Los 180 minutos que hicieron temblar Per¨²
El pa¨ªs andino se tambale¨® el mi¨¦rcoles cuando su presidente intent¨® disolver el Congreso de Per¨² y decretar un Gobierno de excepci¨®n. Durante tres fren¨¦ticas horas se sucedi¨® una vertiginosa catarata de acontecimientos que acabaron con Castillo detenido y acusado de rebeli¨®n
Comenz¨® su presidencia aclamado en las plazas por las muchedumbres como el hombre humilde que ven¨ªa a representar a los que nunca hab¨ªan gobernado en Per¨². La acab¨® despu¨¦s de un plan descabellado que dur¨® tres horas tratando de buscar refugio, seg¨²n varias fuentes, en la Embajada de M¨¦xico. Pedro Castillo, el maestro de escuela rural que fue a votar en las elecciones a lomos de un caballo, supo aprovechar la crisis pol¨ªtica para imponerse en las presidenciales de 2021, pero nunca logr¨® hacerse con el Gobierno. Su propia escolta lo condujo este mi¨¦rcoles a una comisar¨ªa de polic¨ªa de Lima con im¨¢genes de santos y v¨ªrgenes y un drag¨®n chino dorado que coronaba una mesita. Ah¨ª lo retrataron leyendo con aparente parsimonia una revista.
Esa tranquilidad era ficticia. Tres horas antes, Castillo hab¨ªa anunciado un autogolpe de Estado, como hizo en su d¨ªa Alberto Fujimori. Pero a diferencia del presidente de origen japon¨¦s, el profesor que viene de los Andes no contaba con el respaldo de los militares, ni de los empresarios, ni de los medios de comunicaci¨®n. Su tono en televisi¨®n tampoco era el de un verdadero aut¨®crata. Al presidente de Per¨² le temblaban las manos que sosten¨ªan el papel que le¨ªa, sus palabras surg¨ªan de su boca con torpeza y los ojos estaban tan abiertos como los de un animal que se cruza en el camino de un tr¨¢iler.
El pulso al orden constitucional dur¨® un suspiro, lo que tardaron los militares en hacer un escueto comunicado en el que anunciaban que no respaldaban su aventura golpista. El mi¨¦rcoles, el presidente enfrentaba el tercer intento del Congreso para destituirle. Seguramente no lo iban a conseguir, porque no reun¨ªan las dos terceras partes de la c¨¢mara que se necesitan. Castillo viv¨ªa un repunte de su popularidad, despu¨¦s de que casi tocara suelo. Sus continuas visitas a las zonas rurales, donde fragu¨® su victoria, estaban dando resultado. Nadie hac¨ªa prever que se lanzar¨ªa por la ventana.
Pero lo hizo. Castillo se cans¨® de lidiar con el Congreso, que tiene incluso menos credibilidad pol¨ªtica que ¨¦l. Se sent¨ªa perseguido por un contrapoder que le imped¨ªa hasta viajar al extranjero. Le echaba la culpa de todos sus males pol¨ªticos, que no son pocos. En a?o y medio no logr¨® tener ni un solo gabinete estable. Los casos de corrupci¨®n de su entorno y de ¨¦l mismo le acechan, con una fiscal¨ªa m¨¢s diligente que nunca. Nunca consigui¨® el apoyo del establishment, y eso se vio m¨¢s que nunca en su suicidio pol¨ªtico. El presidente se qued¨® solo, sin nadie. Su propia guardia pretoriana fue quien lo entreg¨® a las autoridades.
El mandato de Castillo ha sido una continua sucesi¨®n de curvas. En los ¨²ltimos meses recibi¨® el respaldo de los presidentes de izquierdas de la zona despu¨¦s de que sus embajadores se quejaran a los presidentes de M¨¦xico, Colombia, Chile y Argentina. Se sent¨ªa solo y se lo hizo saber. Dentro de la alianza progresista que ha crecido de las ¨²ltimas citas electorales de la regi¨®n, Castillo era un objeto extra?o, nunca encaj¨®.
Arranc¨® su Gobierno con pol¨ªticos modernos, feministas, cultos, con prestigio. Pero esos acabaron baj¨¢ndose pronto de su proyecto, ante la manera err¨¢tica con la que el profesor proced¨ªa. De repente, se rode¨® de gente ultraconservadora y conspiranoica. Fue de mal en peor. En el a?o y medio que estuvo al frente del Gobierno cambi¨® a medio centenar de ministros y nombr¨® cinco gabinetes presidenciales. Hab¨ªa superado dos mociones de censura y seguramente habr¨ªa superado la tercera este mi¨¦rcoles, pero es probable que m¨¢s adelante hubiera una cuarta. Su Gobierno era un no Gobierno. As¨ª que decidi¨® hacer saltar todo por los aires.
Si lleg¨® al poder como el representante del cambio, como el outsider que ven¨ªa a romper con la crisis pol¨ªtica, acab¨® sucumbiendo al mismo destino que sus predecesores. Todos los expresidentes vivos del pa¨ªs desde 1990 han sido investigados. Castillo empieza ahora ese camino y a las penas que pueda sumar por los casos de corrupci¨®n se une una acusaci¨®n por rebeli¨®n que le podr¨ªa mantener entre rejas de 10 a 20 a?os.
Los peruanos que el mediod¨ªa del mi¨¦rcoles se echaron a las calles para regresar a sus casas en medio de un caos de tr¨¢fico tras escuchar el anuncio del presidente acabaron el d¨ªa haciendo bromas sobre el ¨²ltimo de sus desastres pol¨ªticos. Pero la situaci¨®n tira m¨¢s a drama que a chiste. Per¨² y sus 33 millones de habitantes llevan seis a?os sumidos en una crisis institucional profunda. La corrupci¨®n y las redes clientelares dominan un Congreso fragmentado que acaba manejando a su antojo a presidentes d¨¦biles y con bancadas en minor¨ªa.
Castillo anunci¨® en un mensaje al pa¨ªs el cierre del Congreso, pero los congresistas se mantuvieron en sus puestos. Adelantaron la sesi¨®n prevista para la tarde y aprobaron por mayor¨ªa su destituci¨®n. Ah¨ª el presidente supo que ya no ten¨ªa nada que hacer, que la aventura hab¨ªa acabado antes de empezar. Pidi¨® a su gente que lo llevaran a la Embajada de M¨¦xico, aunque no est¨¢ claro si lo hab¨ªa comunicado al Gobierno de L¨®pez Obrador. Pero su gente ya no era nadie. Lo condujeron al mismo lugar donde ya han acabado otros que como ¨¦l, un d¨ªa trataron de dirigir Per¨².
Ver a un mandatario en la c¨¢rcel no ser¨¢ una sorpresa para un pa¨ªs que ya lo ha visto todo en pol¨ªtica. El expresidente Alejandro Toledo est¨¢ en libertad bajo fianza en Estados Unidos; Alan Garc¨ªa se suicid¨® antes de que le dictaran prisi¨®n preventiva; Ollanta Humala estuvo en prisi¨®n preventiva, aunque ya est¨¢ libre; Pedro Pablo Kuczynski est¨¢ bajo arresto domiciliario; Mart¨ªn Vizcarra est¨¢ libre, pero bajo investigaci¨®n. Alberto Fujimori es por ahora el ¨²nico que cumple prisi¨®n efectiva. Castillo sigue su estela. Pero lo que el japon¨¦s burl¨® durante 13 a?os, hasta que fue arrestado en Chile en 2005, al maestro rural le cost¨® apenas tres horas.
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