Ashura, la principal de los chi¨ªes de todo el mundo, en medio de la psicosis por el elevado riesgo de atentados. Cualquier movimiento sospechoso es analizado. Los encargados de la seguridad advierten varias veces de que andan buscando a dos miembros de Estado Isl¨¢mico que se les han colado en el barrio con las peores intenciones. Vecinos y fieles de distintas zonas chi¨ªes de Kabul lo repiten al ser consultados: ¡°No tenemos miedo. Si morimos, seremos m¨¢rtires¡±. Las autoridades del Emirato, impuesto hace un a?o tras la salida de las tropas internacionales, mantienen desplegado un dispositivo de miles de personas. Por la misma avenida por la que piden a los vecinos que se dispersen; circulan, un rato despu¨¦s, dos tanquetas con barbudos milicianos en pose victoriosa.
La principal ciudad del pa¨ªs, de unos cuatro millones de habitantes, ha sido escenario en los ¨²ltimos d¨ªas de varios ataques con bomba contra la comunidad chi¨ª. El n¨²mero de muertos supera los 120, seg¨²n la misi¨®n de Naciones Unidas en Afganist¨¢n, una cifra que recortan de manera importante las autoridades del Emirato impuesto en agosto de 2021. El Estado Isl¨¢mico, de la rama sun¨ª, se ha atribuido los ataques del viernes y el s¨¢bado. Se trata de un claro desaf¨ªo no solo a los chi¨ªes sino tambi¨¦n a los fundamentalistas talibanes, tambi¨¦n ac¨¦rrimos enemigos, aunque sean sun¨ªes como ellos. El barrio de Kart-e-Sakhi fue escenario la semana pasada de un enfrentamiento armado entre unos y otros, con v¨ªctimas mortales por ambas partes. Estos atentados y refriegas evidencian que, al contrario de lo que afirman los jefes del Emirato, no han logrado acabar con el Estado Isl¨¢mico.
En medio de una alerta m¨¢xima ante posibles nuevos atentados, Kabul amanece el lunes blindada con cientos de controles de las fuerzas de los talibanes, especialmente en zonas donde la etnia mayoritaria es chi¨ª, como la hazara de Dasht-e-Barchi. Se trata de una comunidad que representa aproximadamente el 10% de los 40 millones de afganos y que est¨¢ amenazada tradicionalmente tanto por los talibanes como por el Estado Isl¨¢mico. Desde antes del mediod¨ªa hasta entrada la noche, los tel¨¦fonos m¨®viles dejan de funcionar, en lo que los kabul¨ªes sospechan que se trata de una decisi¨®n de las autoridades para tratar de dificultar las comunicaciones de aquellos que pretenden sembrar el terror. Uno de los talibanes integrantes de la seguridad de Dasht-e-Barchi lo confirma a EL PA?S.
Las calles del barrio, en el oeste de la capital y basti¨®n de la comunidad hazara, permanecen cortadas y sin apenas comercio abierto. Es uno de los puntos predilectos para cometer ataques. Se da la paradoja de que, tras tomar el poder hace un a?o, ahora son los talibanes los encargados de proteger una zona en la que hasta hace unos meses comet¨ªan numerosos atentados con cientos de v¨ªctimas.
Agentes armados del Emirato cachean al reportero y le piden los papeles en numerosas ocasiones, al tiempo que registran sus pertenencias para dejarle acceder y avanzar por el barrio. Varias veces le hacen encender la c¨¢mara de fotos para comprobar que no ha instalado en ella un artefacto explosivo y, por el mismo motivo, poner en marcha el ordenador port¨¢til. Hay incluso algunos talibanes que, de paisano, siguen a cualquier sospechoso, como puede llegar a ser un extranjero con c¨¢mara y mochila.
Desfiles improvisados de vecinos que ondean banderas y lanzan c¨¢nticos recorren las avenidas ignorando las advertencias del dispositivo de vigilancia. A menudo, estas procesiones son protagonizadas por ni?as o ni?os, siempre separados y casi siempre vestidos de negro. Las mezquitas, adornadas con banderas y pancartas, se convierten en centro de visita hasta donde se acercan para mostrar sus respetos. En los chiringuitos improvisados en las calles se reparte a los viandantes t¨¦, limonada, agua y caramelos. Frente a ese 10% hazara, la etnia mayoritaria en Afganist¨¢n es la past¨²n (40%), dominante entre los talibanes, seguida de la tayika (27%) y la uzbeka (10%).
En otra zona de la capital, los altavoces emiten m¨²sica religiosa a todo volumen para dar la bienvenida al santuario y la mezquita chi¨ª de Ab¨² Fazl. Es uno de los principales lugares de peregrinaje durante la festividad de la Ashura. Por la ma?ana, decenas de hombres se autoflagelan haciendo sangrar sus espaldas. Dentro, arrodillado a los pies de una bandera recogida en torno a un m¨¢stil a la que muchos se acercan por considerarla sagrada, se halla Sahed Mehdi, de 32 a?os. Llora sin consuelo con la vista fija en el suelo y abrazando la ense?a. ¡°Todos tenemos muchos problemas y en un d¨ªa como hoy no puedo controlar mis emociones¡±, afirma interrumpiendo su duelo durante unos segundos. ¡°Si morimos por venir aqu¨ª, seremos m¨¢rtires y habr¨¢ que celebrarlo¡±, responde cuando se le pregunta por el peligro que pesa sobre los chi¨ªes. El lunes 8 de agosto ha coincidido este a?o en el calendario musulm¨¢n con el d¨¦cimo d¨ªa del mes de muharram, cuando los chi¨ªes conmemoran la muerte de Im¨¢n Husein, nieto de Mahoma, en la batalla de Kerbala (Irak) del a?o 680, lo que abri¨® la escisi¨®n en el Islam entre sun¨ªes y chi¨ªes. ¡°Este lugar es mi refugio de la muerte¡±, a?ade Sahed Mehdi entre la penumbra.
Ninguno de los presentes afirma tener miedo ante la oleada de ataques de los ¨²ltimos d¨ªas. Es m¨¢s, desprecian el posible peligro. ¡°Hay muchas amenazas, sobre todo con estas ¨²ltimas explosiones. No tenemos miedo, solo tememos a Al¨¢¡±, asegura una mujer de 32 a?os que cachea a las mujeres que llegan al templo pese a que ya han pasado antes varios controles. Prefiere no dar su nombre y dice que es una ¡°servidora¡± de la mezquita, un fort¨ªn rodeado de altos muros de hormig¨®n.
Dentro de las instalaciones, al igual que en los accesos, hay talibanes armados. Algunos de ellos se encuentran apostados en las ventanas con armas de distinto calibre que asoman hacia la calle. ¡°No es la primera vez que celebramos la Ashura amenazados¡±, cuenta Sharif, un trabajador de la mezquita de 62 a?os. ¡°Esto ocurre tambi¨¦n con los chi¨ªes de otros pa¨ªses como Pakist¨¢n, Irak o Yemen¡±, a?ade. Una pareja de talibanes se acerca, como quien no quiere la cosa, para controlar las preguntas del reportero. ¡°El Emirato nos da seguridad¡±, zanja complaciente Sharif evitando polemizar delante de los barbudos.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.