Operaci¨®n Orbe Dorado: una Londres tomada por fans, turistas y 11.500 polic¨ªas ante la coronaci¨®n de Carlos III
En junio, la celebraci¨®n del Jubileo de Platino de Isabel II ayud¨® a animar a la naci¨®n. Ahora, la ciudad re¨²ne a los seguidores de los Windsor para ver el paso de los reyes, en un evento con el que la ciudad se acerca al 100% de ocupaci¨®n hotelera
La monarqu¨ªa brit¨¢nica siempre acude al rescate, con su pompa y circunstancia, de un Reino Unido en horas bajas. Si la celebraci¨®n del Jubileo de Platino de Isabel II sirvi¨® para animar a una naci¨®n reci¨¦n salida de la pandemia y escandalizada ante las fiestas, chanchullos y medias verdades de Boris Johnson, la coronaci¨®n de su hijo, Carlos III, sirve para ensalzar la esencia brit¨¢nica en medio de una crisis del coste de la vida, una inflaci¨®n galopante y un Gobierno conservador castigado duramente en las urnas ¡ªel jueves se celebraron elecciones municipales en Inglaterra¡ª con muestras inevitables de desgaste despu¨¦s de una d¨¦cada en el poder.
No hay cifras oficiales, pero los c¨¢lculos realizados por varios medios de comunicaci¨®n sugieren que la Operaci¨®n Orbe Dorado, el nombre con que se bautiz¨® la preparaci¨®n del evento, costar¨¢ m¨¢s de 120 millones de euros e implica un despliegue de seguridad de 11.500 polic¨ªas. Miles de brit¨¢nicos inundan estos d¨ªas las calles de Londres. Los alrededores del palacio de Buckingham son un festival de banderas, tiendas de campa?a y todo tipo de simbolog¨ªa patri¨®tica. La retransmisi¨®n de la BBC concentra ante las pantallas a centenares de millones de espectadores de todo el mundo.
La dimensi¨®n de las procesiones previa y posterior a la ceremonia religiosa, y toda la liturgia que se llevar¨¢ a cabo dentro de la abad¨ªa de Westminster, son notablemente m¨¢s modestas que las que se desplegaron en 1953, durante la coronaci¨®n de Isabel II. Frente a los 8.000 invitados concentrados entonces en el templo anglicano, este s¨¢bado son unos 2.200. Se ha reducido dr¨¢sticamente el n¨²mero de nobles y diputados invitados para hacer un hueco considerable a m¨¦dicos, enfermeros, voluntarios de organizaciones caritativas y trabajadores sociales.
Carlos III preserva una tradici¨®n milenaria ¡ªla primera coronaci¨®n se remonta al normando Guillermo el Conquistador, en 1066¡ª, pero con toques de modernidad necesarios en un Reino Unido con mayor pluralidad de religiones, y a la vez con m¨¢s diversidad y m¨¢s desapego hacia cualquier tipo de fe. Hay representantes del juda¨ªsmo, del islam, del hinduismo y del budismo, pero el maestro de una ceremonia eminentemente religiosa ser¨¢ el arzobispo de Canterbury, Justin Welby. Su af¨¢n por ¡°democratizar¡± la ceremonia le ha jugado una mala pasada de ¨²ltima hora. Welby quiso cambiar el destinatario del tradicional juramento de lealtad que la nobleza realizaba al rey entronizado. Pretendi¨® que los invitados de la sociedad civil reunidos en la abad¨ªa de Westminster, y el resto de los ciudadanos brit¨¢nicos que estuvieran siguiendo el evento, repitieran al un¨ªsono: ¡°juro prestar lealtad verdadera a vuestra majestad y a vuestros herederos y sucesores de acuerdo a la ley. Que Dios me asista¡±, antes de gritar el legendario God Save The King.
¡°No se me ocurre nada que el rey pudiera encontrar m¨¢s aborrecible que eso. Nunca ha querido ser reverenciado, ni que nadie le rinda homenaje, a no ser como una broma¡±, ha dicho a la BBC el periodista Jonathan Dimbleby, amigo personal de Carlos III, autor de su biograf¨ªa, y el hombre que entrevist¨® al entonces pr¨ªncipe de Gales y sonsac¨® su confesi¨®n de infidelidad a Lady Di.
Dado el modo en que los miembros de la familia real env¨ªan sus mensajes a trav¨¦s de la prensa, es inevitable preguntarse si Dimbleby da su opini¨®n o intenta transmitir alg¨²n mensaje antes de que sea tarde. El arzobispo de Canterbury, de momento, se ha limitado a decir que la f¨®rmula es una sugerencia, no una imposici¨®n a los invitados, y que la idea ¡°surgi¨® de un esfuerzo colectivo¡±, para quitarse parte de la responsabilidad.
M¨¢s all¨¢ de las cuestiones de fondo, de la liturgia y del profundo trasfondo pol¨ªtico-religioso de un acto as¨ª, que confirma al monarca (solo dos reyes brit¨¢nicos no han sido coronados: uno tras ser decapitado; el otro al renunciar al trono por amor), lo que est¨¢ claro es que Londres es una fiesta. Y no solo para el rey y los m¨¢s de 1.000 invitados que acud¨ªan, la v¨ªspera del evento, a un ¨¢gape en el palacio de Buckingham. La capital brit¨¢nica se ha convertido en una ciudad tomada por los turistas pero, por una vez, m¨¢s que internacionales, puramente brit¨¢nicos. Desde Buckingham hasta la plaza de Trafalgar discurre The Mall, la gran avenida flanqueada por el parque de Saint James en un lado y por multitud de palacios en el otro. La gran pradera del coraz¨®n de Londres ten¨ªa este viernes cortado al paso, pero la acera del Mall estaba inundada de esos fans de los Windsor que se autodenominan royalists (¡±realistas¡±, mon¨¢rquicos) y que llevan acampando desde el lunes para ver pasar la procesi¨®n que llevar¨¢, de ida y vuelta, a Carlos y Camila hasta la abad¨ªa de Westminster.
El mi¨¦rcoles lleg¨® hasta The Mall el septuagenario matrimonio formado por Valerie y Neill. Vestidos con algo menos de locura brit¨¢nica que sus vecinos (que llevan gafas, capas, banderas, abrigos y cualquier prenda o complemento imaginable con los colores patrios), solo con unas camisetas conmemorativas, se definen como mon¨¢rquicos y, adem¨¢s, carlistas. ¡°Conf¨ªo en ¨¦l¡±, afirma, con semblante muy serio, Neill. ¡°Creo que podr¨¢ hacerlo tan bien como su madre¡±. ¡°S¨ª, pero no durar¨¢ tanto¡±, apostilla divertida Valerie.
El blanco, el azul y el rojo de la Union Jack son la t¨®nica predominante en The Mall, pero tambi¨¦n en toda la ciudad, cuyos comercios, museos, hoteles, galer¨ªas de arte e incluso bancos y supermercados est¨¢n decorados en honor de sus graciosas majestades y llenos de osos con lazos y s¨¢ndwiches de pollo estilo coronaci¨®n (la quiche de Carlos parece no triunfar tanto). La capital brit¨¢nica parece estos d¨ªas m¨¢s atestada que nunca, en parte porque varias de sus plazas y arterias principales est¨¢n cortadas y con el tr¨¢fico desviado, pero tambi¨¦n porque, efectivamente, el evento atrae a multitudes: Londres est¨¢ pr¨¢cticamente llena, con un 96% de ocupaci¨®n hotelera, seg¨²n datos de CNN. El Centro de Investigaci¨®n Econ¨®mica y Empresarial, con sede en Londres, afirma que este fin de semana el gasto de los visitantes en la ciudad y, c¨®mo no, en los pubs, aumentar¨¢ en 385 millones de euros.
No todos est¨¢n encantados con la coronaci¨®n. Consultados varios grupos de espa?oles, afirman que muchos han aterrizado en la ciudad de casualidad, sin tener en mente los festejos, pero que, de haberlo sabido previamente, se hubieran ahorrado el viaje. ¡°Nos ha salido muy bien de precio, pero no, no repetir¨ªamos de haberlo sabido¡±, reconocen Laura y Sergio, de 30 a?os y que llegaron el jueves desde Valencia en un vuelo casi lleno. ¡°Hay mucha gente, no puedes visitar las cosas de la misma manera. Hemos estado por Buckingham esta ma?ana y apenas pod¨ªamos pasar. Ma?ana vamos a alejarnos, iremos al barrio chino o a la City¡±.
El acento espa?ol, que siempre invade esta ciudad, se escucha estos d¨ªas algo menos, pero se descubre entre miembros del dispositivo de seguridad, empleados de la tienda del palacio de Buckingham ¡ªque afirman con orgullo que podr¨¢n seguir el desfile en la mejor de las posiciones, desde las gradas instaladas frente al majestuoso edificio¡ª o en una posici¨®n privilegiada en The Mall en boca de Patricia y Saray (de C¨®rdoba, 20 y 22 a?os), Mar (de C¨¢ceres, 19 a?os) y Salma (de Madrid, 20 a?os). Las cuatro j¨®venes son au pairs y estudiantes y han decidido sacarse un dinero extra trabajando 12 horas diarias durante cinco jornadas, de jueves a lunes, vendiendo el programa de la coronaci¨®n, el libro m¨¢s codiciado, el que se llevan turistas y brit¨¢nicos. ¡°Mi familia es amiga de los organizadores y nos lo ofrecieron. Si es que los ingleses no quieren trabajar en esto¡±, asegura Mar mientras sus amigas la secundan. ¡°Empez¨® el jueves, pero floj¨ªsimo¡±, comentan al alim¨®n mientras aseguran que, en cambio, este viernes ya no pararon de reponer y que se los quitaban de las manos. ¡°El a?o pasado [en junio] ya trabajamos en el jubileo de la reina y este a?o hemos repetido¡±, explican, sorprendidas por la magnificencia de eventos como estos y el frenes¨ª popular que desatan.¡±Por la calle nos paraban para comprarnos las camisetas que llev¨¢bamos puestas por 50 libras¡±, r¨ªe Saray al comp¨¢s de sus amigas. ¡°Aqu¨ª la gente est¨¢ muy loca¡±.
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