Pedro Castillo insiste en su condici¨®n de presidente desde prisi¨®n: ¡°Soy fiel al mandato popular¡±
El mandatario detenido tras un intento de autogolpe ha pasado del abatimiento a la euforia mientras la fiscal¨ªa le imputa delitos que suman 50 a?os de prisi¨®n
Lleg¨® hundido. En unas horas hab¨ªa pasado de ser el jefe de Estado a estar detenido en una sala desnuda amueblada con una mesa y seis sillas. Los que lo vieron en ese momento lo describen confundido, desorientado. No era el final que esperaba para su intento de autogolpe de Estado. La gente ha tratado de entender lo que lo empuj¨® a tomar una decisi¨®n as¨ª de dr¨¢stica, pero nadie acierta con una respuesta convincente. En la calle no le respaldaban ni los militares, ni los empresarios, ni los medios de comunicaci¨®n. Gana enteros la idea de que fue de una de las intentonas m¨¢s torpes que haya ejecutado nunca antes un aspirante a aut¨®crata.
Sus primeras jornadas sin libertad fueron las m¨¢s dif¨ªciles. Estaba irascible. Se quejaba de que no le dejaban comunicarse con su esposa ni sus hijos, de acuerdo al testimonio de alguien de su entorno. En ese centro tambi¨¦n est¨¢ preso Alberto Fujimori, pero ¨¦l se encuentra en el ¨¢rea penitenciaria, mientras Castillo duerme en un ¨¢rea de detenidos. Las dos zonas est¨¢n incomunicadas. El presidente de origen japon¨¦s que disolvi¨® el Congreso y gobern¨® los siguientes ocho a?os a su antojo no se ha cruzado al profesor de escuela que quiso hacer lo mismo y no lo logr¨®.
En los d¨ªas posteriores al anuncio de autogolpe se especul¨® con la posibilidad de que Castillo hubiera sido narcotizado. Uno de sus abogados desliz¨® que le hab¨ªan colocado alguna sustancia en el agua con el que trat¨® de combatir la sequedad de la boca que le produc¨ªa el momento. El presidente ley¨® nervioso y destemplado, no parec¨ªa dichoso de ponerse el Estado por montera. Pero ¨¦l mismo no ha querido seguir esa estrategia de defensa. El domingo le entreg¨® una carta a un pol¨ªtico amigo en la que contaba que grupo de m¨¦dicos ¡°camuflados¡± y una fiscal ¡°sin rostro¡± le obligaron a sacarse una prueba de sangre sin su consentimiento. Se trataba de una prueba toxicol¨®gica, seg¨²n fuentes judiciales.
Lo ocurrido dispar¨® la paranoia de Castillo: ¡°No descarto que este plan maquiav¨¦lico est¨¦ dirigido por la se?ora fiscal de la Naci¨®n, el presidente del Congreso y la se?ora Dina Boluarte (su sucesora)¡±, dijo. A partir de ah¨ª, cuentan, entr¨® en un estado de euforia que lo acompa?a hasta el d¨ªa de hoy. Se siente respaldado por presidentes como Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador o Gustavo Petro. Se ha convencido de que ¨¦l es un preso pol¨ªtico perseguido por los poderes f¨¢cticos que le han impedido gobernar desde que hace 18 meses se enfundara la banda presidencial.
En ese tono difundi¨® este lunes una carta. Asegura que est¨¢ secuestrado en la sede de la Divisi¨®n Nacional de Operaciones Especiales (Dinoes), donde permanece recluido, y que su sucesora, la que era su vicepresidenta, no es m¨¢s que una usurpadora. Se siente humillado, incomunicado, maltratado. ¡°Querido pueblo peruano grandioso y paciente ¡ªescribe¡ª. Yo Pedro Castillo, el mismo que hace 16 meses me eligieron todos ustedes para ejercer como presidente constitucional de la Rep¨²blica. Les hablo en el trance m¨¢s dif¨ªcil de mi gobierno, humillado, incomunicado, maltratado y secuestrado, pero a¨²n as¨ª revestido de la lucha de ustedes, de la majestad del pueblo soberano, pero adem¨¢s infundido por el glorioso esp¨ªritu de nuestros ancestros¡±.
Dicho de otro modo, se considera todav¨ªa el jefe de Estado de Per¨². ¡°Les hablo ahora para reiterar que soy incondicionalmente fiel al mandato popular y constitucional que ostento como presidente y no renunciar¨¦ ni abandonar¨¦ mis altas y sagradas funciones¡±. La realidad es bien distinta. Legalmente, ha sido destituido por el Congreso y los delitos que le imputa la fiscal¨ªa suman 50 a?os de c¨¢rcel ¡ªrebeli¨®n (30 a?os); conspiraci¨®n para rebeli¨®n (10); abuso de poder (4); y perturbaci¨®n de la tranquilidad p¨²blica (6)¡ª.
El cambio de rol de Castillo ha espantado a algunos de sus abogados, que han decidido no defenderle. El profesor de escuela arrastra otros casos de corrupci¨®n ¡ª54 investigaciones¡ª que en a?os de c¨¢rcel suman varios siglos. ?l lo ve como una persecuci¨®n pol¨ªtica. Sumido en un estado de exaltaci¨®n, est¨¢ convencido de que el mundo abrir¨¢ los ojos y contemplar¨¢ la situaci¨®n desde su punto de vista. Ser¨¢ el presidente de Per¨², aunque los hechos le desmientan.
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