Cuatro grupos que pueden decidir la presidencia
Hombres blancos sin estudios universitarios, mujeres de los suburbios, latinos y afroamericanos en Estados clave pueden inclinar la balanza hacia Trump o Biden
Cualquier subgrupo poblacional puede resultar decisivo cuando una elecci¨®n es lo suficientemente apretada y el electorado es lo bastante grande. En Pensilvania, por ejemplo, viven 13 millones de personas. Entre 1/20 y 1/50 de estadounidenses es pelirrojo, as¨ª que en este Estado los votantes pelirrojos (entre 50.000 y 200.000) son en teor¨ªa m¨¢s que suficientes para determinar si cae del lado dem¨®crata o republicano.
Pero el color de pelo no define preocupaciones, intereses, miedos, ni tampoco comunidades, identidades, grupos de amigos ni maneras de interpretar el mundo. Por eso no hay mensajes de campa?a destinados a los pelirrojos. Pero s¨ª los hay, de lado y lado, definidos para otros grupos poblacionales que s¨ª los absorben, interpretan y luego devuelven a la urna de forma diferenciada. Hay cuatro que han merecido una atenci¨®n particularmente intensa durante esta campa?a. No son los ¨²nicos (y en esto s¨ª coinciden con el ejemplo de los pelirrojos), pero al parecer s¨ª se cuentan entre los que m¨¢s atenci¨®n despiertan por parte de las candidaturas. Como si en sus manos estuviera la elecci¨®n. Y, en cierta manera, lo est¨¢.
La clase obrera blanca en el antiguo norte industrial
Fue el grupo clave en el triunfo de Donald Trump, el que le permiti¨® a?adir a la base de Estados sure?os y rurales cl¨¢sica de los republicanos un plus inesperado: Michigan, Pensilvania, Wisconsin y sus habitantes, sobre todo los del antiguo cintur¨®n industrial hoy en decadencia. La plataforma de Trump no era sino una base nacional-populista que combinaba la posici¨®n conservadora republicana cl¨¢sica con un mensaje de resurgimiento reaccionario particularmente apetecible en este segmento poblacional. Si quiere repetir su victoria, si quiere volver a alcanzar los 270 votos del Colegio Electoral que necesita para permanecer en la Casa Blanca, su ruta m¨¢s obvia pasa una vez m¨¢s por ellos.
Este simulador de resultados elaborado por el equipo de datos del Washington Post con cifras demogr¨¢ficas y de las elecciones de 2016 permite hacerse una idea del grado de participaci¨®n, y del (enorme) margen de victoria, que necesitar¨ªan los republicanos en esta poblaci¨®n para quedarse donde est¨¢n.
Manteniendo al resto de grupos demogr¨¢ficos con un patr¨®n id¨¦ntico al de la ¨²ltima elecci¨®n, con una participaci¨®n realista (55%-60%), Trump pierde la tr¨ªada dominada por este segmento poblacional: Wisconsin, Pensilvania y Michigan. Esto le suceder¨ªa siempre que no le saque m¨¢s de 30 puntos a su rival (como hizo en 2016). Si el margen se reduce a¨²n m¨¢s, no le bastar¨ªa pase lo que pase con la participaci¨®n. De hecho, cualquier ventaja por debajo de +28 puntos empieza a conceder Florida primero (el norte del Estado est¨¢ poblado por blancos sin estudios universitarios, siendo el sur la parte m¨¢s urbana e hispana), luego Carolina del Norte y Arizona. Un escenario como el que sugieren las encuestas ahora mismo, con un margen de 20-22 puntos apenas, concede todos ellos. Si adem¨¢s la clase obrera blanca se queda en casa, Trump podr¨ªa llegar a perder Georgia.
Las mujeres en los suburbios
Tanto la brecha de g¨¦nero como la geogr¨¢fica le est¨¢n jugando a la contra al presidente en este ciclo, al menos seg¨²n las encuestas. Cuando unimos ambas variables para formar un solo perfil, el de mujeres que habitan en los entornos periurbanos, la imagen es poco halag¨¹e?a. Biden es muy competitivo (diez puntos m¨¢s que su rival) en todo el pa¨ªs entre mujeres blancas residentes en suburbios. Pero lo es particularmente en el norte, y cuando eliminamos el marcador racial para considerar a todas las mujeres suburbanas.
Estas ventajas pueden ser, de nuevo, cruciales en Estados que Trump gan¨® por apenas unos miles de votos en 2016. M¨¢s cuando los hombres, pese a mantenerse mayoritariamente de su lado, se est¨¢n viendo aparentemente atra¨ªdos por un candidato tambi¨¦n hombre, que no activa sesgo sexista alguno.
Adem¨¢s, Trump deber¨ªa preocuparse por la falta de resonancia del mensaje que est¨¢ lanzando a las mujeres en los suburbios. Es uno armado en torno a la amenaza a lo diferente, a lo que viene de fuera de la naci¨®n pr¨ªstina (cuya representaci¨®n perfecta en el imaginario estadounidense del siglo XX es, de hecho, el suburbio). Antes al contrario, las mujeres, incluso las que se declaran republicanas, est¨¢n m¨¢s lejos que los hombres de todas las propuestas restrictivas de la Administraci¨®n Trump respecto a la que retratan como principal amenaza exterior: la migraci¨®n. El rechazo contra la pol¨ªtica de separaci¨®n de ni?os en la frontera es particularmente fuerte, contrastando mucho con la aceptaci¨®n parcial con la que cuenta entre los hombres republicanos de los suburbios.
Parad¨®jicamente, lo que Trump est¨¢ haciendo para (seg¨²n su l¨®gica) proteger a las familias y a los hogares estadounidenses es percibido por las mujeres como algo contrario, amenazador quiz¨¢s, a los valores que definen precisamente a esas familias, a esos hogares, incluso a las de ¨ªndole conservadora.
Latinos en Estados clave
Que el voto latino no es uniforme es algo que, parece, estamos por fin comenzando a asumir en esta campa?a de manera irrevocable. La cantidad de recursos (monetarios o ret¨®ricos) invertidos por ambos frentes en cortejar a una comunidad que nadie deber¨ªa dar por sentada no tiene precedentes. Florida es, por supuesto, el objetivo principal. Pero otros Estados con grandes, incluso mayores, comunidades latinas entran en el juego por primera vez este a?o: en Arizona o Texas, los dem¨®cratas aspiran a configurar una alianza urbana y multi¨¦tnica para voltear feudos republicanos, cumpliendo al fin con la eterna promesa de la ola azul impulsada por la demograf¨ªa. Al mismo tiempo, otros Estados con poblaciones hispanas mucho menores, pero suficientes como para cambiar un resultado muy igualado, est¨¢n mereciendo una atenci¨®n inusitada. Da igual que solo 1 de cada 20 votantes en Pensilvania sea latino: sobran para decidir de qu¨¦ lado caen sus 20 votos del colegio electoral. Algo parecido, aunque menos dram¨¢tico, sucede en Carolina del Norte.
Pero las encuestadoras no acaban de ponerse de acuerdo con el tama?o del margen dem¨®crata entre los latinos. La cuesti¨®n no es si Trump es capaz de vencer entre una comunidad que ser¨¢ s¨ª o s¨ª azul en mayor¨ªa, sino si puede recortar el suficiente margen como para que esos nuevos cortejos le ayuden a compensar las p¨¦rdidas que tenga por otro lado, algo que podr¨ªa estar logrando seg¨²n este completo y preciso an¨¢lisis.
Afroamericanos (sobre todo en Georgia, pero no solo)
Los dem¨®cratas esperan que Atlanta y su ¨¢rea metropolitana, probablemente la que alberga una mayor cantidad de poblaci¨®n afroamericana en todo EE UU, le concedan un Estado tradicionalmente sure?o, conservador, republicano. La participaci¨®n y el margen ser¨¢n claves en otros muchos lugares, como ya pas¨® con Obama (para bien) y Clinton (para mal). En lo que al margen respecta, parece que Trump estar¨ªa logrando reducir distancias. Algo que quiz¨¢s no quiere decir mucho entre una poblaci¨®n abrumadoramente dem¨®crata (de perder por ochenta puntos pasar¨ªa a hacerlo por setenta), pero que no deja de llamar la atenci¨®n, sobre todo entre los hombres j¨®venes, donde m¨¢s se reduce la ventaja (hasta una brecha en cualquier caso muy grande, de 57 puntos).
El objetivo aqu¨ª de Trump no es, no deber¨ªa ser, ganar entre un grupo poblacional que le resulta todav¨ªa m¨¢s lejano que los latinos, sino sencillamente ara?ar los suficientes puntos como para que las otras p¨¦rdidas que pueda tener no le salgan tan caras como para costarle el Despacho Oval. En estas sumas y restas, a veces de unos pocos cientos o miles de almas, se decidir¨¢ una elecci¨®n que ya est¨¢ sucediendo.
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