La ca¨ªda de Castillo, el ¨²ltimo episodio de un Per¨² en crisis continua
La detenci¨®n del maestro que lleg¨® a la presidencia por sorpresa culmina un largo historial de autogolpes, casos de corrupci¨®n y gobiernos de corta vida
Tiene facilidad para subirse a una caja de cervezas y electrizar a la gente que se congrega a su alrededor, como ha hecho tantas veces en pueblos remotos de Per¨². La lente de la c¨¢mara, sin embargo, le intimida, le reseca la boca. Le pas¨® en un debate con Keiko Fujimori cuando era candidato y empez¨® a sudar en cantidades industriales, y le ocurre esta ma?ana de mi¨¦rcoles 7 de diciembre en la que ya es presidente. Est¨¢ en su despacho, sentado en un escritorio de madera. Lleva enfundada la banda presidencial, se asemeja al retrato de un hombre poderoso, pero el temblor de las manos con las que sujeta unos papeles lo delatan. Su defensa dir¨¢ despu¨¦s que est¨¢ drogado, que no es ¨¦l plenamente. Pedro Castillo anuncia en ese preciso momento la disoluci¨®n del Congreso, un ente que odia. Un autogolpe de manual. Acusa a la C¨¢mara de no dejarle gobernar, de hacerle la vida imposible. Deber¨ªa estar dichoso por descabezar a sus enemigos. Pero no lo est¨¢, porque en realidad se encuentra solo, sol¨ªsimo.
No hay tanques en la calle ni multitudes que le respalden. Los surfistas a esas horas agarran olas en las playas de Lima, los oficinistas salen a almorzar. Hay una tranquilidad pasmosa. Ni los militares ni la polic¨ªa le apoyan en su intenci¨®n de gobernar por decreto, de encerrar a la gente en sus casas con un toque de queda. En tres horas, Castillo ser¨¢ detenido por sus propios escoltas. El Congreso le destituir¨¢ y su vicepresidenta, Dina Boluarte, le reemplazar¨¢. Se trata de uno de los intentos de golpe m¨¢s breves de la historia. Pura improvisaci¨®n, en homenaje a su a?o y medio como presidente. Muchos imaginaban un final desgraciado para un gobernante que lleg¨® casi por accidente al poder, pero pocos cre¨ªan que lo acabar¨ªa esposando y con la amenaza de una condena de entre 10 y 20 a?os por rebeli¨®n al haber ca¨ªdo en la tentaci¨®n autoritaria.
¡°Castillo no es un accidente en la historia del Per¨², es la exposici¨®n final de que se trata de un Estado fallido, sin ning¨²n proyecto nacional¡±, dice C¨¦sar Hildebrandt, uno de los periodistas y escritores m¨¢s importantes del pa¨ªs. En los ¨²ltimos cuatro a?os ha habido seis presidentes distintos. Sostiene que el libro La historia de la corrupci¨®n del Per¨², de Alfonso W. Quiroz, es el resumen del devenir de la naci¨®n. La acci¨®n desesperada de Castillo enlaza con la tradici¨®n peruana de tener presidentes que a?oran ser caudillos: ¡°Caudillos ¨¢vidos de saquear el Estado. Es una constante en nuestros 200 a?os de vida como pa¨ªs¡±.
Despu¨¦s de esa bravata de Castillo, Per¨² sigui¨® en pie. ¡°Pero es solo una ilusi¨®n. Las naciones no se derrumban como los edificios. Sencillamente, fingen estar ah¨ª¡±, contin¨²a Hildebrandt. El ya expresidente estaba rodeado en ese momento por asesores que ahora est¨¢n siendo investigados como posibles miembros de una organizaci¨®n criminal que instig¨® el golpe. Un ex primer ministro, An¨ªbal Torres, un reputado constitucionalista que poco a poco se fue radicalizando en el Gobierno, ha anunciado que se pasar¨¢ a la clandestinidad al sentirse perseguido por la justicia. Sostiene que ¨¦l, sencillamente, estaba all¨ª escuchando el mensaje presidencial, sin que estuviera enterado del asunto.
Lo mismo asegura el ministro de Defensa, Gustavo Bobbio, que apenas llevaba unos d¨ªas en el cargo, algo nada extra?o. El Gobierno de Castillo era la tapadera de una empresa de trabajo temporal. Decenas de ministros, asesores, primeros ministros y secretarios de Estado han desfilado en estos 18 meses por el Palacio de Gobierno. Bobbio era uno m¨¢s de esa larga lista cuando, de acuerdo a su versi¨®n, se encerr¨® en el despacho del presidente y escuch¨® su alocuci¨®n a la naci¨®n. Seg¨²n ¨¦l, no sab¨ªa nadie. Entonces, ?qui¨¦n le escribi¨® ese discurso al presidente? ?Qui¨¦n lo anim¨® a saltarse la Constituci¨®n sin la m¨¢s m¨ªnima garant¨ªa de que iba a tener ¨¦xito? Ese es el verdadero enigma. El ministro asegura que Castillo no consult¨® a nadie, ni siquiera con los militares, cuyo respaldo necesitaba para sostener la autocracia, el tipo de apoyo que recibi¨® en 1992 Alberto Fujimori cuando hizo el mismo desaf¨ªo. Y a ¨¦l s¨ª le sali¨® bien.
El fracaso de Castillo revela qu¨¦ poco ha cambiado despu¨¦s de que Fujimori dejara el Gobierno en 2000 tras una serie de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n. Se march¨® en avi¨®n a Jap¨®n y desde all¨ª envi¨® su renuncia por fax. ¡°Por eso se vot¨® a Alejandro Toledo (sustituy¨® a Fujimori) con una esperanza de cambio, renovaci¨®n. Lo mismo ocurri¨® con Alan Garc¨ªa, con Ollanta Humala. Esos cambios que se promet¨ªan en campa?a no se cumpl¨ªan, el Estado no se preocupaba por las necesidades b¨¢sicas de las personas. Al rev¨¦s, los presidentes se acomodaban a las reglas del juego del neoliberalismo y las privatizaciones. Castillo es uno m¨¢s en esa tradici¨®n¡±, explica Cecilia M¨¦ndez, historiadora y profesora principal en la Universidad de California.
Parad¨®jicamente, las dictaduras han transformado m¨¢s el pa¨ªs que la democracia, contin¨²a. El general Juan Velasco Alvarado decret¨® en 1969 una reforma agraria que expropi¨® diez millones de hect¨¢reas a grandes terratenientes y las reparti¨® la tierra entre los campesinos. El padre de Castillo era un pe¨®n con un salario miserable que recibi¨® un trozo de terreno propio en los Andes, en la regi¨®n de Cajamarca. Se convirti¨® en un hombre libre. En los m¨ªtines del expresidente era com¨²n ver ondear banderas con la cara del general. Castillo lo admira. ¡°Nuestras democracias no han sido democr¨¢ticas, han sido elitistas. La tentaci¨®n autoritaria viene de todos lados. Por ejemplo, el autoritarismo que ha mostrado Castillo con el golpe es tambi¨¦n en respuesta a los intentos golpistas de un congreso que formalmente es parte de un sistema democr¨¢tico, pero en la pr¨¢ctica no lo es¡±, contin¨²a M¨¦ndez. ¡°Castillo es producto de un Per¨² autoritario y de un sistema educativo profundamente desigual y mercantilizado, donde solo los que tienen plata pueden ir a los mejores colegios y universidades¡±.
Los partidos pol¨ªticos tradicionales casi han desaparecido. M¨¢s de un tercio de los peruanos, seg¨²n las encuestas, decide su voto dos d¨ªas antes, incluso mientras hacen la cola. ¡°Los partidos son vientres de alquiler de mafiosos. La pol¨ªtica dej¨® de ser un ejercicio por la disputa de poder. Es m¨¢s bien una subasta de intereses, a derecha e izquierda¡±, a?ade Hildebrandt. El soci¨®logo Sandro Venturo asegura que la gente ya no espera nada de los pol¨ªticos. Los asocia a dos conceptos: corrupci¨®n y negligencia. ¡°Oportunistas y criminales se animan a postular porque saben que los electores no son exigentes ni est¨¢n atentos. Y as¨ª viene sucediendo desde hace dos o tres d¨¦cadas. La cifra de autoridades sentenciadas o en proceso judicial es abrumadora¡±, suma Venturo.
Ante ese panorama, la ciudadan¨ªa se desconecta de los asuntos p¨²blicos. ¡°Cada quien trata de sobrevivir o progresar al margen del Estado. Y, de nuevo, este es el mejor escenario para los mafiosos. El Gobierno de Castillo es la pen¨²ltima vuelta de este c¨ªrculo vicioso. En el corto plazo, es probable que venga otra crisis¡±, abunda el esc¨¦ptico Venturo. La presidenta Boluarte acaba de anunciar un nuevo Gobierno que necesita el respaldo del Congreso. Nadie tiene claro cu¨¢l ser¨¢ el nivel de estabilidad de ese Ejecutivo, nacido del fracaso rotundo de uno anterior. Miles de personas se han echado en la calle en los ¨²ltimos d¨ªas para reclamar un adelanto de las elecciones que, como m¨ªnimo, tardar¨ªan seis meses en organizarse.
Castillo ni siquiera tuvo intenci¨®n de ser presidente. Lo fue por accidente. Lo present¨® a las elecciones Vladimir Cerr¨®n, el l¨ªder de un partido que no pod¨ªa postularse por unas imputaciones por corrupci¨®n que arrastraba. De la nada, con peque?os m¨ªtines de pueblo en pueblo, comenz¨® a subir en las encuestas y lleg¨® a la segunda vuelta por sorpresa. Entonces llegaron las c¨¢maras y le enfocaron de lleno. El personaje qued¨® abrasado por los reflectores. Fue un presidente que pas¨® de una crisis a otra hasta que se suicid¨® pol¨ªticamente en directo, frente a todo el pa¨ªs. El reflejo ¨²ltimo de un pa¨ªs que no encuentra soluciones a su forma de gobierno.
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