Bombazos con dedicatoria manuscrita para los rusos en el frente de Zaporiyia
Miembros de las fuerzas especiales de la polic¨ªa de Ucrania combaten a golpe de mortero espoleados por el deseo de liberar a sus familiares de la ocupaci¨®n
El ritual b¨¦lico impone a veces a?adir un mensaje manuscrito a los proyectiles que se lanzan al enemigo. Algo as¨ª como el equivalente a la dedicatoria del que regala un libro o un ramo de flores. En este caso, envenenada. A dos kil¨®metros de la l¨ªnea de defensa de los rusos en la regi¨®n de Zaporiyia, un joven llamado Oleksandr saca del botiqu¨ªn que cuelga de su uniforme de camuflaje el marcador que lleva para anotar la hora a la que ponen el torniquete a los heridos. Le sirve para firmar y dedicar algunas de las bombas de mortero. A unos metros de ¨¦l, Aleksei, Artem y Sergu¨¦i (ninguno da su apellido) tienen la ceremonia bien aprendida. Descargan de la parte de atr¨¢s de su todoterreno el arma y montan en un periquete el ca?¨®n sobre el b¨ªpode. Los tres cuentan con una motivaci¨®n especial para acudir cada d¨ªa al frente: parte de sus familias viven en la zona ocupada por los rusos, hacia donde trata de avanzar estos d¨ªas la contraofensiva de Kiev.
Tras esa liturgia del rotulador y las dedicatorias, comienza la operaci¨®n de estos integrantes de las fuerzas especiales de la polic¨ªa de Ucrania. Van a bombardear unas posiciones enemigas localizadas por medio de drones el d¨ªa anterior por otra unidad. Algunos miembros de esa segunda unidad los acompa?an y asesoran. Unos aportan la tecnolog¨ªa. Otros, los tradicionales pero efectivos morteros. Ambos grupos coinciden en esta ma?ana en la que Sergu¨¦i lamenta de soslayo que haya ¡°algunas nubes y sople el viento algo racheado¡±. Inclemencias, en todo caso, que no frenan sus planes.
A los pocos segundos suena seco en el aire el primer zambombazo. Lleva escrito el nombre de un ensanche de nueva factura en el oeste de Kiev, la capital, cuya constructora est¨¢ haciendo posible con su financiaci¨®n que este ataque pueda llevarse a cabo. El segundo sale escupido por la boca de hierro humeante en memoria de un combatiente ca¨ªdo cuyo apodo de guerra era Tefal. Para que quede constancia y poder enviar el recuerdo a los interesados, lo ¨²ltimo que hacen antes de cargar el ca?¨®n es tomar una foto de los artefactos con un tel¨¦fono m¨®vil.
Ambos ej¨¦rcitos, ruso y ucranio, emplean esa forma de intercambio de mensajes. Las notas suelen ir cargadas de odio, de iron¨ªa, de buenos deseos para las tropas propias o como recuerdo para aquellos que se han dejado el pellejo en la contienda, como en el caso de Tefal. A veces son cr¨ªpticos. No buscan que, en caso de llegar legible a su destinatario, este pueda descifrarlos. Otros son una pu?alada certera y directa. ¡°?Feliz a?o!¡±, se pod¨ªa leer sobre los restos de uno de los aviones no tripulados con los que Rusia atac¨® Kiev en la madrugada del 1 de enero.
La posici¨®n desde la que se lanzan los morteros se halla entre Mala Tokmachka, en manos ucranias, y Novopokrovka, peque?a localidad ocupada por el invasor. Este frente de la regi¨®n sure?a de Zaporiyia es uno de los puntos donde se desarrolla desde primeros de junio la contraofensiva del ej¨¦rcito local. Dos de los hombres se colocan a resguardo de una trinchera desde la que, a trav¨¦s de una pantalla, controlan el vuelo de un dron con una c¨¢mara que les ayuda a localizar el lugar del impacto y corregir la posici¨®n del siguiente disparo. Otro est¨¢ pendiente de la antena.
A pie de mortero, Artem, de 33 a?os, es el encargado de corregir la posici¨®n modificando la trayectoria del disparo a trav¨¦s de una mirilla. A veces, para colocar bien los anclajes al suelo del b¨ªpode ha de excavar un poco con una pala y as¨ª puede cambiar el ¨¢ngulo necesario para la par¨¢bola deseada. ¡°?Fuego!¡±, grita a continuaci¨®n Sergu¨¦i, de 39 a?os, como advertencia cada vez que introduce un proyectil por la boca del ca?¨®n. Tienen el tiempo justo para agacharse y sujetarse con las manos los auriculares con los que se protegen los o¨ªdos. En poco m¨¢s de un segundo, llega la detonaci¨®n. ?Bum! ¡°?Repetimos!¡±, exclama poco despu¨¦s a Aleksei, de 32 a?os, desde dentro de la zanja de tierra, una vez que ha comprobado que se han acercado al objetivo.
Aleksei confirma que durante la operaci¨®n han conseguido golpear varias veces las trincheras de los rusos, pero no puede asegurar que hayan causado v¨ªctimas. ¡°Hay ocasiones en las que nos enteramos despu¨¦s por los partes que ofrecen los rusos de las bajas en la batalla. Algunos de nuestros colegas siguen esas fuentes de los enemigos¡±, explica.
Tanto Aleksei como Artem y Sergu¨¦i viven normalmente en esta regi¨®n de Zaporiyia y los tres ya formaban parte de las fuerzas especiales de la polic¨ªa antes de que, en febrero del a?o pasado, el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, ordenara el comienzo de la gran invasi¨®n de Ucrania. A diferencia de otras unidades que se han estado moviendo por diferentes frentes, ellos han permanecido casi todos estos meses desplegados en su regi¨®n, salvo algunas incursiones en la vecina Donetsk. Adem¨¢s de ataques con mortero, cuentan, llevan a cabo otras misiones como ocupar posiciones de francotiradores o las de inteligencia.
Los tres, adem¨¢s, confirman que sienten una ¡°motivaci¨®n¡± y ¡°esperanza¡± especial por avanzar en la contraofensiva, pues desean liberar cuanto antes a los familiares que tienen en zona ocupada. Aleksei, a sus abuelos en Tokmak; Artem, a sus padres en Melit¨®pol, y Sergu¨¦i, a su madre camino de Berdiansk.
Melit¨®pol y Berdiansk son dos importantes ciudades que forman parte del corredor a orillas del mar de Azov, esencial para la log¨ªstica de las tropas invasoras y que es objetivo primordial de la actual campa?a militar ucrania. Antes han de controlar localidades en cruces de caminos importantes como es Tokmak, todav¨ªa a unos 60 kil¨®metros al sur de donde est¨¢n lanzando los morteros. Hablan con sus seres queridos menos de lo que les gustar¨ªa a trav¨¦s del tel¨¦fono y, cuando lo hacen, siempre es evitando abordar el conflicto. ¡°Los rusos saben qui¨¦nes somos y tenemos que proteger a nuestras familias¡±, reconoce Aleksei.
El asfalto de la carretera por la que deshacen el camino tras dar por cerrada la misi¨®n est¨¢ cosido a impactos. Algunos han dejado peligrosos cr¨¢teres de m¨¢s de un metro de profundidad. Suenan por el aire sin tregua los combates desde otras posiciones cercanas, recuerdo de que el frente se encuentra un poco m¨¢s adelante. La viceministra de Defensa, Hanna Maliar, reconoci¨® el martes que Ucrania est¨¢ encontrando una resistencia feroz por parte rusa, lo que explica los escasos avances hasta el momento tras casi tres semanas de contraofensiva. Aleksei le resta importancia. Junto a sus compa?eros sabe que se encuentran solo en el comienzo de una operaci¨®n que ¡°por desgracia¡± les va a ocupar un tiempo largo. Pero tratan de demostrar que mantienen la moral intacta. ¡°Esta es nuestra ¨²ltima oportunidad. No queremos otra Uni¨®n Sovi¨¦tica. Los destruiremos¡±, sentencia Aleksei.
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