La familia de la ni?a beduina herida en el ataque de Ir¨¢n: ¡°No tenemos refugios ni nada para resguardarnos¡±
El poblado donde impact¨® el proyectil que hiri¨® a una menor en el sur de Israel vive con la amenaza permanente de la demolici¨®n por parte de las autoridades
Mohamed al Hasuni mira al agujero dejado por el trozo de proyectil al atravesar el tejado de chapa y aterrizar en la casa. Abre las manos una veintena de cent¨ªmetros para calibrar el tama?o, que coincide con el de la oquedad abierta en la techumbre. El impacto al caer fue suficiente para herir de gravedad a su hija Amina, de siete a?os, que se debate entre la vida y la muerte en un hospital. ¡°Cuando la levantamos ten¨ªa sangre en la cabeza¡±, explica el padre, de 49 a?os, mientras se palpa el lado derecho de la oreja hacia arriba. La peque?a es la ¨²nica v¨ªctima grave que dej¨® el ataque que lanz¨® Ir¨¢n con cientos de drones y misiles en la madrugada del domingo contra Israel. En esa agresi¨®n, Israel asegura que intercept¨®, con ayuda de sus aliados, un 99% de los cohetes.
La familia Al Hasuni vive en Alfurah, un poblado beduino del desierto del Neguev, en el sureste de Israel, con unos 12.000 vecinos desperdigados en distintos asentamientos. Israel se niega a reconocerlos por considerarlos ilegales y sin derecho a viviendas ni infraestructuras. Son, en total, 36 poblados habitados por unas 150.000 personas a las que las autoridades, a diferencia del resto de israel¨ªes, no facilitan refugios ni sistema de alarmas para ataques como el del fin de semana. ¡°O nos refugiamos en las casas o en los coches¡±, lamenta Mohamed.
La casi permanente amenaza de demolici¨®n que afrontan estas familias convive estos d¨ªas con la enorme inquietud por la ni?a herida. Mohamed muestra la orden de derribo del vallado de su vivienda y de varias construcciones precarias que rodean la casa donde fue herida su hija. Es un papel del pasado 25 de marzo, similar al que reciben muchos beduinos a los que las autoridades presionan para que abandonen los poblados. Mohamed afirma que, seg¨²n le han amenazado las autoridades, si no obedece esa orden de derribo por propia iniciativa, les demoler¨¢n tambi¨¦n la casa da?ada. Este mismo lunes, pese al ataque del fin de semana, han continuado demoliendo viviendas en los alrededores.
En medio de esos trabajos, una excavadora contratada por las autoridades, escoltada por varios todoterrenos de color blanco, abandona la parcela de la familia Gaboa tras realizar un derribo, a pocos kil¨®metros de donde viven los Al Hasuni. Halil Gaboa, de 63 a?os, cuenta que pidieron una semana m¨¢s de plazo, porque la orden de derribo les pill¨® con el mes sagrado de Ramad¨¢n y con Eid El Fitr, la fiesta con la que este concluye. El domingo empezaron ellos mismos a desmantelar la construcci¨®n considerada ilegal, pero eso no impidi¨® la llegada de la comitiva de la demolici¨®n este lunes junto a la polic¨ªa. Ahora es la familia Gaboa la que ha de hacer frente al coste de esos trabajos, explica Halil. La norma dicta que si quien recibe la orden reh¨²sa ejecutarla, debe pagar el derribo que realizan las autoridades israel¨ªes.
Ese abandono institucional implica que esta poblaci¨®n beduina tiene 2.200 m¨¢s probabilidades de morir que el resto de ciudadanos en ataques con cohetes, seg¨²n un c¨¢lculo elaborado el pasado noviembre por el Consejo Regional de Pueblos No Reconocidos (RCUV, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s). Aunque sin muertos ni da?os de importancia, la ofensiva de Ir¨¢n, hasta ahora in¨¦dita y realizada en respuesta al bombardeo israel¨ª de su consulado en Damasco (Siria) a principios de mes, ha abierto nuevas inc¨®gnitas y miedo ante la posibilidad de que la actual guerra se extienda.
Era en torno a la 1.45 del domingo cuando empezaron a sonar las alarmas en todo Israel. Mohamed cuenta que en la soledad del desierto escucharon las sirenas de la ciudad de Arad, a varios kil¨®metros de distancia. ¡°Empezamos a ver fuego en el cielo y entonces algo cay¨® sobre la casa¡±, un trozo de proyectil, relata sentado en el suelo de tierra y piedras de uno de los cobertizos que hace las veces de sal¨®n. Junto a ¨¦l, Salah, su primo, de 31 a?os y padre de seis hijos: ¡°Todos los ni?os entraron en p¨¢nico. Lloraban, no sab¨ªan d¨®nde esconderse mientras corr¨ªan hacia el monte¡±.
La mayor¨ªa de los vecinos permaneci¨® lejos del poblado m¨¢s de 12 horas, hasta la tarde del domingo, se?ala Salah. ¡°No tenemos refugios ni nada donde resguardarnos¡±, agrega Halil, de 71 a?os y t¨ªo de Mohamed. Cree que con unas casas mejor construidas, Amina no habr¨ªa resultado herida. Todos reclaman m¨¢s protecci¨®n por parte de las autoridades, especialmente para los menores y las mujeres. Ninguna de ellas se deja ver durante el tiempo en que el periodista visita el lugar. ¡°Este es un lugar que siempre ha estado en guerra. Este a?o, y tambi¨¦n lo estar¨¢ el que viene¡¡±, deplora Halil para insistir en la necesidad de refugios.
Un enjambre de ni?os se arremolina en la puerta de la construcci¨®n da?ada durante el ataque de Ir¨¢n. La luz vertical del mediod¨ªa penetra en el interior por el boquete que ha dejado el cohete y se refleja sobre una pared blanca, dando luminosidad a la estancia. Sobre el suelo, en el lugar donde dorm¨ªa Amina, est¨¢n los restos met¨¢licos del proyectil, que penetraron varios cent¨ªmetros rompiendo una de las piezas de la soler¨ªa. La familia desconoce si la pieza corresponde a alg¨²n artefacto de los lanzados por Ir¨¢n o a restos de las bater¨ªas antia¨¦reas israel¨ªes para neutralizarlos. Sobre un promontorio en los alrededores, una de esas bater¨ªas apunta al cielo custodiada por varios militares.
Uno de los cinco menores que se encontraba tambi¨¦n en la vivienda era Naser, de nueve a?os y hermano de Amina. Cuando salieron todos despavoridos, Naser se cay¨® y se hizo una herida en el costado derecho (el ni?o la muestra). Fuera de la casa deambulan camellos, cabras, ovejas, burros y gallinas, que ayudan a la econom¨ªa de la familia.
Mohamed al Hasuni es padre de 10 hijos y cuatro hijas con sus dos mujeres. Uno de los chicos fue el que, de inmediato, se llev¨® en un coche a Amina hacia un centro sanitario. Por el camino se top¨® con una ambulancia, que fue la que traslad¨® a la ni?a hasta el hospital Soroka de la ciudad de Beersheba, a unos 60 kil¨®metros de Alfurah.
Un rato despu¨¦s del ataque, calcula que transcurridos 20 minutos o media hora, llegaron polic¨ªas y militares, que se llevaron los restos del proyectil. Mohamed asegura que ha recibido muchas llamadas, pero no una visita directa de las autoridades. Nati Yeffet, miembro del RCUV, lamenta que lo que ocurre a los beduinos no es debidamente recogido por los medios de comunicaci¨®n locales. De hecho, esta organizaci¨®n y otras que trabajan con ellos afirman que son tratados como ciudadanos de segunda clase.
Desde que se cre¨® como Estado en 1948, Israel trata de acabar con gran parte de la vida tradicional de estos habitantes del desierto, seg¨²n denuncia el RCUV. ¡°Esta es una zona minera que consideran estrat¨¦gica y quieren explotar¡±, afirma Yeffet. Entre los cascotes de la casa reci¨¦n destruida, varios ni?os recuperan objetos que les pueden servir, como un cepillo y un recogedor. Los Gaboa, pese a ver demolida su vivienda, no piensan irse del desierto en el que ya viv¨ªan sus ancestros beduinos antes de que naciera Israel.
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