El sindicato metal¨²rgico de Lula, a la espera de una victoria frente al declive
La agrupaci¨®n que catapult¨® al hoy candidato celebra la vuelta de su l¨ªder espiritual, pero reclama una pol¨ªtica industrial s¨®lida para detener el cierre de f¨¢bricas
Cuando la porra golpea, mejor hacerse un ovillo. Algo parecido pens¨® el sindicalista Mois¨¦s Selerges tras recibir la llamada. Acababan de emitir una orden de prisi¨®n contra el expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva. ?Qu¨¦ hacer? A Selerges solo se le ocurri¨® un plan de acci¨®n posible: ¡°Traigan a Lula para ac¨¢ inmediatamente. El sindicato es el ¨²nico lugar donde estar¨¢ seguro¡±. Y all¨ª fue el expresidente. Por el camino, pitidos, gritos de ¡°?ladr¨®n!¡±, y helic¨®pteros de la televisi¨®n sobrevolando la caravana como si se tratase de un criminal a la fuga. En el momento m¨¢s bajo de la vida pol¨ªtica del dirigente, el Sindicato de los Trabajadores Metal¨²rgicos del ABC de S?o Paulo, origen y coraz¨®n del movimiento lulista, estaba all¨ª otra vez para darle refugio.
Durante tres d¨ªas en ese mes de abril de 2018, Lula se hizo fuerte en este sindicato de los suburbios de S?o Paulo que dirigi¨® en los a?os setenta. Le trajeron ropa de casa y extendieron un colch¨®n en el comedor del subsuelo para que pudiese dormir. En los estrechos ventanucos a nivel de calle se ve¨ªan los pies de cientos de sindicalistas que gritaban ¡°?no se entrega, no se entrega!¡±. Dentro, las opiniones se divid¨ªan entre aquellos que pensaban que era mejor entregarse y evitar una escalada con las fuerzas de seguridad, y los que propon¨ªan resistir hasta el final o tratar de llevarlo a una embajada para que pidiese asilo pol¨ªtico. Al final, Lula prefiri¨® no tensar m¨¢s la cuerda y se entreg¨® a la Polic¨ªa.
El sindicato que le sirvi¨® de casa esos d¨ªas est¨¢ hoy de celebraci¨®n. Lula ha vuelto, despu¨¦s de que los jueces anularan sus condenas por corrupci¨®n por defectos de forma. Nadie se lo esperaba. Si a Selerges le hubiesen dicho que en 2022 iba a competir otra vez por la Presidencia, no se lo habr¨ªa cre¨ªdo. ¡°Nadie pensaba que su regreso fuera posible. Cre¨ªamos que iba a seguir all¨ª en la c¨¢rcel¡±, dice el hoy presidente del sindicato, un hombre de 56 a?os con calva reluciente y voz ronca que todav¨ªa trabaja en la f¨¢brica de Mercedes Benz porque le parece ¡°placentero¡±. ¡°Lula fue un padre para nosotros, pero en 2018 fue tambi¨¦n nuestro hijo¡±, afirma. ¡°Lo ten¨ªamos que cuidar¡±. Superado ese momento, ahora esperan de ¨¦l medidas concretas para frenar el declive industrial de la zona.
Selerges capitanea el gremio metal¨²rgico desde un edificio funcional con suelo de m¨¢rmol gris y techos bajos en S?o Bernardo do Campo, el municipio industrial por excelencia de S?o Paulo. Aunque hubo renovaciones hace unos a?os para a?adir una nueva ala, el esp¨ªritu de Lula lo impregna todo. De hecho, todav¨ªa conservan como pieza de museo el despacho que utilizaba cuando era l¨ªder. ¡°Presidencia¡±, reza el r¨®tulo en la puerta de chapa de madera oscura. En el interior, se respira a?os setenta: tel¨¦fonos fijos con disco de marcar, parqu¨¦ de listones estrechos en zig zag y sof¨¢s de material sint¨¦tico color amarillo lima. Aqu¨ª Lula se convirti¨® en Lula.
A Gijo le hierve la sangre cuando recuerda esos d¨ªas. Bajo la amenaza de las porras de la dictadura, en 1979 Lula reuni¨® a miles de obreros en un estadio de la zona para convocar a la huelga. No ten¨ªan equipo de sonido y las palabras del sindicalista ten¨ªan que ser repetidas de boca en boca: ¡°Compa?eros y compa?eras¡ de nuevo los patrones est¨¢n queriendo comerse un pedazo de nuestro salario¡¡±, dec¨ªa. Como tampoco hab¨ªa escenario, Lula hablaba sobre unas enclenques mesas de pl¨¢stico. ¡°Va a colapsar esta mierda¡±, recuerda haber pensado Gijo, uno de los hombres que las sujetaban por debajo.
Junior Rodrigues Silva, conocido por todos como Gijo, es hoy un hombre de 79 a?os, bajito y con barba blanca de pocos d¨ªas. Dej¨® de ser trabajador metal¨²rgico hace 40 a?os porque lo despidieron de la f¨¢brica por su actividad sindical. Desde entonces, tiene un restaurante en S?o Bernardo que se especializa en chuletas, servidas humeantes en una bandeja con patatas fritas, arroz y frijol. Sin embargo, nunca ha dejado de ser metal¨²rgico. Siempre que puede atiende las reuniones para aplaudir o silbar, seg¨²n las circunstancias. ¡°La Polic¨ªa nos daba muchas palizas, pero nosotros tambi¨¦n zurr¨¢bamos¡±, recuerda sobre el sindicalismo durante la dictadura.
Y su lealtad a Lula, a quien conoci¨® en 1969, sigue igual de firme. ¡°Aqu¨ª es donde come la chuleta¡±, se?ala Gijo, apuntando a una mesa cerca de la cocina. Las estanter¨ªas guardan decenas de botellas de vino tinto Marcon, barato y brasile?o, el favorito del dirigente. Aunque en la sala del comedor no hay banderas rojas del Partido de los Trabajadores para evitar el conflicto con los bolsonaristas, la mitad de su clientela, el almac¨¦n ya es otra cosa. Junto a los sacos de patatas, tiene fajos de propaganda para distribuir. ¡°?l siempre nos dec¨ªa: ¡®La lucha contin¨²a¡¯. Y contin¨²a hasta hoy¡±.
Decadencia industrial en S?o Bernardo
Pese a la energ¨ªa sin l¨ªmites de Gijo, el sindicato ya no es lo que era. Ford se fue hace tres a?os. Toyota abandonar¨¢ el municipio en 2023 para irse a otro lugar con m¨¢s terreno disponible. La industria en S?o Bernardo est¨¢ en decadencia por falta de espacio y por los incentivos fiscales ofrecidos por otros Estados brasile?os para atraer f¨¢bricas. En un plano m¨¢s general, Brasil, que lleva ocho a?os capeando crisis econ¨®micas sucesivas, ha registrado una disminuci¨®n del peso de la industria, que ha ca¨ªdo del 23% del PIB en 2011 al 19% en 2021.
Cada f¨¢brica que se va del municipio es una pu?alada en el costado del sindicato. Desde el pico de 2011, cuando hab¨ªa 108.000 trabajadores y 68.000 de estos estaban afiliados, los n¨²meros han ca¨ªdo a 70.000 metal¨²rgicos y unos 42.000 afiliados. Selerges acusa al Gobierno de Jair Bolsonaro de haber olvidado la industria para priorizar la producci¨®n agr¨ªcola masiva. ¡°Solo piensan en la soja. Quieren transformar Brasil en una hacienda gigantesca, pero no deber¨ªamos solo exportar mel¨®n, debemos procesar la pulpa para exportar un producto con valor agregado¡±, dice, y da otro ejemplo: ¡°Las f¨¢bricas de autom¨®viles se pararon por falta de semiconductores durante la pandemia. ?Por qu¨¦ no fabricarlos aqu¨ª?¡±
Con una victoria de Lula, los trabajadores metal¨²rgicos esperan devolver a la industria y a S?o Bernardo, porque uno no se entiende sin el otro, al lugar de anta?o. Que el candidato eligiera la cercana f¨¢brica de Volkswagen para lanzar su campa?a fue una buena se?al. Pero, si los gestos no se materializan en pol¨ªticas, el sindicato est¨¢ listo para ir a la calle otra vez, aunque sea contra uno de los suyos. ¡°El sindicato est¨¢ hecho para enfrentar al patr¨®n y al Gobierno¡±, afirma serio Selerges, aunque luego matiza: ¡°No vamos a gritar ¡®fuera Lula¡¯ a la primera de cambio, pero nos vamos a manifestar¡±.
En su restaurante de chuletas, Gijo conf¨ªa en que ¡°la Ford¡± vuelva al municipio si gana Lula. Ya tiene elegida la camisa que se pondr¨¢ este domingo. Roja, por supuesto. Llevar¨¢, adem¨¢s, una bandera de Brasil al colegio electoral donde vota, el mismo de Lula. All¨ª lo esperar¨¢ desde temprano. Cuando llegue y se baje del coche, sacar¨¢ la ense?a y le dir¨¢: ¡°Se?or presidente, la naci¨®n est¨¢ en sus manos¡±. Tambi¨¦n lo est¨¢ el sindicato que lo catapult¨® y, d¨¦cadas despu¨¦s, le dio cobijo en su momento m¨¢s oscuro.
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