Un nuevo invierno brit¨¢nico del descontento
A la crisis del coste de vida en Reino Unido, que ha provocado un sinf¨ªn de huelgas este verano, se suma una tormenta pol¨ªtica por las consecuencias del Brexit y el desgobierno en el que se encuentra el pa¨ªs desde que Johson anunci¨® su dimisi¨®n
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La huelga en Felixstowe, el principal puerto de carga de Reino Unido, es la ¨²ltima en la serie de acciones sindicales que han paralizado el pa¨ªs a lo largo del verano. A los estibadores se han sumado, en distintos momentos, los ferrocarriles, el transporte p¨²blico de Londres o el personal aeroportuario; en las pr¨®ximas semanas, se prev¨¦n parones de funcionaros de correos, abogados de oficio y personal universitario.
El detonante de este sinf¨ªn de huelgas es evidente: la crisis del coste de vida. A mediados de agosto, la inflaci¨®n brit¨¢nica super¨® el 10% ¡ªuna cifra que, seg¨²n un informe de Citigroup, podr¨ªa alcanzar el 18,6% el pr¨®ximo mes de enero¡ª. A ello ha contribuido, ante todo, un encarecimiento energ¨¦tico sin precedentes: si, el pasado jueves, el regulador sectorial Ofgem anunci¨® una subida del 80%, la factura energ¨¦tica de una familia brit¨¢nica, que ahora rondar¨¢ las 3.500 libras anuales (algo m¨¢s de 4.100 euros), podr¨ªa casi duplicarse el pr¨®ximo mes de abril.
Todo ello ha dado lugar a una tormenta perfecta que se agravar¨¢ con el paso de las semanas. Hace escasos d¨ªas, un portavoz del Servicio Nacional de Salud (NHS) advirti¨® que este se encontraba desbordado y apuntaba que la gripe, la covid y el encarecimiento energ¨¦tico podr¨ªan desembocar en una ¡°crisis humanitaria¡±. En un reciente informe, la fundaci¨®n Joseph Rowntree denuncia que la energ¨ªa amenaza con convertirse ¡°en un lujo que solo puedan permitirse los ricos¡±. Y en una tribuna en The Guardian, el ex primer ministro Gordon Brown advierte de que, con su inacci¨®n, Downing Street ¡°se arriesga a condenar a millones de ni?os y pensionistas vulnerables a un invierno de pobreza extrema¡±.
A este panorama econ¨®mico se suman, a su vez, dos agravantes pol¨ªticos. Por una parte, las consecuencias de un Brexit que ha dejado un Reino Unido inseguro, expuesto a una escasez de suministro energ¨¦tico e inmerso en una profunda crisis identitaria sobre su papel en el mundo. Por otra, el desgobierno en que se encuentra el pa¨ªs desde que el pasado 7 de julio Boris Johnson anunciara su dimisi¨®n en diferido, sumiendo a su partido en una guerra sucesoria que ha paralizado la labor del Gobierno y la actividad parlamentaria.
El sucesor de Johnson, que se conocer¨¢ el pr¨®ximo 5 de septiembre, deber¨¢ hacer frente a un panorama pol¨ªtico endiablado. A la crisis energ¨¦tica se suman unas encuestas que ponen a su partido m¨¢s de 10 puntos por detr¨¢s de los laboristas. Son inevitables, por ello, dos paralelismos hist¨®ricos. Por una parte, con el llamado invierno del descontento de 1979, cuando una sucesi¨®n de huelgas, cortes energ¨¦ticos y aumentos de la inflaci¨®n tumbaron al Gobierno laborista de James Callaghan y terminaron con Margaret Thatcher en Downing Street. Por otra, con la d¨¦cada de los noventa, cuando el Gobierno de John Major languidec¨ªa, un joven Tony Blair calentaba motores y el laborismo se preparaba para su primera victoria electoral en 18 a?os. Tras 12 a?os de hegemon¨ªa tory, la coyuntura econ¨®mica puede acelerar el fin de ciclo.
La tormenta pol¨ªtica que atraviesa Reino Unido tiene elementos paradigm¨¢ticos: las consecuencias econ¨®micas y geopol¨ªticas del Brexit, el desastroso legado del Ejecutivo de Johnson y la sensaci¨®n de desgobierno que trasmiten unos tories cada vez m¨¢s desnortados. Y, sin embargo, ser¨ªa ingenuo pensar que la Uni¨®n Europea no pueda verse expuesta a los mismos riesgos. Como la hormiga de la f¨¢bula de Esopo, Europa har¨ªa bien en aprovechar el oto?o para hacer acopio energ¨¦tico, blindar sus servicios p¨²blicos y proteger a su ciudadan¨ªa m¨¢s vulnerable. De lo contrario, el verano del descontento puede desembocar, a lo largo del continente, en un invierno de pobreza.
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