M¨¢s de 400 rusos buscan protecci¨®n en Espa?a: ¡°No quiero formar parte de este crimen contra Ucrania¡±
Cuatro j¨®venes explican desde Madrid, Barcelona y Sevilla los motivos que los llevaron a huir de un r¨¦gimen que cada vez oprime m¨¢s a los cr¨ªticos con la guerra, al colectivo LGTBI y a cualquiera que cuestione la narrativa del Kremlin
Huir. Huir lejos y no participar de un crimen. Este es el sentimiento com¨²n que ha movido a miles de ciudadanos rusos a dejar su pa¨ªs y buscar asilo pol¨ªtico, especialmente tras la brutal invasi¨®n a Ucrania que inici¨® el presidente Vlad¨ªmir Putin el 24 de febrero. Seg¨²n los ¨²ltimos datos del Ministerio del Interior, 437 de ellos han recalado en Espa?a. Las de Mar¨ªa, Dimitri, Vilen e Iv¨¢n son cuatro historias que reflejan la claustrofobia, los miedos y la presi¨®n que sent¨ªan en Rusia y los diferentes motivos que los empujaron a dejar a sus familias, sus hogares y sus trabajos para empezar otra vida en otro lugar con m¨¢s libertad. Lejos tambi¨¦n de las amenazas de prisi¨®n, de la homofobia y del ej¨¦rcito de Putin.
Vilen lleva desde los 19 a?os ¡°luchando contra la pol¨ªtica rusa y la pol¨ªtica de Putin¡±, recordaba el lunes desde un parque en la zona norte de Madrid al que lleg¨® algo ruborizado. Original de Krasnodar, en el suroeste de Rusia, este solicitante de asilo tiene hoy 25. Aterriz¨® en Espa?a junto a su novio en junio, huyendo del ej¨¦rcito, pero tambi¨¦n superado por la homofobia que sufr¨ªa en Rusia. ¡°El d¨ªa que me fui [12 de junio] fue muy triste. Fui a ver a mi abuela; mi madre no me soltaba la mano. Se preguntaba por qu¨¦ me ten¨ªa que ir tan lejos. Tambi¨¦n me desped¨ª de mis hermanos. Hubo l¨¢grimas y muchos abrazos¡±, recuerda el joven con una sonrisa nerviosa. Aunque entend¨ªa los motivos que mov¨ªan a Vilen a dejar Rusia, su madre lo agarraba mientras le suplicaba que se marcharan a un pa¨ªs un poco m¨¢s cercano, como Armenia o Georgia, pero ¨¦l no quer¨ªa. ¡°All¨ª hay una homofobia muy fuerte¡±, se lamenta. Por eso, con la ayuda econ¨®mica de la madre de su novio, eligi¨® para empezar una vida Madrid, ciudad a la que lleg¨® en avi¨®n a trav¨¦s de Erev¨¢n, la capital de Armenia, y Varsovia. ¡°Fue un d¨ªa muy duro. Entend¨ª que a partir de entonces ya no sabr¨ªa cu¨¢ndo podr¨ªa volver a ver a mi familia¡±, recuerda resignado, pero agradecido del apoyo que ha encontrado a su llegada. Por ejemplo, por parte de un activista que los acogi¨® en su casa o de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR), que los ayuda, como a otros solicitantes de asilo, con la burocracia para conseguir la protecci¨®n internacional y que ha facilitado la elaboraci¨®n de este reportaje.
Pese a que Vilen ¡ªmoreno, barba de tres o cuatro d¨ªas y unos inocentes ojos color miel¡ª sali¨® de su pa¨ªs antes de la movilizaci¨®n general de reservistas decretada por Putin el 21 de septiembre, el joven ya se ol¨ªa lo que estaba por llegar. Huye del servicio militar obligatorio desde que es mayor de edad. Consigui¨® que le concediesen el servicio civil alternativo (servicios en entidades p¨²blicas como hospitales o residencias), pero nunca se llev¨® a la pr¨¢ctica, as¨ª que los funcionarios de Defensa contin¨²an busc¨¢ndolo. ¡°Soy pacifista¡±, dice, ¡°y cualquier comentario o protesta contra la narrativa oficial puede acarrear penas de hasta 15 a?os de prisi¨®n¡±. As¨ª que Vilen, coordinador de un movimiento de objetores de conciencia, empez¨® a temer por su futuro por la postura contra la guerra de Ucrania de su organizaci¨®n. ¡°Renuncio a pertenecer al ej¨¦rcito ruso. No quiero entrar a filas¡±, sentencia. A su compatriota Mar¨ªa, lesbiana de 35 a?os exiliada en Barcelona, esta ley, sin embargo, no la amedrentaba y ha ido publicando en sus redes sociales sus cr¨ªticas contra la guerra. ¡°Creo que eso tambi¨¦n es activismo¡±, ilustraba Mar¨ªa el viernes desde una cafeter¨ªa de Barcelona, donde reside desde julio.
Algo parecido le ocurre a Dimitri (nombre falso para preservar su privacidad), de 29 a?os. ?l s¨ª pudo hacer el servicio civil alternativo, seg¨²n acredita durante la entrevista, el lunes en el centro de Madrid, donde lleg¨® el pasado 18 de noviembre. Pudo salir de Rusia tan solo una semana despu¨¦s de la movilizaci¨®n a filas para que los hombres en edad de luchar fueran al frente de Ucrania. El 20 de octubre, un mes despu¨¦s, el abuelo de Dimitri recibi¨® la notificaci¨®n para que su nieto se presentase en la oficina de reclutamiento. Por suerte, el joven ya estaba fuera del pa¨ªs, una huida que llevaba ya mascando desde abril. ¡°Tras el inicio de la guerra [en febrero], la situaci¨®n en Rusia se iba a complicar y decid¨ª que yo no quer¨ªa formar parte de este crimen contra Ucrania. Ya est¨¢bamos participando a trav¨¦s de los impuestos, pero no quer¨ªa que esto sucediera de una manera m¨¢s directa. Ese fue mi mayor temor¡±, relata este dise?ador de moda, delgad¨ªsimo, alto, que tambi¨¦n pertenece al colectivo LGTBI.
Una Rusia en retroceso
Dimitri, que a¨²n no ha solicitado oficialmente el asilo en Espa?a, no solo cree que la guerra es un crimen del Gobierno ruso contra Ucrania, sino tambi¨¦n contra su propia naci¨®n. ¡°Todo lo que se ha construido [en Rusia] durante los ¨²ltimos 30 a?os como negocios, etc¨¦tera, ahora est¨¢ en retroceso¡±, asegura. Mar¨ªa, activista feminista ¡ªy mucho m¨¢s combativa¡ª, coincide plenamente: ¡°Rusia se est¨¢ convirtiendo en un pa¨ªs medieval¡±, bromeaba el viernes en Barcelona. ¡°Ahora est¨¢ sumida en una tremenda crisis. Hay que pagar much¨ªsimo dinero por la comida, que es de una calidad de mierda. Y el transporte p¨²blico cuesta cada a?o un poco m¨¢s¡±, se lamentaba.
El dise?ador, como todos los entrevistados para este reportaje, recuerda cada detalle del d¨ªa en el que tom¨® la decisi¨®n de huir de la Rusia de Putin, de la Rusia en guerra, de la Rusia hom¨®foba y en retroceso. ¡°Era la tarde del 28 de septiembre, estaba en la oficina y fui a hablar con mi encargada. Le dije que me iba, que cog¨ªa las vacaciones antes de lo previsto. Mis compa?eros lo entendieron y con l¨¢grimas en los ojos se despidieron. Me march¨¦ a mi casa y recog¨ª mis cosas¡±. Al d¨ªa siguiente, dej¨® su apartamento de Mosc¨² ¡ªque a d¨ªa de hoy sigue pagando¡ª y cogi¨® un avi¨®n a San Petersburgo, desde donde se subi¨® a un autob¨²s que en siete horas le llev¨® a Helsinki. ¡°El ej¨¦rcito ya entend¨ªa que muchos est¨¢bamos huyendo [de la movilizaci¨®n a filas] e instal¨® controles fronterizos [para interceptar a los hombres en edad de ir al frente], pero el conductor del autob¨²s se fue por carreteras alternativas para evitarlos¡±, cuenta. ¡°Intent¨¢bamos adelantarnos al Gobierno¡±, presume. En Helsinki estuvo unos d¨ªas en un hostal ¡°abarrotado de rusos¡±, ilustra con cierto humor. Desde all¨ª teletrabajaban mientras se informaban en la prensa de las novedades de la guerra.
Dimitri, que acude a la entrevista en Madrid con um aspecto muy cuidado (impolutos zapatos negros de charol y pantalones beis perfectamente planchados), cuenta su periplo: de Helsinki a Tampere, tambi¨¦n en Finlandia; de ah¨ª a ?msterdam, donde se reuni¨® con unos amigos. La siguiente etapa fue la isla portuguesa de Madeira, donde ya hab¨ªa estado ¡ª¡±El oc¨¦ano me ayudar¨¢ a bajar toda esta tensi¨®n¡±, pens¨®¡ª, para despu¨¦s pasar unos d¨ªas en las Azores. De ah¨ª, quiso visitar a unos amigos en Georgia, pero se le complic¨® la cosa. Cuando se dirig¨ªa a Tbilisi v¨ªa Bucarest y Tel Aviv, los israel¨ªes lo pararon y lo devolvieron a Rumania. ¡°?Sabes cu¨¢ntos rusos que entran como turistas salen luego de Israel? Cero¡±, asegura que le increp¨® un funcionario del aeropuerto de Tel Aviv. As¨ª que Dimitri fue deportado a Bucarest, desde donde embarc¨® en otro vuelo a Madrid. ¡°Parad¨®jicamente, me sentaron al lado de una se?ora ucrania con la que me entend¨ª muy bien. Acab¨® d¨¢ndome su comida porque me dijo que yo la iba a necesitar m¨¢s¡±, recuerda.
Pese a todo, no pierde la esperanza de volver a su pa¨ªs. Asegura que este es un periodo m¨¢s tranquilo, antes de que el Gobierno vuelva a movilizar a filas despu¨¦s de las fiestas de Navidad, a principios de 2023. ¡°Tengo miedo de volver porque puede ser que luego no me dejen salir o que llamen a la polic¨ªa y me lleven a un centro de reclutamiento. Esos riesgos existen¡±, asegura.
Persecuci¨®n
Esa sensaci¨®n de persecuci¨®n acompa?a desde hace a?os tambi¨¦n a Iv¨¢n (nombre falso para proteger su identidad), un joven de 22 a?os de San Petersburgo que estudia Arqueolog¨ªa en la Universidad de Sevilla. ¡°S¨¦ que me est¨¢n buscando porque tienen el contacto de mi madre y le env¨ªan SMS para que vaya a actualizar mis datos. Pero es una trampa. ?Nos est¨¢n buscando a todos!¡±, exclama. Sali¨® de Rusia el a?o pasado, antes de la guerra, por ser pacifista y querer escapar de las campa?as de reclutamiento para el servicio militar obligatorio. Reniega tambi¨¦n de la alternativa civil (que s¨ª hizo Dimitri) porque cree que es una suerte de ¡°esclavitud legalizada¡± en la que se trabaja por menos del salario m¨ªnimo.
Iv¨¢n recuerda que cuando sali¨® de Rusia, la noche del 18 al 19 de septiembre de 2021, estaba muy nublado. Cogi¨® un vuelo de San Petersburgo a Mosc¨², de all¨ª otro a Madrid y luego a Sevilla. ¡°Fui muy feliz, no me lo pod¨ªa creer¡±, exclama desde uno de los parques m¨¢s emblem¨¢ticos de la capital andaluza. ¡°Fue duro dejar a mi madre y a mi hermana, aunque ambas entend¨ªan mi situaci¨®n¡±, dice. Tras un prolongado silencio, zanja emocionado: ¡°Fue una elecci¨®n sin elecci¨®n¡±. En su mirada azul se percibe la resignaci¨®n de quien sabe que nunca m¨¢s recuperar¨¢ todo lo que dej¨® atr¨¢s.
El joven estudiante ¡ªpelo largo, rizado, manos en los bolsillos y una sonrisa contagiosa¡ª cuenta que la situaci¨®n en Rusia llevaba siendo ¡°demasiado tensa¡± desde 2014, cuando Putin se anexion¨® ilegalmente la pen¨ªnsula ucrania de Crimea. ¡°Era mejor vivir callado¡±, relata en referencia a cualquier atisbo de contestaci¨®n contra el Gobierno. Iv¨¢n tambi¨¦n es un pacifista declarado y creci¨®, dice, con la mente abierta. ¡°Yo no encajaba en Rusia, en la sociedad rusa¡±. Le gustar¨ªa regresar y ver a su madre y a su hermana ¨Dcon su padre no se habla porque apoya la guerra en Ucrania¡ª, pero no cree que pueda vivir en la sociedad actual del pa¨ªs euroasi¨¢tico. ¡°Es bastante t¨®xica. Hay homofobia, militarismo, fascismo, sexismo. Yo no encajo en esa sociedad¡±. Iv¨¢n prev¨¦ que no va a poder volver a su pa¨ªs ¡°al menos en los pr¨®ximos cinco o seis a?os¡±.
Mar¨ªa es m¨¢s pesimista y est¨¢ segura de que nunca m¨¢s volver¨¢ a San Petersburgo, su ciudad natal. O ¡°al menos en una d¨¦cada¡± porque ¡°antes no va a haber cambios¡±. Esta m¨²sica profesional ¡ªtoca la bater¨ªa, instrumento que tiene tatuado en su antebrazo izquierdo junto a la N, la incial de una antigua novia que ahora es pro-Putin¡ª lleg¨® en julio a Barcelona, donde la ONG Accem le ayuda con el papeleo relacionado con el asilo. ¡°Empezar toda una vida desde abajo, casi desde cero, es muy loco para m¨ª¡±, cuenta con una gran sonrisa.
Mar¨ªa recuerda dos momentos que marcaron su vida para siempre y que la hicieron darse cuenta del cambio tan radical que estaba a punto de emprender. El primero fue el 27 de febrero. Ella se estaba manifestando pac¨ªficamente en San Petersburgo contra la guerra en Ucrania y fue detenida varias horas. ¡°Mientras protestaba haciendo una cadena humana me dije: ¡®?Que le den! Me quedo aqu¨ª hasta que vengan los cosmonautas [referencia a la polic¨ªa rusa, por la impresionante indumentaria antidisturbios que suelen vestir]¡±. Finalmente, la polic¨ªa rompi¨® la cadena humana y Mar¨ªa fue retenida violentamente.
El segundo hito, que realmente ¡°fue la gota que colm¨® el vaso¡±, sucedi¨® cuando los medios de comunicaci¨®n informaron sobre la matanza de Bucha, a finales de marzo. ¡°Recuerdo esa ma?ana levantarme en mi cuarto, en mi casa en Rusia, lo le¨ª y me puse a llorar. Mientras tanto, mi madre y mi abuela estaban en la cocina ri¨¦ndose, como si nada hubiera pasado. Recuerdo mi sentimiento de querer correr, de querer huir en ese instante. No sal¨ª de mi habitaci¨®n en todo el d¨ªa, era incapaz. No pod¨ªa soportar esta hipocres¨ªa: que se estuvieran riendo mientras ocurr¨ªa un genocidio en Bucha¡±, relata. Mar¨ªa confiesa que antes de la masacre de Bucha ¡ªen la que se hallaron unos 350 cad¨¢veres en fosas comunes¡ª fantaseaba con salir de Rusia, pero aquel d¨ªa se dio de bruces contra la realidad. ¡°Solo quer¨ªa coger mis cosas y largarme. No pod¨ªa soportar lo que estaba viviendo y sintiendo. Fue muy duro¡±.
Pese al dolor de dejar el hogar, a la familia, los amigos, empleos, estos solicitantes de asilo sienten un profundo alivio de haber dejado Rusia. Vilen y Mar¨ªa ya no se sienten peores personas (en palabras de la activista) por ser homosexuales o por gritar contra la guerra en Ucrania. Dimitri e Iv¨¢n, de momento, han dejado de sentir el aliento en la nuca de los empleados de las oficinas de reclutamiento militar. Ahora los cuatro, como tantos otros rusos que huyen del r¨¦gimen de Putin cada d¨ªa, intentan empezar de cero en alg¨²n lugar que les ofrezca un futuro. ¡°La historia no ha ense?ado nada¡±, resume Iv¨¢n.
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