El miedo recorre la cuna de los Asad: ¡°No queremos sustituir un r¨¦gimen opresivo por otro¡±

Erigido en m¨¢rmol sobre una colina que domina los verdes montes de Latakia (oeste de Siria), el mausoleo de Hafez al Asad se levanta fastuoso como el de un rey medieval. Pero el descanso eterno del hombre que rigi¨® con mano de hierro el destino del pa¨ªs ¨¢rabe entre 1971 y 2000 y que era el padre del reci¨¦n depuesto dictador Bachar al Asad ha sido interrumpido: una de las primeras cosas que hicieron los rebeldes al llegar a la ciudad de Qardaha hace unos d¨ªas fue prenderle fuego a la tumba.

Dos milicianos barbudos penetran en el lugar cargando sus kal¨¢shnikov al hombro. Sus botas crujen sobre el suelo, cubierto de casquillos y cristales de los vitrales que el fuego hizo estallar en mil pedazos. Son militantes del grupo islamista Ahrar al Sham, aliado de Hayat Tahrir al Sham (HTS) en la ofensiva que el pasado domingo acab¨® con el r¨¦gimen de los Asad. Uno ¨Dal que le falta un brazo, perdido en un bombardeo¨D dice que han venido para aspirar ¡°el perfume de la victoria¡±. Atta y El¨ªas, dos cristianos llegados por carretera desde la vecina Tart¨²s, se graban y graban a los guerrilleros dentro del mausoleo ennegrecido. Est¨¢n emocionados, dice Atta: el derrocamiento de los Asad ¡°es como vivir en un sue?o hecho realidad¡±. Un rato antes, en cambio, han pasado por ah¨ª dos j¨®venes locales, alau¨ªes; dicen que est¨¢ bien que Bachar el Asad haya sido derrocado, pero se quejan de que los rebeldes vengan a menudo a orinarse en el mausoleo quemado, que Hafez ya est¨¢ muerto y no hay por qu¨¦ profanar el lugar. Es un reflejo del caleidoscopio sirio.

El pueblo de Qardaha, donde se sit¨²a el mausoleo, es, como buena parte de los de la provincia de Latakia, de mayor¨ªa alau¨ª, una rama del islam chi¨ª. De pr¨¢cticas menos estrictas que los de la ortodoxia chi¨ª, o de la sun¨ª, a cuya corriente m¨¢s conservadora y rigorista pertenecen los salafistas de HTS. Asad era alau¨ª y la familia proced¨ªa de Qardaha (tambi¨¦n al oeste del pa¨ªs). As¨ª que sus habitantes tienen miedo, y no es infundado.

En los ¨²ltimos d¨ªas, se han producido varios incidentes preocupantes. ¡°El otro d¨ªa se presentaron unos rebeldes en casa de una familia del pueblo que ten¨ªa relaci¨®n con el anterior Gobierno y quisieron registrarla, pese a que las nuevas autoridades han dicho que no se puede entrar a las casas sin permiso. Llegaron los vecinos, y al final hubo un intercambio de disparos y se fueron¡±, relata Brahim Isa, miembro electo de la administraci¨®n local de Qardaha, que a¨²n no sabe si continuar¨¢ en su puesto tras el triunfo de la revoluci¨®n.

Isa cuenta otros casos de milicianos que se llevaron pan de una tienda espet¨¢ndole al due?o ¡°Dios te lo pagar¨¢¡±, de otros que arramblaron con todas las joyas de una tienda alegando que eran de HTS. Tambi¨¦n refiere casos vistos en redes sociales de rebeldes meando en santuarios alau¨ªes o incluso el asesinato de unos j¨®venes tiroteados por milicianos islamistas.

¡°Somos gente pac¨ªfica, pero est¨¢n buscando provocarnos. La cosa es as¨ª de simple: antes dorm¨ªamos tranquilos, ahora no dormimos¡±, denuncia Ayman, otro vecino.

¡°La gente de HTS que ha venido al pueblo nos ha tratado con respeto, pero los que han hecho la revoluci¨®n no son un solo partido, hay muchos grupos¡±, concede Isa. Las nuevas autoridades, dominadas por HTS, les han proporcionado un tel¨¦fono para denunciar posibles abusos. ?l, no obstante, no cree que sea suficiente: la comarca es grande, con muchos pueblos dispersos, y la ayuda de los check points tarda en llegar: ¡°Por eso les hemos pedido que pongan una base estable en el pueblo, o que nos permitan armarnos para defendernos¡±.

Una de las primeras medidas ha sido formar un comit¨¦ de defensa, y cada noche hacen guardia a la entrada del pueblo y ante algunos comercios para evitar saqueos, aunque solo van armados con palos. ¡°Los j¨®venes est¨¢n impacientes. Les hemos pedido que tengan algo de paciencia hasta que el Gobierno tome forma y empiece a actuar¡±.

Isa se reconoce enga?ado por los Asad. ¡°Nac¨ª hace 50 a?os en un sistema determinado que nos meti¨® en la cabeza que todo lo que viniese ser¨ªa peor. Ahora que nos hemos librado de un r¨¦gimen opresivo, no queremos que lo sustituya otro¡±, afirma. Aunque los Asad proced¨ªan de Qardaha, el pueblo no parece especialmente mimado. Su gente es pobre y sus casas, humildes. Las inversiones, escasas. Y las parcelas de tierra, peque?as. La ¨²nica salida era trabajar para el Estado como funcionario de la Administraci¨®n o como militar: buena parte de los oficiales del Ej¨¦rcito eran alau¨ªes. Muchos sirvieron en toda Siria y ahora no saben qu¨¦ ser¨¢ de ellos.

En los alrededores de la ciudad de Latakia (a menos de una hora en coche de Qardaha) se ven numerosos tanques y veh¨ªculos militares abandonados a un lado de la carretera, los uniformes de los que se despojaron los soldados tirados en el arc¨¦n en lo que probablemente fue una deserci¨®n precipitada cuando todo se sab¨ªa perdido y se supo que Bachar el Asad hab¨ªa escapado del pa¨ªs rumbo a Rusia, donde Vlad¨ªmir Putin le ha concedido asilo. Hay rumores de que algunos de estos soldados podr¨ªan haberse refugiado en las frondosas y escarpadas monta?as que separan las provincias costeras del resto de Siria. Isa considera ¡°realista¡± esta posibilidad.

El s¨¢bado, en una de estas zonas rurales de Latakia, cuatro miembros de HTS murieron en un tiroteo con ¡°pistoleros del antiguo r¨¦gimen¡±, seg¨²n el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, si bien las nuevas autoridades sirias atribuyeron este incidente a las ¡°actividades criminales¡± de los atacantes, que fueron sorprendidos robando en un antiguo cuartel, y alegaron que ¡°no tiene que ver con violencia sectaria¡±.

¡°Que Dios se apiade de todos, combatieran para quien combatieran¡±

Las matanzas y las represalias han sido tantas a lo largo de los casi 14 a?os de guerra civil que, como m¨ªnimo, hay suspicacia entre las diversas comunidades sirias, si no directamente mala sangre. Desde luego la convivencia no ser¨¢ f¨¢cil. Con todo, en el centro de Latakia, en una rotonda donde antes hab¨ªa una estatua de Hafez el Asad y donde ahora luce una inmensa bandera revolucionaria, dos milicianos de HTS en un uniforme caqui improvisan un mitin pol¨ªtico en el que claman: ¡°Que Dios se apiade de todos los que murieron, combatieran para quien combatieran. Lo pasado, pasado est¨¢. Somos uno, uno, uno. ?C¨®mo se va a construir la nueva Siria? Con amor, con amor, con amor¡±. Bajo el pedestal, una veintena de j¨®venes vitorean y alrededor de la rotonda los coches hacen sonar el claxon con fruici¨®n, algunos para animar el discurso, otros por el monumental atasco que se ha formado. Puro caos revolucionario.

¡±Nosotros tambi¨¦n sufrimos a los Asad¡±, afirma Munifa, una ingeniera de Latakia. Pone como ejemplo que el Ej¨¦rcito la oblig¨® a pagar un soborno en oro para librar a su hijo del servicio militar pese a tener una exenci¨®n por problemas de salud. Ahora lo que pide es muy claro: ¡°Que no nos hagan pagar a todos los alau¨ªes por las injusticias cometidas por los Asad¡±. Obviamente, tambi¨¦n hay temor por las ideas islamistas de los nuevos gobernantes. Como muchas de sus conciudadanas en Latakia, y al contrario que en la mayor¨ªa del resto de Siria, Munifa lleva la cabeza al descubierto. ¡°No quiero que se metan con mi modo de vida. Soy una profesional y puedo trabajar con ellos como ingeniera, pero sin que nos impongan cuestiones religiosas¡±, afirma.

¡°Est¨¢ muy bien que los de HTS hayan dejado a un lado las banderas y los s¨ªmbolos de cuando eran el Frente al Nusra [el nombre anterior del grupo, que era filial de Al Qaeda]¡±, afirma Rebeca, una cristiana de Latakia: ¡°Pero no dejamos de tener algo de miedo. Los cristianos somos parte de este pa¨ªs, no queremos que nos hagan sentir extranjeros en nuestra tierra¡±.

En Qardaha, Brahim Isa se?ala un cuadro con santones de su credo: ¡°Yo soy alau¨ª, pero cuando salgo por esa puerta, mi religi¨®n se queda en casa¡±. Rememora las historias que su progenitor le contaba sobre la Siria de los a?os cincuenta, antes del golpe de Estado de Hafez al Asad. ¡°Mi padre hizo el servicio militar en Afrin [noroeste], a las ¨®rdenes de hombres de valor que hab¨ªan luchado contra la ocupaci¨®n francesa. Entonces nadie le pregunt¨® a qu¨¦ etnia pertenec¨ªa o cu¨¢l era su religi¨®n¡±.