La salud de los presidentes, un constante secreto de Estado
A lo largo de la historia, muchos mandatarios han tratado de ocultar o minimizar sus enfermedades
Cuando Fran?ois Mitterrand lleg¨® al poder en 1981 decidi¨® que la transparencia iba a imponerse en todo lo relacionado con su estado de salud, despu¨¦s de sonados esc¨¢ndalos por ocultar enfermedades graves de sus predecesores en la presidencia de Francia, sobre todo de Georges Pompidou. Desde entonces, cada seis meses, se publicaban detallados boletines de salud que, seg¨²n el El¨ªseo, recog¨ªan ¡°la informaci¨®n que los franceses tienen derecho a esperar del hombre que han elegido para asumir el m¨¢s alto cargo del Estado¡±. Se trat¨® de un ejercicio de transparencia impecable con un problema no precisamente peque?o: todo era mentira, los boletines formaban parte de una elaborada estrategia de ocultaci¨®n. Poco antes de ser elegido, los m¨¦dicos detectaron un c¨¢ncer a Mitterrand, que no se hizo p¨²blico durante sus dos septenios en el poder. Los franceses solo supieron en 1996, con el ya expresidente fallecido, que su m¨¦dico personal, Claude Gubler, lo hab¨ªa escondido durante 14 a?os. ¡°En noviembre de 1981 le dije al presidente que ten¨ªa un c¨¢ncer diseminado por los huesos. ¡®El secreto de Estado se impone¡¯, me contest¨®¡±, relat¨® Gubler a la revista Paris Match.
La salud de los mandatarios plantea una compleja dicotom¨ªa entre el derecho de los ciudadanos a disponer de informaci¨®n relevante sobre las personas que les gobiernan, o que van a elegir para gobernarles, y el derecho a la intimidad. Pero, adem¨¢s, es indudable que algunas enfermedades pueden ser consideradas un signo de debilidad (el hecho de ocultarlas no hace m¨¢s que aumentar el estigma que las rodea). En el caso de dolencias graves, podr¨ªan condicionar las elecciones. ?Hubiesen votado igualmente los franceses a Mitterrand sabiendo que padec¨ªa un c¨¢ncer que pod¨ªa ser tratado (de hecho, fue tratado y pudo gobernar durante 14 a?os)? En las dictaduras y monarqu¨ªas absolutas, la respuesta es clara desde hace siglos: la salud del dirigente es un secreto. Los misterios son a veces tan profundos que los historiadores se han pasado 2.000 a?os discutiendo la dolencia que pudo padecer Julio C¨¦sar ¡ªseguramente epilepsia¡ª, sin llegar a una conclusi¨®n definitiva. Sin embargo, en las democracias no se puede decir que reine siempre la transparencia.
Los ca¨®ticos y contradictorios detalles en torno a la salud del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ingresado el pasado viernes en el hospital Walter Reed de Maryland aquejado de covid-19 sin que nadie haya sido capaz de conocer su estado real, reflejan la forma de comunicar en la Casa Blanca de los ¡°hechos alternativos¡±, pero tambi¨¦n las enormes dificultades que plantea informar con claridad y transparencia sobre las enfermedades de los jefes de Estado y de Gobierno. Aunque el caso de Trump, en una democracia, es extremo. En el crep¨²sculo de la URSS, decenas de soviet¨®logos estaban pendientes del m¨¢s m¨ªnimo detalle para tratar de adivinar la salud de los dirigentes gerontocr¨¢ticos. Ahora, decenas de periodistas tratan de aclararse en Washington entre las declaraciones contradictorias, las evasivas e incluso el hecho de que el presidente tuitee o no.
Trump, adem¨¢s, se ha burlado reiteradas veces de la salud de sus contrincantes pol¨ªticos y no se ha cansado de estigmatizar las enfermedades. En el debate de la semana pasada despreci¨® a su oponente, Joe Biden, por llevar mascarilla, que considera un signo de debilidad y no de solidaridad para no contagiar. En 2016, lleg¨® a re¨ªrse de Hillary Clinton por una tos persistente que deriv¨® en neumon¨ªa (un v¨ªdeo que ha circulado ampliamente por redes sociales le muestra imitando los andares de alguien enfermo durante un mitin). Tampoco ayud¨® que el equipo de campa?a de la entonces candidata dem¨®crata tratase infructuosamente de minimizar sus achaques, hasta que se desmay¨® en p¨²blico. ¡°Este episodio aumenta las dudas sobre la salud de Clinton y la transparencia de su equipo durante los dos ¨²ltimos meses de la campa?a¡±, escribi¨® entonces The New York Times. ¡°Durante meses los republicanos han puesto en duda el estado de salud de Clinton, de 68 a?os, y afirman que est¨¢ enferma debido a sus ataques de tos¡±.
¡®El ala oeste de la Casa Blanca y la enfermedad de Barlet¡¯
Las pol¨¦micas en torno a la salud de los presidentes estadounidenses han sido tan constantes que hasta forman parte de la trama de la serie ya cl¨¢sica sobre la pol¨ªtica americana, El ala oeste de la Casa Blanca: el presidente ficticio Josiah Barlet padece esclerosis m¨²ltiple y los republicanos le acusan de esconderlo durante la campa?a e incluso promueven un voto de censura. John F. Kennedy padeci¨® todo tipo de dolencias, adem¨¢s de un dolor de espalda cr¨®nico, que nunca se hicieron p¨²blicas, mientras que Woodrow Wilson trat¨® de minimizar la gran pandemia de 1918 ¡ªla mal llamada gripe espa?ola precisamente porque Espa?a fue el primer pa¨ªs en informar de ella al no estar sometido a censura militar¡ª. El propio Wilson enferm¨® gravemente durante un viaje y la Casa Blanca hizo todo lo posible para ocultarlo. De hecho, algunos historiadores creen que acept¨® los t¨¦rminos del Tratado de Versalles porque estaba demasiado enfermo como para rebatir las tesis de franceses e ingleses.
¡°Siempre han existido pol¨¦micas sobre las enfermedades de los reyes¡±, explica el historiador y medievalista Jos¨¦ Enrique Ruiz-Dom¨¨nech, que est¨¢ a punto de publicar un ensayo titulado El d¨ªa despu¨¦s de las grandes pandemias (Taurus). ¡°La norma claramente era que no se pod¨ªa comentar. Si hab¨ªa alg¨²n problema, el rey desaparec¨ªa de la vista con el pretexto de una cacer¨ªa. Los reyes, dignatarios y pr¨ªncipes se rodeaban eso s¨ª de los mejores m¨¦dicos, que conoc¨ªan las ¨²ltimas innovaciones, pero tambi¨¦n los herbarios. Esos datos tambi¨¦n se guardaban en secreto¡±.
Sin embargo, lo que era posible en las monarqu¨ªas medievales, o en Corea del Norte en la actualidad (en abril se especul¨® sobre la posibilidad muerte de Kim Jong-un y los expertos en la dictadura comunista llegaron a examinar fotos de sat¨¦lite con el paradero de su tren privado para tratar de sacar alguna pista), resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil en una democracia. El ex primer ministro japon¨¦s, Shinzo Abe, dimiti¨® en agosto por problemas de salud, que ya le hab¨ªan obligado a renunciar durante su primer mandato, en 2007. Pero la transparencia mostrada entonces ¡ªcomo tambi¨¦n durante el accidente de caza del rey Juan Carlos I en Botsuana¡ª son una excepci¨®n y no la regla.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter sobre las elecciones en Estados Unidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.