Los guardianes de la democracia de Corea del Sur
De la sociedad civil a los militares, la ley marcial se fren¨® gracias al muro de numerosos ciudadanos
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Si algo ha demostrado el abortado intento de imponer la ley marcial esta semana en Corea del Sur es que la democracia se sostiene, en buena medida, gracias a sus ciudadanos. El pa¨ªs asi¨¢tico, con un largo historial de dictaduras militares y golpes de Estado en la segunda mitad del siglo XX, sali¨® de inmediato a la calle para defender, en primer lugar, la Asamblea Nacional (el Parlamento) de los soldados de las fuerzas especiales que aterrizaron en sus jardines en helic¨®pteros e irrumpieron en las avenidas aleda?as a bordo de veh¨ªculos blindados. Las protestas y manifestaciones se han sucedido despu¨¦s para reclamar la destituci¨®n del presidente que tom¨® la decisi¨®n, Yoon Suk-yeol, al que consideran ¨²ltimo responsable.
El muro democr¨¢tico ha funcionado en parte, aunque no ha sido perfecto: el presidente sigue al frente del pa¨ªs despu¨¦s de que la moci¨®n contra ¨¦l fracasara el s¨¢bado en la C¨¢mara, tras una accidentada votaci¨®n boicoteada por su propia formaci¨®n, el Partido del Poder Popular (PPP). Pero Yoon es pr¨¢cticamente un zombi pol¨ªtico cuya ca¨ªda se espera pr¨®ximamente. La oposici¨®n, liderada por el Partido Democr¨¢tico, pretende plantear una nueva moci¨®n este mi¨¦rcoles con la intenci¨®n de votarla el s¨¢bado. Mientras el partido gobernante trata de salvar los muebles controlando los tiempos de la transici¨®n, el Ministerio de Justicia prohibi¨® el lunes al jefe del Estado abandonar el pa¨ªs como medida preventiva ante la investigaci¨®n iniciada contra ¨¦l por parte de la Oficina de Investigaci¨®n de la Corrupci¨®n de Altos Funcionarios; la Fiscal¨ªa surcoreana ya inform¨® el domingo de que tambi¨¦n ha abierto pesquisas contra Yoon por declarar la ley marcial. Su ya dimitido ministro de Defensa, Kim Yong-hyun, fue detenido el domingo.
La investigaci¨®n ha sido iniciada despu¨¦s de que varios grupos de activistas y representantes de la sociedad civil interpusieran una demanda contra el presidente, el exministro de Defensa, el Jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito y Comandante de la ley marcial, Park An-soo, y otros altos mandos militares y policiales a los que acusan de distintos delitos, incluidos insurrecci¨®n, rebeli¨®n, abuso de autoridad para instigar la detenci¨®n y violaciones de la Ley de la Asamblea Nacional.
Soo Jin-jeon, una abogada de 37 a?os, forma parte de Minbyun (Abogados por una Sociedad Democr¨¢tica), una de las organizaciones denunciantes. Fundada en 1988, tras la ca¨ªda del Gobierno militar, la asociaci¨®n se dedica a la defensa de los derechos humanos. Sus miembros han estado tambi¨¦n presentes en las protestas, atentos ante cualquier abuso policial.
Soo, que trabaja como especialista en la revisi¨®n de contratos audiovisuales internacionales (su pa¨ªs es hoy una superpotencia cultural gracias a ¨¦xitos como el Juego del Calamar), es el reflejo de una generaci¨®n criada en libertad para la que la democracia no tiene vuelta atr¨¢s. El pasado viernes por la tarde, despu¨¦s de su jornada habitual, y a punto de unirse a la protesta convocada frente a la Asamblea Nacional, confesaba su temor a que Yoon decidiera proclamar una segunda ley marcial antes de su destituci¨®n. Por eso hab¨ªa acudido: quer¨ªa asegurarse de que no ocurr¨ªa de nuevo.
Soo cree que las cosas han cambiado mucho en t¨¦rminos de actitud democr¨¢tica desde los oscuros episodios del pasado. ¡°No pertenezco a la generaci¨®n que vivi¨® el levantamiento de Gwangju y la ley marcial de 1980, pero hemos estudiado en la escuela la grave situaci¨®n, hemos visto pel¨ªculas y documentales relacionados, y hemos o¨ªdo hablar directamente de ella a algunas personas que la vivieron y quedaron traumatizadas¡±, a?ad¨ªa el domingo en un mensaje de texto.
Aquel levantamiento es considerado uno de esos momentos cruciales en la lucha surcoreana por la democracia. Muchos han citado estos d¨ªas aquella protesta masiva contra el Gobierno militar surcoreano que tuvo lugar en la ciudad meridional de Gwangju. Fue brutalmente reprimida, con una cifra de muertos ¡ªla mayor¨ªa civiles¡ª que oscila entre los cerca de 200 que dijo el Gobierno y los casi 2.000 en los que insistieron los estudiantes y ciudadanos. Se convirti¨® en una de las semillas de la incipiente transici¨®n democr¨¢tica. ¡°No quiero que vuelva a ocurrir¡±, contaba en otra de las protestas en Se¨²l la semana pasada un hombre de mediana edad. Solo dijo que se llamaba Lee y se dedicaba a la escritura. Hab¨ªa acudido en silla de ruedas. Llevaba un elegante abrigo tres cuartos y una bufanda roja.
Aquella matanza tambi¨¦n fue una de las primeras cosas que se le vino a la mente a la abogada Soo la noche del martes al mi¨¦rcoles, cuando descubri¨® helic¨®pteros volando cerca de la Asamblea Nacional mientras conduc¨ªa: ¡°Hab¨ªa o¨ªdo hablar de helic¨®pteros militares implicados en el levantamiento de Gwangju y en la ley marcial de 1980¡å.

Ese levantamiento es el escenario de Actos humanos, una de las novelas m¨¢s reconocidas de Han Kang, la escritora surcoreana galardonada con el Premio Nobel de Literatura hace menos de dos meses. Nacida en Gwangju en 1970, Han dio su visi¨®n el pasado viernes sobre la ley marcial desde Estocolmo, donde se encontraba paras asistir a la gala oficial de los premios celebrada este martes. Le impact¨® el comportamiento de sus conciudadanos: ¡°Vi a gente tratando de parar veh¨ªculos blindados con sus cuerpos, otros reteniendo a los soldados con sus manos, y algunos en pie firmes contra tropas que llevaban armas. Cuando algunos de los soldados se retiraban, la multitud les gritaba ¡®?Cuidaos!¡¯ como si despidieran a sus hijos. Pod¨ªa sentir su sinceridad y coraje¡±, dijo, seg¨²n ha recogido el canal surcoreano Airrang.
Tambi¨¦n le sorprendi¨® el comportamiento de los oficiales de la polic¨ªa y los soldados, en comparaci¨®n con la violencia del pasado. ¡°Parec¨ªan estar lidiando con la inesperada situaci¨®n, tratando de hacer sus propios juicios mientras se conten¨ªan todo lo posible¡±, dijo la escritora. ¡°Desde la perspectiva de sus mandos, podr¨ªa haber parecido pasivo, pero yo lo vi como un esfuerzo activo, pensando, sintiendo y buscando una soluci¨®n basada en valores universales¡±. Aprovech¨® para subrayar que ese es el poder de la literatura: ¡°Nos permite ahondar en la vida interior de otros mientras exploramos la nuestra. Este proceso construye la fuerza de pensar, juzgar y actuar de forma decisiva en momentos dif¨ªciles. La literatura no es algo superfluo, es esencial¡±.
En palabras de la abogada Soo: ¡°Estoy segura de que sus novelas afectan a nuestras emociones sobre la democracia¡±.
Adem¨¢s de Han, muchos surcoreanos han notado c¨®mo en el intento de asalto militar de la Asamblea Nacional, en el fragor de los choques con los ciudadanos y pol¨ªticos que proteg¨ªan su entrada, no se dispar¨® un solo tiro. Chun In-bum, un exgeneral de tres estrellas, retirado y reconvertido en analista, recordaba que si bien las tropas recibieron ¨®rdenes de llegar al Parlamento para evitar el voto que podr¨ªa revertir la ley marcial y de detener a l¨ªderes pol¨ªticos, nada de eso ocurri¨®: ¡°A quien quiera que le encargaran la misi¨®n, no la llev¨® a cabo¡±, contaba el jueves pasado.
El papel de los mandos militares es a¨²n confuso y ser¨¢ una de las cuestiones determinantes de la investigaci¨®n. La prensa surcoreana ha contado c¨®mo algunos soldados y oficiales se resistieron a cumplir ¨®rdenes, mostr¨¢ndose pasivos y retrasando la ejecuci¨®n del plan.
El jefe del Comando de las Fuerzas Especiales surcoreanas, Kwak Jong-keun ¡ªsuspendido de sus funciones y sobre quien pesa una prohibici¨®n de viajar¡ª, ha asegurado este martes en una comparecencia en el Parlamento que recibi¨® una llamada del presidente orden¨¢ndole que ¡°rompiera la puerta y sacara a los legisladores¡±, del hemiciclo antes de que llevaran a cabo la votaci¨®n que termin¨® revirtiendo la ley marcial, seg¨²n The Korea Herald. Pero los mandos desplegados en la Asamblea se resistieron, seg¨²n Kwak. ¡°Dijeron que no pod¨ªan hacerlo¡±, ha a?adido. ¡°Pens¨¦ que ten¨ªan toda la raz¨®n. Decid¨ª que no era correcto que nuestras tropas entraran, porque cometer¨ªan delitos y demasiada gente resultar¨ªa herida si forz¨¢bamos la entrada¡±. Tambi¨¦n ha asegurado estar arrepentido por no haber sabido decir que no en el primer momento: conoc¨ªa los planes desde el 1 de diciembre, dos d¨ªas antes. El viernes pasado, Kwak cont¨® en otra comparecencia que decidi¨® no dar munici¨®n real a los soldados de la unidad enviada al Parlamento.
Por supuesto, los ciudadanos que se enfrentaron a los uniformados no lo sab¨ªan entonces. Aun as¨ª, muchos ni se lo pensaron cuando les toc¨® proteger la sede del poder legislativo. ¡°Mis amigos me recomendaron que no viniera¡±, contaba el s¨¢bado Kam Ji-soo, de 38 a?os, miembro del Partido Democr¨¢tico. No les hizo caso. Enseguida se plant¨® ante la puerta de la Asamblea. ¡±Quer¨ªamos salvar nuestra democracia¡±.
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