Los dioses favoritos de Enrique Florescano
El gran historiador de la mitolog¨ªa mesoamericana recorre con EL PA?S el Museo Nacional de Antropolog¨ªa de Ciudad de M¨¦xico para explicar sus fetiches: de la pir¨¢mide de Quetzalcoatl a las cabezas olmecas
Lo primero no era el verbo. Fue el ma¨ªz. ¡°Porque, al fin y al cabo, el ma¨ªz es el alimento que crea al hombre que luego es el que habla¡±. Lo explica Enrique Florescano, el ¨²ltimo gran historiador mexicano de los mitos prehisp¨¢nicos, sentado delante de una roca tallada con un campesino maya regando el campo. Es lunes y el Museo Nacional de Antropolog¨ªa de Ciudad de M¨¦xico est¨¢ vac¨ªo. A bordo de una silla de ruedas, Florescano (Veracruz, 87 a?os) va ilustrando con ejemplos una de sus grades especialidades, el mito fundacional de las civilizaciones mesoamericanas, un canto a los poderes reproductivos del cielo y la tierra, el reverso de la obsesi¨®n logoc¨¦ntrica occidental. El ma¨ªz, y no la palabra, fue lo que se hizo carne.
Durante el recorrido, cuando el profesor considera que algo es importante se levanta de su silla y da la lecci¨®n de pie. Por ejemplo, se?ala una sala bajando unas escaleras: all¨ª est¨¢ una recreaci¨®n del sarc¨®fago de Pakal, el gran gobernante maya. Esculpido en la l¨¢pida, el monarca vuelve desde el inframundo como una semilla que brota de la tierra en forma de mazorca. Pakal renace convertido en dios del ma¨ªz. El Primer Padre.
El mismo Florescano es tambi¨¦n un hijo del ma¨ªz. A mitad de los sesenta llega de Veracruz a la capital para estudiar una maestr¨ªa en historia econ¨®mica en el Colegio de M¨¦xico. All¨ª, un profesor va repartiendo a los alumnos seg¨²n las materias primas del pa¨ªs. Y a ¨¦l le toca el ma¨ªz. Cargado con cientos de hojas de archivos sobre el oro amarillo, Florescano se muda a hacer el doctorado a un Par¨ªs que ya calentaba motores para la revuelta del 68.
Pero el joven mexicano no hablaba todav¨ªa mucho franc¨¦s y apenas sal¨ªa de ¡°un cuarto muy chiquito lleno de papeles¡±. Solo recuerda una vez que Alejo Carpentier di¨® una conferencia en su universidad y un caf¨¦ donde dec¨ªan sus amigos que hab¨ªan visto sentado a Sartre. De aquel encierro casi monacal brot¨® su primera mazorca. La tesis, convertida en primer libro, Precios del ma¨ªz y crisis agr¨ªcolas en M¨¦xico.
El robo del siglo
Florescano est¨¢ ahora frente una cabeza olmeca gigante. Calcula que pesa entre 12 y 15 toneladas. Los olmecas son considerados la cultura madre mesoamericana, la mas antigua, con asentamientos registrados 3000 a?os antes de Cristo en la zona cercana a Veracruz. Aunque el profesor puntualiza que ¡°ahora est¨¢ en duda porque hay estudios recientes que afirman que en la regi¨®n del Golfo del Pac¨ªfico existi¨® otro pueblo igual o m¨¢s antiguo¡±.
Los olmecas tambi¨¦n ten¨ªan al ma¨ªz como dios fundacional. Para explicarlo ha tra¨ªdo uno de sus ¨²ltimos libros, Dioses y h¨¦roes del M¨¦xico antiguo (Taurus, 2020). En una de las hojas aparecen estelas de piedra con forma de mazorca y la representaci¨®n de un cara humana rodeada de granos de ma¨ªz. Otra imagen muestra una placa de jade que representa el cosmograma sagrado olmeca. Cuatro granos simbolizan las cuatro direcciones o rumbos del cosmos. En el centro, la planta de ma¨ªz, ¡°el eje del mundo¡±.
De vuelta en M¨¦xico tras su estancia en Paris, Florescano da clases en la UNAM y en 1982 es nombrado Director General del Instituto Nacional de Antropolog¨ªa e Historia (INAH). Jefe m¨¢ximo del patrimonio antiguo mexicano, le toca vivir en primera fila el conocido popularmente en M¨¦xico como ¡°el robo del siglo¡±. En 1985, dos j¨®venes se colaron por el conducto del aire acondicionado del museo y se llevaron 140 piezas arqueol¨®gicas. El suceso conmocion¨® al pais, que andaba recuper¨¢ndose de la en¨¦sima devaluaci¨®n del peso. ¡°Fui el chivo expiatorio de todo eso¡±, cuenta recordando con resignaci¨®n un episodio que cambi¨® su carrera.
Como jefe del INAH respondi¨® ante la prensa y asumi¨® las responsabilidades. ¡°No pod¨ªa salir a la calle, ir a la universidad, porque me persegu¨ªan los periodistas¡±. Lleg¨® a presentar su dimisi¨®n pero no solo sigui¨® en su cargo, sino que se encerr¨® en la biblioteca y se reencontr¨® con el ma¨ªz. ¡°Lo que ten¨ªa a mano eran libros de la antig¨¹edad, que ya hab¨ªa trabajado en art¨ªculos pero no tan intensamente, porque mi especialidad era la historia agr¨ªcola¡±. As¨ª, pas¨® de los precios a los mitos del ma¨ªz con su primer libro sobre historia cultural, Memoria mexicana.
El nacimiento del mundo
¡°Mira esta maravilla¡±. El profesor se detiene frente a la pir¨¢mide de Quetzalcoatl. Una reconstrucci¨®n de la fachada frontal del templo teotihuacano, la misteriosa civilizaci¨®n antecesora de los mexicas. Toda labrada en piedra con los colores originales y diferentes dioses en relieve, Florescano apunta que lo m¨¢s interesante est¨¢ abajo: ¡°La serpiente emplumada nadando en el mar primordial. Es el nacimiento del mundo¡±. Seg¨²n los primeros mitos, Quetzalcoatl nace cuando no hab¨ªa luz, ni movimiento ni vida. La serpiente emplumada instaura el orden del cosmos.
Es un mito hecho de mitos, una figura que recorre todas las ¨¦pocas y que encarna la fusi¨®n pante¨ªsta del cielo (el p¨¢jaro quetzal) y la tierra (la serpiente). A partir de los teotihuacanos, la imaginer¨ªa del dios se vuelve tambi¨¦n el emblema real de todas las dinast¨ªas por venir, desde la pen¨ªnsula del Yucat¨¢n hasta el altiplano. En algunas culturas asume la apariencia del dios del viento, Eh¨¦catl; en otras, tambi¨¦n es la deidad del ma¨ªz, que armado con un hacha en forma de rel¨¢mpago abre la monta?a de los alimentos para proveer a sus hijos.
Envuelto en un sinf¨ªn de leyendas, Quetzalcoatl cae en desgracia por la envidia de otros dioses en la ciudad de Tula. Le enga?an y le hacen beber pulque creyendo que es medicina. En la borrachera termina teniendo sexo con su hermana. Humillado, huye hacia oriente y termina abrasado en la costa de Veracruz, encarnando desde entonces la eterna promesa de volver para liberar a su pueblo. Para Florescano, aqu¨ª se produce una interpretaci¨®n interesada del mito cl¨¢sico del regreso del h¨¦roe: ¡°Son los frailes los que lo deforman para adaptarlo a las nociones cristianas de pecado y resurrecci¨®n¡±. As¨ª que despu¨¦s de la evangelizaci¨®n, la serpiente emplumada tambi¨¦n puede ser el ap¨®stol de Cristo y hasta Hern¨¢n Cort¨¦s.
¡°Ustedes son realmente comunistas¡±
Florescano est¨¢ ahora sentado en un banco de espaldas al majestuoso calendario mexica, La Piedra del Sol. Recuerda que despu¨¦s del 68, una tarde los militares balearon el Colmex. Recuerda tambi¨¦n participar en la caminata del silencio, desde la universidad hasta el Z¨®calo. A su padre, un profesor de secundaria en Jalapa, lo hab¨ªan metido en la c¨¢rcel. ¡°Fue una ¨¦poca muy tremenda. Nos afect¨® mucho y por eso tantos salimos as¨ª. Con el intento de utilizar las ciencias sociales para comunicar los problemas del pa¨ªs a la sociedad¡±.
A ese af¨¢n did¨¢ctico por sacar a la academia de sus catacumbas, algunos lo han llamado ¡°la f¨®rmula Florescano¡±. Desde su ¨¦poca de estudiante no ha parado de alentar proyectos y fundar revistas. En la secretar¨ªa de Educaci¨®n fueron m¨¢s de 100 libros. Investigaciones europeas o estadounidenses traducidas y editadas por 10 pesos. ¡°Fueron una sensaci¨®n¡±. Dirigi¨® la revista Historia mexicana, ¡°la m¨¢s importante de Latinoam¨¦rica¡±. Y de unas reuniones clandestinas en el castillo de Chapultepec, por las que se pasaban desde Carlos Monsiv¨¢is a Luis Villoro o Emilio Pacheco, naci¨® Nexos en 1978.
¡°Una revista abierta a la cr¨ªtica del M¨¦xico actual y diferente a Vuelta¡±. La referencia a la revista de Octavio Paz, fundada un a?o antes, no es causal. El Nobel mexicano era ya el gran patriarca cultural con posiciones cada vez m¨¢s escoradas a la derecha. Florescano recuerda una charla durante una cena en casa de otro diplom¨¢tico en la que Paz le dijo: ¡°Ustedes son realmente comunistas¡±. A?os m¨¢s tarde, se volvieron amigos. ¡°Me invit¨® a un programa de televisi¨®n tem¨¢tico de la historia de M¨¦xico para que me encargara de la parte prehisp¨¢nica¡±.
Florescano recibi¨® a principios de mes el premio Alfonso Reyes, el gran ensayista, poeta, diplom¨¢tico y padrino del Colegio de M¨¦xico, que concede cada a?o el galard¨®n por toda una carrera. Florescano, de todas maneras, no para. Durante el recorrido, atiende varias llamadas al celular: la reedici¨®n de uno de sus libros, una petici¨®n de un texto para el diario. Ya al final, mientras le acompa?amos a la salida del museo, nos invita a ver uno de sus ¨²ltimos proyectos: un documental sobre Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, en 3D.
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