El Asad, el ep¨ªlogo de lo malo conocido
La ca¨ªda del presidente sirio marca el final de la Primavera ?rabe, de una cruel dinast¨ªa en el poder durante medio siglo y de un dictador sanguinario que quiso presentarse hace 24 a?os como un l¨ªder moderno y reformista
Presidente por accidente, ha emprendido el mismo indigno camino que sigui¨® el primer presidente depuesto al despuntar la Primavera ?rabe, en 2011. Ha abandonado Damasco en la madrugada de este domingo, presumiblemente cargado con los ingentes bienes acaparados por su familia tras medio siglo de dinast¨ªa baazista. Pero si Zin el Abid¨ªn Ben Al¨ª huy¨® de T¨²nez tras unas pocas semanas de revueltas que se saldaron con algo m¨¢s de tres centenares de muertos, Bachar el Asad, nacido en 1965, solo ha escapado de Siria al cabo de casi 14 a?os de guerra civil, activa o larvada, que se han cobrado medio mill¨®n de muertos, el desarraigo de m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n, y que dejan d¨¦cadas de ruina para Siria.
Algunos de sus bi¨®grafos apuntan a que, aquejado del s¨ªndrome del segund¨®n que releva al primog¨¦nito al frente del clan por un vuelco del destino, el doctor Asad, un aparente hombre normal, se esforz¨® en ser el m¨¢s sanguinario y desp¨®tico para seguir aferrado al poder por miedo a acabar encarcelado, como el egipcio Hosni Mubarak, o tiroteado junto a un desag¨¹e, como el libio Muamar el Gadafi. Ha terminado recibiendo asilo en Mosc¨² por la puerta falsa.
El accidente de tr¨¢fico mortal sufrido hace tres d¨¦cadas por su hermano mayor, Basel, heredero del clan fundado por su padre, Hafez el Asad, le priv¨® de una pl¨¢cida vida en Londres, donde se formaba como m¨¦dico oftalm¨®logo y hab¨ªa conocido a Salma, economista de origen sirio, con la que se cas¨® a?os m¨¢s tarde. Se vio obligado a regresar a Damasco para completar la carrera militar y habituarse al manejo de las riendas del poder que su progenitor le leg¨® tras su muerte en el a?o 2000. En 2021, con oficialmente el 95% de los votos de un pa¨ªs roto tras un decenio de guerra, revalid¨® un cuarto mandato que ya no completar¨¢.
Al comienzo de su presidencia en una rep¨²blica hereditaria emiti¨® se?ales reformistas y toler¨® una cierta libertad de asociaci¨®n y de prensa, en un intento por distinguirse del r¨¦gimen de mano dura de su padre, que en 1982 aplast¨® una revuelta islamista en la ciudad de Hama (centro) con m¨¢s de 20.000 muertes y miles de heridos. Pero pronto los mensajes de cambio de Bachar el Asad se diluyeron en la rutina de la represi¨®n interna, mientras intentaba hacerse un nombre como estadista explorando v¨ªas diplom¨¢ticas con Turqu¨ªa, e incluso con Israel, al mismo tiempo que apuntalaba alianzas en el mundo isl¨¢mico chi¨ª con Ir¨¢n y el partido-milicia Hezbol¨¢ liban¨¦s, y consolidaba la cooperaci¨®n militar con Rusia. Para promocionar en el exterior una imagen de l¨ªder modernizador, en esa ¨¦poca prodigaba las entrevistas con medios internacionales, entre ellos EL PA?S.
¡ª?D¨®nde se ve usted a s¨ª mismo en 10 a?os?, se le preguntaba en la ¨²ltima que concedi¨® a este diario, a comienzos de 2016, ya en plena guerra.
¡ª ¡°Despu¨¦s de 10 a?os, quiero haber sido capaz de salvar a Siria¡±, replic¨® el mandatario.
En aquel momento, los principales servicios de inteligencia a¨²n dudaban de que El Asad fuera a permanecer mucho m¨¢s tiempo en el poder. Rusia acababa de desplegarse en Siria en apoyo de su aliado y, en especial, para proteger sus intereses militares en las bases de Tart¨²s y Latakia, en la costa mediterr¨¢nea. Con la ayuda de Mosc¨² y de Ir¨¢n, y de los miles de combatientes de Hezbol¨¢, junto con algunos pelotones chi¨ªes iran¨ªes y afganos, el r¨¦gimen del presidente sirio sali¨® a flote.
En un par de a?os recuper¨® el control sobre la llamada Siria ¨²til ¡ªlas grandes ciudades, los valles agr¨ªcolas y los yacimientos de petr¨®leo¡ª y dej¨® para sus variopintos enemigos el noreste: a los kurdos; el desierto central: a grupos residuales yihadistas; y el norte: a los rebeldes islamistas aliados de Turqu¨ªa, as¨ª como a antiguos miembros de Al Qaeda y otros insurgentes integristas expulsados de sus feudos, y que resistieron sus embates en Idlib (noroeste).
Detonante del conflicto
Desde este ¨²ltimo gran reducto de la oposici¨®n parti¨® la ofensiva rel¨¢mpago que ha echado por tierra su augurio de supervivencia de 2016. De poco le sirvi¨® la represi¨®n que ha ejercido mediante una poderosa mujabarat o polic¨ªa pol¨ªtica, que no dud¨® en torturar a unos menores que hab¨ªan pintado en marzo de 2011 en una tapia en Deraa (sur) que su hora ya hab¨ªa llegado, tras la ca¨ªda de Ben Al¨ª y Mubarak. Ese fue precisamente el detonante de la Primavera ?rabe en Siria, un estallido que ahora parece concluir con el pa¨ªs ¨²til en manos de unas milicias islamistas que se presentan como las m¨¢s poderosas. Bombardeos sistem¨¢ticos de poblaci¨®n civil con barriles explosivos y ataques puntuales con armas qu¨ªmicas han marcado un conflicto cuyas consecuencias perseguir¨¢n, sin embargo, para siempre a El Asad y su r¨¦gimen por cr¨ªmenes de guerra.
La comunidad internacional ¡ªa pesar de los fallidos intentos de buscar una salida pol¨ªtica en las negociaciones entre Gobierno y oposici¨®n auspiciadas por Naciones Unidas en Ginebra¡ª ha contemplado desde lejos la contienda civil siria. Un conflicto interminable que se convirti¨® en escenario del choque entre potencias globales y regionales, en una representaci¨®n a escala de una nueva guerra mundial. En un gesto desesperado, el presidente sirio liber¨® en 2014 a miles de presos yihadistas y dej¨® sin vigilancia la frontera con Irak para que el ISIS pudiera constituirse como Estado Isl¨¢mico territorial en un nuevo califato que se extend¨ªa a caballo de ambos pa¨ªses.
La estratagema surti¨® efecto, y El Asad pas¨® a ser considerado como un mal menor ¡ªlo malo conocido¡ª, frente a una amenaza salafista radical con ramificaciones que golpeaban con atentados en otras partes del mundo y sembraron el terror desde Par¨ªs a Estambul. Desde Damasco, vio complacido c¨®mo las grandes potencias concentraban su potencia de fuego contra el ISIS, mientras las l¨ªneas de los rebeldes se desmoronaban, salvo en Idlib y la zona kurda.
La pandemia abri¨® un par¨¦ntesis que pareci¨® estabilizar los frentes hasta este mismo mes. Y aunque la Liga ?rabe y otras instancias internacionales hab¨ªan vuelto a abrir la puerta al mandatario, el mundo ha acabado lav¨¢ndose las manos y desentendi¨¦ndose del destino de Siria. Los mismos servicios de inteligencia, desde el Mosad a la CIA, que predec¨ªan su r¨¢pida ca¨ªda hace una d¨¦cada, no han sido capaces de anticipar ahora su fulminante derrota. El Asad no solo ha perdido el poder, tambi¨¦n ha arruinado el futuro de un Estado clave en Oriente Pr¨®ximo. Queda fracturado en manos de enemigos que solo compart¨ªan la lucha contra su r¨¦gimen.
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