Ayuda mutua y acceso a la vivienda frente a la ¡°crisis migratoria¡± en Nueva York
Mientras miles de personas viven en la calle y en albergues con pocos recursos, hay m¨¢s de 88.000 departamentos con renta controlada que la ciudad podr¨ªa poner a disposici¨®n de quienes necesitan un hogar estable y asequible
Desde el verano de 2022, m¨¢s de 44.000 solicitantes de asilo han llegado a Nueva York en autobuses desde Texas, en muchas ocasiones sin haber dado su consentimiento para ser trasladados. Aunque la ciudad de Nueva York ha respondido con alojamiento de emergencia y comida, la realidad es que muchas de estas personas solicitantes de asilo est¨¢n viviendo en condiciones indignas en hoteles, albergues y campamentos similares a los centros de detenci¨®n para personas migrantes en la frontera.
Familias y personas reci¨¦n llegadas a Nueva York despu¨¦s de semanas de camino y traves¨ªa de lugares inh¨®spitos en busca de seguridad y oportunidades para una vida mejor duermen en viviendas temporales. All¨ª la comida es a menudo inadecuada para ni?os, se sirve fr¨ªa o caducada, y no se les da la oportunidad de cocinar o usar refrigeradores para guardar sus propios alimentos, leche materna o medicamentos. Muchas de las personas que se hospedan en estos lugares denuncian abusos por parte del personal de seguridad, se les imponen horarios de entrada y salida y horas estrictas para comidas que no coinciden con las del trabajo o de la escuela de los ni?os. Esto no solo afecta su bienestar, sino tambi¨¦n sus oportunidades para trabajar, proveer para sus familias y construir su propio hogar en la ciudad.
El ejemplo m¨¢s reciente de la respuesta deficiente y negligente del Gobierno de la ciudad fue el desalojo de los solicitantes de asilo que resid¨ªan temporalmente en el Hotel Watson de Manhattan y su traslado a un nuevo centro en la terminal de cruceros en Red Hook, en Brooklyn. Con poco o ning¨²n aviso, fueron forzados por la polic¨ªa a subirse a autobuses que los transportar¨ªan a estas instalaciones ¨Cuna gran bodega con centenas de catres en un mismo espacio¡ª sin darles informaci¨®n u opciones para mudarse a otro albergue. Para muchas de estas personas, trasladarse a este lugar m¨¢s lejano y con poco acceso al transporte local significa perder empleos y acceso a redes locales de apoyo, incluyendo los servicios de salud que les ha tomado meses encontrar.
El alcalde Eric Adams se ha referido a esta situaci¨®n como una ¡°crisis migratoria¡±. Esta es una narrativa problem¨¢tica que generalmente enmarca a las personas que han sido desplazadas como una carga y mantiene la noci¨®n falsa de que los sistemas p¨²blicos est¨¢n desbordados por la migraci¨®n, cuando estos mismos sistemas no han satisfecho las necesidades m¨ªnimas de las personas por a?os. Lo que realmente ha expuesto la llegada de miles de personas en unos pocos meses a Nueva York es que hay una crisis m¨¢s profunda: el acceso a la vivienda en la ciudad, la cual ha sido denunciada desde hace mucho tiempo por las organizaciones que trabajan con personas sin casa.
Mientras miles de personas viven en la calle y en albergues con pocos recursos, hay m¨¢s de 88.000 departamentos con renta controlada que la ciudad podr¨ªa poner a disposici¨®n de quienes necesitan un hogar estable y asequible. En los ¨²ltimos meses, tambi¨¦n se ha visto una malversaci¨®n de recursos de la ciudad. Por ejemplo, se utilizaron 16 millones de d¨®lares para construir un campamento en Randall¡¯s Island que servir¨ªa como centro de apoyo, el cual fue desmantelado unas cuantas semanas despu¨¦s porque claramente era inadecuado. El alcalde Adams ha pedido al Gobierno federal que declare un estado de emergencia y destine millones de d¨®lares a la ciudad, pero no hay transparencia ni rendici¨®n de cuentas sobre el uso de los millones de d¨®lares que ya se han destinado a instituciones y organizaciones de la ciudad para ofrecer estos servicios (algunas de las cuales tienen v¨ªnculos cercanos con la Administraci¨®n de Adams y la Oficina de Asuntos Migratorios de la Ciudad (MOIA)). Pedir m¨¢s dinero al Gobierno federal sin reconocer estas deficiencias estructurales es una oportunidad perdida para dirigir los recursos a donde realmente se necesitan y as¨ª mejorar servicios, no solo para las personas reci¨¦n llegadas, sino para todas las personas que viven en la ciudad.
Yo, Yajaira Saavedra, conozco esta realidad personalmente porque la he vivido, como persona indocumentada y beneficiaria de DACA (Acci¨®n Diferida para los Llegados en la Infancia, por sus siglas en ingl¨¦s). Cruc¨¦ la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos cuando ten¨ªa 4 a?os y desde entonces soy neoyorquina. S¨¦ lo que es no tener comida, no tener una vivienda estable y segura, separarte de tu familia, no tener acceso a la salud, no hablar el idioma, enfrentar discriminaci¨®n y acoso. Junto con mi familia, operamos el restaurante y la cocina de ayuda mutua La Morada, en el sur del Bronx. Desde 2009 nos hemos comprometido con la preservaci¨®n de la cocina mexicana ind¨ªgena, manteniendo los principios, valores y t¨¦cnicas que aprendimos de nuestra familia mixteca en el pueblo de San Miguel Ahuehuetitl¨¢n, en Oaxaca. Nuestro restaurante es reconocido local y globalmente y ha sido premiado como uno de los mejores de la ciudad. A su vez, La Morada es conocida como un espacio activista que est¨¢ al servicio de la comunidad y lucha con ella. Usando el peque?o espacio del restaurante y la comida como un recurso, nuestras puertas siempre han estado abiertas para apoyar a nuestros vecinos del sur del Bronx, uno de los distritos m¨¢s pobres del pa¨ªs.
Desde el inicio de la pandemia en 2020, hemos servido cerca de 650 comidas gratuitas al d¨ªa para cualquier persona que lo necesite. Hasta la fecha seguimos haci¨¦ndolo, adem¨¢s de distribuir cientos de comidas calientes todos los d¨ªas a los albergues en donde viven las personas solicitantes de asilo. Trabajamos con organizaciones de inquilinos, activistas por la justicia ambiental y campa?as en contra de la detenci¨®n migratoria, las deportaciones y los abusos de la polic¨ªa. Nos posicionamos firmemente a favor de la justicia alimentaria y el acceso equitativo a la vivienda, la salud y la educaci¨®n. La Morada es un espacio seguro, un refugio, un santuario, un lugar en el que las personas se sienten bienvenidas, queridas y apreciadas; un ejemplo de lo que significa ofrecer una bienvenida amplia a las personas reci¨¦n llegadas, a las que van de paso y a las que llevan m¨¢s tiempo viviendo en un lugar, sin hacer distinciones entre ciudadanos o no ciudadanos. Como familia ind¨ªgena e indocumentada, hemos luchado en contra de todos los obst¨¢culos para sobresalir, para dar lo mejor de nosotros mismos a nuestra ciudad y a nuestro pa¨ªs. Hemos recibido el apoyo de nuestra comunidad y devolvemos ese apoyo de todas las maneras que podemos. Y eso es lo que estamos haciendo ahora. Nos sentimos arraigados a Nueva York y a nuestras comunidades aqu¨ª, pero no hemos olvidado nuestras ra¨ªces ind¨ªgenas, y los principios de reciprocidad y mutualidad que est¨¢n en su centro. Eso es lo que nos inspira y da fuerza para seguir luchando por la justicia.
Y La Morada no est¨¢ sola. Desde la llegada de los primeros autobuses de la frontera a Nueva York hasta hoy, una constelaci¨®n de activistas de ayuda mutua han estado al frente de la respuesta a las necesidades urgentes de las personas migrantes que la ciudad no atiende. Decenas de neoyorkinos han estado presentes de sol a sol para acompa?ar a las personas que no son admitidas en los albergues, personas que son separadas de sus familias, personas que necesitan atenci¨®n m¨¦dica de emergencia, personas que necesitan comida, ropa e informaci¨®n. Esto no es nuevo. Las redes de ayuda mutua de la ciudad han estado haciendo este trabajo durante a?os, y se han fortalecido durante la pandemia. En lugar de reconocer este trabajo y escuchar la informaci¨®n que tenemos para compartir y las propuestas que hacemos desde la realidad que vemos d¨ªa a d¨ªa, el Gobierno de la ciudad rechaza nuestros insumos y descarta nuestras preocupaciones, las cuales reflejan necesidades de todas las personas que viven en la ciudad, no solo las reci¨¦n llegadas.
Nuestra coalici¨®n de ayuda mutua est¨¢ compuesta por voluntarios de distintas culturas, vecindarios y pa¨ªses. Todos vivimos en la ciudad de Nueva York. Hemos visto, una y otra vez, que las personas con poder, desde el Gobierno, organizaciones sin fines de lucro, fundaciones y otros grupos, se aprovechan de las situaciones de emergencia. Es por ello que nos organizamos entre nosotros. La ayuda mutua significa reconocer los recursos que todos tenemos¡ªno solo dinero, tambi¨¦n tiempo, experiencia, contactos, y conexiones a otros recursos. Sabemos que si una persona de la comunidad no puede cubrir sus necesidades b¨¢sicas, nos afecta a todos, y sabemos que el esp¨ªritu del mutualismo significa que todos en alg¨²n momento hemos necesitado o necesitaremos pedir apoyo y que todos tenemos algo que dar.
Los gobernadores de Texas y Florida han presionado a otros estados como Nueva York a responder a la situaci¨®n que enfrentan en la frontera. Han retado a las ciudades santuario a responder a las necesidades de las personas migrantes y solicitantes de asilo. La ciudad de Nueva York ha ca¨ªdo en el mismo esquema de plantear esta situaci¨®n como una crisis y una emergencia que requiere una respuesta r¨¢pida y temporal. A diferencia de este enfoque limitado, la ayuda mutua est¨¢ demostrando lo que realmente significa ser una ciudad santuario y de puertas abiertas: dar a nuestros vecinos reci¨¦n llegados los recursos y las oportunidades para hacer su propia vida aqu¨ª o a d¨®nde decidan ir. Y eso necesariamente requiere atender las condiciones estructurales que afectan a todos en la ciudad, empezando por el acceso a una vivienda digna. Los recursos y los espacios est¨¢n ah¨ª. La pregunta es c¨®mo los est¨¢ usando el Gobierno.
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