Dos Aguas tard¨® tres a?os en superar los efectos de las llamas
La localidad valenciana se recuper¨® pronto del gran incendio que sufri¨® hace una d¨¦cada
La vida de los vecinos de Dos Aguas (Valencia) cambi¨® en una tarde calurosa de junio de 2012. Un brutal incendio originado por la negligencia de dos trabajadores en Cortes de Pall¨¢s, a 30 kil¨®metros de distancia, alcanz¨® el t¨¦rmino municipal en 10 horas y ennegreci¨® el blanco de las fachadas. La zona, conocida por sus montes verdes como ¡®los Pirineos Valencianos¡¯ o ¡®la peque?a Suiza¡¯, qued¨® completamente arrasada en d¨ªas. Una d¨¦cada despu¨¦s, la panor¨¢mica del pueblo, con la torre de la iglesia como protagonista, es muy diferente. Nada queda de la dram¨¢tica huella que dej¨® uno de los fuegos m¨¢s destructivos del siglo, que carboniz¨® m¨¢s de 30.000 hect¨¢reas.
Los agricultores fueron los grandes damnificados de lo ocurrido. Los suelos afectados tardaron m¨¢s de tres a?os en recuperar su actividad, lo que supuso que los trabajadores del campo no obtuviesen ingresos durante ese periodo. M¨¢s de 3.500 olivos tuvieron que replantarse en la zona. Lo recuerda Ricardo Ruiz, presidente de la Cooperativa de Cortes de Pall¨¢s: ¡°Cuando se queman, necesitan ser arrancados o severamente cortados para que rebroten. Tardan en dar fruto, m¨ªnimo tres a?os, no es de un d¨ªa para otro¡±.
A las afueras de Dos Aguas, se encuentra el Hostal Restaurante Lepanto, que cuenta con nueve habitaciones. Virtudes Maestro, su due?a, fue una de las personas m¨¢s perjudicadas por el incendio, al perderse parte del turismo que ofrec¨ªa el t¨¦rmino municipal. ¡°Cuando ocurri¨®, todav¨ªa est¨¢bamos terminando de pagarlo. Estuvimos tres o cuatro a?os padeciendo lo sucedido porque la gente ya no ven¨ªa a visitar el pueblo. Estaba todo muy feo. Perdimos mucho dinero¡±, lamenta Maestro mientras observa el verde paisaje desde una de las mesas de su negocio.
Las ayudas a los damnificados no tardaron en llegar para un pueblo que vio paralizada su econom¨ªa. El alcalde de Dos Aguas, Jos¨¦ Ram¨®n Grau, afirma que esas ayudas llegaron en varios pagos: ¡°Cuando cambi¨® el gobierno regional dejamos de recibirlas, pero hablamos con ellos y enseguida volvieron a mandarlas. Todos los particulares a los que se les quem¨® el terreno recibieron compensaci¨®n econ¨®mica¡±. Mientras el alcalde desayuna, como cada ma?ana, en ¡®El Hogar del Pensionista¡¯, un bar muy concurrido situado junto al ayuntamiento, la terraza del local se va llenando de vecinos. Grau, primera autoridad del pueblo desde hace 22 a?os, vivi¨® uno de los episodios m¨¢s complicados de la historia de la localidad. Tanto ¨¦l como los que le acompa?an rememoran aquellos momentos. ¡°Fueron d¨ªas dif¨ªciles. Es que de recordarlo me entran ganas de llorar¡±, relata emocionado el alcalde.
Los alrededores de Dos Aguas se convirtieron en un desierto de ceniza y solo se salv¨®, adem¨¢s de las edificaciones, una parte de la ladera m¨¢s cercana a las casas. Kike Mateu, vecino de 52 a?os, trabaj¨® durante 25 en la Brigada Contra Incendios de Dos Aguas. Mientras observa desde un mirador la zona que se carboniz¨®, recuerda emocionado aquellos d¨ªas. ¡°Fuimos los primeros en acercarnos a Cort¨¦s de Pallas y nos ubicaron justo donde se inici¨® el incendio. En los 30 minutos que tardamos en llegar, el fuego se extendi¨® de manera imparable. Est¨¢bamos a 40 grados y, adem¨¢s, soplaba aire de poniente. Pens¨¦: ¡®Esto no lo apaga nadie¡¯. Me puse a llorar en cuanto lo vi, y eso que he visto decenas de incendios despu¨¦s de tantos a?os¡±, explica Mateu. Mientras, busca en su tel¨¦fono las fotos que todav¨ªa conserva del bosque carbonizado tras el incendio y de c¨®mo fueron las labores en los siguientes meses.
El terreno no tard¨® en recuperarse, pero el turismo todav¨ªa sigue notando los efectos del incendio. ¡°Todo cambi¨®. Me da mucha pena porque antes sub¨ªa mucha gente a pasar el fin de semana¡y, de repente, llega un incendio y te cambia la vida. Todav¨ªa no nos hemos recuperado¡±, explica con tristeza la hostelera.
Los meses siguientes no fueron f¨¢ciles para unos habitantes que segu¨ªan notando el olor a quemado de los ¨¢rboles, que so?aban con el rojo de las llamas y que ten¨ªan su mirada siempre puesta en el monte. Mateu explica entre risas: ¡°Hab¨ªa una especie de locura permanente. Nos llamaban muy alterados porque ve¨ªan humo a lo lejos. Nosotros les dec¨ªamos: ¡®Pero, ?c¨®mo va a ser un incendio? Si no queda nada por quemar¡¯¡±.
Para los dosasg¨¹e?os, la historia de su pueblo se divide en un antes y un despu¨¦s del incendio. Aunque ha recuperado su caracter¨ªstico color, permanece el temor entre sus habitantes a que un nuevo fuego vuelva a carbonizar todo. ¡°Esto est¨¢ a punto de caramelo¡±, sentencia el exbombero entre comentarios sobre los efectos de las altas temperaturas de este verano. Los vecinos siguen diferenciando la parte de la ladera que no se quem¨® en el incendio y lo observan, diariamente, con la esperanza de que el naranja atardecer de la ¡®Peque?a Suiza¡¯ no se vuelva a te?ir de rojo.
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