El obrero ucranio que se convirti¨® en h¨¦roe tras morir en el frente
Kiev no suele dar cifras oficiales de sus militares muertos, pero los despide por todo lo alto. Es el caso de Vladyslav Sopronchuk, herido en abril y que, tras recuperarse, regres¨® a Donb¨¢s, donde ha perdido la vida
Siete curas, una veintena de militares, el alcalde, numerosos vecinos y la familia han despedido este jueves a Vladyslav Sopronchuk, un militar ucranio de 27 a?os. Un ¨²ltimo adi¨®s en medio de un mar de flores, incienso, c¨¢nticos, oraciones y salvas de sus compa?eros al cielo del camposanto de Novograd-Volinski, una localidad de la regi¨®n de Yit¨®mir, al oeste de Kiev. Un funeral por todo lo alto para un hombre obrero de profesi¨®n y patriota por convicci¨®n.
Sopronchuk acababa de atravesar la mayor¨ªa de edad cuando, entre 2013 y 2014, Kiev acogi¨® las manifestaciones de la revoluci¨®n de Maid¨¢n (plaza, en ucranio). Ucrania quer¨ªa librarse del cors¨¦ que le quer¨ªa imponer Mosc¨². Pero ese mismo a?o Rusia ocup¨® ilegalmente la pen¨ªnsula ucrania de Crimea y en el este, en las regiones de Donetsk y Lugansk, la guerra enfrentaba a las tropas locales con milicianos prorrusos. Hasta all¨ª se fue Sopronchuk a combatir durante a?o y medio tras dejar su trabajo en la construcci¨®n.
Aquel conflicto, teledirigido directamente desde el Kremlin, se ha mantenido hasta que el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, orden¨® la invasi¨®n de Ucrania el pasado 24 de febrero. Desde entonces, los tent¨¢culos de la guerra se han extendido como una mancha de aceite m¨¢s all¨¢ del este y alcanzan, de manera directa o indirecta, a toda la antigua rep¨²blica sovi¨¦tica, donde se suceden los entierros.
El obrero de Novograd-Volinski no tard¨® en alistarse al ver llegar al invasor este a?o y se march¨® de nuevo al frente. En abril result¨® herido y durante su hospitalizaci¨®n su padre muri¨® de un ataque al coraz¨®n, se?ala un funcionario de la ciudad que asiste a la familia en el entierro. Conseguida el alta, volvi¨® a vestir el uniforme de camuflaje. Vladyslav Sopronchuk se top¨® finalmente con la muerte el pasado 24 de agosto mientras combat¨ªa en los alrededores de la localidad de Sloviansk, en la regi¨®n de Donetsk.
Aunque son miles los que ya han muerto en los ¨²ltimos meses, Ucrania no suele dar cifras oficiales de sus v¨ªctimas en la guerra desatada desde la invasi¨®n de febrero, aunque el general Valeriy Zaluzhnyi coment¨® el 22 de agosto, al filo de los seis meses de conflicto, que son unas 9.000 las p¨¦rdidas en el campo de combate. Sin embargo, la cifra de m¨¢s de 50.000 soldados del Kremlin muertos que ofrecen las autoridades de Kiev, y que actualizan a diario, es considerada una exageraci¨®n que busca amplificar sus logros en el campo de batalla. Gran Breta?a calcula que son la mitad y EE UU unos 20.000.
Eso s¨ª, Ucrania despide a sus ca¨ªdos de la mejor forma posible y sin ocultar unas ceremonias que al otro lado de la frontera no se prodigan. El funeral y entierro de Sopronchuk es una muestra de ello. Decenas de personas portando ramos de flores rodean en c¨ªrculo al finado y su familia mientras el alcalde de la localidad, Mikola Borovets, glosa la figura del ca¨ªdo. Los llantos de Galina, la madre, y de Darya, la viuda, que acarician el f¨¦retro cubierto con la ense?a nacional, concentran la atenci¨®n de todos los presentes en el patio de la iglesia de San Miguel. La comitiva emprende poco despu¨¦s su camino al cementerio. All¨ª, a ritmo de toque f¨²nebre de trompeta y tambor, los compa?eros izan de nuevo a hombros el cuerpo.
¡°Fue su propia decisi¨®n y ahora lo hemos perdido. Era una buena persona. Desde 2014 decidi¨® ir con el Ej¨¦rcito adonde otros j¨®venes no quieren ir. Este a?o, igual, mi hijo tom¨® la decisi¨®n de ir, como hicieron en el pasado su abuelo y su padre¡±, comenta a EL PA?S Galina. ¡°Nadie puede hablar mal de ¨¦l. No lo digo porque sea su madre. Todos piensan igual¡±.
Una hilera de otros 13 combatientes de Novograd-Volinski ca¨ªdos desde el pasado 24 de febrero antecede a la fosa donde es depositado el f¨¦retro de Sopronchuk. Algunos de los presentes arrojan tierra sobre el ata¨²d en medio de un mar de l¨¢grimas y llantos. Minutos despu¨¦s, en el colorido cementerio cuajado de flores y adornado con banderas, solo queda Lidia, una anciana de 76 a?os que, pala en mano, ayuda a su hijo a acabar de llenar de tierra el agujero donde descansa el ¨²ltimo h¨¦roe local. En casa espera a Darya su hija Eva, la ni?a de tres a?os que tuvo con Vladyslav.
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