El debate en un bar de R¨ªo: mayor¨ªa lulista y dos parroquianos firmes con Bolsonaro
A pesar de la audiencia millonaria, en las televisiones cariocas el cara a cara se mantuvo en un discreto segundo plano: ¡°Si hay f¨²tbol, prefiero f¨²tbol¡±
Faltan pocos minutos para que los candidatos aparezcan en directo y en los bares de Gl¨®ria, en los alrededores del centro de R¨ªo de Janeiro, grupos de amigos se agolpan frente a la televisi¨®n. Aqu¨ª campa a sus anchas la llamada, a veces con cari?o, a veces con sarcasmo, ¡°izquierda festiva¡± o ¡°burgues¨ªa folcl¨®rica¡±. Ropas coloridas, gorras rojas del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y pegatinas con la cara de Lula da Silva y el ya cl¨¢sico Para que Brasil sea feliz de nuevo conviven con azulejos a?os sesenta y botellas polvorientas de cachaza como tel¨®n de fondo.
Oscar Almeida, el propietario de la Cantina do Catete, se esfuerza en mantener la calma entre los parroquianos de toda la vida (algunos abiertamente bolsonaristas) y la clientela m¨¢s af¨ªn al Partido de los Trabajadores (PT) conquistada en los ¨²ltimos tiempos. Cada frase certera de Lula se celebra como un gol. El formato del debate, que permite que Lula y Jair Bolsonaro anden por el plat¨®, hace las delicias de la clientela. Cuando Bolsonaro pone la mano sobre el hombro del expresidente, sube el volumen de los gritos: ¡°?Le ha tocado, ?le ha tocado! ?Ahora vienen las hostias!¡±. Algunos casi que se frotan las manos, otros, como Raquel Simon, estudiante de pedagog¨ªa, aprieta los dientes: ¡°Yo es que estoy muy tensa, hay que tener mucho est¨®mago para ver esto, pero espero que ayude a los indecisos¡±, conf¨ªa.
M¨¢s all¨¢ de la primera fila de atentos telespectadores, en general lulistas, que luchan para entender algo entre la algarab¨ªa, hay un grupo menos politizado, que presta atenci¨®n de reojo y est¨¢ m¨¢s pendiente de que las botellas de cerveza helada no se caigan de la mesa. Quiz¨¢ entre ellos haya alguno de esos indecisos. ¡°Para m¨ª estos dos son dos payasos en el circo¡±, dice Felipe Builio, un joven que en la primera vuelta vot¨® a Ciro Gomes, de centro-izquierda, y que ahora est¨¢ casi convencido de votar a Bolsonaro. A Lula seguro que no. Los votos de los electores de Gomes y de otra presidenciable derrotada, la senadora de centro-derecha Simone Tebet, son clave para decantar la balanza en la segunda vuelta del 30 de octubre. Al lado de Builio, su novia, Ta¨ªs Alayo, suspira mientras escucha una retah¨ªla de cr¨ªticas al PT y da a entender que en lo pol¨ªtico no hay consenso en la pareja. ¡°Yo no puedo votar a la derecha, ?soy pobre!. Pero le respeto, cada uno con su opini¨®n¡±, dice.
El clima de paz y amor tarda poco en romperse. Dos parroquianos del bar, viejos conocidos, estaban aguant¨¢ndose las ganas de aplaudir a Bolsonaro hace rato. Est¨¢n en clara minor¨ªa, pero cuando el presidente saca pecho hablando de los horrores del comunismo en Cuba y Venezuela, estallan de alegr¨ªa. La juventud alrededor reacciona: ¡°?Fuera Bolsonaro! ?Est¨¢is solos!¡±. Uno de los fans del presidente, Djalma Olegario, es el ¨²nico del bar, y pr¨¢cticamente de toda la ciudad, que a¨²n luce una m¨¢scara contra el covid-19. El detalle no pasa desapercibido para los j¨®venes izquierdistas. ¡°?Qu¨ªtate la m¨¢scara, valiente, que tu presidente dice que es s¨®lo una gripecita!¡±, dice uno de ellos. Al final, la sangre no llega al r¨ªo. La televisi¨®n vuelve al modo silencio y empieza a sonar samba. Almeida, con su sempiterno buen humor, sigue abriendo cervezas a destajo. ¡°Todo en paz, gracias a Dios¡±, zanja sonriente.
A pesar de la gran millonaria, en las televisiones de los bares cariocas el debate estuvo en un discreto segundo plano. En la plaza S?o Salvador, otro basti¨®n de la izquierda, el f¨²tbol se llev¨® el protagonismo. Las pantallas esta noche estaban dedicadas al Fluminense, uno de los principales clubes de la ciudad, en un partido irrelevante contra el Ava¨ª. ¡°Si hay f¨²tbol, prefiero f¨²tbol. No quiero l¨ªos¡±, dec¨ªa un camarero.
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