La epidemia que puede cambiar unas elecciones
El efecto del virus sobre los comicios estadounidenses es incierto: los votantes no gustan de la gesti¨®n de Trump, pero el partidismo irredento y la supresi¨®n del voto de minor¨ªas puede jugar a su favor
¡°No tengan miedo de la covid¡±, dijo Donald Trump al abandonar el hospital militar que le acogi¨® durante su enfermedad. Pero la gente en EE UU s¨ª tiene miedo. Dos tercios de la poblaci¨®n est¨¢ muy o algo preocupada por el virus, y un 85% lo est¨¢ por la econom¨ªa: antes de la pandemia, apenas la mitad declaraba alguna duda sobre lo que Trump ve¨ªa como su mayor activo de cara a una reelecci¨®n que nunca fue sencilla. El PIB crec¨ªa, el empleo se creaba, y el presidente, de natural optimista sobre sus propias posibilidades, pensaba que pod¨ªa alinear los que la ciencia pol¨ªtica ha identificado siempre como los dos grandes factores que deciden el voto sobre un presidente que busca renovar su mandato: la valoraci¨®n de su gesti¨®n contra la cercan¨ªa ideol¨®gica a sus posiciones.
Pero la pandemia y su crisis asociada han convertido las elecciones en una versi¨®n extrema de este entre partidismo y evaluaci¨®n pragm¨¢tica: ?qu¨¦ har¨¢ un votante de Trump en 2016, uno que ha estado de acuerdo con sus palabras y sus decisiones, a la luz de su manejo de la situaci¨®n actual? Cabe pensar que le restar¨¢ m¨¢s de un apoyo, aunque es muy posible que la mezcla de polarizaci¨®n con miedo compense las p¨¦rdidas que sufra el candidato republicano entre dubitativos y cr¨ªticos.
? Desgaste entre moderados
EE UU no aprueba la gesti¨®n de Trump durante el evento que m¨¢s muertes ha dejado a su paso en el pa¨ªs (quiz¨¢ el mundo entero) desde la guerra de Vietnam. Pero la proporci¨®n de miradas positivas no es nada despreciable: cuatro de cada 10, seg¨²n el modelo estimativo basado en agregaci¨®n de encuestas que mantienen en FiveThirtyEight.com.
Esta cifra se parece sospechosamente a la aprobaci¨®n general que el presidente ha mantenido durante todo su mandato: entre 37% y 43%, aproximadamente, con una variaci¨®n muy escasa. Y, efectivamente, cuando se observa cu¨¢l es la proporci¨®n de valoraciones positivas y negativas seg¨²n estemos interrogando a un votante dem¨®crata o republicano, el espejo de la polarizaci¨®n se revela tan n¨ªtido como siempre en el pa¨ªs.
En ning¨²n caso desde inicios de marzo ha contado Trump con m¨¢s de un 20% de votantes azules de su lado; y en ning¨²n caso tampoco ha bajado de una aprobaci¨®n de tres cuatros entre los de la propia trinchera.
La tendencia, sin embargo, no ha sido positiva en ning¨²n caso. Mucho menos en el de aquellas personas identificadas como independientes, que suelen alternar entre ambos partidos a la hora de votar. Casi alcanz¨® una aprobaci¨®n del 50% a finales de marzo, pero ahora apenas cuenta con un tercio de ellos en su haber. Ninguna de las l¨ªneas le deja en una posici¨®n mejor que al inicio de la crisis, en cualquier caso. A la fuerza, las p¨¦rdidas en los tres bandos son de personas con mayor moderaci¨®n ideol¨®gica: en caso contrario, no ser¨ªan Dems dispuestos a verlo con buenos ojos al principio, ni republicanos con voluntad de desapego ahora. La factura pol¨ªtica de la pandemia para Trump no parece enorme, y no se sale del carril ideol¨®gico, pero existe.
? Partidismo ?firme?
Ahora bien, ese suelo del 40% de aprobaci¨®n sobre la pandemia se antoja tan s¨®lido como cualquier otro construido a base de polarizaci¨®n. Una mirada r¨¢pida a la incidencia actual de la epidemia en cada Estado (muertes per capita en la ¨²ltima semana) no muestra relaci¨®n alguna con patrones de intenci¨®n de voto en las encuestas, a pesar de que el virus est¨¢ teniendo una incidencia n¨ªtidamente mayor en lugares en los que Trump domina.
O quiz¨¢s no existe movimiento precisamente por eso: en lugares ideol¨®gicamente homog¨¦neos, producir un vuelco en la percepci¨®n de las capacidades de un l¨ªder partidista resulta notablemente m¨¢s dif¨ªcil.
Esta ausencia de v¨ªnculo indica que la cruda realidad de las muertes no es necesariamente un mecanismo que desactive la polarizaci¨®n, aunque la valoraci¨®n agregada s¨ª pueda serlo para los m¨¢s indecisos o moderados. Ahora bien, hay otra manera en la que una crisis de las proporciones de la actual puede modificar la alineaci¨®n ideol¨®gica. Una pandemia hace (m¨¢s) visibles ciertos problemas previos, subrayando por ejemplo la importancia de la cobertura de salud en un pa¨ªs donde ¨¦sta es particularmente desigual, cara e ineficiente. La reforma del sistema fue adem¨¢s una prioridad del presidente anterior, y Trump dedic¨® una parte nada despreciable de su capital pol¨ªtico a tratar de deshacer (con poco ¨¦xito) los cambios impulsados por Barack Obama.
Es este, adem¨¢s, un frente de peso espec¨ªfico para un perfil de votante clave: hombres y mujeres de clase trabajadora. Los 107.000 votos que decidieron 2016 se concentraron en condados poblados por este perfil, las encuestas de aquel a?o se equivocaron al infra-representarlos en sus muestras, y todo el relato en torno a la victoria inesperada de entonces ha girado en torno a ellos en un pu?ado de Estados en juego. El deterioro de las condiciones de salud de este segmento es uno de los rasgos distintivos de dicha reflexi¨®n, as¨ª que vale la pena preguntarse si la epidemia est¨¢ haciendo algo por dividir de una manera distinta estos electorados. El Commonwealth Fund lo indaga con una reciente encuesta, publicada a finales del pasado septiembre.
Una parte central del debate sobre los seguros de salud en EE UU es si estos deben o no cubrir las enfermedades preexistentes de las personas que no puedan pagarse sus versiones m¨¢s costosas. La covid, en tanto que se ha demostrado particularmente mort¨ªfera para aquellos que ya acarrean problemas previos, no ha hecho sino subrayar con intensidad la cuesti¨®n. Y para una mayor¨ªa de votantes en Estados clave (del 50% en Ohio al 63% en Georgia) prefiere depositar su confianza al respecto en el aspirante Biden.
? Miedo a votar
Aunque los efectos agregados del virus dejen muchos negativos en la cuenta electoral de Trump, no hay que obviar que tambi¨¦n a?ade algunos positivos. Lo hace de una manera un tanto perversa, cierto es: volviendo menos probable el voto de segmentos de la poblaci¨®n que suelen votar dem¨®crata, tambi¨¦n en estos mismos territorios en disputa. La misma encuesta del Commonwealth Fund mostraba c¨®mo la cuestionable advertencia del presidente de fraude en el voto por correo ha logrado polarizar enormemente la visi¨®n del electorado sobre c¨®mo ejercer el derecho fundamental, volcando incluso la proporci¨®n que uno esperar¨ªa entre votantes de edad m¨¢s avanzada, notablemente m¨¢s expuestos a un contagio con efectos severos que sus contrapartes j¨®venes, pero tambi¨¦n m¨¢s frecuentemente republicanos. El resultado: incluso ellos parecen sentirse menos inseguros con ir a votar en persona.
As¨ª, las probables ganancias de Biden por un lado se pueden volver p¨¦rdidas por otro, sobre todo en la medida en que el Partido Republicano est¨¦ dispuesto a a?adir las consecuencias de una epidemia en el proceso de organizaci¨®n de unos comicios a su ya extensa caja de herramientas destinadas a limitar el voto de aquellos colectivos con cuyo favor hace mucho que no cuenta.
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