¡°La realidad en M¨¦xico puede ser atroz, pero tambi¨¦n estramb¨®tica y novelesca¡±
La escritora mexicana presenta su nueva novela: 'P¨¢radais', una exploraci¨®n de la violencia mexicana ¡°a¨²n m¨¢s cruda¡±
Usa tenis de lona, playeras de Los Ramones y chamarras de cuero negro. Y todos los d¨ªas se arremanga y, con una pluma m¨¢s acerada que un escalpelo, disecciona los rincones m¨¢s sombr¨ªos de la sociedad mexicana. Su novela Temporada de huracanes es uno de los libros b¨¢sicos sobre las violencias que azotan a nuestro pa¨ªs y, a la vez, un logro estil¨ªstico mayor. Por eso es que Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) es una de las voces emergentes de mayor relevancia en las letras iberoamericanas. Ahora, luego de publicar una colecci¨®n de cr¨®nicas llamada Aqu¨ª no es Miami, y obtener premios como el Anna Seghers y el Internacional de Literatura de la Casa de las Culturas de Berl¨ªn y estar nominada al Man Booker International (a¨²n por fallarse), presenta una nueva novela, P¨¢radais, en la que ahonda sus b¨²squedas.
Pregunta. ?Qu¨¦ recuerdos tienes de la ¨¦poca en que empezaste a hacerte un concepto de pa¨ªs y en qu¨¦ ha cambiado la manera en que lo ves ahora mismo?
Respuesta. Nac¨ª en el 82, en una de las crisis m¨¢s terribles de M¨¦xico. Esa crisis ha venido actualiz¨¢ndose a?o con a?o, sexenio tras sexenio. Los nacidos en los ochenta tenemos como s¨ªmbolo la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Recuerdo, de muy peque?a, haber estudiado en la primaria a la URSS como parte del mapa¡ Adem¨¢s es curioso, porque todo esto para m¨ª est¨¢ combinado. El final de la Guerra Fr¨ªa, la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, la Perestroika, que para muchos de mi generaci¨®n es una marca de zapatos, ?recuerdas? Combinado con una serie de referencias pop. La ca¨ªda del Muro y los conciertos inmensos que hacen a favor de las personas con SIDA, los Live Aid. En mi mente, Freddy Mercury estaba en la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y, mientras estaban derrumbando el muro, este cuate cantaba de poca madre. En mi mente todo fue un enorme concierto. Me gustaba mucho dibujar y hacer c¨®mics y gran parte de lo que dibujaba ten¨ªa que ver con la Guerra del Golfo, que me angustiaba mucho. Ten¨ªamos, yo creo, la sensaci¨®n de crecer en el fin de los tiempos. Y, al mismo tiempo, algo en el esp¨ªritu salinista de los noventa nos hac¨ªa pensar que lo que ven¨ªa era mejor¡ Esta utop¨ªa del igualitarismo, de la igualdad de derechos, se sent¨ªa crecer. Creo que el 11 de septiembre fue un momento clave. Para m¨ª, el 11 de septiembre estas ideas de ¡°todos somos iguales y en alg¨²n momento llegaremos a la cumbre del desarrollo¡± se acaba. En M¨¦xico particularmente... A todos los ni?os mexicanos nos ense?aron a emocionarnos por estupideces como la bandera y el himno, y nos ense?aron la historia con villanos y con h¨¦roes puros y pr¨ªstinos. Para m¨ª fue algo impresionante cuando una maestra me prest¨® La Noche de Tlatelolco. En esa ¨¦poca ten¨ªa 11 o 12 a?os y sol¨ªa leer los libros en una sola noche. Recuerdo haber le¨ªdo as¨ª La noche de Tlatelolco y no haber podido dormir, haber tenido pesadillas, haber escuchados los cantos, estas consignas que aparecen todo el tiempo en el libro de Elena Poniatowska, como si los escuchara en mi mente, y el horror de darte cuenta de que parec¨ªa que el peor crimen en M¨¦xico era ser joven, tener ideas y querer cambiar las cosas. Para m¨ª fue terror¨ªfico. Otro momento fue en la preparatoria, hablando m¨¢s del 68. Alg¨²n profesor nos puso [la pel¨ªcula] Rojo amanecer en clase. Recuerdo haber salido llorando de coraje, de impotencia de saber qu¨¦ era este pa¨ªs. Ya ten¨ªa 16 o 17 a?os, me juntaba con una banda que fumaba mota. Sab¨ªa lo que era estar en la calle y que de repente llegara la polic¨ªa, y nada m¨¢s porque te ve¨ªan chavo y con pantalones tumbados, te revisaban y si a alguien le encontraban un churro, iba a dar a los separos y le pegaban una madrina [golpiza]¡ Es decir, una de las experiencias m¨¢s terror¨ªficas como mexicana ha sido la brutalidad policiaca. Y eso que no lo he tenido que vivir en carne propia. Pero tengo t¨ªos que, por una infracci¨®n de tr¨¢nsito, han acabado en los separos y cacheteados.
P. ?Algo ha cambiado de ese pa¨ªs injusto, de un poder pol¨ªtico y policiaco agresivo, opresor hacia los j¨®venes, con el que vemos ahora y la violencia extendida que se vive?
R. Entr¨¦ a la universidad en el 2000 m¨¢s o menos. Me toca votar, por ejemplo, por primera vez en las elecciones. El peri¨®dico Reforma hizo una secci¨®n de cartas abiertas al p¨²blico y recuerdo que mi padre me dijo: ¡°Oye, ?no quieres participar?¡±. Hice un comentario acerca de lo dif¨ªcil que era ser joven y tener que votar. La presi¨®n por votar por [Vicente] Fox era tremenda y a m¨ª nunca me convenci¨® Fox, nunca me gust¨® como candidato. Recuerdo haber votado en ese entonces por el ingeniero [Cuauht¨¦moc] C¨¢rdenas, tampoco del todo convencida. Esa era la ¨¦poca en la que parec¨ªa que las instituciones de derechos humanos iban a ser un contrapeso real a este poder casi ilimitado o arbitrario de las polic¨ªas o de ciertas instancias gubernamentales. Fue muy triste ver, conforme pasaban los a?os, c¨®mo estas instituciones de derechos humanos fueron convirti¨¦ndose en una simulaci¨®n. Bastante descorazonador. Soy una persona muy pesimista. No he visto un gran cambio. Escucho muchas palabras, escucho muchas promesas... En las pasadas elecciones vi a la gente muy contenta con el triunfo de L¨®pez Obrador. Pero tambi¨¦n, como alguien que proviene de una familia disfuncional y que ha tenido un padre alcoh¨®lico, s¨¦ lo que las promesas valen¡ Como mexicanos estamos demasiado acostumbrados al paternalismo, seguimos pensando que va a haber una persona, un hombre, un pol¨ªtico, que va a llegar y va a cambiar las cosas de un plumazo, como si tal cosa fuera posible en un pa¨ªs tan grande, tan diverso, tan complejo, con tantas disparidades hist¨®ricas, sociales y econ¨®micas. Sinceramente he visto muy poco cambio. Podr¨ªa estar tentada a decir que la emergencia de las redes sociales ha servido como un contrapoder, pero lo que se ve ahora en redes es cada vez m¨¢s desagradable y asqueroso. Uno ya no sabe si detr¨¢s del nombre de usuario con el que uno est¨¢ tratando de entablar una discusi¨®n hay una persona pagada. Acaso, lo que podr¨ªa rescatar, es la organizaci¨®n de j¨®venes bajo diversas banderas. Por ejemplo, la bandera del feminismo, la organizaci¨®n de chicas a favor de la interrupci¨®n legal del embarazo, o en contra de la violencia contra las mujeres. O las organizaciones de padres que buscan a sus hijos desaparecidos.
P. M¨¦xico es un pa¨ªs ferozmente centralista en pol¨ªtica, econom¨ªa y cultura. ?Qu¨¦ significa para ti ese centralismo desde tu posici¨®n como escritora nacida y crecida fuera de ¨¦l?
R. En el sureste de M¨¦xico no hay ni recursos, ni voluntad pol¨ªtica, lo que hay son esfuerzos aislados¡ Te puedo hablar de Veracruz puerto. Porque si hablamos de Xalapa es una situaci¨®n totalmente distinta. Xalapa, al ser capital del Estado y sede de las facultades de Humanidades de la Universidad Veracruzana y del Instituto Veracruzano de Cultura, tiene una vida cultural muy distinta al resto del estado. De hecho, ellos se llaman as¨ª mismos la ¡®Atenas Veracruzana¡¯ y los jarochos nos burlamos un poco de esto¡
P. Suena al Cu¨¦vano de Ibarg¨¹engoitia
R. Exactamente, lo hacemos un poco con envidia tambi¨¦n, porque es diferent¨ªsima la vida cultural xalape?a. A los jarochos, a los habitantes del puerto, nos gusta decir que lo que pasa es que la cultura en Xalapa es oficial y la cultura en Veracruz es ¡®viva¡¯, pero justamente esa cultura ¡®viva¡¯ no fomenta la disciplina. El gran problema del puerto de Veracruz es ese. T¨² no puedes tener arte sin disciplina. Incluso las manifestaciones m¨¢s populares del arte necesitan una disciplina para desarrollarse y en Veracruz lo que hay es carnaval, desmadre, caguamas y reguet¨®n. Es muy dif¨ªcil que la gente valore, busque o desarrolle una actividad cultural. Durante a?os la librer¨ªa [m¨¢s importante] que hab¨ªa en Veracruz fue una Educal que estaba en los bajos de la Fonoteca, y la segunda era el Sanborns de Plaza las Am¨¦ricas. En todo el puerto de Veracruz eran las ¨²nicas dos. Cuando se pudo empezar a comprar libros por Internet fue, para m¨ª, una evoluci¨®n, porque era imposible hacerte de un h¨¢bito lector. Hay una biblioteca p¨²blica, pero es como el infierno de Dante, es un edificio viejo, no tiene aire acondicionado, hay unos ventiladores de la ¨¦poca de Agust¨ªn Lara chirriando todo el tiempo. Es deprimente. El acervo est¨¢ en proceso de destrucci¨®n por la polilla. Entonces, imag¨ªnate, sol¨ªa haber una hemeroteca, y alguien lleg¨® y dijo: ¡°Esto es basura, b¨®tenlo¡±. Y bot¨® la hemeroteca p¨²blica del puerto de Veracruz. Ese ha sido siempre el problema, ?no? No solo la concentraci¨®n, por supuesto, de recursos en el centro de M¨¦xico, que hace que se deje de lado lo que se hace afuera, sino que a las mismas personas [de fuera] no les interesa y hay un desd¨¦n, al menos de donde yo soy, por la palabra escrita. Ser escritor es algo que a nadie le importa y es incluso rid¨ªculo. Si t¨² dices: ¡°Oigan, no voy a ir a la fiesta porque me voy a quedar a escribir mi novela en casa¡±, te ganas un rechifla. Recuerdo cuando empec¨¦ a juntarme con un cierto grupo de escritores, todos mayores que yo, estamos hablando de gente que cuando yo ten¨ªa diecinueve o veinte a?os, ten¨ªan ya cincuenta como m¨ªnimo. Y ellos me dec¨ªan: ¡°Si quieres triunfar como escritora, tienes que irte a [la Ciudad de] M¨¦xico¡±. Lo hicieron Juan Vicente Melo o Sergio Galindo¡ Lo hizo Norma Lazo, que en ese entonces era la ¨²nica escritora que conoc¨ªa que hab¨ªa salido del puerto de Veracruz y hab¨ªa publicado libros. La admiraba mucho, porque ten¨ªa esta onda de escribir terror y siempre muy oscuro, me llamaba much¨ªsimo la atenci¨®n. Pero el consejo era ese: ¡°Vete de Veracruz¡±. Y siempre me resist¨ª porque, para ser sincera, nunca he sido una gran fan de la Ciudad de M¨¦xico. Yo nac¨ª y me acostumbr¨¦ a vivir al lado del mar. Y, aunque ahora vivo en Puebla, es algo que me persigue, una vida fantasmal de la que sigo escribiendo. Mi ¨²ltima novela todav¨ªa ocurre en Veracruz porque lo tengo como metido en la piel a¨²n. Por eso siempre me resist¨ª a irme a la Ciudad de M¨¦xico, no me interesaba, no me interesa todav¨ªa y, de hecho, ahora menos. Vivir all¨¢ ser¨ªa condenarme a no hacer nada por andar haciendo apariciones¡ T¨² sabes c¨®mo es estar en la Ciudad de M¨¦xico.
P. Finalmente, como pasa en toda corte, la gente va all¨ª como D¡¯Artagnan, a hacer m¨¦ritos y a enrolarse en alg¨²n grupo que los acerque a los reyes, ?no?
R. S¨ª. En nuestra generaci¨®n, o a partir de la de [los nacidos en] los setenta, es m¨¢s notoria la posibilidad de armarla sin tener que pasar forzosamente por la Ciudad de M¨¦xico. Pero tambi¨¦n podemos decir que gran parte de los canales todav¨ªa pasan por ah¨ª. Hay esfuerzos editoriales que tienen que ver con otras, digamos, meg¨¢polis. Guadalajara tiene un movimiento¡ Pasa en Monterrey tambi¨¦n. Los regios son un ejemplo. Pero es algo que en el sur no existe. Me parece muy triste. A m¨ª lo que m¨¢s me molesta es que, por ejemplo, en Veracruz no haya bibliotecas, que en todo M¨¦xico no haya bibliotecas, porque c¨®mo vamos a fomentar la lectura si no hay un lugar donde la gente pueda ir y acceder a los libros sin tener que comprarlos forzosamente. Una red de bibliotecas tambi¨¦n fortalecer¨ªa a las librer¨ªas, fortalecer¨ªa a las editoriales, a la industria, a los autores. Pero no la hay y parece que tampoco es una prioridad de este Gobierno.
P. En tus libros se respira calle y sociedad. ?Es algo que te planteas, como parte de tu proceso de escritura, contar al pa¨ªs?
R. Yo dir¨ªa que s¨ª. Digo, siempre est¨¢ esta tentaci¨®n de decir que en realidad lo que nos importan son las historias, como si las historias fueran una cosa abstracta que no ocurriera en alg¨²n lugar espec¨ªfico o como si nuestra formaci¨®n, nuestra idiosincrasia, nuestras creencias, no estuvieran arraigadas profundamente en un lugar. Escribo cr¨®nica y escribo ficci¨®n, pero en ambas vertientes me interesa hablar del M¨¦xico que conozco. Aunque no digo: ¡°Me preocupa este problema en la sociedad, entonces voy a escribir una novela al respecto¡±. Creo que nunca me ha pasado escribir un libro de esta manera. Cuando tuve que decidir qu¨¦ carrera estudiar, antes de periodismo estudi¨¦ un semestre de sociolog¨ªa y lo odi¨¦, no la sociolog¨ªa en general, que me parece muy interesante, pero dedicar mi vida a estudiar fen¨®menos de una perspectiva macro no me gustaba¡ Ten¨ªa mucha curiosidad por lo particular, por lo individual. La ¨²nica corriente que me gustaba de sociolog¨ªa era la microinteraccionista, la sociolog¨ªa desde el punto de vista de lo individual. Tal vez por eso me decant¨¦ despu¨¦s por el periodismo, porque el periodismo siempre est¨¢ buscando lo excepcional en lo com¨²n. S¨ª me interesa hablar sobre el presente, me interesa escribir sobre lo que pasa en M¨¦xico, pero, al mismo tiempo, no me importa lo noticioso, o sea lo instant¨¢neo. Escribo a trav¨¦s de mi historia personal y mi historia personal tiene que ver con un momento muy espec¨ªfico de la vida de este pa¨ªs. No podr¨ªa escribir la historia de mi familia, por ejemplo, como si hubiera pasado en Viena. Entiendo que hay cosas que son universales, se repiten, y son constantes, pero al mismo tiempo tambi¨¦n qui¨¦nes somos tiene que ver con el momento hist¨®rico que nos ha tocado vivir. Adem¨¢s, ?te digo una cosa?, la realidad en M¨¦xico puede ser atroz, pero tambi¨¦n inmensamente estramb¨®tica y novelesca. Leer el peri¨®dico es constantemente estar pensando en historias¡ Desde muy joven tuve la teor¨ªa de que los Simpson a los mexicanos nos dan mucha risa porque lo que en los Simpson es exageraci¨®n en M¨¦xico es realidad. Piensa en el polic¨ªa de los Simpson. El jefe G¨®rgory all¨¢ [en los EE UU] es una burla de lo que tendr¨ªa que ser un polic¨ªa. Aqu¨ª es el retrato del tirano que hace el rond¨ªn ah¨ª todas las tardes por la Alameda...
P. Temporada de huracanes me parece uno de los libros claves para entender, desde la literatura, nuestra ¨¦poca. Ahora est¨¢ por salir P¨¢radais, una novela muy diferente en su tratamiento pero que constituye otra exploraci¨®n de nuestra violencia¡
R. Constantemente busco ese tipo de historias porque me sorprenden, porque me impactan. Las historias que com¨²nmente encontramos en la nota roja¡ Es algo que desde muy joven me ha llamado la atenci¨®n. Recuerdo tener ocho o nueve a?os y leer en el peri¨®dico la aprensi¨®n de alg¨²n violador y haberle preguntado a mi madre: ¡°?Qu¨¦ es violaci¨®n?¡±. Y mi mam¨¢ no quer¨ªa responder, le costaba mucho trabajo. ¡°Mam¨¢, ?qu¨¦ es estupro?¡±, cosas que yo le¨ªa cotidianamente en la prensa y no entend¨ªa. Sin embargo, mi vida como ni?a, como jovencita en M¨¦xico, estaba rodeada de eso. Recuerdo alguna vez, las primeras veces que empec¨¦ a ir al cine con amigas, por ah¨ª de los doce o trece a?os¡ Y recuerdo a mi mam¨¢ aleccion¨¢ndome: ¡°Por favor, jam¨¢s seas la ¨²nica que se pone la ¨²ltima de la fila, porque a tu t¨ªa fulana le pas¨® que una vez se sent¨® ah¨ª, y un tipo lleg¨® y la manose¨®¡±. Es decir, todo el tiempo hab¨ªa estas historias. Y tampoco hab¨ªa necesidad de que te las contaran, porque yo con once o doce a?os, saliendo a la calle para comprar tortillas, ya recib¨ªa los comentarios indeseables de tipejos de todas las edades. Y es algo terror¨ªfico crecer en un mundo donde esto es normal, donde si le dices a tu madre: ¡°Oye, me pas¨® esto¡±, ella diga: ¡°T¨² voltea para otro lado o sal corriendo¡±. Durante mucho tiempo pens¨¦ que me hab¨ªa tocado un destino bastante gacho, el de ser mujer, el someterme a estas humillaciones constantes, a subirme a un autob¨²s y que el tipo de al lado se est¨¦ masturbando. Ese tipo de cosas que son denigrantes para una persona y que dudo que la otra mitad de la humanidad, que son los hombres, entiendan. Yo s¨¦ que algunos dir¨¢n: ¡°Es que yo tambi¨¦n he sido acosado¡±, pero sabemos que mayoritariamente las mujeres somos las acosadas. Entonces, crecer en un lugar as¨ª, adem¨¢s de un pa¨ªs extraordinariamente violento, me hizo preocuparme por estas historias¡ No s¨¦ si trato de entender o explicarme a m¨ª misma por qu¨¦ pasan estas cosas. Y tiene que haber una causa. No podemos decir: ¡°Es que se les meti¨® el diablo¡±. O: ¡°Los hombres son todos malos¡±. No, hay que buscar tambi¨¦n. Para m¨ª la literatura es una forma de explorar, es una forma de ahondar en lo que esta pasando y una forma de explicarme a m¨ª misma. Hace poquito estaba leyendo un art¨ªculo muy interesante sobre True crime, este g¨¦nero de no ficci¨®n que habla acerca de cr¨ªmenes reales. ?Sabes que el mayor n¨²mero de lectores de este g¨¦nero son lectoras, son mujeres? Nos interesa leer esto porque tiene la funci¨®n que ten¨ªan los cuentos de hadas para los ni?os, la funci¨®n que ten¨ªa la ¡°Caperucita roja¡± hace tres siglos, una funci¨®n de advertencia. Lo tienen la nota roja, el True crime y, hasta cierto punto, mis novelas... No tengo verg¨¹enza en decir que mis historias abrevan de la nota roja, porque su discurso va m¨¢s all¨¢ del discurso manido, estereotipado, maniqueo, de la nota roja y su pobreza ling¨¹¨ªstica. Quiero darle otro tipo de riqueza a estas historias que para m¨ª son importantes que sigamos contando.
P. Es imposible hablar de tus libros sin hacerlo del lenguaje. Tu literatura es muy verbal. En este clima mundial revuelto, de crisis y pandemia, y en una ¨¦poca en la que se han desatado muchos discursos reivindicadores y pol¨ªticos en el mundo y en las letras, ?qu¨¦ hace la literatura?, ?qu¨¦ hace el escritor?, ?qu¨¦ haces con todos estos lenguajes y palabras que entran en colisi¨®n?
R. Mi gran pleito con el periodismo, en realidad, siempre ha sido un asunto de lenguaje, la conformidad que tiene el periodismo. Recuerdo un comentario sobre Aqu¨ª no es Miami, mi libro de cr¨®nicas... Yo describ¨ªa all¨ª que a alguien le tund¨ªan las nalgas con un le?o de sesenta cent¨ªmetros y el comentario dec¨ªa que qu¨¦ poca calidad period¨ªstica, la m¨ªa, porque todo el mundo sabe que a eso se le llamaba ¡°tablear¡± y que yo deb¨ª de haber puesto eso, porque ese es el t¨¦rmino apropiado. Me parece muy alarmante, de entrada, tomar un t¨¦rmino usado por el crimen organizado, popularizado por ellos, creados por ellos, un t¨¦rmino que viene lo castrense¡ que adem¨¢s nos muestra la herencia de lo militar a lo policiaco y al crimen organizado y c¨®mo a veces no hay una distinci¨®n entre ellos. Le parec¨ªa [al comentarista] que yo deb¨ªa usar ese t¨¦rmino en lugar de encontrar otra manera de describir la realidad. Y no era cualquier realidad, era una tortura. Mi pleito con el periodismo es la pobreza del lenguaje en aras de una objetividad en la que el lenguaje se convierte en sirviente. Siempre trato de buscar maneras efectivas, est¨¦ticamente, para decir las cosas y por efectivas est¨¦ticamente me refiero a palabras y frases que hagan sentir a las personas determinadas emociones que me interesa que sientan. Aqu¨ª no es Miami est¨¢ armado con la intenci¨®n de romper con esta apat¨ªa o estupor que sent¨ªamos los mexicanos ante la explosi¨®n de la violencia del narco y la guerra contra el narco. En Veracruz est¨¢bamos anestesiados y ten¨ªamos la impresi¨®n de que la violencia era una suerte de invasi¨®n de los b¨¢rbaros que hab¨ªa llegado a nuestro encantador y paradis¨ªaco puerto, sin jam¨¢s ver las ra¨ªces que la violencia ten¨ªa. Quer¨ªa contar estas historias de forma que el lector no pudiera sino implicarse en el dolor de las personas que estaban sufriendo. ?Y por qu¨¦ no? Incluso hasta sentir culpa. El lenguaje tan crudo, que ha sido criticado negativamente por muchos y alabado por otras personas, tan ¨¢spero, tan r¨ªspido, de Temporada de huracanes, para m¨ª fue una decisi¨®n tanto est¨¦tica como pol¨ªtica. Me interesaba que el mundo de estos personajes, que viven la miseria material, moral y espiritual, estuviera construido con sus propias palabras. No me interesaba posicionarme como un narrador en tercera persona y de vocabulario exquisito para hablar de realidades horribles. Me interesaba estar al ras, con los personajes, y describir su mundo con las palabras que ellos usar¨ªan e incluso, si era posible, tener un efecto po¨¦tico con estas groser¨ªas y bellaquer¨ªas y malas palabras. Un efecto po¨¦tico en el sentido de que se escuchara bien, tuviera ritmo, tuviera sabor, y al mismo tiempo tambi¨¦n un efecto. Y el efecto de esos discursos que hemos crecido escuchando, como el de: ¡°El hombre llega hasta donde la mujer se lo permite¡±, que es la justificaci¨®n para una violaci¨®n. O estos discursos homof¨®bicos con los que crecimos, escuchando a nuestros familiares repetirlos. Quer¨ªa que el lector los viera ah¨ª, desnudos, en la p¨¢gina. Esa era la intenci¨®n, una intenci¨®n de shockear, una intenci¨®n de conmocionar al lector con el lenguaje. Entonces, el lenguaje forzosamente tiene que ser radical en la literatura, en el sentido no de decir malas palabras sino de que tiene que ir en contra de la narrativa oficial¡ tiene que ser esta serpiente que muerde la cola del mismo discurso. En Temporada¡ hay momentos donde juego mucho con el lenguaje de las declaraciones judiciales, que es en s¨ª una cosa terrible, espantosa, absurda¡ Quer¨ªa jugar con ese lenguaje tambi¨¦n un poco para desnudarlo y hacer que se mordiera as¨ª mismo la cola. P¨¢radais es distinto.
P. ?En qu¨¦ consiste la diferencia?
R. En Temporada de huracanes me interesaba humanizar a los personajes, a los feminicidas, a los transcidas, a los asesinos, a los violadores, me interesaba lo que hace la literatura, justamente, que te muestra que un criminal nunca es un villano, y a veces solo una persona en circunstancias desafortunadas. Con mala suerte y en circunstancias poco favorecedoras, cualquiera de nosotros puede terminar ah¨ª. Me gustaba mucho esta idea. En P¨¢radais hay un alejamiento. Quise que tuviera un narrador que se regodeara en lo que estaba pasando, que se regodeara en la cobard¨ªa y la pusilanimidad de los personajes¡ Estaba jugando un poco al diablo, en el sentido de que me imagin¨¦ c¨®mo ver¨ªa un demonio las cosas, un ser que es muy viejo, eterno, y al que, sin embargo, la humanidad le parece al mismo tiempo rid¨ªcula y enternecedora. Quer¨ªa tratar de entender menos. Tratar de que el lector sintiera, viera pat¨¦ticos a los villanos y quedaran claras las responsabilidades. Pienso en algo como la cobard¨ªa. Me parece que uno de los temas en P¨¢radais es la cobard¨ªa, no es la historia de que mata a la vaca, sino del que le agarra la pata. Lo que es muy com¨²n en M¨¦xico tambi¨¦n, que tiene much¨ªsimo que ver con vicios como la corrupci¨®n y con esta actitud, a veces solapada, que tiene el mexicano de decir: ¡°Yo no fui. Yo nada m¨¢s di la mordida, pero yo soy una persona decente¡±. Esta hipocres¨ªa, esta cobard¨ªa que vivimos me molesta mucho y quer¨ªa exhibirla. Siento que P¨¢radais es m¨¢s crudo que Temporada de huracanes.
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