Leydy Pech: ¡°La industria ha ganado la conciencia de la gente¡±
Premio Goldman por su defensa de las abejas en Yucat¨¢n, esta mujer maya critica el abandono que sufren por parte del Gobierno y la falta de preparaci¨®n ambientalista de los ind¨ªgenas
En 2020, Leydy Pech gan¨® el premio Goldman, considerado el Nobel de los ambientalistas, por su lucha contra las fumigaciones de las grandes extensiones de soja que contaminaban el aire y las plantas de sus abejas. Las cr¨®nicas lo contaron como el encuentro de David y Goliat. Ella, una mujer maya, sin m¨¢s herramientas que su voz perseverante, hab¨ªa ganado la batalla en los tribunales a Monsanto, el gigante de las semillas modificadas y la producci¨®n industrial. Pero la guerra contin¨²a: las avionetas siguen regando veneno a pocos kil¨®metros de esos campos mayas sobre las plantaciones de soya, pepinillo y sorgo. Cuando no es Monsanto son otros.
Leydy Pech tiene 57 a?os peleados palmo a palmo desde la infancia, ma¨ªz por ma¨ªz, abeja por abeja, abriendo la tierra y mirando al cielo. En estas tierras yucatecas, mitad selva, mitad sabana, los pueblos son ejemplo de resiliencia. Las cat¨¢strofes naturales tienen nombre de persona: ¡°Cuando pas¨® Crist¨®bal, cuando lleg¨® Gilberto, cuando vino Amanda¡±. As¨ª se refieren los mayas a los ciclones que de tanto en tanto les obligan a moverse en barcas donde los caminos eran firmes. Pero siempre levantan la cabeza y la vida vuelve a empezar. La ¨²ltima pelea, sin embargo, contra la deforestaci¨®n y las siembras masivas, va ganando al paisaje a?o con a?o. Leydy Pech est¨¢ llena de preguntas: ¡°?Qu¨¦ hemos dejado de hacer para que suceda esto? ?Qu¨¦ hemos dejado de pensar para que esto nos golpee as¨ª?¡±.
Como sus abejas meliponas, que tienen aguij¨®n pero no pican, esta mujer maya se debate entre la lucha y la pedagog¨ªa. Batalla contra la agroindustria sin dejar de pensar en qui¨¦nes la sustituir¨¢n en ese camino. Su abuelo la educ¨® para el campo. Su hijo estudia Ingenier¨ªa Agr¨®noma en la Universidad de Campeche, la tierra de la miel. Sus reflexiones contienen la sabidur¨ªa que no se aprende en la universidad, conocimientos que est¨¢n a punto de sucumbir bajo un mundo globalizado que mira con amargura: ¡°La industria ha ganado¡±.
Pregunta. A pesar de la sentencia de la Corte que prohibi¨® a Monsanto plantar sin haber consultado a la poblaci¨®n ind¨ªgena, como marca la ley, los enormes sembrad¨ªos siguen su curso. ?Para qu¨¦ sirve la justicia?
Respuesta. En 2015, la Corte nos dio una resoluci¨®n y la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos pidi¨® que se atendieran nuestros derechos, pero la consulta sigue sin hacerse, no nos ponemos de acuerdo con el protocolo establecido para ello. Y se sigue sembrando soja hasta el d¨ªa de hoy, seguimos igual. Ahora son otras empresas. Hay una ausencia por parte del Gobierno federal para acatar la sentencia de la Corte.
P. Entonces¡
R. Cre¨ªmos en las instancias encargadas de poner el orden y aplicar la ley, sin embargo, aprendimos que no es as¨ª. Hacen su papel, pero no vigilan, no miran por que sus sentencias y leyes se cumplan. ?Para qu¨¦ nos sirve?
P. ?Los premios tampoco sirven?
R. Para la causa s¨ª sirven, mucho. Para todos los pueblos que luchan, es una vocecita que sale y se visibiliza, aqu¨ª estamos. Pero vemos que los intereses econ¨®micos pesan mucho m¨¢s y los Gobiernos est¨¢n con esos intereses y no del lado de garantizar la seguridad, el bienestar, la soberan¨ªa alimentaria, los derechos de los pueblos ind¨ªgenas.
P. Pero el presidente est¨¢ con los pobres, constantemente lo repite.
R. Tienen esos programas [como Sembrando Vida, de reforestaci¨®n], pero en realidad, lo ¨²nico que hacen es fortalecer el asistencialismo en el pa¨ªs y haciendo a la gente m¨¢s pobre, porque mientras est¨¢n estos programas sigue el despojo, se siguen violando los derechos, haci¨¦ndonos creer que nos van a sacar de la pobreza, pero no se trata solo de pobreza econ¨®mica, tambi¨¦n hay que mirar la pobreza del entorno, integral, ambiental, cultural y social en la que estamos. Los j¨®venes se est¨¢n yendo, los jornaleros que antes ten¨ªan sus tierras ahora se van a trabajar a los campos de los menonitas y se sigue fumigando. Eso es empleo, pero ?qu¨¦ empleo y bajo qu¨¦ condiciones? Eso no es empleo, es explotaci¨®n, eso es lo que es.
Hace ya casi medio siglo llegaron los menonitas a los campos yucatecos. Cuando Hern¨¢n Cort¨¦s campaba a sus anchas por Am¨¦rica, el sacerdote Menno Simons congreg¨® a esta rama de cristianos pacifistas en Europa, que sufrieron persecuciones y acabaron emigrando a Estados Unidos y Canad¨¢. Despu¨¦s se extendieron por Am¨¦rica Latina. Por los campos de Hopelch¨¦n, el municipio de Leydy Pech en Campeche, se les ve con sus petos negros, todos vestidos igual, arreando sus carros tirados por caballos, con su mundo detenido en siglos pasados. De puertas adentro puede que haya velas en lugar de luz el¨¦ctrica, pero de puertas afuera est¨¢n las avionetas que fumigan. Ellos, eso s¨ª, trabajan como hormigas, en comunidad y pacifismo anacr¨®nicos. Menonitas es ahora la palabra que todos los mayas tienen en la boca. En otros pueblos se han quitado el overol negro y han abierto negocios de toda clase, cooperativas que surten a precios asequibles: los mayas tambi¨¦n compran ah¨ª, mientras observan c¨®mo su mundo va cambiando, sin remedio.
En tiempos de Carlos Salinas de Gortari, que fue presidente en M¨¦xico de 1988 a 1994, se dio la puntilla a las tierras ejidales comunitarias. Se extendieron t¨ªtulos de propiedad y se favoreci¨® la entrada a las empresas privadas. Los ejidatarios vendieron y acabaron siendo jornaleros de sus propias tierras. ¡°Todo se hace con plan y ma?a¡±, repite siempre Leydy Pech. Nada es casual. Esa es la raz¨®n de que hoy en d¨ªa muchos de aquellos ejidos est¨¦n en manos de menonitas o de cualquiera que compre a buen precio. ¡°Mi pueblo deber¨ªa vivir en paz y esa paz nos la han robado¡±. ¡°Para los menonitas el trabajo es como una religi¨®n, como si fuera sagrado. El bosque lo ven como un desperdicio, porque no est¨¢ cultivado. Pero la soya no promueve al campesino, sino a los empresarios. Todo est¨¢ pensado, con plan y ma?a¡±.
P. ?C¨®mo ser¨ªa su mundo ideal, Leydy Pech?
R. Primero estamos las personas, pero con nuestras diferentes formas de vivir que deben ser respetadas. El mundo es diverso y hay comunidades con una forma de vivir y entender la vida de otra manera. Nosotros, los mayas, tenemos nuestros conocimientos, que sirven para vivir. Pero otros llegan y plantean sus desarrollos, que nosotros no los llamamos as¨ª, porque no lo son, y no nos consideran. Solo miran lo que tenemos, lo que hemos cuidado siempre, miran por sus intereses.
P. ?No hay cr¨ªtica al propio mundo en el que uno vive, al mundo ind¨ªgena?
R. S¨ª, falta conciencia sobre el ambientalismo, y yo creo que tambi¨¦n es importante. A nosotras, las que hablamos de estos temas nos dicen ¡®ah¨ª van esos ambientalistas¡¯, y somos objeto de riesgo, de amenazas de muerte, porque la misma comunidad nos atribuye responsabilidades que no son nuestras, son de todos: cuidar el medioambiente, ser emp¨¢ticos. En el supermercado llegan y compran, pero no se preguntan de d¨®nde vienen esos alimentos, c¨®mo se producen, solo satisfacemos nuestra necesidad de consumo, y en esa satisfacci¨®n hay muchas cosas que suceden: la violaci¨®n de derechos, el costo muy caro que pagamos. Pero la gente se ha desajenado de eso. Yo les digo, nosotros estamos luchando en la primera l¨ªnea de la batalla, nos fumigan a diario, vemos la avioneta, sabemos que tiran venenos, y ah¨ª est¨¢n nuestras aguas, nuestros animales, nuestras abejas, nuestra salud. Y duele saberlo y aceptarlo, pero seguimos en esto. A todos les llegar¨¢. El aire, el agua, los bosques, todo lo que defendemos es del mundo y para el mundo, es de todos.
P. Cuando ve estos pueblos llenos de pl¨¢sticos y botellas de refrescos por todos lados, ?qu¨¦ piensa?
R. Que la industria ha ganado. Ha ganado la conciencia de la gente. Tienen dinero para hacer sus campa?as y nosotros tenemos roto el tejido social, nuestra organizaci¨®n interna, hemos dejado de estar orgullosos de nuestra identidad, de defenderlo como debemos y de consumir lo que producimos. Nos han vendido la idea de que hay que comer el yogur, hay que comprar coca-cola, comprar el agua. ?Por qu¨¦ en lugar de comprar el agua no defendemos nuestra agua? En vez de comprar ma¨ªz, ?por qu¨¦ no defender la siembra de ma¨ªz nativo? Hay que regresar, exigir, luchar por nuestras siembras de siempre. ?Qu¨¦ hemos dejado de hacer, qu¨¦ hemos dejado de pensar y de ense?ar para que esto est¨¦ sucediendo? Y ahorita creo que estamos en un buen momento de reflexi¨®n con los j¨®venes y ni?os y ni?as. Los l¨ªderes de ahora tienen que seguir, pero tenemos que formar a nuestros reemplazos, tienen que agarrar esta causa y no lo har¨¢n si no los involucramos.
P. Su discurso combate el mundo globalizado, pero sus reflexiones podr¨ªan aplicarse a todas partes.
R. S¨ª, porque hoy todo ha cambiado mucho. La generaci¨®n de nuestros abuelos ve¨ªa el mundo de una manera distinta. Ya no est¨¢n, si nosotros no nos preocupamos el mundo ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil para los que siguen. Para los mayas el territorio es sagrado, es la vida, ah¨ª est¨¢ lo que necesitamos para vivir. Mi abuelo dec¨ªa: no hay pobreza, qui¨¦n dice que somos pobres si tenemos qu¨¦ comer y no estamos enfermos. Pobre, aquel que no puede sembrar y no tiene qu¨¦ comer, que no conoce c¨®mo labrar la tierra. Cuando uno pierde su identidad pierde la ruta, el camino.
P. Pero la vida es algo m¨¢s que el trabajo que te sirve para comer. ?No echa en falta otras cosas, no las ech¨® de menos en su juventud?
R. No. Aunque el pueblo es chico, todos nos conoc¨ªamos, jug¨¢bamos con los vecinitos, con los primos. Eran juegos donde uno trabajaba la solidaridad, el compartir, la ayuda¡ Ahora est¨¢n con el celular y qu¨¦ me importa lo que pase. Hab¨ªa reuniones, asambleas, donde se pon¨ªan de acuerdo para limpiar, para festejar, para pedir la lluvia. Los ni?os ¨¦ramos felices.
P. ?Quiere que su hijo herede las abejas y se quede en el pueblo?
R. S¨ª, ahorita estudia Agronom¨ªa en Campeche, pero tiene esta parte sensible. Me preguntan si imagino mi relevo con mi hijo: no precisamente, ¨¦l es ¨¦l, es libre y decidir¨¢ qu¨¦ quiere hacer. El no quiere nada con los agrot¨®xicos, con los qu¨ªmicos, ha hecho sus invernaderos r¨²sticos y hace tres meses que no compramos tomates ni picantes porque ¨¦l los produce. Cree que la soluci¨®n no es el ma¨ªz a gran escala, sino la producci¨®n diversificada. Yo no le voy a exigir nada, tiene la conciencia, pero lo har¨¢ de otra forma. Son otros liderazgos, hay que prepararlos. Es muy importante que estos j¨®venes, las muchachas sobre todo, no vean que solo es la casa y el esposo, se pueden hacer muchas cosas. Se necesitan posibilidades para ellos, alternativas.
Leydy Pech lleva en los genes la lucha de sus antepasados. Naci¨® en la casa materna en la comunidad de Ich Ek. ¡°Mi madre era soltera, no sab¨ªa leer ni escribir, pero siempre trabaj¨® en el campo y sac¨® adelante a su familia. El liderazgo de las mujeres en estas comunidades no es f¨¢cil, ha sido cuestionado, se?alado, a m¨ª me pas¨®. Ten¨ªa el ejemplo de mi madre, luchadora, que nunca se desprendi¨® de la tierra. De los abuelos y las abuelas, cuando era un orgullo decir: ?por qu¨¦ va a tener mi hijo que ir a la ciudad si aqu¨ª tiene donde trabajar, sembrar su milpa, sus abejas? Yo querr¨ªa que ese orgullo lo sintieran las nuevas generaciones¡±.
P. Usted fue a la primaria y despu¨¦s ha aprendido y viajado mucho.
R. S¨ª, dej¨¦ la escuela a los 12 a?os y mi abuelo me puso en una tiendita, no quer¨ªa que me fuera a la ciudad. All¨ª estuve 15 a?os y fui entendiendo muchas cosas. Dej¨¦ la tiendita y empec¨¦ a trabajar con mis abejas. Hab¨ªa una organizaci¨®n Educaci¨®n Cultura y Ecolog¨ªa, Educe, que llegaron por 1995 y vieron el potencial para trabajar con la apicultura. Promovieron la organizaci¨®n con los apicultores, intercambios a nivel peninsular, formaron grupos. Fui por primera vez a Quintana Roo, no conoc¨ªa a nadie, me dio mucho miedo salir. Tambi¨¦n me costaba mucho trabajo hablar, no sab¨ªa qu¨¦ iba a decir, si lo que pensaba estaba bien, pero me di cuenta de que hablar es muy bueno y que lo que importa es que uno exprese su opini¨®n. Viaj¨¦ por M¨¦xico, a Washington, Ginebra, Ecuador, Nueva York, conoc¨ª a otras organizaciones de mujeres de ?frica, Asia, es muy bonito lo que se est¨¢ haciendo en el mundo.
P. Habla mucho de las mujeres. M¨¦xico es muy machista, ?c¨®mo lo ve usted?
R. Igual. Hay mucho machismo y por eso nos cuesta a las mujeres ganar espacios, exponer lo que pensamos, nuestras propuestas son buenas y los hombres lo saben, porque a m¨ª me lo han dicho, lo saben, pero por todo ese machismo cuesta reconocerlo. Cuando el proceso de la consulta en los pueblos mayas me dec¨ªan: ¡®Est¨¢ bien lo que dices, pero tienes un problema, eres mujer¡¯. ?El aire es hombre o es mujer? D¨ªganmelo ustedes. ?El agua es hombre o mujer? D¨ªganmelo ustedes. Es de todos, no tiene sexo, cualquiera lo puede defender. Muchas mujeres hoy en d¨ªa est¨¢n haciendo cosas en sus pueblos, son grandes proveedoras las mujeres. El proceso aqu¨ª se sostiene gracias a ellas, a los hombres se les copta [doblega] r¨¢pido.
En el patio de la casa de los Pech, en Ich Ek, hay ¨¢rboles de todas clases y las colmenas se escalonan sobre una plataforma inclinada de madera, bajo una palapa de guano que las cubre de las inclemencias. Las colmenas, o jobones, son troncos cortados y huecos que se cierran por un lado con una esfera tambi¨¦n de madera. Leydy Pech agarra una esp¨¢tula y rasca el barro que cierra la puerta. El tesoro se va a desvelar. Las abejas se revuelven pac¨ªficas, sin mucho ruido. Son oscuras, sin esas cl¨¢sicas rayas amarillas. Son mayas. Por fin cede la madera y dentro aparece el mundo ap¨ªcola. Las abejas han hecho todo un panal de vejigas blandas donde guardan la miel y el prop¨®leo, m¨¢s rojizo. Es como una bodega llena de odres del tama?o de pelotas de pin pon, pegados los unos otros, arracimados. La miel de las meliponas es m¨¢s agria que la tradicional y los mayas le atribuyen numerosas cualidades curativas y propiedades est¨¦ticas y paliativas: lo mismo sirve, dicen, para sanar la vista enferma que para calmar los dolores de parto. Para la piel y para el est¨®mago. El grupo de mujeres apicultoras ha desarrollado una l¨ªnea de productos alimenticios y cosm¨¦ticos bajo el marchamo de la calidad, lo natural y lo ancestral, as¨ª como el trabajo comunitario. Leydy Pech toma un cuenco y un colador y da a probar la miel, m¨¢s l¨ªquida y cristalina que la com¨²n, la de la apis, que triunfa por esos lares porque su producci¨®n es mayor.
P. ?La melipona produce menos?
R. No deber¨ªa. ?Por qu¨¦? No es porque sean flojas, sino porque no tienen las condiciones ambientales, como antes. Pero deforestan, fumigan, se pierde la especie. La abeja es como yo, sabe c¨®mo vive, su entorno, qu¨¦ le gusta, pero tiene que buscar entre 100 ¨¢rboles y solo encuentra en 10, porque no est¨¢ acostumbrada a comer en otros. Hay especies vegetales que les gustaban y se perdieron porque no las polinizaron.
P. Dice que las abejas no tienen el lugar que se merecen.
R. Han perdido mucho territorio, han sido muy desplazadas. Por estatus y por intereses. La apicultura requiere de estos espacios conservados, de un manejo sustentable, da autonom¨ªa a las familias, promueve la organizaci¨®n comunitaria y la independencia de las comunidades con el Gobierno. Y todo eso va en contra de los planes. Mi abeja no habla, no se puede defender, solo vuela, trabaja, pero yo s¨ª puedo hablar y s¨ª la puedo defender. Hablamos por ellas.
P. La abeja es uno de los grandes ejes centrales de la ecolog¨ªa.
R. Cuantos menos apicultores haya, m¨¢s f¨¢cil es vender la tierra y deforestar. El apicultor es consciente de que hay que defender eso. Porque su modo de vida depende del ecosistema, por eso no convienes a los planes gubernamentales. Los menonitas rentan muchas tierras, pero al apicultor le perjudica la fumigaci¨®n y se empieza a analizar todo esto. Ahora tengo las abejas en el traspatio, pero necesitamos que regresen al monte, a su h¨¢bitat natural. Pero los propietarios de los ejidos son hombres, es todo muy machista, nos miraban como si estuvi¨¦ramos locas. Hay algunas ejidatarias, viudas que heredaron, pero no toman decisiones, casi no les dejan hablar en las asambleas. Otros nos miran como ejemplo, ?por qu¨¦ no apoyarlas, dijeron? Y nos dieron dos hect¨¢reas. Pero con la fumigaci¨®n se murieron las abejas. En menos de cinco a?os, perdimos 40 jobones. Se hizo un reglamento para prohibir el chile y el tomate, pero a los hombres les cuesta m¨¢s trabajo tomar las decisiones, no quieren aplicar los reglamentos, castigar a quienes siembran. ?Qu¨¦ tan dif¨ªcil es poner un reglamento y aplicarlo?
P. En M¨¦xico los ambientalistas no lo tienen f¨¢cil. En 2017 asesinaron a Isidro Baldenegro, tambi¨¦n premio Goldman. ?Teme por su vida?
R. Hoy en d¨ªa, por todo lo que pasa, s¨ª. Se tocan intereses. Le puede pasar cualquier cosa a uno. Pero nos acompa?amos. No estamos solos, hacemos muchas cosas, no afectamos a nadie, pero s¨ª estamos inconformes, no estamos tranquilos ni contentos con lo que pasa, pero no vamos a esperar que la soluci¨®n llegue de afuera. Vamos a exigir que cambien leyes, no sabemos si se lograr¨¢, pero es nuestra forma de vivir. Nosotras s¨ª podemos hacerlo.
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