En el condado donde intentaron asesinar a Donald Trump: ¡°El atentado envalenton¨® a sus seguidores¡±
Los dem¨®cratas aspiran a aumentar su proporci¨®n de voto en lugares como esta localidad de Pensilvania, donde un joven dispar¨® al expresidente en un mitin, y sumarla a su mayor¨ªa en las ciudades
La noticia de un supuesto segundo intento de asesinato contra Donald Trump se sinti¨® como un d¨¦j¨¤ vu en Butler. La localidad de Pensilvania donde se perpetr¨® el primer ataque en julio a¨²n no se ha recuperado de las consecuencias de aquel suceso, que contin¨²a bajo investigaci¨®n. Las divisiones pol¨ªticas, seg¨²n cuentan algunos vecinos, se han agravado en un municipio mayoritariamente republicano; en un Estado, el de Pensilvania, donde cada voto cuenta y que puede acabar decidiendo qui¨¦n ser¨¢ el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos.
Aqu¨ª, el recuerdo de lo ocurrido en aquel mitin del 13 de julio en los terrenos de la feria agr¨ªcola local sigue muy presente. Quien no estuvo all¨ª aquel d¨ªa conoce a alguien que s¨ª. La ic¨®nica fotograf¨ªa de un Trump sangrando y con el pu?o en alto aparece en numerosos carteles. El grito ¡°Fight! Fight! Fight!¡± (¡°?Pelead! ?Pelead! ?Pelead!¡±) que el candidato republicano clam¨® tras quedar herido se reproduce en pintadas en calles y alg¨²n buz¨®n. Un artista local ha inmortalizado la imagen del expresidente en aquel momento, en una escultura fabricada con miles de clavos.
El viernes pasado, el Servicio Secreto admit¨ªa, en un informe de la investigaci¨®n sobre el caso, fallos de comunicaci¨®n, de tecnolog¨ªa y de seguimiento de las denuncias sobre la presencia de un sospechoso en el techo de uno de los cobertizos de la feria. Los motivos del ataque siguen sin estar claros: su autor, el joven de 20 a?os Thomas Matthew Crooks, estaba registrado como votante republicano, pero no parec¨ªa tener una ideolog¨ªa pol¨ªtica s¨®lida.
Acercarse a Butler, un condado rural de cerca de 200.000 habitantes a 40 minutos al norte de la muy dem¨®crata ciudad de Pittsburgh, es comenzar a ver con m¨¢s frecuencia carteles cada vez m¨¢s grandes de apoyo a la campa?a de Donald Trump y su n¨²mero dos, J.D. Vance. A la entrada de una granja, un remolque sujeta un retrato del expresidente de cuerpo entero y tama?o mayor del natural. En los terrenos de otra hacienda, un gran cartel proclama ¡°Trump 2024: Salvar a Estados Unidos de nuevo¡±. M¨¢s all¨¢ se distingue una ense?a confederada. En la calle principal, una pintoresca arteria cuajada de tiendas con encanto y banderas estadounidenses, una joyer¨ªa proclama su apoyo a las Fuerzas Armadas, entre un derroche de barras y estrellas.
Hasta este verano, fuera de Pensilvania pocos hab¨ªan o¨ªdo hablar de Butler. Con la posible excepci¨®n de los muy aficionados a los autom¨®viles: aqu¨ª se invent¨® el prototipo del Jeep en los a?os cuarenta, un hito que a¨²n se conmemora con carteles callejeros y un festival anual.
Hoy d¨ªa es una localidad en transici¨®n. La mayor parte de sus residentes a¨²n vive en granjas de hect¨¢reas generosas. Pero su relativa cercan¨ªa a Pittsburgh, la segunda ciudad de Pensilvania, la convierte en un lugar c¨®modo para residir y trabajar en la urbe. Los empleos del sector manufacturero, en su d¨ªa el gran motor econ¨®mico de la zona, han ido desapareciendo. Pero han llegado otros, en empresas relacionadas con el fracking, la fractura hidr¨¢ulica del gas de esquisto, abundante en el oeste de Pensilvania. Una potente acerera genera m¨¢s de un millar de empleos y buenos sueldos. Trabajo abundante y bien pagado. Mientras que la tendencia en el resto de zonas rurales de Pensilvania es a la marcha de los j¨®venes a las ciudades, en muchos casos de otros Estados, la poblaci¨®n de Butler sigue creciendo. Tras una ¨¦poca de depresi¨®n econ¨®mica, el centro se ha revitalizado. Proliferan nuevos peque?os comercios: una florister¨ªa, un restaurante donde la carne de cerdo es la especialidad.
Territorio Trump
En lugares como este es donde los dem¨®cratas aspiran a aumentar su proporci¨®n de voto y sumarla a su gran mayor¨ªa en las ciudades para ganar Pensilvania y sus 19 votos electorales en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Un triunfo que necesitan de manera imperiosa para continuar en la Casa Blanca. Y, por contra, Trump necesita imponerse por un alto n¨²mero de votos en Butler y condados similares para triunfar en un Estado que gan¨® en 2016 ante Hillary Clinton, pero perdi¨® en 2020 frente a Joe Biden por apenas 80.000 papeletas.
A primera vista, esa ambici¨®n de los dem¨®cratas parece casi un sue?o. Butler es territorio Trump: el candidato republicano gan¨® aqu¨ª en 2020 con el 65% de los votos. Los votantes registrados como republicanos rondan los 80.000 ¡ªm¨¢s de un millar se inscribieron tras el ataque¡ª, frente a algo menos de 40.000 dem¨®cratas. Un empresario local se ha hecho medio famoso en la zona por los letreros electr¨®nicos que, desde sus terrenos y desde hace a?os, muestran a los conductores en la autopista mensajes contra la comunidad LGTBI. Tras el atentado de julio, el cartel mostraba mensajes que acusaban a los dem¨®cratas de estar detr¨¢s del suceso. Una imagen de Kamala Harris la ense?aba con los cuernos del diablo y el mensaje: ¡°Los dem¨®cratas matan ni?os y sue?os¡±.
¡°El atentado ha envalentonado a un segmento de la poblaci¨®n que ahora apoya a Trump, incluso m¨¢s todav¨ªa¡±, explica la pedagoga Colleen Smith, de 62 a?os, una residente dem¨®crata de Butler. No es raro, cuentan ella y otras vecinas, escuchar insultos desde los veh¨ªculos que pasan ante sus carteles pro-Harris.
Eso, explica Smith, puede atemorizar a algunos. ¡°Hace poco un adolescente al que conoc¨ªa de vista, un vecino, pas¨® por delante de mi casa y me confes¨® que le gustaba el cartel pro Harris que tengo a la entrada del jard¨ªn. Le pregunt¨¦ si quer¨ªa uno, pero me contest¨® que no. Me dijo: ¡®Hay demasiados trumpistas en el barrio. No nos sentimos seguros, no queremos ponernos en el punto de mira¡±, cuenta. Se acab¨® llevando uno peque?o, para tener en su habitaci¨®n y que no lo viera nadie.
Pero otros ¡ªmejor dicho, otras¡ª han optado por organizarse. Heidi Priest, una agente inmobiliaria de 42 a?os y madre de tres hijas que se define a s¨ª misma como progresista, ve¨ªa con preocupaci¨®n el apoyo generalizado a Trump. Y decidi¨® actuar. Utiliz¨® su experiencia como miniinfluencer ¡ªtiene una p¨¢gina de reposter¨ªa en Facebook¡ª para crear un grupo en esta red social: ¡°Mujeres de Butler en favor de Harris¡±.
¡°Sent¨ªa que lo necesit¨¢bamos. Hasta entonces, los grupos dem¨®cratas tradicionales reun¨ªan sobre todo a mujeres m¨¢s mayores, pero hab¨ªa tambi¨¦n muchas mujeres de mi generaci¨®n que quer¨ªan participar de alguna manera. Mujeres que me mandaban mensajes privados para decirme que en casa no pod¨ªan contar sus opiniones porque su marido no pensaba igual¡±, cuenta Priest durante una entrevista.
El grupo tiene hoy d¨ªa con cerca de 1.500 participantes, que organizan reuniones peri¨®dicas. La primera fue cat¨¢rtica, relatan. En torno a 80 mujeres se citaron en un peque?o parque de Butler. ¡°Puede parecer un n¨²mero diminuto, pero para esta zona es una enormidad¡±, explica Smith. ¡°Mujeres que se presentaban para decir que estaban ah¨ª por sus hijas, por sus nietas. Otras dec¨ªan que ven¨ªan porque son madres de alguien que es miembro de la comunidad LGTBI y necesitan saber que estar¨¢ a salvo; otras, porque tienen un ni?o autista y no quieren tener un l¨ªder que se mofa de los discapacitados¡¡±.
¡°El grupo tambi¨¦n ha atra¨ªdo a gente m¨¢s joven que viene a defender a sus hijos en la escuela primaria¡±, agrega la pedagoga. ¡°Se siente un verdadero cambio de tornas. El entusiasmo es palpable, ya no sentimos que estemos solas¡±. Priest, que declara haber recibido mensajes hostiles en el contestador de su oficina, se plantea ahora entrar en pol¨ªtica a nivel local.
Entre los republicanos tambi¨¦n hay denuncias de fricciones. Cindy Hildebrand es presidenta del grupo Republicanos Unidos del Condado de Butler y estuvo presente en el mitin de Trump en julio. En declaraciones al peri¨®dico local, Butler Eagle, esta semana sosten¨ªa: ¡°Es muy triste lo divididos que estamos, que no podamos tener una conversaci¨®n civilizada con la gente¡±. Seg¨²n explicaba, hab¨ªa pasado las dos semanas previas haciendo campa?a puerta por puerta. ¡°Fui a algunas casas dem¨®cratas y antes de poder decir ni hola empezaron a gritarme. Yo todo lo que quer¨ªa era tener una conversaci¨®n¡±.
Pero tambi¨¦n hay momentos alentadores. La pintada que instaba a ¡°Pelear, pelear, pelear¡±, qued¨® tachada hace unas semanas. Alguien escribi¨®, en su lugar: ¡°Amor¡±. ¡°El hecho de que alguien se molestara en intentar contrarrestar esa llamada a la lucha con un llamamiento al amor es algo enorme¡±, opina Smith, con una sonrisa.
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