La UE se enfrenta al triple desaf¨ªo de Elon Musk: activista ultra, propietario de X y mano derecha de Trump
Bruselas entra en territorio in¨¦dito en su choque con el propietario de la antigua Twitter, que ya tiene un expediente abierto que puede derivar en una multa de 190 millones de euros
El choque entre Elon Musk y varios l¨ªderes pol¨ªticos de la UE tiene mucho de in¨¦dito. El enfrentamiento con el mayor multimillonario del planeta supone todo un desaf¨ªo para la propia legislaci¨®n europea. El empresario tecnol¨®gico est¨¢ amparado por la libertad de expresi¨®n. Nadie duda que pueda opinar y decir lo que piensa en p¨²blico. La propia Comisi¨®n Europea lo dej¨® claro este lunes. Pero la red social X, de la que es propietario, est¨¢ sujeta al reglamento de servicios digitales. Y, por ¨²ltimo, el agitador de ultraderecha y empresario es al mismo tiempo un hombre a punto de entrar en el Gobierno de la primera potencia mundial. Esta mezcla de funciones de Musk, unida a su respaldo a las fuerzas ultras en media Europa, ha servido para que l¨ªderes como el alem¨¢n Olaf Scholz, el franc¨¦s Emmanuel Macron o el brit¨¢nico Keir Starmer carguen contra ¨¦l por injerencia extranjera.
En teor¨ªa, la separaci¨®n jur¨ªdica entre todos estos roles del hombre que se ha convertido en el principal apoyo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, parece clara. Pero la situaci¨®n se complica cuando se observa con m¨¢s detenimiento. Ricard Mart¨ªnez, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Val¨¨ncia, recuerda que el reglamento (DSA, por sus siglas europeas) exige a las empresas que superan los 45 millones de usuarios ¡°obligaciones de diligencia¡±. Entre ellas, la principal es la transparencia de sus algoritmos, el an¨¢lisis de los riesgos sociales y c¨ªvicos, tambi¨¦n electorales, de las decisiones que adoptan sus directivos. Adem¨¢s, tiene que haber una moderaci¨®n objetiva de sus contenidos. Y aqu¨ª es donde comienza a complicarse la situaci¨®n: el principal accionista de la red social, de nuevo Musk, es a su vez ¡°un usuario cualificado de gran capilaridad¡±, con 212 millones de seguidores, y la propia empresa debe cumplir sus obligaciones respecto a ese usuario, que en los ¨²ltimos tiempos se ha dedicado a publicar tuits de forma compulsiva, muchas veces esparciendo mentiras f¨¢cilmente desmontables.
Otro elemento al que apunta Mart¨ªnez, antiguo miembro de la Agencia Espa?ola de Protecci¨®n de Datos, es que, con sus pronunciamientos tan claros, el accionista mayoritario de X ¡°se define con un posicionamiento editorial, lo que le hace abandonar por completo cualquier escenario de neutralidad¡±.
Tampoco es medir hasta qu¨¦ punto se puede hablar de injerencia extranjera, como han hecho varios pol¨ªticos europeos. La ¨²ltima en hacerlo ha sido la presidenta del grupo liberal en el Parlamento Europeo, Valerie Hayer. ¡°La UE no puede permanecer ingenua o ciega ante la determinaci¨®n de Musk de usar X para interferir en los asuntos democr¨¢ticos de los Estados miembros, respaldando a la ultraderecha¡±, ha se?alado la pol¨ªtica francesa. Hay expertos que no tienen tan claro que se pueda hablar de injerencia. ¡°En principio, dir¨ªa que no se puede, porque las redes sociales per se no tienen fronteras. El tema es tambi¨¦n d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite¡±, apunta Cecilia Danesi, directora del m¨¢ster en gobernanza ¨¦tica de inteligencia artificial de Universidad Pontificia de Salamanca, sin acabar de dar una opini¨®n contundente.
No es que las redes sociales se hayan caracterizado hasta ahora por su neutralidad. Lo subraya la propia Danesi: ¡°Siempre han tenido ideolog¨ªa¡±. Lo nuevo ¡ªy el agravante, a?ade¡ª ¡°es la figura intervencionista¡± de Musk en este caso, quien adem¨¢s destaca que el empresario de origen sudafricano suele ¡°duplicar la apuesta¡± en sus respuestas.
Tampoco es que las plataformas digitales sean especialmente diligentes con la ley. Redes como TikTok, Temu, Meta o Instagram ya tienen procedimientos abiertos. Pero, como se?alan fuentes europeas, no hay precedentes de propietarios de redes sociales con posiciones tan definidas y con tantos roles mezclados, y de las implicaciones legales que esto puede tener. Esto supone de alguna forma entrar en terreno ¡°inexplorado¡±.
Y no porque Bruselas no haya abierto expedientes contra X hasta ahora. De hecho, la Comisi¨®n Europea ya ha concluido que X incumple las normas europeas que ordenan el tr¨¢fico en el universo digital, recuerda el propio Ejecutivo comunitario, ¡°incluyendo c¨®mo la plataforma maneja los riesgos para el discurso c¨ªvico y los procesos electorales¡±.
Pero esas son unas conclusiones preliminares, no definitivas, y no est¨¢n vinculadas a los ¨²ltimos movimientos de su propietario. La empresa ya ha presentado sus alegaciones, aunque los portavoces oficiales de la Comisi¨®n apunten a la v¨ªa electoral. Los hechos concretos que se se?alan en el pliego apuntan a tres elementos de incumplimiento.
El primero es la famosa etiqueta azul de la que disponen algunos usuarios de X. Los servicios t¨¦cnicos de la Comisi¨®n creen que induce a error al transmitir una se?al de credibilidad que, en realidad, se consigue pagando. Tampoco ser¨ªa transparente con la publicidad ni facilitar¨ªa a los investigadores el acceso a los datos, tal y como reclama la normativa europea.
Antes de lanzar esta acusaci¨®n, Bruselas hab¨ªa pedido explicaciones a la empresa tecnol¨®gica por haber prescindido de buena parte de sus verificadores de datos e informaci¨®n por haber eliminado este servicio de control de noticias falsas en cuatro lenguas europeas, reduci¨¦ndolo a siete.
No hay una decisi¨®n tomada sobre este asunto. La empresa ya present¨® sus alegaciones. Pero si no convencen a la Comisi¨®n Europea, la multa puede llegar hasta el 6% de su facturaci¨®n anual, es decir, unos 190 millones de euros, seg¨²n los ingresos que la empresa tuvo en 2023. Podr¨ªa llegar incluso a suspender su actividad, pero antes de llegar a este punto X deber¨ªa incumplir las ¨®rdenes previas de Bruselas y ser¨ªa necesaria una autorizaci¨®n judicial.
En cualquier caso, ese paso requerir¨ªa tiempo. Esto es lo que lleva al profesor de derecho constitucional a plantear que las normas deber¨ªan ser m¨¢s proactivas. Recuerda, por ejemplo, que hubo que ¡°redactar el reglamento de protecci¨®n de datos despu¨¦s de asuntos como el del derecho al olvido, el caso Cambridge Anal¨ªtica¡±. De alguna forma, Mart¨ªnez reclama que la UE ¡ªo los Estados miembros¡ª puedan actuar de forma m¨¢s diligente cuando se encuentren ¡°razones s¨®lidas y fundadas de interferencia en un proceso democr¨¢tico¡±.
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