Resistencia desde el Esequibo: ¡°Nos defenderemos si Venezuela se atreve a invadirnos¡±
Habitantes de la regi¨®n selv¨¢tica de Guyana, rica en petr¨®leo y minas de oro, responden ante las amenazas del presidente Nicol¨¢s Maduro: ¡°No quiero ser venezolano ni loco¡±
A Alvin Hilliman el sol le dora su piel trigue?a. Lleva el pelo a lo rasta y un grueso reloj color oro en la mu?eca izquierda. Pasa las horas muertas al sol en la tienda de un amigo que vende cervezas y licor. El fervor patri¨®tico que se ha generado en el Esequibo a ra¨ªz del reclamo por parte de Venezuela de esta region selv¨¢tica rica en minerales y petr¨®leo, que ahora mismo pertenece a Guyana, a ¨¦l no le ha tocado un pelo. No le impresionan ni las banderas ni los grandes carteles en mitad de la carretera que dicen ¡°Essequibo belongs to Guyana¡± (El Esequibo pertenece a Guyana). A sus 50 a?os, dice, ning¨²n Gobierno le ha regalado nada, ni siquiera un paquete de arroz. Cuando no est¨¢ en la tienda de su amigo, se parte el lomo en la construcci¨®n de alg¨²n edificio de por aqu¨ª, de ocho de la ma?ana a ocho de la noche, por un pu?ado de d¨®lares que no le sacan de la miseria. Nunca conoci¨® a su padre, su madre ha muerto recientemente. Siente que est¨¢ solo en este mundo lleno de trampas. ¡°Si pelean y gana Venezuela, ir¨¦ con Venezuela. Si no, con el contrario. Esta tierra es de negros y blancos, de todos. Me da igual qui¨¦n gane. No me importa ning¨²n presidente, que les den a todos¡±, se queja.
Detr¨¢s de la esquina en la que Hilliman se sienta a ver pasar la vida, se levanta la vieja comisar¨ªa de Charity, una ciudad con un puerto fluvial, al norte del Esequibo, de apenas 1.500 habitantes. Nadie parece haber pintado el edificio desde los tiempos de la colonia brit¨¢nica. Una patrulla llega con un tipo de aspecto patibulario en la parte trasera. ?Un ladr¨®n detenido, quiz¨¢? No, se trata de un amigo a quien la polic¨ªa le ha hecho de taxi. En las paredes cuelgan los retratos del presidente, del primer ministro y del jefe de polic¨ªa de todo el pa¨ªs. El oficial R. Ramnarine lleva el uniforme perfectamente planchado, los zapatos lustrosos y el afeitado con el que sue?a un barbero. Este mediod¨ªa arregla la bisagra de una puerta de la comisar¨ªa, pero que nadie se imagine que anda despistado.
¡ªDefender¨¦ a mi pa¨ªs si Venezuela se atreve a invadirnos¡ª asegura R. Ramnarine con un destornillador en la mano, y no hay por qu¨¦ no tomarle en serio.
El Gobierno de Nicol¨¢s Maduro celebr¨® un refer¨¦ndum la semana pasada en el que le pregunt¨® a los venezolanos si quer¨ªan la anexi¨®n del Esequibo, un region de 160.000 kil¨®metros cuadrados ¡ªcasi el doble que Portugal o cinco veces B¨¦lgica¡ª que ahora mismo pertenece al peque?o pa¨ªs de Guyana, de 800.000 habitantes. M¨¢s del 95% vot¨® que s¨ª, como se esperaba. Maduro asegura que esto le ha otorgado un mandato popular para ocupar estas tierras. La amenaza venezolana se produce despu¨¦s de que un consorcio liderado por ExxonMobil haya realizado una serie de descubrimientos de petr¨®leo en altamar y el presidente de Guyana, Irfaan Al¨ª, presione para que se realicen m¨¢s exploraciones de hidrocarburos en zonas que Venezuela reclama como suyas.
Guyana, un pa¨ªs pobre, ha visto de la noche a la ma?ana que la riqueza est¨¢ ah¨ª, al alcance de su mano. Este a?o cerrar¨¢ con un aumento del 25% del PIB. Su capital, Georgetown, se ha llenado de empleados de las grandes petroleras y eso ha distorsionado el mercado. La noche m¨¢s barata de hotel cuesta 200 d¨®lares (185 euros), los taxis no hacen un trayecto por menos de 30 y la carta de los restaurantes no tiene nada que envidiarle en precio a los de Estados Unidos. Los camiones cargados de arena atestan las peque?as carreteras del pa¨ªs, porque ahora siempre hay algo por levantar en alg¨²n sitio. Se puede afirmar que Guyana est¨¢ en obras. Pero toda esa prosperidad se la quieren arrebatar, piensan los guyaneses. Al¨ª, el ¨²nico presidente musulm¨¢n de Occidente, ya ha dicho que no sucumbir¨¢n a las artima?as de Maduro y que defender¨¢n su pa¨ªs por cualquier medio. Al¨ª fue una noche a la frontera con Venezuela vestido de ropa militar, se subi¨® a un pe?¨®n e iz¨® una bandera de Guyana, al estilo de la pel¨ªcula Flags of our Fathers.
Un intento de ocupaci¨®n, sin embargo, parece remoto. Estados Unidos, Brasil y China han coincidido en que el statu quo de esa frontera debe continuar, a menos que dictaminen lo contrario los tribunales internacionales. Venezuela no parece darse por enterada y ha promulgado una ley para convertir el Esequibo en uno de sus Estados y darle la ciudadan¨ªa a los 125.000 habitantes de esa regi¨®n, en la que proliferan las minas ilegales de oro y la tala de ¨¢rboles indiscriminada. ¡°No quiero ser venezolano ni loco¡±, responde Adrian, un peluquero de 30 a?os de Charity que se ha pasado la ma?ana de brazos cruzados. ¡°Soy superguyan¨¦s. Nunca he salido de aqu¨ª. Tengo un t¨ªo en [el distrito neoyorquino de] Queens¡±, contin¨²a. Sita Singh, la vendedora de ropa de unas tiendas m¨¢s all¨¢, tiene miedo: ¡°Estoy asustada. Ellos quieren venir y da?ar este pa¨ªs. Cuando uno lo piensa, es absurdo. No, no quiero ser venezolana. ?A la fuerza?¡±.
Hay que remontarse al siglo XIX para encontrar las ra¨ªces de esta disputa. El territorio pas¨® de una colonia a la otra, de la espa?ola a la holandesa y de la holandesa a la brit¨¢nica, que se hizo cargo desde 1831. En ese tiempo su superficie se vio quintuplicada tras engullir parte del Esequibo mediante los asentamientos alrededor de las minas de oro. Los historiadores venezolanos sospechan que los brit¨¢nicos utilizaron mapas enga?osos. Ante la controversia de ese momento, Londres pidi¨® al explorador Robert Schomburgk que definiera la frontera. El aventurero traz¨® una l¨ªnea que reclamaba cerca de 80.000 kil¨®metros cuadrados adicionales. Venezuela protest¨® y se public¨® una nueva versi¨®n de la l¨ªnea Schomburgk que, lejos de hacer caso a los venezolanos, ampliaba a¨²n m¨¢s el territorio. En 1899 se emiti¨® en un laudo arbitral de Par¨ªs un dictamen favorable al Reino Unido con el que el territorio quedaba oficialmente bajo dominio brit¨¢nico. Venezuela se sinti¨® enga?ada entonces y el conflicto contin¨²a hasta el sol de hoy. Los pol¨ªticos que rodean a Maduro han acusado a los brit¨¢nicos, que han salido de defender a Guyana, de seguir ejerciendo la pirater¨ªa a estas alturas.
La mayor parte de la regi¨®n del Esequibo est¨¢ compuesta de selva impenetrable. Hay tours que ofrecen a los turistas soltarlos en medio de la nada con un machete, una br¨²jula y una cantimplora. En la llanura, la vista se pierde. Sus habitantes se desplazan en botes que cruzan r¨ªos encrespados y por carreteras de una sola v¨ªa. A los lados aparecen puestos de reparaci¨®n de calzado, casas de aspecto colonial, cementerios abandonados, iglesias metodistas y anuncios de Exxon. Por todos lados ondean banderas de Guyana, se?al de este nuevo fervor patri¨®tico. En la radio de los taxis suenan canciones de Bollywood. El 44% de la poblaci¨®n proviene de la India, el 30% de ?frica y el resto se divide entre chinos, ind¨ªgenas y otras minor¨ªas. El idioma oficial es el ingl¨¦s ¡ªcasi un dialecto, lleno de jerga¡ª, aunque muchos hablan hindi y urdu. El partido de los pol¨ªticos de origen indio y el de los afroguyaneses se turnan en el poder, muestra de una buena salud democr¨¢tica, aunque eso no quiere decir que se salven de la corrupci¨®n.
Los m¨¢s perjudicados por la tensi¨®n entre los dos pa¨ªses son los venezolanos que viven en Guyana, una novedad absoluta para un pa¨ªs cuyos habitantes est¨¢n acostumbrados a desperdigarse por el mundo entero. Se calcula que hay unos 25.000 ¡ªuna cifra nada despreciable en un pa¨ªs con tan poca poblaci¨®n¡ª. En septiembre la polic¨ªa detuvo a 70 que desembarcaron en Tuschen, en la frontera con el Esequibo, en botes repletos de b¨¢rtulos y gallos de pelea. Los venezolanos se han ganado aqu¨ª fama de buscavidas, de gente que sabe hacer de todo. Eso no les ha sido suficiente para evitar el racismo, que es mucho y muy fuerte. Ferney lleva un a?o en Georgetown vendiendo fruta. Lleg¨® desde el Estado venezolano de Carabobo. No tiene un ¨¢pice de tonto: ¡°Si me preguntan ahora digo que soy cubano. Me tiene cansado esta vaina¡±.
La anexi¨®n del Esequibo une a la oposici¨®n y al Gobierno en Venezuela, pero los hay que piensan que el chavismo ha vuelto a recurrir a otra de sus estratagemas para quedarse en el poder, en el que lleva desde hace m¨¢s de 20 a?os. Maduro tiene que celebrar elecciones presidenciales este 2024, como ha acordado con Estados Unidos a cambio de que le rebajen las sanciones al petr¨®leo y el oro, clave para la superviviencia econ¨®mica de Caracas. Sin embargo, la oposici¨®n cuenta con una candidato muy fuerte, Mar¨ªa Corina Machado, que en todas las encuestas punt¨²a muy por encima de Maduro. Si la tensi¨®n con Guyana se incrementara, Maduro podr¨ªa declarar la conmoci¨®n interna y aplazar las elecciones por tiempo indefinido.
En Charity la vida se abre alrededor del peque?o puerto, al que llegan barcas llenas de mercanc¨ªas ex¨®ticas y pasajeros. Michael Persiud, de 53 a?os, trabaj¨® en Pa¨ªses Bajos hace 20 a?os. Recuerda tener que explicarle a todo el mundo d¨®nde diablos estaba Guyana. Un buen d¨ªa se hart¨® y decidi¨® acudir a su puesto de vendedor de pescado con un mapa guardado en el bolsillo. Cuando alg¨²n cliente le interrogaba, ¨¦l lo sacaba y se?alaba con el dedo este pa¨ªs latinoamericano ba?ado por el Atl¨¢ntico, que hace frontera con Venezuela, Brasil y Surinam. ¡°Y ahora que descubrimos petr¨®leo estamos de moda, todo el mundo quiere meter mano aqu¨ª¡±, se queja Persiud, que ha comprendido de golpe las ventajas de mantenerse en el anonimato.
En los alrededores hay enormes campos de arroz. Hugo Ch¨¢vez, el mentor de Maduro, dej¨® a un lado la controversia territorial y cre¨® un programa de intercambio de productos petrol¨ªferos venezolanos por arroz guyan¨¦s. Eso provoc¨® un auge econ¨®mico en Charity, sus habitantes podr¨ªan darse alg¨²n lujo que otro. Sin embargo, Ch¨¢vez pas¨® a mejor vida y la alianza se evapor¨® durante el Gobierno de Maduro, en el momento en el que la producci¨®n petrolera de Venezuela colaps¨®. Charity volvi¨® a la escasez, la bonanza hab¨ªa sido un espejismo. ¡°Podr¨ªamos ser hermanos y favorecernos los dos pa¨ªses, pero la disputa nos est¨¢ matando. Nadie ha querido invertir con fuerza aqu¨ª porque sienten que en cualquier momento pueden cambiar las cosas. Deber¨ªamos olvidarnos del asunto y buscar lo mejor para ambos¡±, reflexiona Ron, de 51 a?os, un taxista que va sorteando cabras, tractores y perros callejeros que se lanzan como dementes contra las ruedas de su coche, de fabricaci¨®n japonesa. Por herencia de los brit¨¢nicos, los guyaneses, que consiguieron la independencia en 1966, conducen por la derecha.
Elizabeth Sam lleva unas gafas de pasta negra y un gorro con visera que le da un aspecto muy distinguido. Va cargada de bolsas de la compra. Trabaj¨® cinco a?os en Caracas como empleada del hogar, hace mucho tiempo, cuando Ch¨¢vez estaba vivo. Sabe decir, hola, gracias, qu¨¦ tal, c¨®mo est¨¢s, eres muy amable, eres muy hermoso. La coqueter¨ªa no le permite dar su edad. Considera que podr¨ªan ser tiempos de bonanza en el Esequibo, que con el boom del petr¨®leo muchos saldr¨¢n de la pobreza ¡ªel Gobierno local espera pasar de 14.000 a 30.000 d¨®lares de renta media en un par de a?os¡ª, pero la amenaza venezolana pende sobre sus cabezas: ¡°Vendr¨ªan ac¨¢ y qu¨¦. ?Nos matar¨ªan? Por el amor de Dios¡±.
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