Los movimientos de los grupos ultras en Europa a¨ªslan a Giorgia Meloni
Tras su triunfo en las elecciones europeas, a la primera ministra italiana los c¨¢lculos le han salido mal y se ve arrinconada tanto en la UE como por sus propios socios, bloqueada por ser a la vez extremista y moderada
Giorgia Meloni fue una de las triunfadoras de la noche electoral europea del 9 de junio y se ve¨ªa como la l¨ªder de la nueva oleada de derecha populista europea, con el plus a?adido de ser la m¨¢s presentable de todos ellos y, por tanto, el interlocutor imprescindible con un espacio pol¨ªtico que, pensaba, no se pod¨ªa ignorar. Sin embargo, un mes despu¨¦s, su plan se est¨¢ desmoronando y se la ignora perfectamente. La primera ministra italiana pretend¨ªa entrar en la sala de decisiones de la UE, pero el cord¨®n sanitario sigue extendido para ella y Ursula von der Leyen y sus aliados, socialdem¨®cratas y liberales, la han dejado fuera del reparto de poder de la Comisi¨®n. Sali¨® muy dolida del ¨²ltimo Consejo Europeo del pasado mes de junio, donde protest¨® contra un pacto ¡°precocinado¡±.
Al mismo tiempo, el mapa de la derecha populista se ha movido bajo sus pies y de ser la l¨ªder de la tercera familia pol¨ªtica europea, la dominante en el campo ultra, Reformistas y Conservadores Europeos (ECR, por sus siglas en ingl¨¦s), ha visto c¨®mo el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n, le ha robado la cartera con su nuevo grupo, Patriotas por Europa. Al que ha saltado Vox, una fuga que en el partido de Meloni, Hermanos de Italia, ha sentado como una traici¨®n. Con el traslado anunciado del otro bloque, donde estaban Le Pen y la Liga, llamado Identidad y Democracia (ID), a la nueva plataforma del mandatario h¨²ngaro, esta supera en esca?os a la de Meloni y la relega a la cuarta posici¨®n. Es un corrimiento a¨²n m¨¢s a la derecha de todo ese espacio, hacia Vlad¨ªmir Putin y a la espera de Donald Trump, que ahora le hace parecer a ella como la derecha descafeinada. Ha vaciado ECR, el artefacto pol¨ªtico que cuidadosamente ha construido estos a?os, que preside desde 2020, a cuya puerta Orb¨¢n llam¨® in¨²tilmente tras dejar el Partido Popular Europeo en 2021, pero que tampoco le est¨¢ sirviendo para ser considerada respetable entre los partidos tradicionales.
En Italia sigue el mismo juego de desgaste su socio Matteo Salvini, l¨ªder de la Liga, que cada d¨ªa tiene una ocurrencia para hacer ver que es un ultra m¨¢s aut¨¦ntico que ella (ha propuesto, por ejemplo, que las vacunas infantiles no sean obligatorias). Es una traici¨®n cotidiana para Meloni, que lleva dos a?os invirtiendo en la imagen de un Gobierno fiable y europe¨ªsta y tiene dentro como vicepresidente a Salvini. La l¨ªnea roja interna en el magma europeo de ultraderecha es la simpat¨ªa por Rusia, y Meloni se est¨¢ quedando sola. Entre los grandes partidos, solo aguanta con ella en su clan europeo el PiS polaco, por su aversi¨®n a Mosc¨², pero le supone otro lastre en sus ansias de presentabilidad, porque esta formaci¨®n cuando estuvo en el poder se gan¨® procedimientos sancionadores de la UE por sus medidas iliberales.
La duda de apoyar o no a Von der Leyen
En realidad, Meloni est¨¢ atrapada en su ambig¨¹edad, la misma que hasta ahora le ha permitido llegar lejos, pero no se sabe cu¨¢nto m¨¢s all¨¢. El reparto de poder en Bruselas ha sacado a la luz sus contradicciones, ante la duda de si va a levantarse moderada o extremista, seg¨²n la ocasi¨®n, y ahora se ve en tierra de nadie. Tambi¨¦n ha vuelto a poner en evidencia las divisiones de su coalici¨®n de Gobierno en Italia. Forza Italia, la formaci¨®n de Berlusconi y miembro del Partido Popular Europeo, que por el devenir de los acontecimientos ahora viene a representar la derecha italiana seria, pretende ganarla para el apoyo a Von der Leyen y un acercamiento al centro. Del otro lado, tira de ella la Liga, para que le niegue su voto. Salvini, que cay¨® en las europeas, ha entrado en una clara estrategia de radicalizaci¨®n, en busca de una identidad propia para intentar frenar la erosi¨®n que le supone estar en el Gobierno, eclipsado por Meloni.
La primera ministra italiana, que en su pa¨ªs quiere ocupar todo el espectro pol¨ªtico conservador del centro a la extrema derecha, aspira a ser aceptada en Europa como l¨ªder de una derecha de matriz posfascista, pero que ha dejado atr¨¢s su pasado y ahora tiene perfil institucional y razonable. Esta semana, por ejemplo, estar¨¢ en la cumbre de la OTAN como socio fiable que deber¨¢ comprometerse a aumentar el gasto militar hasta un 2% del PIB. Son d¨ªas de negociaci¨®n con el resto de l¨ªderes europeos decisivos para Meloni, con vistas a la votaci¨®n del Parlamento Europeo del 18 de julio que debe dar el s¨ª a Von der Leyen. Meloni se debate entre apoyarla o no, calculando c¨®mo le ir¨¢ mejor y no descarta brindarle apoyos puntuales a partir de ahora, aumentando el perfil de su singularidad.
Esto le valdr¨¢ acusaciones de su mundo pol¨ªtico de haberse vendido, pero ella, a su vez, tambi¨¦n quiere poder vender en casa que tiene mano en Bruselas y su estrategia da frutos. Por ejemplo, consiguiendo un vicepresidente ejecutivo de la Comisi¨®n (un comisario italiano no le basta porque se supone que ya le toca). Pero no es nada seguro que lo consiga y hasta ahora la impresi¨®n es que todo se est¨¢ gestando sin ella. Lo que obtenga puede ser m¨¢s por su condici¨®n de jefe de Gobierno del tercer pa¨ªs de la UE, miembro del G-7, que por su peso pol¨ªtico. Esperaba que su grupo pudiera influir en los equilibrios de poder, pero Von der Leyen se arregla sola con sus aliados habituales y habla hasta con los verdes, pero no con ella. La ¨²ltima salida pragm¨¢tica de Meloni es situarse como puente con los ultras, en caso de que haya algo que hablar con ellos.
En medio de esta encrucijada, Meloni tuvo que salir la semana pasada a hacer el en¨¦simo desmentido de que su partido sea neofascista. Fue a ra¨ªz de una investigaci¨®n period¨ªstica del diario digital Fanpage, que infiltr¨® una reportera en su formaci¨®n juvenil, Juventud Nacional, y grab¨® c¨®mo en p¨²blico eran muy dem¨®cratas, pero en privado se desmelenaban con barbaridades nazis y antisemitas, entre risotadas. Esta percepci¨®n de que el partido juega a dos bandas, con una fachada para ense?ar y un n¨²cleo interno nost¨¢lgico del fascismo, ha aumentado de nuevo la imagen de ambivalencia de Meloni. Finalmente, escribi¨® una carta para decir con rotundidad: ¡°No hay espacio en Hermanos de Italia para posiciones racistas o antisemitas, como no lo hay para nost¨¢lgicos de los totalitarismos del siglo XX o para cualquier manifestaci¨®n de est¨²pido folclore¡±. En estos casos se le suele recordar, por ejemplo, que su colega Ignazio La Russa, presidente del Senado, se ha jactado de tener en casa un busto de Mussolini y que nunca lo tirar¨¢ porque es un regalo de su padre.
En cuanto a la oposici¨®n italiana, vive momentos de euforia por los buenos resultados del Partido Democr¨¢tico (PD) y de la izquierda junto a los verdes en las elecciones europeas, que han vuelto a disparar la fantas¨ªa sobre una gran coalici¨®n capaz de ganar un d¨ªa los comicios (aunque quedan tres a?os). Perspectiva reforzada por el triunfo del Nuevo Frente Popular en Francia. Es un sue?o recurrente en la izquierda italiana desde que en 2006 gan¨® en una concurrida alianza sus ¨²ltimas generales, aunque luego duraron solo dos a?os. Gobernar luego es el problema. En la foto que se hicieron el pasado viernes l¨ªderes de distintos partidos y asociaciones casi no entraban en el encuadre, hab¨ªa 34.
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