Carlos III trata con su coronaci¨®n de reafirmar el papel central de la monarqu¨ªa en el Reino Unido del siglo XXI
Las instituciones del pa¨ªs se vuelcan en una ceremonia cargada de liturgia, pompa y boato ajenos al resto de casas reales europeas
A las 10.20 del s¨¢bado (11.20 en horario peninsular espa?ol), Carlos III y la reina consorte Camila saldr¨¢n del palacio de Buckingham en la carroza real del Jubileo de Diamante. Fabricada en Australia en 2012, cuenta con aire acondicionado, suspensi¨®n hidr¨¢ulica y chasis de aluminio reforzado. Siguen tirando de ella seis caballos Windsor Grey, criados en las caballerizas reales y seleccionados por su especial belleza y temple. Tradici¨®n y modernidad. Liturgia y gestos de apertura.
El nuevo monarca del Reino Unido, ya en la abad¨ªa de Westminster, jurar¨¢ defender las leyes de los territorios en los que reina y la fe de la Iglesia anglicana de Inglaterra y Gales, de la que es gobernador supremo. Pero la mitad de los 2.000 invitados de la abad¨ªa ¡ªm¨¦dicos, enfermeros, trabajadores sociales y miembros del voluntariado¡ª representar¨¢n una sociedad brit¨¢nica m¨¢s plural en lo religioso, o m¨¢s laica, y m¨¢s diversa. Prescindir¨¢ de las medias y bombachos que llev¨® su abuelo, Jorge VI, y vestir¨¢ uniforme militar, pero no renunciar¨¢ a la capa de terciopelo y armi?o que cubri¨® a su madre Isabel II en 1953, o a ¨¦l mismo cuando fue investido pr¨ªncipe de Gales en 1969. Y, como su madre, que permiti¨® por primera vez que fuera televisado un rito milenario, el acto vetar¨¢ a las c¨¢maras en el momento en que el arzobispo de Canterbury unja al rey, ya en el trono de Eduardo, sentado sobre la Piedra del Destino y de cara al altar, con el ¨®leo sagrado. Aceite de oliva, en vez de aceite de ballena. El toque de conciencia ecol¨®gica de un rey que pretende combinar modernidad y tradici¨®n, y que comprende mejor que nadie que la supervivencia de la monarqu¨ªa en el Reino Unido va inevitablemente unida a su car¨¢cter m¨ªstico.
¡°El aceite para la coronaci¨®n de Carlos III ha sido consagrado en Jerusal¨¦n, en una ceremonia especial que se celebr¨® en la Iglesia del Santo Sepulcro. Las aceitunas proceden del Monte de los Olivos¡±, ha explicado George Gross, te¨®logo del King¡¯s College de Londres. ¡°La elecci¨®n es una se?al dirigida a las religiones abrah¨¢micas, y al significado que tiene Jerusal¨¦n para cristianos, musulmanes y jud¨ªos¡±.
Si bien la ceremonia no tiene una derivada constitucional expl¨ªcita ¨DCarlos III es rey desde el fallecimiento de Isabel II¡ª, ning¨²n monarca lo es del todo a ojos de la ciudadan¨ªa brit¨¢nica hasta el momento culmen en que es coronado. Eduardo VIII, que apenas rein¨® 325 d¨ªas antes de abdicar por amor, no lleg¨® a tener sobre su cabeza la Corona Imperial. ¡°Una de las pocas cosas buenas que hizo. Al menos tom¨® la decisi¨®n antes de ser coronado¡±, dijo con su habitual sarcasmo la reina madre Isabel, esposa de Jorge VI y abuela del actual monarca.
En las calles de Londres se ver¨¢n protestas contra la monarqu¨ªa. Dos veces se ha salvado ya Carlos III, por los pelos, de acabar embadurnado en huevo durante un acto p¨²blico. Carteles amarillos con el lema Not My King (No es mi rey), que servir¨¢n m¨¢s para poner de relieve el car¨¢cter minoritario del republicanismo en el Reino Unido que para sacar a la superficie otra realidad: un 71% de los brit¨¢nicos, seg¨²n la ¨²ltima encuesta de la empresa YouGov, contempla con indiferencia total este fin de semana de celebraciones y no tiene el menor inter¨¦s en participar en ellas.
Los invitados al evento mon¨¢rquico del siglo
Cuando Isabel II fue coronada, Winston Churchill era el primer ministro del Reino Unido y uno de los m¨¢s reacios a la hora de permitir las c¨¢maras de televisi¨®n en la abad¨ªa. Hab¨ªa ganado una guerra y perdido un imperio. Todav¨ªa le escoc¨ªa la independencia de la India. El pr¨®ximo s¨¢bado, un primer ministro de ascendencia india e hind¨² practicante, Rishi Sunak, completamente c¨®modo ante los focos, leer¨¢ un fragmento de la Ep¨ªstola a los Colosenses del Nuevo Testamento.
Otros miembros de su Gobierno asistir¨¢n a la ceremonia, junto a los ex primeros ministros vivos: John Major, Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss. Pero frente a los cientos de diputados y lores que abarrotaron las gradas para m¨¢s de 8.000 invitados que se instalaron en la abad¨ªa en 1953, en esta ocasi¨®n apenas ser¨¢n 40 y 40 de ellos, respectivamente, para irritaci¨®n de muchos parlamentarios.
Y tambi¨¦n en contraste con la ceremonia de hace 70 a?os ¨Duna especie de comuni¨®n entre el pueblo brit¨¢nico y su reina, ajena al exterior¡ª, casi 100 jefes de Estado estar¨¢n el s¨¢bado en Londres. Los Reyes de Espa?a, Felipe VI y Letizia, acudir¨¢n junto a otros miembros de la realeza mundial: Alberto y Charlene de M¨®naco; el pr¨ªncipe Akishino y su esposa, la princesa Kiko, de Jap¨®n; o Carlos Gustavo de Suecia y su hija, la princesa Victoria.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha confirmado su asistencia. As¨ª como la presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen. No estar¨¢ el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. En su nombre acudir¨¢ la primera dama, Jill Biden.
Con Enrique y sin Meghan
Si las disputas, rencillas y reconciliaciones de la familia real brit¨¢nica son el alimento de los diarios tabloides del pa¨ªs ¡ªy de la prensa del resto del mundo¡ª, la ceremonia del s¨¢bado ser¨¢ un fest¨ªn. El tal¨®n de Aquiles de Carlos III, su hijo el pr¨ªncipe Enrique, confirm¨® finalmente su asistencia. Estar¨¢ en la abad¨ªa, pero no en primera fila, y su papel se reducir¨¢ al de un invitado m¨¢s. Su esposa, Meghan Markle, ha preferido quedarse en Estados Unidos junto a sus dos hijos. El mayor, Archi, cumplir¨¢ cuatro a?os el mismo s¨¢bado.
Guillermo, sin embargo, actual pr¨ªncipe de Gales y heredero al trono, se arrodillar¨¢ ante su padre para jurarle lealtad hasta la muerte, como en su d¨ªa hizo Felipe de Edimburgo ante Isabel II.
Los dos hermanos del rey que ocupan un papel prevalente en muchos actos p¨²blicos, en nombre de la casa real tendr¨¢n un puesto privilegiado: la princesa real Ana y el duque de Edimburgo, Eduardo, estar¨¢n en primera l¨ªnea. El pr¨ªncipe Andr¨¦s, condenado al ostracismo por su turbia relaci¨®n con el millonario ped¨®filo estadounidense Jeffrey Epstein, quedar¨¢ relegado a la vista, y su exesposa, Sarah Ferguson, no ha sido invitada.
La consagraci¨®n de la reina Camila
Hace ya unos meses, cuando pas¨® el luto por la muerte de Isabel II, que el palacio de Buckingham decidi¨® quitar la coletilla de ¡°consorte¡± para referirse a la reina Camila. A los medios, y a muchos ciudadanos, les cuesta a¨²n ¡ªcasi como un acto reflejo de pudor¡ª despojarse de ese adjetivo. La ceremonia de la coronaci¨®n ayudar¨¢ a normalizar las cosas. Camila Parker-Bowles, durante d¨¦cadas la mujer m¨¢s odiada del Reino Unido, ser¨¢ tambi¨¦n ungida con ¨®leo sagrado, y entronizada en un rito m¨¢s simple que el de su esposo, pero igual de relevante. Sobre su cabeza reposar¨¢ la Corona de la Reina Madre, fabricada para la reina Mar¨ªa, esposa de Jorge V: 600 gramos, 2.200 diamantes y terciopelo p¨²rpura.
Los reyes Carlos y Camila regresar¨¢n al palacio de Buckingham en el carruaje Dorado de Estado. Querubines, tritones y paneles pintados. Siete metros de largo, cuatro toneladas. El rey llevar¨¢ sobre su cabeza la Corona Imperial: un kilogramo y 2.868 diamantes. ¡°Inquieta vive la cabeza que lleva una corona¡±, dec¨ªa el Enrique IV de Shakespeare. A Carlos de Inglaterra la inquietud le invadi¨® durante largas d¨¦cadas de espera. Puede ser que hasta disfrute como el que m¨¢s la ceremonia del s¨¢bado.
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