Un Trump moderado en las formas y con un discurso lleno de falsedades
El candidato republicano sale airoso de su hist¨®rico cara a cara con Biden
El acierto de Donald Trump fue no ser del todo Donald Trump durante los 90 minutos que dur¨® su cara a cara en Atlanta con Joe Biden, para quien, entre lapsus y muestras constantes de estar como perdido, sobre todo al principio del debate, esa hora y media debi¨® de parecerle una eternidad.
El candidato republicano se emple¨® a fondo en su receta habitual de exageraciones, medias verdades y mentiras completas mientras los equipos de verificadores de los grandes medios estadounidenses (fact checkers) corr¨ªan con la lengua fuera tras sus palabras. Pero al menos lo hizo con la lecci¨®n del pasado aprendida: no perdi¨® los papeles con interrupciones e insultos, y, cosa rara en ¨¦l, atendi¨® a los consejos de sus asesores, que, en privado y en p¨²blico, le hab¨ªan recomendado en los ¨²ltimos d¨ªas que lo mejor ser¨ªa mirarse en el espejo de Ronald Reagan, al que cit¨® un par de veces, y mantener la calma.
No fue un cuento tanto sobre sus fortalezas como sobre las debilidades de su rival, que estaba medio ronco, perdi¨® a veces el hilo y no luci¨® la energ¨ªa mostrada en su ¨²ltima gran comparecencia p¨²blica extensa: el discurso sobre el Estado de la Uni¨®n de febrero pasado. La puesta en escena de la retransmisi¨®n televisiva no ayud¨® al presidente: una poco halagadora pantalla partida lo enfocaba todo el rato y sus gestos ahondaban en una imagen de desamparo mientras Trump hablaba. Cuando fue el rev¨¦s, al republicano se lo ve¨ªa tranquilo, o alternando su repertorio conocido de muecas burlonas.
Trump atac¨® sin parar a Biden, dijo que no pasar¨ªa una prueba sobre sus aptitudes f¨ªsicas y cognitivas, lo llam¨® ¡°palestino¡±, entendido el gentilicio como un insulto, lo calific¨® como ¡°el hombre m¨¢s mentiroso de la historia¡±, y le lanz¨® dardos a trav¨¦s sobre su hijo, Hunter Biden. A ambos los llam¨® ¡°criminales¡±, pese a que ¨¦l mismo acaba de ser condenado por 34 delitos graves en un caso relacionado con el pago en negro a la actriz porno Stormy Daniels para comprar su silencio sobre una relaci¨®n que ¨¦l niega. Y sigue negando. Cuando Biden le afe¨® durante el debate que aquel encuentro sexual sucediera mientras la esposa del magnate, Melania Trump, ¡°estaba embarazada¡±, el aludido dijo que Biden estaba mintiendo, una acusaci¨®n que le lanz¨® cuando el presidente sac¨® a relucir una declaraci¨®n en la que, seg¨²n The Atlantic, su rival llam¨® ¡°perdedores y pringados¡± a los veteranos.
Formato poco din¨¢mico
El formato del debate (bloques tem¨¢ticos, tiempos ce?idos, contrarr¨¦plicas cronometradas) logr¨® lo que persegu¨ªa: que ambos tuvieran su espacio para desarrollar los argumentos. Pero el precio que se pag¨® fue alto en t¨¦rminos de dinamismo televisivo. Los moderadores fueron tan respetuosos que no rebatieron ninguno de los mensajes, aunque sobre todo en el caso de Trump ¨Dpero no solo, Biden tambi¨¦n falt¨® a la verdad¨D estuvieran pre?ados de falsedades.
A lo m¨¢ximo que llegaron es a pedir al republicano una y otra vez que respondiera a lo que le hab¨ªan preguntado. La mayor parte de las veces, sin mucho ¨¦xito. Trump escurri¨® el bulto al hablar de las p¨ªldoras abortivas, consciente de que el tema de la libertad y la salud reproductiva de las mujeres podr¨ªa jugar en su contra en las urnas en noviembre.
La cuesti¨®n de si aceptar¨¢ el resultado que salga de ellas la escuch¨® tres veces. ¡°Absolutamente, si las elecciones son justas¡±, dijo al final. Y una y otra vez se salt¨® el dise?o tem¨¢tico del debate para regresar a los temas que m¨¢s le conven¨ªan, y a lanzar sus mensajes de siempre, aunque suavizados, que en la noche del jueves pudieron resumirse en una frase que repiti¨® sin cesar: ¡°Biden est¨¢ destruyendo Estados Unidos¡±. Tal vez su golpe m¨¢s da?ino lleg¨® cuando el presidente se hizo un l¨ªo durante una respuesta sobre inmigraci¨®n, y su rival solt¨®: ¡°Realmente no s¨¦ lo que dijo al final de esa frase. Creo que ni ¨¦l sabe lo que dice¡±.
Situado en el atril de la izquierda, el que le toc¨® por sorteo, y a poco menos de tres metros del hombre al que tal vez solo le une desde hace a?os una inoxidable relaci¨®n de odio, se lo vio menos airado e impaciente que de costumbre. Contra todo pron¨®stico, el hecho de no contar con la ayuda de un teleprompter, ni siquiera de unos apuntes, no lo lanz¨® en un veloz eslalon sin frenos por su ret¨®rica, una improvisada pista llena de vueltas, giros inesperados y oscuros recovecos.
La primera inc¨®gnita sobre los t¨¦rminos del encuentro entre ambos se resolvi¨® enseguida en una noche hist¨®rica: nunca dos presidentes con un pasado que defender en la Casa Blanca se hab¨ªan visto las caras en un debate electoral (con el a?adido de que uno de ellos acud¨ªa tambi¨¦n con otra clase de historial: el penal). Tampoco lo hab¨ªan hecho tan pronto, a algo m¨¢s de cuatro meses de la cita con las urnas, y no, como sol¨ªa ser costumbre, cuando faltaban unas pocas semanas. Y no, no se dieron la mano.
Los d¨ªas anteriores al debate se hab¨ªa ido en las tertulias de la televisi¨®n por cable deshojando la margarita de si lo har¨ªan o no. A Trump, dec¨ªan los analistas, tal vez le habr¨ªa convenido, por dejar patente el contraste f¨ªsico entre un hombre corpulento de 78 a?os y el aspecto desmejorado de un presidente de 81. Pero ni por mantener las formas ante centenares de millones de telespectadores cedieron a una breve demostraci¨®n de cortes¨ªa.
A los pocos minutos, Trump ya aparentaba tener la situaci¨®n m¨¢s controlada que Biden, y entre los estrategas dem¨®cratas empezaron a circular los primeros lamentos sobre la actuaci¨®n al presidente: ¡°Est¨¢ siendo insoportable de ver¡±.
Mientras tanto, Donald Trump segu¨ªa a lo suyo: no siendo del todo Donald Trump.
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