Italia entierra una era con el funeral de Berlusconi
El sepelio del magnate y ex primer ministro, al que han acudido unas 20.000 personas, pone fin a un periodo cuya influencia perdurar¨¢ muchos a?os
Cuando el arzobispo de Mil¨¢n, Mario Enrico Delpini, pronunci¨® este mi¨¦rcoles su homil¨ªa, toda Italia debi¨® sentir la necesidad de hacer cuentas con su pasado reciente. Poco despu¨¦s, pasadas las cuatro de la tarde, el ata¨²d que transportaba el cuerpo de Silvio Berlusconi sali¨® por la puerta de la catedral de Mil¨¢n escoltado por seis carabinieri. A partir de ese momento se dio por liquidado un tiempo marcado absolutamente por su figura. Padre de casi todos los fen¨®menos pol¨ªticos actuales, por acci¨®n o reacci¨®n, y constructor de un espejo est¨¦tico, cultural y social en el que el pa¨ªs se mir¨® para dejar atr¨¢s los a?os de estancamiento, esa caja de madera se lleva tras de s¨ª toda una era.
La muerte de Berlusconi constituye para Italia el final de la denominada Segunda Rep¨²blica ¡ªel tiempo que hab¨ªa liquidado la era de la Democracia Cristiana¡ª y la apertura de una ventana de incertidumbre. Sus herederos, pol¨ªticos y empresariales, se disputar¨¢n ahora ese enorme espacio. No es la primera vez que Il Cavaliere, tres veces primer ministro, magnate de las telecomunicaciones y hombre excesivo como ninguno, rinde cuentas. El cura que preced¨ªa en la ceremonia al arzobispo mencion¨® el juicio ante Cristo. Pero, por encima de todo, prevalecer¨¢ el tribunal de su propia historia y el del juicio de los ciudadanos. Tambi¨¦n lo que deja en la tierra como testamento pol¨ªtico.
Precisamente, Berlusconi fallec¨ªa el lunes (a los 86 a?os) poco antes de que su mejor alumno, el expresidente de EE UU Donald Trump, fuese citado a declarar ante la justicia, como tantas veces hizo el propio due?o de Mediaset. Y sentados en las primeras filas del Duomo milan¨¦s se encontraban la presidenta del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni, el l¨ªder de la Liga, Matteo Salvini, y su predecesor, Umberto Bossi; o el ex primer ministro Matteo Renzi. Todos ellos criaturas nacidas al calor del fen¨®meno pol¨ªtico que Berlusconi constituy¨®. Forza Italia, su partido, quedar¨¢ ahora en manos del ministro de Exteriores, Antonio Tajani, bajo la supervisi¨®n de su hija Marina.
El funeral comenz¨® con puntualidad milanesa. Unas 2.000 personas entraron dentro del templo y otras 12.000 siguieron la ceremonia desde la plaza del Duomo, el escenario de su primer mitin pol¨ªtico en 1994, a trav¨¦s de cuatro pantallas gigantes. La ciudad, acordonada. El centro, impracticable. La idea era crear un corredor para las autoridades que deb¨ªan llegar. Sin embargo, no hubo grandes nombres entre la lista de gobernantes que cogieron un avi¨®n para participar en la ceremonia. Estaban el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n; el emir de Qatar, Tamim bin Hamad, o el presidente de Irak, Abdul Latif Rashid, de visita en Italia. En representaci¨®n de la Uni¨®n Europea acudi¨® el comisario econ¨®mico, Paolo Gentiloni.
La salida del f¨¦retro ¡ªde madera de caoba hondure?a¡ª desde la mansi¨®n de Arcore fue retransmitida en directo por helic¨®pteros, drones y varios veh¨ªculos. Faltar¨ªa m¨¢s que el rey de la televisi¨®n, que uni¨® espect¨¢culo y pol¨ªtica, no hubiera tenido un show a la altura de su talento para el medio. Una ceremonia de ecumenismo popular y posmoderno. Porque dos horas antes comenzaron a llegar allegados, pol¨ªticos, futbolistas, ministros, viejas cabareteras, exesposas, parientes¡ Una breve historiograf¨ªa tambi¨¦n de los avances de la cirug¨ªa pl¨¢stica. Un desfile alucinante de toda una ¨¦poca, de un universo que Berlusconi construy¨® y logr¨® implantar como un marcapasos en el alma de Italia.
Los ¨²ltimos en llegar, como indica el protocolo, fueron la presidenta del Consejo de Ministros, Giorgia Meloni, y el presidente de la Rep¨²blica, Sergio Mattarella, ambos aplaudidos a rabiar. Fuera, las banderas del AC Milan ondeaban entre los brazos de los ultras del equipo, que cantaban: ¡°Un presidente, solo hay un presidente¡±. Otros coreaban las ideas que hicieron las delicias de Berlusconi: ¡°?Comunista el que no bote es!¡±. Y algunos, como una de las presentadoras de Mediaset que retransmit¨ªan el momento, se conmov¨ªan sintetizando el tutti frutti ideol¨®gico que supuso el berlusconismo.
La catedral ya era en ese momento un plat¨®, la puesta en escena del poder del finado. Un homenaje involuntario a profetas de la sociedad del espect¨¢culo como Guy Debord. En primera fila ¡ªtodos de azul, el color preferido de Berlusconi¡ª la familia directa, los hijos, y su ¨²ltima pareja, la diputada de 33 a?os Marta Fascina. En la misma hilera de bancos, pero m¨¢s apartada, su segunda esposa y madre de tres de sus cinco hijos, Veronica Lario. Detr¨¢s, ministros y el elenco de hombres de confianza de todos esos a?os. ¡°Vivir, no sufrir con los insultos, con la decadencia. Seguir intent¨¢ndolo¡±, hab¨ªa comenzado ya el arzobispo de Mil¨¢n en su homil¨ªa/elogio de Berlusconi, sin duda bastante descriptiva del personaje. ¡°Amar y desear ser amado. Buscar el amor como una promesa de vida, como una historia complicada. Estar contento y amar las fiestas. Estar contento y desear que los dem¨¢s tambi¨¦n lo estuvieran¡±, continuaba mientras el primog¨¦nito del magnate, Pier Silvio, asent¨ªa.
Los honores reservados a Berlusconi, el de un funeral de Estado por todo lo alto y, sobre todo, la declaraci¨®n del luto nacional, han sido muy cuestionados. El Parlamento italiano permanecer¨¢ cerrado durante una semana: un hecho in¨¦dito y reservado a acontecimientos, tragedias hist¨®ricas. Las banderas de las instituciones p¨²blicas ¡ªaunque algunos se han resistido a ello¡ª permanecer¨¢n a media asta dos d¨ªas en se?al de respeto. Y el f¨¦retro de Berlusconi recibir¨¢ durante su funeral todos los honores militares. Una reverencia protocolaria que contrasta con su historial delictivo, con el que atraves¨® por decenas de procesos ¡ªentre ellos prostituci¨®n y corrupci¨®n de menores¡ª, aunque solo fuera condenado en v¨ªa definitiva por fraude fiscal. Una imagen, sin embargo, que tambi¨¦n habla de su tiempo.
El ata¨²d que transportaba a Silvio Berlusconi sali¨® de la catedral pasadas las cuatro de la tarde, cerrando tras ¨¦l las puertas de una ¨¦poca con la que todos los italianos tendr¨¢n ahora que hacer cuentas. El magnate ser¨¢ incinerado y sus cenizas reposar¨¢n en el mausoleo que se hizo construir para pasar la eternidad junto a sus amigos en los jardines de la mansi¨®n de Arcore. Ese ser¨¢ el ¨²ltimo acto.
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