Geraldo Alckmin, el adversario de centroderecha y aliado de Lula para derrotar a Bolsonaro
El candidato a vicepresidente es un veterano del PSDB reclutado para atraer al poder econ¨®mico y a la clase media que apost¨® por Bolsonaro
El candidato a vicepresidente que acompa?a a Luiz In¨¢cio Lula da Silva en su intento de regresar al poder en Brasil es otro veterano que, como ¨¦l, lleva varias d¨¦cadas en pol¨ªtica. Fue gobernador de S?o Paulo, el Estado m¨¢s rico y motor econ¨®mico de la potencia latinoamericana. Lo llamativo es que Geraldo Alckmin, de 70 a?os, y Lula fueron hasta hace unos meses dos adversarios que se han sacudido duro a lo largo de los a?os y han dicho cosas horribles el uno sobre el otro. Por eso muchos de sus compatriotas se quedaron boquiabiertos.
?Iba a confiar el izquierdista en uno de los grandes s¨ªmbolos del centroderecha cl¨¢sico, un hombre que apoy¨® el impeachment contra Dilma Rousseff? ?El mismo que en la anterior campa?a presidencial era candidato y dijo en un mitin que ¡°despu¨¦s de arruinar el pa¨ªs, Lula quiere volver al poder, a la escena del crimen¡±? La respuesta es s¨ª. Lleva de n¨²mero dos al hombre con amplia experiencia al que ¡ªvueltas que da la vida¡ª derrot¨® en los comicios de 2006.
El antiguo adversario es ahora ¡°el compa?ero Alckmin¡±, como Lula acostumbra a presentarlo en los m¨ªtines. Juntos se presentan como la mejor f¨®rmula para derrotar al presidente Jair Bolsonaro en las urnas el domingo 2 y salvaguardar, o rescatar, una de las mayores democracias del mundo. Si es necesaria una segunda votaci¨®n, ser¨¢ el d¨ªa 30. Al expresidente le gusta recordar que pese a los golpes bajos de las refriegas electorales, Alckmin y ¨¦l siempre se han tratado con respeto, como adversarios. A diferencia de Bolsonaro, para el que discrepar es sin¨®nimo de enemigo.
Nacido en una ciudad de nombre impronunciable (Pindamonhangaba, S?o Paulo), Alckmin aporta a este matrimonio de conveniencia varias cosas importantes para Lula: cercan¨ªa con el poder econ¨®mico, con el que Alckmin tuvo una relaci¨®n muy estrecha durante sus muchos a?os en la c¨²pula del Gobierno paulista (2001-2018) y una imagen de moderaci¨®n ¨²til para atraer a esa clase media blanca urbana que en 2018 se ech¨® en brazos de Bolsonaro por el ansia de cambio, el odio a Lula y los suyos, sus recetas liberales en econom¨ªa y promesas contra la corrupci¨®n.
E, importante, Alckmin era una especie de cad¨¢ver pol¨ªtico cuando Lula toc¨® a su puerta. En los comicios de hace cuatro a?os su propuesta de derecha cl¨¢sica moderada fue arrasada por el extremismo del candidato Bolsonaro: el pol¨ªtico cay¨® en primera vuelta con menos del 5%. Su sigla de toda la vida, el PSDB (el Partido Socialdem¨®crata Brasile?o), la formaci¨®n que desde la redemocratizaci¨®n y hasta la destituci¨®n de Rousseff se altern¨® en el poder con el Partido de los Trabajadores (PT), est¨¢ en declive y tampoco contaba con ¨¦l para estas elecciones.
Y de repente, Lula se presenta con la oportunidad de tocar el sue?o, no como presidente de la rep¨²blica, sino como vicepresidente. Acept¨®. Alckmin abandon¨® su partido y se afili¨® a una sigla m¨¢s a la izquierda.
Este hombre conservador, cat¨®lico, cercano al Opus Dei y soso, se embarc¨® en la campa?a con Lula y empez¨® a hacer bromas sobre su car¨¢cter y su apodo, picol¨¦ de chuchu (polo de chayote, una ins¨ªpida hortaliza). Incluso en su grisura se complementa con el carism¨¢tico optimismo de Lula.
En las ocasiones en las que Lula ha comparecido en televisi¨®n durante esta campa?a electoral, cuando mira directamente a los ojos de los telespectadores ¡ªy del pueblo¡ª, Alckmin, a secas, es una de sus bazas importantes. Es la carta de la moderaci¨®n, el aliado para tranquilizar a los temerosos, a aquellos que lo consideran demasiado de izquierdas, demasiado radical e incluso peligroso. Apela a la enorme experiencia de gobierno que acumulan juntos frente a un Bolsonaro que ataca las instituciones y gestion¨® la pandemia con negligencia o mala fe.
El ala dura de la izquierda brasile?a y los movimientos sociales de su ¨®rbita aceptaron el pacto con el derechista sin demasiado ruido. Los activistas negros y muchos votantes de tez oscura tambi¨¦n apretar¨¢n los dientes. Votar¨¢n por el d¨²o, aunque le reprochan a Alckmin el gatillo f¨¢cil de la polic¨ªa en S?o Paulo mientras estuvo en el Gobierno. Todo sea por defender la democracia y echar a Bolsonaro.
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