¡°?Fascista!¡± ¡°?Enemigo interno!¡±: la polarizaci¨®n arrecia en el ¨²ltimo tramo de las elecciones en EE UU
La campa?a ha alcanzado una tensi¨®n entre republicanos y dem¨®cratas impensable antes de la irrupci¨®n de Donald Trump en la pol¨ªtica
El senador y condecorad¨ªsimo veterano de guerra John McCain, candidato presidencial republicano para las elecciones de 2008, par¨® en seco a una de sus simpatizantes durante un acto electoral. La votante declaraba sus suspicacias sobre el candidato dem¨®crata, Barack Obama: ¡°He le¨ªdo sobre ¨¦l. No es [estadounidense], es ¨¢rabe¡±. McCain le arrebat¨® el micr¨®fono: ¡°No, se?ora. [Obama] es un padre de familia, un ciudadano decente con el que mantengo desacuerdos en asuntos fundamentales, pero las elecciones van de eso. No es ¨¢rabe¡±. Eran otros tiempos en la pol¨ªtica de Estados Unidos.
En 2024, en Butler (Pensilvania), una votante dem¨®crata se queja de que, tras colocar una pegatina a favor de Kamala Harris en su autom¨®vil, alguien le arroj¨® un ladrillo. En Fairfax (Virginia), un republicano se lamenta de que cuarenta veces ha clavado en su jard¨ªn un cartel de apoyo a su candidato, Donald Trump, y las cuarenta alguien se lo ha quitado. En Quemado (Texas), una neoyorquina simpatizante de Trump cuenta que se mud¨® a este Estado, entre otras razones, porque no aguantaba ¡°estar rodeada de dem¨®cratas¡±.
Que Estados Unidos es hoy d¨ªa un pa¨ªs sumamente polarizado es evidente, hasta el punto de que el adjetivo se ha convertido en un lugar com¨²n en cualquier charla acerca de las elecciones del pr¨®ximo 5 de noviembre. Aquel gesto de McCain parece algo muy lejano en el tiempo. Casi m¨ªtico.
A medida que se acerca el 5 de noviembre, la campa?a electoral entre el republicano Trump y la dem¨®crata Harris ha ido endureciendo el tono ¡ªpropulsado, sobre todo, por el expresidente¡ª hasta niveles impensables en la alta pol¨ªtica estadounidense antes de la irrupci¨®n del magnate inmobiliario. Hace una semana, el expresidente calificaba a los simpatizantes dem¨®cratas como ¡°el enemigo interno¡± y apuntaba la posibilidad de utilizar a los soldados de la Guardia Nacional contra ellos, simplemente por estar en desacuerdo con ¨¦l.
¡°[Trump] considera a cualquiera que no le apoya o que no se inclina ante su voluntad como un enemigo de nuestro pa¨ªs¡±, replicaba Harris en un mitin en Erie (Pensilvania). ¡°Dice que recurrir¨¢ al ej¨¦rcito para ir contra ellos¡±. En la ¨²ltima semana la vicepresidenta tambi¨¦n ha intensificado el verbo contra su rival. Ha repetido las palabras del antiguo jefe del Estado Mayor en el primer mandato del republicano, el general Mark Milley ¡ªque luego continu¨® unos a?os con Joe Biden¡ª, para declarar que el expresidente ¡°es un fascista hasta el tu¨¦tano¡±. ¡°?Por qu¨¦ no lo podemos decir abiertamente?¡±, le preguntaba un presentador de radio popular entre los j¨®venes afroamericanos en una reciente entrevista. La respuesta de Harris fue clara: ¡°S¨ª, podemos decirlo¡±. Hasta ahora, el uso de la palabra ¡°fascista¡± era un tab¨² entre los pol¨ªticos dem¨®cratas.
Las divisiones siempre han existido en la historia de Estados Unidos, como en la de cualquier otro pa¨ªs. Incluso han llevado a una guerra civil, la de Secesi¨®n (1861-1865). Pero no hab¨ªan estado tan marcadas desde los a?os sesenta y la era de la lucha por los derechos civiles y la guerra de Vietnam.
El fen¨®meno se agudiz¨® con el auge de las cadenas de radio y televisi¨®n populistas durante los mandatos del dem¨®crata Bill Clinton (1993-2001) y del republicano George W. Bush (2001-2009), continu¨® durante el de Barack Obama (2009-2017) y se coloc¨® a niveles ¡°perniciosos¡± a partir de 2015, cuando se lanz¨® la campa?a electoral que llevar¨ªa a Trump a la presidencia, hasta convertir a EE UU en la m¨¢s polarizada de todas las democracias occidentales. Sus niveles doblan la media mundial, seg¨²n un estudio de Jennifer McCoy, de la Universidad de Georgia, y de Murat Somer, de la Universidad Ko? en Estambul. Su divisi¨®n pol¨ªtica ¡°es m¨¢s parecida a las experiencias de autocracias electorales u otras democracias m¨¢s j¨®venes, menos pr¨®speras y gravemente divididas, m¨¢s que a las de sus hom¨®logos de democracias m¨¢s consolidadas¡±, escriben los autores.
Entre los partidos, la polarizaci¨®n ideol¨®gica es m¨¢xima. En el Congreso, votaci¨®n tras votaci¨®n, los legisladores se alinean en torno a la posici¨®n de su grupo sin apenas desviaciones. Que una medida salga adelante con el respaldo mayoritario de dem¨®cratas y de republicanos se ha convertido en una rareza. Torpedear las propuestas del contrario es, en cambio, lo habitual. No hay, al menos de cara a la galer¨ªa, coincidencia de opiniones. Y, desde luego, cada vez menos en ¨¢reas en las que ambas formaciones hist¨®ricamente m¨¢s colabaraban, como la pol¨ªtica exterior.
Algo que conlleva riesgos geopol¨ªticos, como advert¨ªa Jordan Tama, de la American University, en un reciente seminario organizado por el think tank Chatham House. ¡°Cuanta m¨¢s polarizaci¨®n, m¨¢s incentivos para que otros pa¨ªses interfieran en las elecciones estadounidenses: si hay mucho distanciamiento entre dem¨®cratas y republicanos, otro pa¨ªs, ya sea Rusia, China o Ir¨¢n, tiene m¨¢s potencial para lograr beneficios si influye en el resultado de unas elecciones¡±.
Entre los ciudadanos, la divisi¨®n es m¨¢s emocional que ideol¨®gica, apuntaba en el mismo evento Rachel Kleinfield, del Carnegie Endowment for International Peace. Los ciudadanos, explicaba, coinciden m¨¢s de lo que parece en sus opiniones sobre asuntos como el aborto o la inmigraci¨®n; la diferencia est¨¢, en cambio, en la importancia que le dan: el control de las armas, por ejemplo, es fundamental para los dem¨®cratas pero mucho menos relevante para los republicanos.
¡°Miran las posiciones de sus l¨ªderes, de esta gente muy polarizada ideol¨®gicamente y de ah¨ª deducen que sus seguidores tambi¨¦n apoyan esas posiciones. Razonan: ¡®Si t¨² votas por esta persona, debes pensar igual que ella¡¯, y asumen percepciones tremendamente equivocadas sobre el votante medio del otro partido¡±, desarrollaba Kleinfield. ¡°Eso lleva a un nivel muy alto de polarizaci¨®n emocional, que crece r¨¢pidamente¡±, se?alaba esta experta. ¡°La gente de partidos distintos no quiere interactuar ni vivir cerca los unos de los otros y no quieren que sus hijos se casen con los de los otros¡±.
Estados cada vez m¨¢s azules o cada vez m¨¢s rojos
El resultado es un pa¨ªs donde las diferencias pol¨ªticas se trasladan hasta el distrito postal. Los Estados dem¨®cratas son cada vez m¨¢s ¡°azules¡± (el color de ese partido) y los republicanos, m¨¢s ¡°rojos¡± (el color del suyo). En 23 de los 50 Estados, los republicanos controlan todos los niveles de gobierno: el gobernador, la legislatura local y el fiscal general. En otros 19, los dem¨®cratas mantienen la misma posici¨®n de poder total. En 1996, solo siete Estados decidieron su ganador por m¨¢s de veinte puntos porcentuales. En 2020, fueron 19. Y en 2024, solo se considera verdaderamente re?ido el voto en siete Estados: Pensilvania, M¨ªchigan, Wisconsin, Arizona, Nevada, Georgia y Carolina del Norte. En el resto, a dos semanas vista de las elecciones la contienda ya parece pr¨¢cticamente resuelta.
Un estudio de la Escuela Annenberg de la Universidad de Pensilvania, encabezado por Neil Fasching, encuentra que la animadversi¨®n hacia el otro partido persiste entre los ciudadanos incluso despu¨¦s de las elecciones. ¡°Los ciudadanos no se recuperan de las elecciones y campa?as; en su lugar, mantienen sus altos niveles de polarizaci¨®n afectiva y no retiran su apoyo a la violaci¨®n de normas b¨¢sicas democr¨¢ticas o el uso de violencia pol¨ªtica (aunque los niveles generales de apoyo a la violencia pol¨ªtica siguen siendo bajos)¡±, escriben los autores.
La brecha se acent¨²a cada vez m¨¢s tambi¨¦n por el factor de la educaci¨®n. En 2006, no hab¨ªa diferencias entre los votantes republicanos o dem¨®cratas seg¨²n su nivel de estudios. En 2020, el dem¨®crata Joe Biden gan¨® el voto del 54% de aquellos con estudios universitarios, y solo el 37% de los que carec¨ªan de estudios superiores. Una tendencia que, seg¨²n las encuestas, va a repetirse este a?o: los votantes de clase trabajadora generalmente se inclinan por Trump; los de educaci¨®n superior, por Kamala Harris.
Este factor contribuye a explicar otro fen¨®meno: el cambio de bando entre parte de los votantes afroamericanos y latinos, un segmento de poblaci¨®n donde abundan menos los t¨ªtulos universitarios. En el pasado, estos grupos hab¨ªan apoyado mayoritariamente a los dem¨®cratas. Pero un porcentaje significativo, especialmente entre los varones, se declara ahora partidario de Trump.
La indecisi¨®n, ¡®rara avis¡¯
La polarizaci¨®n, que sit¨²a firmemente al votante de un lado o de otro, hace que sean cada vez sean menos los indecisos y aquellos que cambian su sufragio de una elecci¨®n a otra, o seg¨²n se trate de un voto para la presidencia, el Congreso o al Gobierno local. Al inicio de la campa?a, cada partido cuenta ya con un 40% de los votos garantizados y un 40% que no va a conseguir en ning¨²n caso. La pelea, en el mejor de los casos, es por el restante 20%. Si llega.
La de la divisi¨®n es una din¨¢mica que los propios partidos, tambi¨¦n polarizados, alimentan. En un sistema electoral bipartidista, donde los candidatos se deciden en elecciones primarias y en el que el ganador en cada Estado se lleva todos los votos electorales, ¡°polarizar al p¨²blico te ayuda a ganar elecciones¡±, explica Kleinfield. Por un lado, facilita la recaudaci¨®n de fondos, algo fundamental en el sistema estadounidense. ¡°Apelar a las emociones ayuda, especialmente si buscas tener muchos peque?os donantes, y esa es la tendencia en los partidos. Los peque?os donantes contribuyen por rabia y por conmoci¨®n¡±, apunta. Por otro, en el proceso de primarias ¡ªen el que se dirime el nombre del candidato¡ª, quienes acuden a votar suelen ser los simpatizantes m¨¢s convencidos y de posiciones m¨¢s extremas en cada formaci¨®n.
¡°Lo que sol¨ªa pasar era que los candidatos extremaban sus posiciones en las primarias y luego las moderaban en las generales¡±, recuerda la experta del Carnegie Endowment. ¡°Pero ahora que los Estados est¨¢n tan escorados hacia un partido o el otro, en las elecciones locales muchas veces la oposici¨®n no se molesta ni en nombrar un candidato. Por tanto, no hace falta moderar esas posiciones: si ganas las primarias, has ganado. Y esos candidatos extremistas son los que luego se convierten en legisladores¡±.
Una vez en el Congreso, las declaraciones y propuestas extremas de estos pol¨ªticos les ayudan a recibir cobertura medi¨¢tica. Y, con ello, donaciones de sus simpatizantes, que a su vez les permiten seguir ganando elecciones. Seg¨²n el laboratorio de investigaci¨®n sobre la Polarizaci¨®n de la Universidad Darmouth (New Hampshire), la ret¨®rica m¨¢s incendiaria en el Capitolio proviene sistem¨¢ticamente de un n¨²mero muy peque?o de diputados.
Todos estos factores han agravado la polarizaci¨®n. Hasta el punto de que la ONG Freedom House, que estudia la situaci¨®n de la democracia y las libertades en el mundo, considera que la libertad en EE UU se ha ido degradando a lo largo de los 11 ¨²ltimos a?os. Recibe 83 puntos sobre 100; lo mismo que Croacia, Rumania o Panam¨¢, y menos que Espa?a e Italia (90) o Costa Rica (91).
El ejemplo de Carolina del Norte
En el oeste de Carolina del Norte, incluso las operaciones federales de asistencia tras el catastr¨®fico paso del hurac¨¢n Helene hace tres semanas se han convertido en un elemento de divisi¨®n. En las zonas rurales afectadas, muy republicanas, los bulos sobre esos trabajos han hecho que parte de los damnificados rechacen la ayuda a la que tienen derecho, no siempre de buenos modos. O que se lamenten de que el Gobierno hace menos de lo que podr¨ªa.
¡°Yo, personalmente, no he recibido nada¡±, explica Carin, cuya cafeter¨ªa en la localidad de Chimney Rock qued¨® arrasada por las aguas. ¡°Algunos funcionarios han estado por aqu¨ª y han ayudado, pero todo esto que hay aqu¨ª es de procedencia privada¡±, relata esta voluntaria en un punto de reparto de ayuda a los damnificados junto al tur¨ªstico lago Lure. ¡°Los organismos federales no nos han dado ning¨²n suministro¡±.
A una cincuentena de kil¨®metros, en el enclave progresista de Asheville, varias casas, a¨²n con las se?ales del desastre bien visibles en sus ¨¢rboles ca¨ªdos y en sus bolsas de escombros sobre la acera, exhiben grandes carteles hechos a mano en los que se lee: ¡°?Gracias, rescatistas!¡±.
¡°No es verdad que las agencias federales no est¨¦n ayudando o est¨¦n arrastrando los pies¡±, se indigna Katie, que trabaja en una tienda de recuerdos tur¨ªsticos. ¡°Desde el principio no han hecho otra cosa m¨¢s que ayudar. Pregunte a cualquiera aqu¨ª, le dir¨¢n que estos equipos llegaron lo antes posible y se pusieron manos a la obra inmediatamente. Puede que haya casos en los que hayan tardado m¨¢s, pero est¨¢n haciendo todo lo que pueden y m¨¢s¡±.
Autoritarismo y violencia pol¨ªtica
Un estudio del Fondo para la Democracia apunta a un riesgo en este situaci¨®n: un crecimiento del autoritarismo. Una encuesta a un mismo grupo de votantes republicanos a lo largo de los a?os encuentra que cuando quien est¨¢ en el poder es ¡°de los suyos¡± son un 22% m¨¢s permisivos con ¨¦l. En el caso dem¨®crata, el dogmatismo es menos pol¨ªtico ¡ªestos votantes solo son un 6% m¨¢s proclives a quitar cortapisas a su gobernante¡ª, pero m¨¢s cultural.
Otro riesgo puede ser el auge de la violencia pol¨ªtica. Un temor en aumento despu¨¦s de que Trump haya sufrido dos intentos de asesinato en los ¨²ltimos cuatro meses. Kleinfield matiza que, en ambos casos, los autores no parec¨ªan tener un motivo pol¨ªtico claro. Sin embargo, ¡°una atm¨®sfera general de polarizaci¨®n que normaliza la violencia en una sociedad muy armada como la nuestra hace que la gente impulsiva, agresiva, piense que les van a valorar por hacer eso, o van a conseguir fama, o glamour. Y eso hace m¨¢s probable que ocurra¡±.
Mientras tanto, los ciudadanos, enredados en la polarizaci¨®n, desean ver un final a estas diferencias. La gesti¨®n del Congreso, profundamente dividido, recibe una valoraci¨®n ¨ªnfima entre los votantes: solo un 21,7% la aprueba, mientras que un 62,9% la critica, seg¨²n el agregador de sondeos del analista electoral Nate Silver.
En una campa?a extremadamente polarizada, ha habido un rayo de esperanza: el debate de los candidatos a vicepresidente, el republicano J.D. Vance y el dem¨®crata Tim Walz, se desarroll¨® en t¨¦rminos de exquisita educaci¨®n entre los contrincantes. De modo ins¨®lito en las ¨²ltimas contiendas, incluso conversaron amablemente junto a sus esposas al t¨¦rmino de su duelo dial¨¦ctico. Ninguno de los dos pronunci¨® nada similar a lo de McCain en 2008, pero, en un clima tan divisivo, un apret¨®n de manos y una sonrisa cordial tambi¨¦n parecen algo de otros tiempos; actos casi m¨ªticos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.