Trump vuelve ocho a?os despu¨¦s. ?Y la resistencia contra ¨¦l?
Miles de personas se manifiestan en Washington contra la investidura del nuevo presidente. La ciudad contiene la respiraci¨®n ante su regreso triunfal a un lugar que dej¨® tras instigar el asalto al Capitolio
Emily Witt, autora de Health and Safety (Salud y seguridad), brillante ejercicio de memoria sobre la primera presidencia de Donald Trump y uno de los ensayos de 2024 m¨¢s celebrados en Estados Unidos, cuenta que cuando este asumi¨® el cargo por primera vez ella se compr¨® un cargamento de rotuladores y cartulinas para todas las manifestaciones a las que pensaba asistir. Empez¨® viajando a Washington para participar en la Marcha de las Mujeres, que reuni¨® a unas 400.000 personas en el Mall el 21 de enero de 2017, al d¨ªa siguiente de su toma de posesi¨®n. Los asistentes no solo superaron en n¨²mero a los de la inauguraci¨®n, sino que batieron el r¨¦cord de la mayor concentraci¨®n c¨ªvica en la historia del pa¨ªs. Despu¨¦s, Witt se sum¨® a otras protestas, que, recuerda, fueron perdiendo fuerza con los meses, hasta que en abril meti¨® los rotuladores y las cartulinas en un caj¨®n y no los volvi¨® a sacar ¡°en mucho tiempo¡±. ¡°El pa¨ªs se acostumbr¨® a la nueva realidad. Cada nuevo esc¨¢ndalo de Trump enterraba el recuerdo del anterior¡±.
Este s¨¢bado, cuando una nueva presidencia de Trump est¨¢ a punto de sepultar la memoria de la ¨²ltima, la organizaci¨®n que estuvo tras aquella protesta convoc¨®, junto a otras asociaciones, un nuevo acto en Washington. Lo bautizaron como la ¡°Marcha de la gente¡±, para subrayar que esta vez tambi¨¦n luchan por otros asuntos como la democracia, la justicia clim¨¢tica y la autonom¨ªa del Distrito de Columbia, y contra el ¡°genocidio¡± en Gaza y la ¡°oligarqu¨ªa¡±.
Los organizadores hab¨ªan obtenido permiso para que una convocatoria ciertamente m¨¢s modesta, de, como m¨¢ximo, 50.000 personas, partiera rumbo al monumento Lincoln desde tres plazas del centro con carteles que lamentaban ¡°la muerte de la democracia estadounidense¡± o se tomaban con humor las salidas de tono xen¨®fobas y mis¨®ginas de Trump, como ese que dec¨ªa: ¡°Prefiero que me coma el gatito un inmigrante a que me coja por el co?o un presidente¡±.
Los participantes, que vencieron al fr¨ªo y la lluvia, se debat¨ªan entre admitir, como Caroline Lapan, que esta vez ¡°la gente est¨¢ exhausta, tras comprobar que nada de lo que hacen sirve mucho¡± y pensar, como Sue Keller, voluntaria de Women¡¯s March, que el hecho de haber ampliado el foco de la manifestaci¨®n demuestra que el movimiento de oposici¨®n al presidente ¡°es a¨²n m¨¢s fuerte¡±. ¡°Todos los colectivos, salvo el de los hombres blancos ricos, est¨¢n representados hoy¡±, advirti¨® Keller. ¡°Esta vez resistiremos de otra manera. No tanto con marchas grandilocuentes, como con un trabajo silencioso y decidido en los juzgados y en los parlamentos estatales¡±.
Los Link condujeron el d¨ªa anterior durante siete horas para llegar desde Athens (Ohio). ¡°La tentaci¨®n de dejarse llevar por la indulgencia es grande¡±, reconoci¨® Melissa, la madre, ¡°pero debemos ejercer nuestros derechos y recordar las promesas sobre las que construimos este pa¨ªs¡±. Rachel y Maeve O¡¯Toole, madre e hija que volaron desde Massachusetts, dijeron por su parte que hab¨ªan venido para que la joven, de 18 a?os, ¡°recuperara su voz¡±. ¡°Siento¡±, dijo ella, ¡°que en las elecciones, las primeras en las que pude votar, me la robaron¡±.
Puede que influyera en la participaci¨®n la menor implicaci¨®n de famosos de Hollywood, que entonces fueron decisivos y que estos d¨ªas andan con preocupaciones m¨¢s acuciantes por los incendios de Los ?ngeles. O que un frente de fr¨ªo polar azota Washington, ciudad blindada para la segunda toma de posesi¨®n de Trump, al que ¡°en un acto de justicia po¨¦tica¡±, como lo defini¨® Amy, llegada desde California a la manifestaci¨®n, el clima adverso ha obligado a trasladar la ceremonia de jura del cargo al interior del Capitolio. ¡°Para alguien tan obsesionado con el tama?o de las multitudes, eso habr¨¢ sido un golpe bajo¡±, a?adi¨® con una sonrisa.
A¨²n, a pocas horas del gran momento, no est¨¢ del todo claro qu¨¦ van a hacer las 250.000 personas que, seg¨²n la organizaci¨®n de los actos, se han asegurado un ticket para el evento. Pero pese a los 10 grados bajo cero que se esperan el lunes, se da por hecho que esta vez el esp¨ªritu triunfante del presidente superar¨¢ en la ciudad al ¨¢nimo de protesta.
Tambi¨¦n, durante los d¨ªas siguientes a la toma de posesi¨®n. En las semanas posteriores a la primera llegada del republicano a la Casa Blanca, ¡°resistencia¡±, tambi¨¦n como hashtag, se convirti¨® en una palabra talism¨¢n entre quienes se oponen a su visi¨®n del pa¨ªs. Entonces, Hillary Clinton perdi¨® por sorpresa en unas elecciones que ni el propio rival contaba con ganar y en las que Trump no logr¨® vencer en el voto popular. Esta vez, ha sacado dos millones de votos de ventaja y los dem¨®cratas siguen casi tres meses despu¨¦s tirados en la lona, tras un KO que vieron venir a c¨¢mara lenta.
Trump cuenta adem¨¢s con el control sobre ambas c¨¢maras, donde reina un aire de inevitabilidad: tal vez no haya recibido el ¡°descomunal mandato de los ciudadanos estadounidenses¡± del que presume (la mayor¨ªa en la C¨¢mara de Representantes es demasiado ajustada para justificar la hip¨¦rbole), pero es innegable, como explicaba esta semana un congresista dem¨®crata, que ¡°el pueblo ha hablado¡±, y que lo que ha dicho es ¡°que quieren lo que Trump les ha prometido en campa?a¡±.
La audiencia de este martes en el Senado para la confirmaci¨®n del nombramiento de Pete Hegseth como secretario de Defensa dej¨® claras, al menos, dos cosas. Por un lado, que los republicanos, que en 2017 registraron algunos focos de resistencia, est¨¢n dispuestos ahora a cerrar filas tras el l¨ªder, incluso si el candidato ofrece tantas dudas como Hegseth, un presentador de Fox News y veterano de guerra, acosado por un esc¨¢ndalo sexual que carece de experiencia previa de gesti¨®n y est¨¢ a punto de dirigir a los 23.000 empleados del Pent¨¢gono. Por el otro, que hab¨ªan pactado una demostraci¨®n de fuerza para dar la bienvenida al nuevo presidente. Fue un acto de ¡°obediencia anticipada¡± a Trump, seg¨²n escribe en la revista New York Rebecca Traister. ¡°Los republicanos¡±, considera, ¡°quieren que sus oponentes crean que la resistencia es in¨²til (...) y millones de personas sienten exactamente lo que Trump y su partido quieren que sientan: petrificadas e indefensas¡±.
De la resistencia a la cooperaci¨®n
Los efectos de esa estrategia los resumi¨® un an¨¢lisis de esta semana de The New York Times, seg¨²n el cual la vieja #resistencia ha dejado paso a la #relativacooperaci¨®n. Ese cambio explicar¨ªa por qu¨¦ gobernadores y otras autoridades de bastiones liberales est¨¢n viendo la mejor manera de ¡°coexistir¡± con Trump 2.0, y as¨ª ver si pasa r¨¢pido el vendaval. La teor¨ªa tambi¨¦n valdr¨ªa para justificar el voto dem¨®crata a una ley que endurece la pol¨ªtica migratoria al permitir la deportaci¨®n de indocumentados por la comisi¨®n de delitos leves.
Trump bas¨® su exitosa campa?a en la promesa de ¡°cerrar la frontera¡± y expulsar a millones de migrantes sin papeles mediante una orden ejecutiva que piensa firmar en su primer d¨ªa en el Despacho Oval. Tom Homan, fichado como zar de la frontera de la nueva Administraci¨®n, confirm¨® este viernes que el martes comenzar¨¢n las ¡°redadas masivas¡± en ciudades por todo el pa¨ªs, y especialmente en dos, consideradas ¡°santuario¡±: Chicago y Nueva York.
Las organizaciones de defensa de los derechos de los migrantes llevan meses prepar¨¢ndose para la llegada de ese momento, sin saber hasta d¨®nde ser¨¢n capaces de llegar los hombres de Trump, y con la esperanza de que se trata de una operaci¨®n tan compleja que ser¨¢ dif¨ªcil resolverla con ¨¦xito. Uno de los asistentes a la manifestaci¨®n del s¨¢bado, Tom Kulpinski, confiaba en que los activistas de organizaciones de defensa de los derechos civiles ¡°como ACLU¡± y los Estados logren retrasar las medidas de Trump, ¡°con suerte, hasta las pr¨®ximas elecciones¡±.
Entre tanto, Washington (cuyo electorado apoy¨® con m¨¢s del 92% a Kamala Harris) mira a otro lado como quien tiene que quedarse en su propia casa para asistir a la fiesta del enemigo, una ceremonia que ha recaudado 160 millones de d¨®lares, seg¨²n The Washington Post, un 60% m¨¢s que la vez pasada. Los hoteles se han engalanado para recibir con suites lujos¨ªsimas, caviar y viajes en helic¨®ptero a los amigos ultrarricos del nuevo Gobierno de Trump, que cuenta con una docena de milmillonarios entre sus filas y tendr¨¢ a los tres hombres m¨¢s ricos del mundo, Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos de invitados.
La ciudad fue en la primera presidencia de Trump otro foco de resistencia a la Administraci¨®n republicana, como cuando un grupo de manifestantes interrumpieron la cena de la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, en un restaurante mexicano despu¨¦s de que defendiera las separaciones familiares en la frontera. No est¨¢ claro si esta vez el desembarco MAGA generar¨¢ esas airadas reacciones o si, como considera el economista y soci¨®logo Jeremy Rifkin, que lleva viviendo en la ciudad medio siglo, esta no cambiar¨¢ tanto, y todo quedar¨¢ reducido a que ¡°se ver¨¢n por las calles m¨¢s coches con matr¨ªculas de Estados como Texas¡±.
Todo podr¨ªa depender de hasta d¨®nde llegue otra de las promesas de Trump y Musk, que amenazan con despedir u obligar a dejar la ciudad a decenas de miles de funcionarios federales. Uno de ellos, un trabajador del Departamento de Justicia, explic¨® recientemente con la condici¨®n de hacerlo desde el anonimato, que el ¨¢nimo en su trabajo ha sido sombr¨ªo desde la victoria de Trump, que ha advertido de que llega con una lista de enemigos con los que emprender represalias. ¡°Todos sabemos que nos van a despedir para poner a los suyos, pero aun as¨ª, hemos preferido no irnos y terminar contra el reloj con los asuntos pendientes¡±, a?adi¨® este abogado, al que le espera un trabajo m¨¢s lucrativo en el sector privado. Ese es, dijo, su ¡°peque?o gran acto de resistencia¡±.
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