Los albergues para personas sin hogar de Nueva York alojan a m¨¢s de 100.000, en su mayor¨ªa migrantes
Desde la primavera de 2022 m¨¢s de 81.000 extranjeros, muchos de ellos venezolanos, han llegado a la ciudad desde la frontera sur
Uno de cada 80 habitantes de la mayor ciudad de EE UU, Nueva York, con una poblaci¨®n que supera los ocho millones, no tiene un lugar para vivir. Si a los sin techo aut¨®ctonos se les suman los miles de migrantes llegados a la Gran Manzana desde Texas o Arizona, enviados desde la primavera de 2022 por los gobernadores republicanos para presionar a la Administraci¨®n dem¨®crata -tanto la de la ciudad como la federal-, el volumen de ocupaci¨®n que esta semana ha alcanzado la red de albergues municipales no ha de extra?ar. M¨¢s de 100.000 personas, m¨¢s la mitad de ellas migrantes, se alojan actualmente en los cientos de albergues, hoteles o campamentos (¡°centros de ayuda de emergencia¡±, en la terminolog¨ªa oficial) habilitados por la ciudad para tal fin; siendo la primera vez que los registros alcanzan los seis d¨ªgitos. La afluencia ha multiplicado los costes, como repite sin descanso el alcalde, el dem¨®crata Eric Adams, intentando obtener del Estado y de Washington ayuda econ¨®mica adicional para afrontar el fen¨®meno. La ciudad ha gastado m¨¢s de mil millones de d¨®lares en el ¨²ltimo a?o, y espera gastar m¨¢s de 4.000 millones de d¨®lares el pr¨®ximo.
Var¨ªa la composici¨®n demogr¨¢fica de las dos clases de alojados: frente a las familias con ni?os, que suponen dos tercios de los migrantes, los vagabundos aut¨®ctonos ofrecen perfiles individuales y, en muchos casos, problem¨¢ticos, por la combinaci¨®n de adicciones y trastornos mentales no tratados. Pero la presi¨®n de los primeros est¨¢ poniendo a prueba la consideraci¨®n de Nueva York como tradicional lugar de acogida de inmigrantes. De hecho, el alcalde ha recortado en los ¨²ltimos meses provisiones que blindaban legalmente el refugio, a consecuencia de la masiva afluencia, que ha derivado a muchos a otras localidades del Estado, no siempre predispuestas a la acogida.
Dos comunidades que te¨®ricamente no se entremezclan, los vagabundos locales y los migrantes, buena parte de ellos peticionarios de asilo o de refugio temporal, cohabitan en instalaciones al l¨ªmite de su capacidad. Adams lo ha intentado todo: carpas gigantescas en parques o en el puerto; la colaboraci¨®n de las confesiones religiosas y, ahora, la distribuci¨®n de los migrantes por todo el Estado (hace dos meses, fue el traslado de los mismos hacia la frontera con Canad¨¢, en autobuses fletados especialmente). Esta misma semana el regidor ha anunciado la apertura del duod¨¦cimo Centro de Ayuda y Respuesta a Emergencias Humanitarias de la ciudad, que atender¨¢ a 500 unidades familiares. En total, hay 175 refugios de emergencia, que no s¨®lo ofrecen camas, sino la red de apoyo necesaria para tramitar papeles, asesorar laboralmente y ofrecer escolarizaci¨®n inmediata en la red de escuelas p¨²blicas a los menores.
¡°Si hubiera una coordinaci¨®n nacional¡±, ha dicho este martes la teniente de alcalde Anne Williams-Isom, ¡°la carga no recaer¨ªa tanto sobre la ciudad de Nueva York¡±. S¨®lo en la semana del 19 al 25 de junio hab¨ªan entrado en los albergues 2.500 solicitantes de asilo. Opacados por la afluencia de migrantes, los otros ocupantes de las plazas son sin techo no inmigrantes, lo que demuestra que la poblaci¨®n aut¨®ctona tambi¨¦n ha crecido. Cuando Adams tom¨® posesi¨®n de la alcald¨ªa, el 1 de enero de 2022, hab¨ªa 45.000 personas en el principal sistema de albergues, sumados locales y for¨¢neos. Desde que los gobernadores republicanos de Texas y Arizona comenzaron a fletar autobuses rumbo a Nueva York, para desalojar la frontera, la cifra se ha multiplicado por dos, y en total han llegado a la ciudad 81.200 personas, en su mayor¨ªa venezolanos. Al menos 17.000 migrantes viven en instalaciones ajenas al sistema municipal de albergues, como grandes hoteles y otros lugares habilitados especialmente.
En mayo, tras expirar el T¨ªtulo 42, una norma inspirada por la pandemia que permit¨ªa a las autoridades devolver autom¨¢ticamente a los extranjeros tras cruzar la frontera, la afluencia de migrantes a la Gran Manzana se aceler¨®, lo que llev¨® a la ciudad a solicitar una exenci¨®n judicial de su singular mandato de ¡°puerto seguro¡±, consagrado legalmente y consistente en ofrecer una cama a todo aquel que lo deseara. Sobre todo, porque no hab¨ªa ya m¨¢s espacio, de ah¨ª las colas que se forman a diario ante iglesias y ONG. Ya en octubre pasado, Adams declar¨® el estado de emergencia en la ciudad mientras ped¨ªa a Washington que se acelerase la concesi¨®n del estatus de protecci¨®n temporal (TPS, en sus siglas inglesas), que permite a los migrantes vivir y trabajar sin miedo a ser deportados, mientras se procesa su petici¨®n de asilo.
La emergencia de la crisis migratoria impide muchas veces ver la urgencia de ayudar a los sin techo aut¨®ctonos, a menudo presentados como un factor de inseguridad incluso desde instancias oficiales (como protagonistas, por ejemplo, de peri¨®dicos incidentes en el metro). Entre ellos hay adictos, muchos de ellos diagnosticados de enfermedades mentales pero ajenos a los servicios de salud p¨²blicos, pero tambi¨¦n v¨ªctimas de la pandemia y la crisis econ¨®mica que la emergencia sanitaria provoc¨®. Ahora, doblemente marginalizados, constituyen una minor¨ªa frente a la mayor¨ªa de migrantes.
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